miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 30 (90). Ericeira-(Mafra)-Ericeira

Etapa 30 (90). 28 de junio de 2007, jueves (5ª feira). Ericeira-(Mafra)-Ericeira.


Como si tuviera que justificar
Un día con poca andadura. El objetivo de esta parada en Ericeira era claro: visitar Mafra que no visitamos en el viaje de Caja Laboral en marzo, aunque sí vimos: Lisboa, Sintra, Óbidos, Alcobaça, Nazaré, Fátima, Batalha, Coimbra y Porto. Desconozco las razones por las que no se incluyó Mafra en aquél recorrido, pero yo tenía interés por mi gusto por las lecturas de Saramago y saber que en Mafra se había inspirado para escribir su Memorial del convento. Tanto la ida como la vuelta de Mafra, la haré en autobús y sin mochila; me apetece disfrutar del convento ligero de equipaje. Es un amor literario el que me lleva a Mafra, como amor a la poesía es el que me llevará a Collioure, a la tumba de Antonio Machado. En aquella época tampoco sabía que en Ericeira vivía Malena, hija de mi amiga Trina, venezolana afincada en Ourense y a la que no conoceré hasta noviembre de 2010 en el balneario de Baños de Molgas; en el momento en que escribo, Malena y Trina pasan momentos trágicos por la grave enfermedad de marido y yerno.
Preparativos para Mafra
Volvamos a mi viaje. Me levanto a las 8:00h. Organizo el plan del día y sólo completo lo necesario para llevar en mi mochila pequeña; la grande se quedará en mi habitación. Me afeito y ducho y, como hoy no andaré mucho, me pongo las sandalias menos potentes, las que utilizo para andar por el agua; no me las cambiaré en todo el día. El desayuno está incluido en el precio, así que bajo al comedor a las 9:00h; me atiende Armando, al que le gusta y parece interesarle mi viaje; a él también le gustaría ir a playas nudistas; no conoce praia Ursa. Fortunato me trae el horario de bus a Mafra, pero estará mal, ya que lo han cambiado el día 25 (hace tres días). A las 9:30h voy hacia Turismo, pero no abren hasta las 10:00h, así que no espero y pregunto a unas señoras cómo llegar al bus y me acompañan hasta la parada de autocar (como ellas dicen), que está a las afueras, en la carretera de circunvalación. Tengo suerte porque el de las 9:45h trae retraso y aún no ha pasado. Me monto, pago el billete: 1,80€ (la vuelta me costará 1,79€) y me siento junto a Sandra, brasileira que va hacia Lisboa pero, se lo piensa mejor, y baja conmigo, así visitará en Mafra a una amiga para que le asesore sobre los papeles, que todavía no tiene. Le deseo suerte en la obtención de los permisos de trabajo que tanto desea y ella a mí éxito en mi viaje.

Convento de Mafra
Sigo hacia el monasterio, palacio o convento y llego hasta la puerta principal. Allí me encuentro con António que, por 2€ me enseña iglesia y sacristía, que no guarda más que ropa talar, y me interesa poco; por suerte, tampoco guarda tesoros. Fue construido en tiempo del rey João V y, según cuenta Saramago en su Memorial del Convento, fue una treta de los franciscanos, por medio de Fray António de San José, quien dijo al rey que si la reina, María Ana Josefa de Austria, no le daba hijos era debido a que él no había hecho la promesa de construir un convento franciscano en Mafra. La reina se preñó y el convento se construyó. Saramago, que es muy mal pensado, con estos apaños de iglesia, deja entrever que, posiblemente, la reina se sintió grávida y lo dijo a su confesor, y los franciscanos no perdieron la ocasión para conseguir el convento que tanto deseaban. Nos informa también Saramago que, João V puso la primera piedra el 17.11.1717 y que se dedicó la basílica a São António, por voto particular del rey.

En la iglesia, saco foto de la cúpula, con zimborio (nuestro cimborrio) y de São Francisco Javier. Doy la propina voluntaria a António y me dirijo al convento-palacio; la entrada me cuesta 4€ y, mientras espero a que sea la hora, salgo al patio y lo empiezo a dibujar. Tres arcos del patio conventual, jardines de arbustos recortados con formas geométricas y una fuente que mana agua y un pez central.


Como no lo puedo terminar, lo continúo después de la visita y, para entonces, se han producido ya demasiados cambios en las sombras, por la ascensión y recorrido del globo solar. Hacia las 11:00h nos agrupan para la visita guiada que será en portugués y pillaré un tercio del contenido, pero será suficiente y acabo contento. Tiene similitudes con el palacio de Ajuda y no se parece en nada al de Da Pena y, tantos reyes y reinas, se me escapan. Me quedo con que João VI fue el único rey que vivió en Mafra. Me intereso por las misericordias, que son esos asientos que tienen doble finalidad, una es la normal, la de estar sentado y la segunda es la de apoyo del culo cuando se está de pie en las largas ceremonias; lo pruebo pero, para mi altura, resulta muy incómodo. Lo más interesante será la Biblioteca, en madera pintada y con murciélagos, como vimos en la de la Universidad de Coimbra. Nos enseñan un murciélago pequeño, muerto. Dice la guía que es de las bibliotecas más grandes del mundo en una sola sala; con más de 40.000 libros, en francés, latín y portugués. Cuando termina la visita salgo por Turismo: Direção Municipal Turismo. Mafra y un escudo coronado es lo que aparece en la credencial. Salgo del edificio por el lado contrario al que entré y vuelvo al patio para terminar el dibujo. Cuando termino, voy al autocar que, ahora, tendrá la parada enfrente del convento, no abajo y lejos como me ha dejado al venir, y no tardará en llegar. Hablo con una señora que no me puede indicar dónde deberé bajar, puesto que ella bajará en alguna parada anterior, le cuento mi viaje y, ya dentro del bus, se lo contará a otras amigas que van en el asiento de delante del nuestro. Otras personas muy amables me dirán en qué parada debo bajar al llegar a Ericeira.

Regreso a Ericeira
Aprovecho para visitar Turismo y me dan un mapa mejor que el que tenía de la parte que viene a continuación y que me servirá hasta Salir do Porto, que es el último pueblo de la provincia, aunque el 3 de julio, cuando llegue allí, dormiré ya en la siguiente: São Martinho do Porto. Rompo los mapas que de la zona guardaba en régimen de provisionalidad. Fortunato me indica para comer Onda dos Navegantes y me sirven sardinhas y ensalada; la ensalada me la hago completa con: lechuga, tomate, cebolla, patatas y aceitunas. Prescindo del postre de la casa (2,50€) que no aporta nada y lo sustituyo por café (a mediodía no me importa que no lo sea, aunque lo pida descafeinado por prevención). Pago en metálico (14,30€).

Tarde en Ericeira
Salgo del bar y bajo al mar y me voy a escribir en bolas al sol, entre las rocas. Llega un pescador y no le molesta.





Termino de escribir el diario y voy hacia la playa pero, como es playa muy abierta y, a lo mejor, tengo problemas para bañarme desnudo, me pongo a inspeccionar y disfrutar de las furnas, que eran las rocas donde estaba.









Son especie de huecos (hornos) oradados por el mar y el viento, como espacios cilíndricos vacíos hechos en la roca negra. Entre las rocas, encuentro una leyenda que advierte que, para aquel que viaja sin destino, ningún viento le es favorable. Me hace reflexionar y, aún cuando el escrito va orientado a gentes de mar, medio en el cual la dirección del viento es fundamental, yo, para mí, lo redactaría de forma más positiva: "Para quien viaja sin destino, pero sí en una dirección, todos los vientos le favorecen", y añado, "sobre todo, si el viento le viene de atrás".

En recuerdo de mi abuela que no conocí

Después me meto entre calles, elijo una casa que empiezo a diseñar, porque me resulta curiosa. Solamente cuando voy a dibujar el tímpano semicircular, me acerco para ver la leyenda y leo: “Casa da Avó Lucia” y me hace gracia que, sin saberlo, por pura intuición, he elegido para dibujar dicha casa. Mi abuela paterna se llamaba Lucía (también mi hermana menor y una prima); por otro lado, estando en Portugal, tampoco es un nombre tan alejado de la iconografía religiosa del lugar, pues la virgen de Fátima, que está más al norte, según las crónicas, se apareció a los tres pastores: Jacinta, Francisco y Lucía. A Jacinta, ya me la dio en estampa, en el camping de Melides, Conceição; ahora Lucia, en forma de casa de la abuela y a Francisco, el mejor Francisco, le conoceré en 2008, en cala Carbó (Almería). Alguien me dirá que esa casa pertenece al presidente de la Junta de Freguesia de Ericeira. Hay un coche que no me deja ver una parte de la casa, y la termino como me parece.

Atardecer en Ericeira con navalheira
Después sigo paseando entre calles y encuentro a un chico comiendo una navalheira (nécora) y bebiendo cerveza negra; entro y pido lo mismo. Cuando estoy terminando, sacan unos percebes humeantes y el del bar me regala uno; creo que no los había vuelto a probar desde San Andrés de Teixido, en A Coruña, hace casi un año, pero están a 50€/kg, pues son hermosos y, con la exquisita nécora que me he comido, ya me doy por satisfecho. Me lavo las manos, pago 4,55€ y me voy hacia la pensão.

Carimbo y firma del Sr. Fortunato
Fortunato me echa el carimbo: Pensão Fortunato *Residêncial*, pero el nombre de la calle es ilegible: Eduardo algo más; me lo firma (junto a la de la Giralda de Sevilla y la que me pondrán en Caldas da Rainha, será la firma más legible de toda la credencial) y me advierte que por la mañana se le ha olvidado decirme que hay una exposición de artesanía cerámica muy interesante; la noticia ya me llega un poco tarde, ya no tiene remedio; como no lo tiene no haber sacado foto de conjunto del Convento de Mafra. Me dice, además, que con motivo de que estamos en la víspera de San Pedro, no olvidemos que es el tercero en ranking cronológico de los Santos Populares, habrá fuegos artificiales por los barrios. Escribo las postales que me faltan y salgo de nuevo, para echarlas en un buzón. Primero llamo por teléfono a Sara, pero hablo con Josu; resulta que cuando estuvieron en Portugal, en Figueira da Foz, bajaron hasta Peniche, pero no llegaron a Ericeira, por tanto, ¿quién me hablaría de las praias de São Julião y São Lizandro? Seguro que lo he soñado o me lo he inventado. De repente, pierdo la comunicación; no se oye sonido alguno; vuelvo a intentarlo, pero será en vano. Echo las postales y me doy otra vuelta; me asomo a un mirador y veo las dos playas más al norte de Ericeira.


Retrocedo y saco fotos de anochecer, con el primer encendido de Ericeira y con luna casi llena; confío en que saldrán bonitas, pues la noche lo es. En la última vuelta y ya decidido a no cenar, para compensar el gasto doble en pensión, me tomo un descafeinado con leche y un pastel (2,10€) y, sin ver indicios de fuegos en la última vuelta, y a pesar del jersey a rayas, hace fresquito, no espero a que den las 22:00h y regreso al pensionado. Quito el rollo de dispositivas, que con las nocturnas se me ha terminado y pongo el 13º; escribo, meo, como pipas peladas de calabaza y a dormir. He descolgado de las perchas la camiseta y el calzoncillo, que había lavado y tendido esta mañana, y que ya están secos.
Hoy he hecho algo inhabitual hasta ahora, aunque el regreso de Mafra en autocar se asemeja al que hice en autobús de Santiago de Compostela (que no es lo mismo que: "Compóntelas como puedas, Santiago"); en aquella ocasión llegué andando y volví en bus; en ésta, tanto ida como vuelta, lo hice todo en autocar. La visita a Mafra, sin mochila, ha sido más liviana. Pasear por el paseo marítimo y entre calles por Ericeira, también me ha gustado, haciéndolo sin prisa, sin necesidad de llegar a ninguna parte, puesto que ya había llegado el día anterior a este destino intermedio. He disfrutado también de pequeños caprichos, como la navalheira. Las personas a quienes pregunto, me siguen facilitando el viaje; se siguen sorprendiendo; les parezco muy valiente. Yo me creo con la valentía suficiente, rayana en intrepidez inconsciente, fruto de mi bien estar con el mundo del que formo parte.

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