miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 42 (102). Aveiro

Etapa 42 (102). 10 de julio de 2007, martes (3ª feira). Aveiro.

Desayuno con Renato
Hoy, todo el día, lo dedico a patear la ciudad e ir al cine. El que se acostó primero, se levanta primero; el segundo, segundo y, el tercero, seguirá dormido cuando nos vayamos a desayunar. Me afeito; hoy me acuerdo de pasar la maquinilla eléctrica por el pecho, pues hace días que no lo hacía, y veo que con el sor, el aire y el mar, mis hongos del entrepecho han desaparecido y la piel está muy saludable. También perfilo un poco mejor bigote y barba. Como ya me duché ayer tarde, hoy no lo hago. He guardado las sandalias en la bolsa de plástico. Con lo dicho hecho, me voy a desayunar. Le pregunto a Renato si prefiere estar sozinho y me responde: “te podes sentar”. Zumo, dos panecillos (1/2 reservo para queso y el resto con mantequilla y mermelada). Yogur y café con leche. Bien. Renato tiene un trabajo provisional con contrato como ingeniero electrónico. Aprovecha las pousadas de juventude pero, cuando está por el norte, duerme en casa. Entra a trabajar entre 9:00 y 9:15h, esa es la flexibilidad horaria que le permiten; así que no queda más remedio que despedirse. “Bon viajem”, me desea.

Paseando por Aveiro
En recepción encuentro el mismo cartel sobre maltrato a mujeres que vi en PSP de Figueira da Foz y comento sobre ese hombre ceñudo que tan poco me gusta. El recepcionista sigue sin dar mucho juego, más bien, ninguno; no sé ni para qué le he comentado. Le pregunto si hay algo interesante para ver en Aveiro hoy, algún teatro, algún concierto u otro espectáculo. Es en vano; o no hay nada, o no sabe, o no quiere decirlo. ¡Iré al cine! Salgo con intención de cambiar de recorrido, para no repetirme y ver otras partes de la ciudad pero, al salir, recuerdo Correios, y hacia allí me dirijo; otra vez por el mismo camino de ayer. Al pasar por el parque del Infante dom Pedro, que tiene el mismo nombre que el Hospital, llamo a mi hermana al móvil; estará trabajando y cuando vea una llamada desconocida, a lo mejor ni descuelga; pero ha habido suerte y hablo con ella. Le digo que no le podía llamar, puesto que no le podía hablar del embarazo de Vera, pero ahora ya le puedo demostrar mi contento.
Como todo lo demás va bien. Adiós. Tras sacar foto de la zona arbolada del estanque, me dirijo al convento de Santo António, que no se puede visitar.


Paso por la Policía Judiciaria, saco foto de la fachada manuelina antepuesta al edificio del Banco Espiritu Santo, de la Domus Iustitiae y del Gobierno Civil de Aveiro, todo ello en los alrededores de la plaza del Marqués de Pombal, y voy a la oficina de Correios, donde no tienen la fórmula de postales con sello incorporado.

Encuentro otras en que 6 cuestan 1,25 y compro 3 conjuntos (18 postais) y 18 sellos (13,11€); con los 52 céntimos de sello espero que llegue también la de Gran Bretaña y la de Francia, aunque ya sé que ése es un precio de sello sólo válido para el país vecino, que para eso somos casi irmãos. Lo que me duele más es que no ocurra lo mismo a la recíproca: pareciera que fuéramos más irmãos para los portugueses que ellos para nosotros y a mí, que tras más de cuarenta días ya me siento un poco lusitano, estas cosas no me agradan. Al salir, fotografío Correios y la casa con azulejo azul y blanco del otro lado de la estrada, en la curva de la rua Combatientes de Grande Guerra (creo que así llaman nuestros vecinos a la II Guerra Mundial); por dicha calle salgo, de nuevo, a la avenida.

Oficina de Turismo y visita de Iglesias
Me acerco al Museu de Aveiro que, a estas horas, todavía está fechado y me acerco a la Catedral de São Domingos, donde fotografío la fachada, el cruceiro y, dentro,






el órgano y la puerta de la Sacristía, que son los elementos de interior que más me han interesado.




Bajo por la calle del Batallón de Cazadores, hacia los canales, que ya crucé ayer noche, y veo la embarcación varada, tipo góndola (“o tradicional moliceiro, de fundo chato, proa recurva e suave, panos de proa e popa pintados com cenas do quotidiano e facendo alusão a temas erótico-satíricos.”) y las casas “venecianas”, y voy a Turismo; donde consigo otro trozo de mapa que une el final de la región de Aveiro, tras Ovar y Esmoriz, con Espinho y que abarca: Porto, Matosinhos y acaba, como último pueblo de la costa, en Lavra: ¡qué casualidad, el pueblo en que me esperan Sergio y Maria, su enamorada!

Me informan de que no hay ningún espectáculo para ver esta noche. Al que me da el mapa no le agrada que lo recorte y desprecie el resto, pero lo entiende cuando le explico mis razones de economía de espacio y peso ¡que dos meses dan para mucho peso en mapas y folletos! Salgo hacia la Igreja da Vera-Cruz y consigo sacar la foto, aunque un inoportuno coche ha aparcado delante de la escalinata.





Ya en el interior, fotografío la pila bautismal. No creo que mi futuro nieto venga hasta aquí para pasar por ella.




A la salida coincido con un matrimonio francés con un hijo; son de Baiona ¡qué gracia!, la ciudad donde llegué en tren y cogí el bus para Saint-Palais, inicio de mi viaje en 2006. Vamos buscando Igreja do Carmo, que nos costará encontrar, aunque vamos en buena dirección; está siendo restaurada y parece que nos hemos colado, subrepticiamente, entre obreros de la construcción.



Entramos hasta el altar mayor que, posiblemente, sea lo último que quedará para restaurar. Es un Retablo barroco del s. XVII, con exceso de pan de oro y que me interesa poco; la opulencia del dorado me aplasta. La puerta de la entrada, parece que la quieren mantener como era en sus orígenes.

Biblioteca Municipal: escribiendo el diario
Regreso del Carmo y pregunto a un municipal por el mercado y me envía al Mercado de frutas, pero veo indicación de Biblioteca y cambio de dirección; cuando llego, el recepcionista me dice que no tiene Internet y me indica el lugar donde puedo ir para usarlo. Me invita a visitar la biblioteca y asciendo por la escalinata interior: allí estaré escribiendo mi diario hasta las 13:00h en que la cierran (no abrirán hasta las 14:30h). Una parejita hace arrumacos, se les oye hablar y molestan, pero nadie les dice nada; no seré yo quien les llame la atención, aunque ganas no me faltan. Otra chica  aprovecha el espacio wi-fi, pero le llaman dos veces al móvil (aquí todo el mundo que tiene móvil, lo tiene activo) y molestan el sonido y la conversación (aunque algunos hacen el paripé de alejarse, pero vuelven). Los jóvenes enamoriscados se van, la chica del portatil habla con su móvil en un espacio inferior, ha dejado el ordenador, libro y apuntes sobre la mesa. Mi vecina recoge todo en su mochila pues son las 12:55h y me confirman el horario de reapertura. Yo también recojo todo y me voy hacia la salida. Allí hablo con Rodrigo, el de recepción, quien valora muy positivamente mi viaje, me echa el carimbo de la “Biblioteca” con ese logotipo, bajo un libro abierto, tres hojas sueltas y dos triángulos o pirámides que dan al libro aspecto de nave, y “municipal de aveiro” y la firma, y me desea que el viaje siga bueno; otro que está con él, lo mismo. “¡Hasta luego!”, les digo.
Un extra de langostinos
Entro a comer en un restaurante próximo que me da buenas sensaciones. Hoy como no estoy haciendo caminata, puedo aprovechar para darme un capricho menos alimenticio. Pido gambones (una especie de langostinos) con ensalada, arroz y patatas fritas (9). Pelo algunos langostinos y me los como con el arroz; sigo con el resto de langostinos, o gambones que da lo mismo; termino las patatas fritas y pido aliño para hacerme una pequeña ensalada con los trocitos de pimentão (pimiento), verde y bermelho. Han sacado  pão (pan) por 0,25, vinho (1,25) y café (0,50). Todo muy rico y hoy me siento generoso y daré un euro de propina (9+1=10€) y pagaré en efectivo. Le digo al camarero que el pan ni lo he probado, así que la propina en realidad ha sido de 1,25€. Hay más comensales y me pongo a continuar mi diario, ya que en la Biblioteca no me ha dado tiempo a terminar. Mientras comía, han llegado José Luis y Raquel, de Santander, que saldrán muy satisfechos de lo que han comido y del precio. Empezamos a hablar y él pide café y una de aguardiente; y yo, aunque ya he pagado, pido otra para mí que, como les parece barato, me invitarán. Hacemos comentarios puntuales sobre mi viaje y el suyo. Ellos van hacia Coimbra y, al igual que les he dicho a los franceses del Carmo, les digo que no dejen de visitar la Biblioteca de la Universidad y a ver si les quedan murciélagos; historia, ahora más creíble, tras visitar Mafra y repetirse el tema.
Biblioteca y algunos monumentos más
Salimos contentos y José Luis y Raquel me dicen que no pierda la oportunidad de ir a escuchar cantar fados en Porto, enfrente de Gaia, al otro lado del Douro. Nos despedimos y se van a su Coimbra y yo, de nuevo, hacia la biblioteca, donde me saluda el recepcionista de la mañana, Rodrigo. La parejita de esta mañana, ahora trabaja en mesa (ella está en el sitio que yo ocupaba), pero se siguen oyendo sus comentarios; al igual que mi pareja de enfrente, también trabaja la del ordenador portátil y, otros, leen y estudian. ¡A ver si me da tiempo de visitar la iglesia de la Misericordia! Mirando en el mapa, me doy cuenta de que he pasado, sin enterarme, cerca de la iglesia de las Carmelitas. Ahora, a las 16:30h sigo escribiendo el diario y me dispongo a escribir las postales. Esta mañana, ¡por fin! he escrito felicitando con retraso a mi prima Isabelita. Estoy escribiendo postales y, cuando abordo la de Dino, Bernardino, el portugués irunés que me orientó para mi viaje por Portugal, dicen que a las 18:00h van a cerrar, así que terminaré la postal en Petisqueria Portuguesa, después del cine. ¿Me dormiré viendo la película?
















































Salgo de la Biblioteca, saco fotos en el canal y me encuentro con los santanderinos y les invito a ovos-moles, para compensar el aguardiente invitado, pero quieren comprar zapatos y les acompaño hasta la zapatería.











Echo las postales en Correios, paso por la fachada de la Igreja da Misericórdia y me voy hacia los Cines Lusomundo. Es entonces cuando me encuentro a una señora que me dice donde hacen los mejores ovos-moles: elijo uno conocido, otro amarillo y, el último, que será el mejor (1,45€).
Película sobre Santo António. Tres horas de cine
La entrada me cuesta 5,40€; no sé si habría descuento para reformados pero, como todavía no tengo la edad de 65 años, no puedo presentar ningún documento que lo avale. Estamos cinco o seis personas en la sala. Muchos anuncios previos de películas americanas, tan horrendos como en mi tierra, pero hasta cinco ¡que ya es decir!; para colmo hasta uno de los Simpson, que son los dibujos que no tardo un cuarto de segundo en cambiar de canal, cuando aparecen en mi pantalla de televisión. El arranque de la peli sobre San Antonio es caótico y deslabazado, además de truculento. Me sorprende la palabra: INTERMÉDIO. Es algo que había dejado de existir hacía tanto tiempo. Este descanso me hace volver del pasado y contactar con dos señoras que están viendo el film en la fila de atrás. Queda claro que aquel San Antonio, que siempre conocimos como de Padua, es el Santo António de Lisboa que los portugueses veneran y que me traerá tanto António en mi viaje (Por Lisboa ya pasé pero, cuando llegue a Porto, ¡que no se me escape la palabra Padua!). Acabado el intermedio, la segunda parte mejora algo, al centrarse en la persona de Antonio, un Jordi Moya, bastante desvaído. Encima es larguísima y lo más interesante para mí es ese esfuerzo por casar ese hablar italiano, que oigo, con ese escrito portugués, que leo. También me interesa esa soledad de Antonio y compararla con la mía: unas veces está só y otras souzinho y yo ¿souzinho? Me da la impresión que esta película ni se ha estrenado en España ¡Lástima que no retuve el título! Italiana, sobre un portugués y con un actor principal español. Es la única película que he visto y veré en todo mi periplo alrededor de la península. Salgo por la puerta que las luces señalan, pero los demás salen por donde entraron.
Cena en Petisqueria Portuguesa y último paseo antes de volver a la pousada
Bajo hacia la Petisqueria Portuguesa y, veo que los petiscos que ofrecen tienen poco atractivo. Subo al comedor y no hay nadie, pero comeré una buena sopa (con hueso incorporado), y un buen bacalhau ½ dose, con bien de patatas fritas y ensalada aparte. No tienen postre dulce de la casa y pago (8,20€) en efectivo. A la chica que me atiende le comento mi caminada y me acompaña bajando por la escalera para abrirme y cerrar la puerta y desearme buen viaje. Era el único cliente del comedor y en la barra hacía tiempo que ya no quedaba nadie. Al salir, me encuentro con Mari Carmen y Constancio, creo recordar que de Salamanca y entramos, de nuevo, en el complejo comercial Lusomundo; ellos tomarán café y yo nada, pero estaremos de charla casi una hora. Les enseño diario, dibujos y les cuento cosas de mi viaje; hay bastante acuerdo en lo que nos comunicamos. Nos depedimos y, hacia las 23:30h llego a IPJ a dormir. En el camino no me he encontrado a nadie, no como ayer, en que salían de algún sitio tres chicos de la mano de sus enamoradas y otro souzinho. Lo comento, y una de las chicas me dice que va con los dos y los otros, refiriéndose al solitario, me dicen: “es gay, ¿te lo quieres quedar?” Pero ellos siguen hacia donde iban y yo me voy para el albergue. Esto fue ayer y hoy, cuando llego, Renato ya está durmiendo y, el otro, llegará mas tarde; al pasar por la salita, me ha parecido que estaba trabajando con el ordenador portátil. He leído que Aveiro se enriqueció con la producción de sal.
Un día urbano muy completo, tranquilo y sin mochila. He recuperado el sabor de los ovos-moles, similares a los que me traía mi yerno Josu cuando viajaba por estas tierras.

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