miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 1 (61) La Antilla-Nueva Umbría

Etapa 1 (61). 30 de mayo de 2007, miércoles. La Antilla-Nueva Umbría.

Mi primera etapa a pie (61 de mi vuelta a la Península por la costa), se desarrollará por la arena de las playas de la Antilla y de Nueva Umbría y en sentido inverso a la dirección de Portugal. Como explicaba en el prólogo, la forma más fácil de entender mis intenciones es mirando el mapa; si nos fijamos bien, el embalse del Piedras, en el interior de Huelva, en el paralelo entre Gibraleón y Portugal, desemboca en una lengua de mar muy próxima a Cartaya, en el lado Este y baja hacia Lepe, al lado de Poniente. Luego dobla hacia el Este, llega a El Rompido y acaba saliendo al mar en El Portil. Al retroceder hasta la lengua del arenal de Nueva Umbría pretendía que, al año siguiente, mi punto de partida sería El Portil, evitándome hacer lo previo desde Portugal, las marismas de Ayamonte-Isla Cristina (que las haría este año), y este conjunto desde El Terrón, Lepe, La Barca, Cartaya, El Rompido. Como se verá, aunque estas eran mis intenciones, en el año 2008 haré otra cosa.

De la Antilla a Nueva Umbría en dirección contraria a Portugal
En la playa de La Antilla, pregunto a un padre joven sobre Nueva Umbría y, como no lo conoce bien, me orienta hacia la Terraza Miramar (es desde esta terraza desde donde escribo este diario tras el desayuno del día siguiente); yo llevo una idea equivocada de lo que sea Nueva Umbría, puesto que me imagino una urbanización y, con esta idea, voy con intención de hacer una llamada a alguna de mis hijas para que sepan dónde estoy. Nada que ver con la realidad, puesto que será un paraje virgen, sin construcción alguna, un verdadero paraíso. Aunque no haya ningún teléfono, ¡que lo dejen como está! ¿Se habrá salvado de la especulación? Bueno, volviendo a Miramar, con la idea que llevo, es muy probable que preguntara mal y, por tanto, también interpreté mal la respuesta que me dio una joven marroquí guapísima, camarera que, al día siguiente, me serviría la menta poleo de sobremesa, mientras escribo el diario; la volveré a ver en enero, en mi viaje a Matalascañas con el Imserso y, entonces, me sellará la credencial (Terraza MIRAMAR Saúl Toronjo Benítez 959481085 21449 La Antilla -Lepe), y de nuevo, me la encontraré en verano de 2008, tan guapa como la primera vez, cuando reinicié mi periplo por Andalucía.

Entre playa y hotel está la salida de la ría.
Sigo andando descalzo por la orilla del mar y, un señor a quien  pregunto, me dirá que falta media hora (serían más de dos horas las que tardé en llegar al final de la lengua de arena); en realidad, es probable que el hombre no me informara mal, sino que le entendí mal o me expresé mal, y la media hora que me indicó sería hasta El Terrón, que es donde se empiezan a ver algunos, pocos, nudistas. Sigo adelante y se empiezan a ver las construcciones del otro lado del brazo de mar, donde se ve un gran hotel que pertenece a Cartaya. Llego a una zona en la que hay parasoles con entramado vegetal que, aunque dan a la vertiente atlántica, también comunican con la ría interior y es el acceso de los que quieren salir a mar abierto provenientes de Cartaya, Aljaraque o Huelva capital, para hacerlo utilizan barcas que los depositan en la otra orilla, tanto para llegar como para volver. Con la esperanza y las dudas del teléfono, sigo adelante. Voy caminando un rato por la costa de la ría, pero llega un momento en que el piso se va volviendo fangoso y me produce inseguridad en mis pisadas; el hundimiento de los pies produce cansancio, así que decido retroceder y pasar a la orilla atlántica, de nuevo, donde la arena es más firme y los pies se masajean con el golpear suave de las olitas marinas.

En arenas de Nueva Umbría
Ya no se ve un alma. Hago varios kilómetros acompañado de siete limícolas, en este caso, correlimos; luego serán cinco, pero no puedo asegurar que sea otro grupo o que el primero se ha reducido; veré otros grupos más numerosos.

Una barca sale a faenar. Cuando llego al final, donde la lengua de arena ya no me dejará continuar, con la vista puesta en El Portil, me desnudo y doy un baño rápido. Tras observar enfrente a los que en la zona entre El Portil y El Rompido hacen ejercicio con sus kite-surf, retrocedo en busca de zona de playa más resguardada del aire, para pasar la noche bajo las estrellas. No tengo ningún resquicio que me ofrezca protección y así como el día me ha sido propicio, espero que la noche continúe igual. Miro el contador de kilómetros y me indica 19,690; como el último tramo de retroceso (ya he empezado a andar en dirección a Portugal) lo he hecho desnudo, no podía colocarme el contador, así que calculo 21. Sin ninguna certeza, puesto que no es lo mismo pisar en firme que descalzo por la arena y menos por arenas pantanosas (el pequeño recorrido así realizado). Como todo el tramo de playa lo he hecho descalzo, me duele el dedo gordo del pie derecho (espero que no sea un síntoma de inicio de gota); de vez en cuando voy por la arena húmeda y alternando por el agua, y así, noto alivio.

Dormida con luna llena

Donde decido montar mi cama, en duna con bastante vegetación, observo que hay mosquitos y hormigas de las que “muerden”, así que saco la pulsera ahuyentadora (otro regalo de mis amigos que había olvidado mencionar) y parece que da buen resultado. Dejo que la esterilla se hinche sola; es otra novedad de este año y va dentro de la mochila, como el saco de dormir, cubre medio cuerpo, pues la de cuerpo entero pesaba y abultaba mucho, y, aunque es autoinflable, según vayan pasando las jornadas, pedirá que le aporte un soplido final.


Estiendo el saco, hago dos instantáneas de los hierbajos dunares que forman mi cabecera, y me dispongo a dormir. Será mi primera noche estrellada del viaje y, como primera, me costará dormir. Si esta fuera una noche de etapas posteriores, dormiría a pierna suelta; el lugar es idílico, alejado de población y sin contaminación lumínica. Lástima que la temperatura no es tan alta como la deseada, pero no paso tanto frío como la primera noche del pasado año en la playa de Laga.


¿Qué he puesto en práctica hoy de lo aprendido el año pasado? Empezar con recorrido corto, para que las piernas se vayan acomodando al camino, poco a poco. ¿Qué he comprobado? Que el llevar menos peso hace más grato el camino. No hace falta ser un lince para sentirlo. Mientras no vaya por rocas, suba y baje acantilados, no lo podré comprobar, pero el hecho de que el saco y la esterilla vayan dentro de la mochila, también es una dato a tener en cuenta de cara al futuro.

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