lunes, 9 de enero de 2012

Etapa 50 (110) Azurara-Rates

Etapa 50 (110). 18 de julio de 2007, miércoles (4ª feira). Azurara-Vila do Conde-Póvoa de Varzim-Aver-O-Mar-Amorím-Rio Mau-Rates.

Paseo por Azurara antes de pasar el río Ave
Saramago, en su Viaje a Portugal, nos habla del Ave como “un río capaz de volar”. Quiso visitar la iglesia parroquial, pero el sacristán se había ausentado sin dejar la llave. Yo veré otras cosas. Tras orinar, me vuelvo al saco y aguanto dentro de 6:00 a 6:15h y, para las 6:55h ya estoy en marcha.



Antes de salir, saco una foto de la Casa do Gaiato para el recuerdo de una noche que borró el pésimo que traía desde la del Portinho de Arrábida. Abro y vuelvo a echar el cerrojo al portón y continúo por el paseo en que ayer el perro me ladró y me informó la mujer sobre “gaiato”.





Por allí, llego a la playa y al río, que no me parece tan contaminado como me decían mis amigos de Lavra y que, además, arrastra unos hermosos arriates de plantas acuáticas, como si fueran nenúfares, aunque algo menos exóticos. Foto de la parte de Vila do Conde que se ve al otro lado del río Ave.





Regreso, por el mismo camino, hacia el Camping y fotografío el nombre de la calle, que me hizo pensar en que habría casa férias y que me confirmó la señora.

De allí me dirijo hacia el puente que me pasará el Ave a Vila do Conde, que intuyo cercano. Pero no será así, pues sigo en Azurara.


Me encuentro con a capela de Nª Senhora das Neves y, siguiendo un poco más adelante con la Torre e Igreja Conventual de O.F.S. de Azurara. Orden Terciaria de São Francisco (S. Donato).




Saco varias fotos y me parece todo muy bonito. Quizás también me ha hecho gracia encontrarme con el nombre de mi abuelo paterno: Donato. Una forma de completar la genealogía familiar, pues en Ericeira ya me encontré con el de su mujer, mi abuela, Lucía; que repetiré en Santa Luzia de Viana do Castelo.


Entrando a Vila do Conde
Salgo a la carretera y, sin todavía pasar el puente sobre el Ave, contemplo la gran mole,  sobre cerro elevado, del Mosterio de Santa Clara. Paso el puente y asciendo por detrás, ya que hay una indicación de vista panorámica, y me encuentro con un conjunto arquitectónico muy variado: capelas, igreja, acueducto y convento.


Este convento o mosterio, según me explica un hombre muy amable que está dentro de su carro, haciendo tiempo hasta que llegue la hora de ir a trabajar: “es un laberinto de pasillos. Fue convento, después cárcel y, ahora, hay un proyecto para convertirlo en hotel; y la igreja, que está fechada, la piensan volver a poner en funcionamiento.”

Agradezco al trabajador su información y arranca el motor, pues le llegó la hora de ir a su tarea. Como ya no se visita el convento, no podré ver la Santa Clara manca que vio Saramago.








 Llega hasta allí un acueducto, cuyo final no veo; ni sé en qué dirección iría el agua que transportó en su día; pero hace del conjunto un paisaje lleno de armonía.






























Me asomo a esa atalaya privilegiada en que estoy y fotografío, a lo lejos, la Igreja Matriz, que luego bajaré a visitar.


Visita a la hermosa Vila do Conde
Si en la ciudad el río es muy importante, tendré que hacer un desayuno fluvial y dónde mejor que en el Café Fluvial. Previamente haré mi deposición y un lavado de gato. Desayuno descafeinado con leite y dos piezas de bollería (2€). Buen principio de la jornada. Son las 10:20h de la mañana y voy a buscar carimbo.

Exteriormente, la igreja Matriz me gusta mucho, pero hay tanto que fotografiar, que olvido entrar a visitarla. São João Batista es el padroeiro da cidade y se apoya en un muro; a sus pies, una señora barre y limpia la piscinita sobre la que cae agua de continuo; si no la hubiera, con qué podría bautizar el santo patrón.









Leyendo a Saramago, e interpretando que lo que yo llamo Igreja Matriz, el la llama de otra forma y dice:















“La iglesia parroquial tiene un portal manuelino atribuido a João de Castilho. La torre de campanas, maciza, es del siglo XVII. Avanzada sobre el cuerpo de la iglesia, tanto la esconde y la apaga como la sublima y valoriza; es, al mismo tiempo, escesiva y complementaria.”.


Como no la visito por dentro, no veré la estatua de São João ni la de la Senhora da Boa Viajem, ambas del siglo XVI que, hacía más de doce años, viera Saramago.



Luego entro en los Paços Municipales, que es como aquí llaman al Concelho o a la Câmara.









Una mujer que atiende a la entrada, me lleva donde otra y, de allí, nos derivan a otro lugar, donde me echan el carimbo: Câmara Municipal. Vila do Conde, y un escudo coronado con un velero en la mar y una leyenda con el nombre de la ciudad (Sello puesto con nitidez). He tardado menos de cinco minutos y comparo con el tiempo que tardé en conseguirlo hace dos días, en Matosinhos; pero, mirándolo en positivo, aquí no he aprendido lo que allí aprendí.

Salgo y me entusiasmo con el magnífico árbol que hay en la plaza, aunque hay momentos en que molesta, cuando quiero sacar foto de: plaza, paços e igreja matriz.





Frente a los Paços hay una capela con calvario: Cristo, la Virgen y San Juan y, camino de la playa, a la vuelta, encontraré otra, más profunda, al exterior del crucero lateral.



Me tengo que meter dentro de tienda de electrodomésticos para poder coger la profundidad que necesito y encuadrar lo mejor posible.




















Voy por paseo paralelo al río Ave con barquitas y las plantas flotantes que ya he señalado.











Construyen un barco a la vista de los caminantes


Me topo con la capela do Socorro del siglo XVI, ofrenda de un marinero que regresó de América sano y salvo. En la plaza de los Descubrimientos, veré otros elementos complementarios relacionados con el descubrimiento de las Indias Occidentales; todos relacionados con el mar: son motivos marineros. Estas últimas informaciones me las da una señora, al ver que me intereso por saber cosas de su ciudad. Más hacia el mar, veré esferas y medias esferas con agua manante.


Todavía en la plaza, han hecho una escultura que es como un tobogán (nuestra txirrista), por la que baja agua. El que tuvo la idea y los que permitieron su realización, no previeron que podría ser una invitación a que niños, jóvenes y no tan jóvenes, se deslizaran; como ya alguien lo hizo y hubo consecuencias contra la salud pública, han decidido darle, por la parte más baja, una grasa disuasoria para que nadie se encarame. Supongo que lo han conseguido, pero lo que se gana en salud y seguridad, se ha perdido en estética. Sea bueno lo uno por lo otro, en este caso particular.











Siguiendo por el paseo, llego a la fortaleza, que no podía faltar, la había visto desde Azurara,

así como el monolito y la Casa de Socorro a Pescadores. Reflexiono: si el socorro lo precisa un caminante, ¿también lo atenderán? Allí hay otra pequeña capela. Me voy de Vila do Conde satisfecho y contento, con la conciencia de haber visto, parcialmente, una bonita ciudad, de donde José Saramago también salió compensado aunque, como yo, tampoco viera la casa de  José Régio.

Saliendo de Vila do Conde hacia Póvoa de Varzim
Salgo a zona de rocas, subo y veo la playa. En un vistazo me doy cuenta de que va a ser imposible hacer nudismo allí. Para no pasar envidia, me voy por el amplio paseo y con camino lateral específico para bicis y que va todo paralelo a la estrada, que es lo que menos me agrada.


Dos mujeres van embebidas en su conversación por el “bidegorri” y, cuando llego a su altura les pregunto; “no nos habíamos dado cuenta”, me responderán, me agradecen y caminan tras de mí. Hay tanta gente que, a veces, pisar el bidegorri, que no es “gorri”, resulta inevitable; sobre todo en los cruces. El caminante, que es un rapidillo y va por el límite, pisará el camino de bicis en varias ocasiones, pero siempre mirando si viene bici. En la playa se ven más niños con monitores (más niños que monitores, como es lógico), siempre con los elementos de color unificadores y diferenciadores (gorros, camisetas y gorros y camisetas iguales, como ocurre hoy). Ahora las rocas de la orilla se distancian más unas de otras y hay más espacios de arena para entrar al agua. En la parte final veo por la orilla a alguien con mochila, parece mujer y, cuando bajo, ella decide subir; le pregunto si está haciendo caminhada y me responde que no, que está paseando. “¡Chao!”.

Me voy a las rocas y, como allí no hay nadie, me desnudo, pero no me baño: hay allí demasiados mejillones en las rocas y corro el peligro de cortarme el pie (uno de mis bienes más preciados en mi caminada). La marea empieza a subir y saltan las olas, lo que me sirve para refrescarme. Subo a rocas superiores y me pongo a dibujar olas y el faro de Póvoa de Varzim; un dibujo que me parece bien sosito y con unas olas muy mal resueltas. Después llegará un submarinista con fusíl y luego un pescador con caña, que se irá algo más lejos. Como estoy yo sólo desnudo, terminado el dibujo y sin atreverme a bañarme, decido marcharme y salgo de las rocas más rápido que entré.


En las rocas donde he estado, se puede decir que está el límite entre Vila do Conde y Póvoa de Varzim. Cuando llego al paseo marítimo, veo los cinco polvos que ha cazado, más que pescado, el submarinista con su fusíl, en las rocas, y al que no había visto salir del agua; y me da rabia no haberlos fotografiado metidos en la red. Pero ya no hay remedio, pues, al mirar hacia atrás, ya los ha guardado en el saco, con el fusíl y demás pertrechos.










En Póvoa de Varzim, menú ejecutivo en O Cais
Nada más entrar en Póvoa, al otro lado del paseo, he visto una iglesia que me ha sorprendido, pues empieza en campanario y lo que podría considerarse su ábside, es una especie de faro que mira a la parte del mar.


Un poco más adelante y sentados en el pretil, encuentro a dos chicos sin camiseta y con calzón bermelho, que son nadadores-salvadores y esperan a que les vengan a recoger, para ir a vigilar otra playa más central de Vila do Conde. Me dicen que el puerto, al que estoy llegando, ya pertenece a Póvoa de Varzim. Les pido que me recomienden un sitio para comer, e Isaac, que es el más asertivo, me seleccionará O Cais, y se levantará del pretil para señalarme por dónde cae; que me coge de camino y lo veré a direita. Agradezco a Isaac y sigo hacia O Cais. Lo localizo, pero sigo un poco más adelante para sacar foto de la bocana de salida al mar del puerto. Hay un juego de cuerdas de las que les suelen gustar a mis nietos para hacer piruetas, que también quiero que entre en la foto, pero tengo un poste de electricidad que me molesta y, finalmente, creo que lo he conseguido eludir. Regreso, entro a O Cais y elijo menú ejecutivo, que consiste en: un petisco de sardina en conserva con tostada, una sopa riquísima, dos carapaus sin las escamas duras, (que en Odeceixe no me las quitaron), me hago una ensalada con los complementos (patata cocida, berza y alguna otra verdura, zanahoria rallada, aceite vinagre y sal), 375ml de vinho tinto, muss de chocolate y descafeinado. 6€ que pago con Visa-Laboral. Acierto pleno: la mejor relación calidad-precio de todo Portugal; y muy bien atendido.

Me resultó curiosa esa forma en que estaban colocadas las servilletas sobre la mesa del comedor.


¡Muito obrigado Isaac! Hablo con el joven camarero y le cuento éste mi viaje que ya se va acabando y, hablando y hablando, casi se me enfría el café. Me trata tan bien, que ni le doy propina. “Buena suerte. Chao”, me dirá.











Casino, fuente y juegos para niños y niñas. Me gustan los mástiles que sólo tienen función estética.

Jóvenes por paseo marítimo de Póvoa de Varzim
Salgo de nuevo al paseo marítimo pero muy atento a coger la estrada a direita que me lleve hacia San Pedro de Rates, pues me he empeñado en ir hoy a dormir a un albergue en el Camino de Santiago. Me espera una tarde y una mañana por interior. Volveré ansioso de mar. Hoy ya han pasado las 15:00h y todavía tendré más de 10km por recorrer.




Ya entrando en la zona más urbana, me encuentro con una playa enlatada; playa que llega hasta el paseo y va más alta que él; es decir, si sopla el viento, la arena cae sobre las baldosas.



Salen de la playa cinco chicos de entre 15 y 16 años y, uno de ellos, al verme, me aplaude con las chancletas; me paro y vuelvo para mirarle, y me dice: “boa tarde”. Sólo el chancletazo, mi giro y su saludo, son suficientes para hablar con ellos. Les hablo de mi viaje y ¡alucinan! No son todos de allí, quizás ninguno, pues están de ferias (vaciones). Al preguntarles, uno me dice que es francés (y me habla en francés), otro que turco (y me habla en portugués), etc. Les saco foto para lembrança, en el orden en que están (?): Mikael, Xerez, Costa, Carlos y Toni. “Boa viajem”, me despiden. “¡Chao!”. La arena se contiene bastante bien, en su cubículo de cemento, porque es bastante gruesa.
Hacia San Pedro de Rates
Me encuentro con Francesco, un ciclista italiano, del Lago de Garda, que está haciendo, en bici, Lourdes-Fátima y ya pasó por Santiago y Fisterra; ahora avanza hacia Fátima. Sin dejar de mirar algún indicador a la derecha, he llegado hasta Aver-O-Mar y tampoco he visto la posibilidad de darme un baño en algún lugar discreto. No me asomo a la playa y se me olvida sacar foto, ya que este tramo de costa, entre Aver-O-Mar y Aguçadoura me lo dejaré sin ver, por ir por el interior. Saramago nos dice: “De Póvoa de Varzim no tiene el viajero mejor memoria que una confusión de tránsito (…) Y cuando llegó a A-Ver-o-Mar, tan suave nombre, tan de mirada contempladora, habrá sido suya la culpa, por elegir mal la hora, pero en la playa había moscas por millones, restos de pescado, tripas…” y, más adelante, ya en Aguçadoura, se cuestiona lo dicho: “…cómo se han de secar algas al aire libre sin que vengan las moscas al olor.” Se puede ver el asunto en terminos de oportunidad (que me perdí) y de suerte (por haberme evitado los malos olores), pero yo no experimenté lo que Saramago. Lo que confirma  que cada viaje y cada viajero son únicos e irrepetibles; y el mismo viaje, con el mismo viajero, no será lineal (no tiene el mismo talante en todos los sitios), ni igual en el tiempo (un lugar revisitado puede producir sensaciones diferentes). Vienen tres hombres caminando y, uno de ellos, me dirá que coja la rotonda y siga las indicaciones, de momento, hacia Amorin.


Creo que me he metido bien, pero me doy cuenta de que la estrada que lleva a Barcelos es la 205, y yo quiero la 206. Me meto por la otra, pero parece que es una autopista que no está en mi mapa y retrocedo a la 205, con cambio de itinerario.

Buena cosecha de cebola




 













En Amorin una calle que ya encaja con el camino que busco, y saco foto de la iglesia que parece bastante moderna y sin interés y ni entro, pero un señor me indica cómo llegar a la otra que, aunque me obliga a dar más vuelta, es más antigua; me dice que puedo volverla a coger más adelante, pero no sé que hago, que acabo llegando al punto de partida. Veo la iglesia antigua al segundo intento.






Ahora suena el carrillón del reloj; son las 16:45h y ahora me dirijo hacia Beiriz.


Llegando, veo dos torres que van a quedarme muy lejanas y las fotografío. ¿A qué iglesia corresponderá?


Se ven caprichosos muros curvos y, con el calor, el aroma de los eucaliptos se hace más evidente; cojo una hoja y la estrujo. ¡Qué intensidad de aroma!; permanecerá en mi mano un buen rato.


Cuando Saramago entró en Rio Mau  fue buscando la celebrada iglesia de São Cristovão, del siglo XII, que desde su “simplicidad” le había llevado a una gran “sensibilidad estética”.














Yo no la voy buscando y no la encuentro, pero sí a Delminda que, con un entramado muy elemental, teje su tapiz. Es la foto que os puedo enseñar; otros monumentos más pétreos no he visto.

Salvo la iglesia. Mientras estoy meando, veo que llega un chico en su carro. Me acerco y le pregunto; y su respuesta será: “sigue esta estrada de adoquines y llegarás a estrada de alquitrán y, luego, coges a la izquierda”. Sin salir de Rio Mau, me encaramo a un muro para sacar una iglesia entre dos árboles y con un gran maizal delante.


Y más adelante, una mujer me dirá que siga la flecha amarilla (¡cuánto tiempo sin verla ni oír hablar de ella!) tras dos kilómetros de estrada de alquitrán.


Un año con buena cosecha de milho



Enseguida saco foto de un cruceiro sencillo, pero indicativo de que estoy cerca del camino, y de

Villa Figueira y, ya con buenas sensaciones, salgo hacia Rates.

















São Pedro de Rates, románico del siglo XII

A 2km. aparece la flecha del Camino de Santiago y un cartel partido en que puedo leer Rates. Ahora ya las indicaciones son adecuados, suficientes y no dan lugar a confusión aunque, por mi falta de costumbre, algunas las interpreto mal, pero sin llegar a equivocarme. De lejos veo un edificio que puede ser el esperado y la intuición se confirma al llegar a la iglesia románica de S.Pedro de Rates, que me apoyo en Saramago para describirla: “Si el viajero dijo tanto de São Cristovão de Rio Mau, ¿qué ha de decir ahora de Rates? Esta iglesia es hermana poco más vieja de la de Rio Mau, ambas del siglo XII, pero la de Rates tiene otro tamaño y otra riqueza ornamental. El pórtico, de cinco arquivoltas, esculpidas las dos interiores, muestra en el tímpano un Cristo en la mandorla o nimbo oval, con dos personajes santos flanqueándolo, puestos, uno y otro, sobre figuras arrodilladas (…), los capiteles del pórtico son, cada uno, obras maestras de la estatuaria, que toda la fachada, con sus contrafuertes, halagan los ojos y el espíritu.”








A mí, este edificio románico me parece precioso, pero me gusta, sobre todo, la visión exterior del ábside. Resulta un conjunto armónico y el campanario, de otro estilo, está detrás y aislado. Un acierto que lo aisláran. Saco fotos de la fachada y alguna de interior, pero salen muy oscuras y no sé si podré seleccionar alguna como muestra y que aporte algo.

Albergue de Peregrinos. El carimbo más lindo
Sigo la flecha que me llevará al albergue. Cuando llego, veo que están en obras. Uno de los obreros me dice que no sabe dónde está el recepcionista, pero, al decirle que quiero dormir, me indicará que vaya arriba por unas escaleritas. Arriba me encuentro a Thomas Remek, austriaco, y a las chicas (de 56 años) me las he encontrado en el camino: Brigitte Kunze y Marianne Lottmann, ambas alemanas, y según aparecían en el registro en orden de llegada; las dos venían de hacer las compras. Thomas, que está en la cocina, me dirá que en la tienda ponen el carimbo.


Bajo a la calle, subo las escaleritas de la tienda y, cierto, una chica me pondrá un carimbo, el más bonito de todo los albergues que he visitado, a dos colores, negro y rojo, echado con mimo y atención, y buena tinta. Al ser en dos colores hay que ponerlo en dos fases y precisa de una plantilla para que no haya movimiento y cambio de lugar; creo que primero puso el carimbo embadurnado en el sellador negro y después el rojo; pero de eso ya no tengo certeza. Se ve que ya no hay mucho más control y me dice que haga la inscripción en el libro del caminante.

No es posible entrar al dormitorio para dejar las mochilas; se ha caído el cielorraso, justo delante de la puerta de entrada, y dos obreros están poniendo cemento bajo el rastrel. Dejo las mochilas en la cocina, donde el trío está horneando dos pizzas y me voy a afeitar, duchar y lavar la ropa. Hay abajo pastilla de jabón y, con ella, me arreglo para cuerpo y ropa. Cago en los wc pequeños; en el de hombres no hay papel y en el de mujeres, sólo el último resto, con el que me apaño. Luego veo que hay otro baño, más completo y aislado de la zona de duchas y, entre medias, otro lavabo con espejo y enchufe para afeitarme. Tras la ducha, lavo mi ropa y, con la toalla sujeta a la cintura, subiré al tendedero; de donde se ha caído una camisa y un empapador amarillo de una de las alemanas. Se lo llevo y lo vuelve a colgar.

Los tres han bajado a la mesa del jardín para cenar y yo, una vez vestido, me incorporo al grupo y acepto una copa de vino tinto del Alentexo. Con una de las chicas no me entiendo nada pero, con la otra, me entenderé en francés. Les encantan mis dibujos y me dicen que los publique; pero yo soy consciente de que todavía tengo mucho que aprender. Luego, una sube a ponerse más ropa, pues ha refrescado, y todos haremos lo mismo y nos sacaremos fotos subidos en una escalinata. Me ha parecido entenderles que los tres fueron en metro de Porto hasta un lugar llamado Maia, y desde allí han llegado hasta aquí; pero dudo de que lo hayan podido hacer en una sola etapa. ¡Imposible no es! Dicen que han hecho 25 km y ese dato lo hace posible pero, mirando en el mapa, a mi me parece que son más kilómetros los que hay. El lugar en que está ubicado el albergue es como un museo abierto, donde se exponen aperos de labranza que tiene muy buen aspecto y que mañana veré con luz diurna. Tras el vino, la inscripción, la charla, voy a buscar teléfono público para llamar a Vera; pero no lo encuentro y decido ir a cenar.















Hoy ceno Franzesinha
Doy una vuelta por el pueblo y saco unas fotos: Una torre de Reloj, el ábside, una capela.




Como el otro día, en Porto, no la probé, hoy pido Franzesinha, ya que en el bar Ritual me la ofrecen. Será una mala elección, pero ya sé lo que es. Ceno sopa de feijoa branca, la franzesinha y vinho tinto de la tierra. La sopa y el vino estaban buenos. Pago 7,75€. Cuento mi viaje, porque me preguntan; se nota que aquí están acostumbrados a peregrinos, y voy a llamar por teléfono al bar. Hablo con Vera por móvil y me cuesta 2,10€ la llamada (aquí no será gratis como en Osso da Baleia) y vuelvo al albergue, siguiendo la flecha, ya con más seguridad.
Otro vinillo con los peregrinos
Subo las escaleras del albergue y allí sigue el trío, alrededor de la mesa redonda, con el tintorro, y yo me sumo un rato y les cuento los encuentros con Maria y Sergio, Helena y Gabriela, José António Cerejo que, entre otros, quizá sea lo más llamativo del viaje, aunque los encuentros con Miguel y con Pedro de ayer, tampoco les van a la zaga y otros más que harían interminable la narración: Peniche y Berlengas, sin ir más lejos. Encuentros que casi es imposible que se den haciendo un recorrido marcado como el del Camino de Santiago y que señalan el punto más diferenciador entre mi viaje y el de ellos . También comento y doy mi opinión de los alemanes y franceses que van pegados a las guías del camino; que van más pendientes de la guía que de disfrutar de la caminada y del camino. Tomaré otra copa de vino y, una de las alemanas, me pide algo relacionado con mis dibujos, que no entiendo. Le ofrezco sacar fotocopia de alguno de ellos y mandarle, pero no es eso lo que quiere. Así que no quedamos en nada.
Un mosquito zumbón
Thomas se ha ido a dormir y, al rato, nos iremos todos. Thomas me había invitado a dormir yo solo en el cuarto nº 1 y acepto la sugerencia; así no nos mandamos ronquidos uno al otro. Traslado las mochilas al cuarto, extiendo mi saco en una de las camas, bajo a orinar y subo a dormir. La ventana da a la carretera, que resulta ruidosa por ser de adoquines, pero ése no será el problema; lo malo será un mosquito que se ha colado. Después de bajar a orinar a media noche, dejaré que se pose en mi oreja y de un manotazo lo mataré. Se me ha quedado la mano ensangrantada. Dormiré bien, después de este asesinato. He visto la luna algo más crecida y así se acaba la fiesta del Alzamiento Nacional. Este año no tendré más que un 15% de Paga de Verano (antes del 18 de julio), puesto que el 85% de pensión ya me lo habrán ingresado en junio (con valor 1.7.2007 otro tema bancario que sería interesante comentar para que los jubilados no nos quedemos en números rojos). En 2009 lo celebraré de otra forma: rompiéndome el peroné en Sant Antoni de Calonge.

Para ser un camino de interior, no lo he pasado mal, ya que la temperatura ha sido agradable. Hoy para narrar me he apoyado en Saramago más que otras veces, aunque el camino, él lo hizo en carro y yo a pie, sea muy distinto, pero los ojos del viajero y la intención, a veces, es coincidente. Yo me quedo con mi camino; no me gustaría hacerlo en coche. Encuentros bonitos. Precioso carimbo. Lástima de que no ha habido baño en el mar.

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