miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 44 (104). Praia Torrao do Lameiro-Ovar

Etapa 44 (104). 12 de julio de 2007, jueves (5ª feira). Praia Torrão do Lameiro-Fouradouro-Ovar (pousada de juventude)-Ovar-Ovar (pousada de juventude).


Me despiertan perros y mis ronquidos
Me despierto con el ladrido lejano de un perro. Como tengo el culo frío, decido cambiar mi postura fetal por la de decúbito supino, para calentarlo, y me vuelvo a dormir. Me despierto con mis propios ronquidos, que nadie más, incluido yo, oiremos; menos el último que sí lo he oído y, por eso, me he despertado. Ya sé que en postura fetal y decúbito prono las posibilidades de roncar son menores y, además, me convienen en pro de la discreción y que algún maleante no me descubra pero, a veces, el supino es inevitable. Alguna gente cree y asegura que no ronca y, cuando duermes cerca de ella, compruebas que, más o menos fuertes, emite ronquidos nocturnos (algunos hasta diurnos); yo no necesito que me lo digan, lo puedo comprobar yo mismo. Cuando me levanto, me sorprendo de la hora, las 8:20 ¡mi record! Nunca me había levantado tan tarde durmiendo en el exterior, aunque hoy no me importa ya que, según he visto en mi mapa, el recorrido de hoy será corto.

Dulcinia cogiendo isca
Me pongo en marcha y, pronto, veré a la primera mujer pescadora: Dulcinia. Cuando le pregunto si está pescando: “No”, me dirá ella, “estoy cogiendo isca para mi marido”. Veo cómo, con un rastrillo, de la arena con agua de la orilla, saca unos gusanos no muy largos y enroscados; me recuerdan a los dos que me salieron en los caracois de Magoito, aunque dudo que sean de la misma familia, puestos que los caracois son de tierra adentro y aquí estamos en el mar. Está aprovechando ahora que ha empezado a subir la marea. Me voy, pero regreso a sacarle foto. Se me ha olvidado preguntar el nombre, pero me lo dirá una compañera que veré después. Paso cerca de un hombre que está pescando y tiene un perro al lado, un perro que, ¡cosa extraña yendo yo con mochila!, ni se mueve, ni me mira. Y veré también a dos, hombre y mujer, que también cogen isca (el cebo vivo para pescar). Aquí, en el País Vasco, solemos coger un gusano de mar largo, del tipo ciempiés, y que llamamos txitxare; pero para cebo sirven muchos productos del mar: quisquillas, camarones, gambas, trozos de pescados varios, etc. que, a veces, cuestan más que lo pescado. ¡Contradiciones del mundo!, pero la clave de la diferencia está en el pescador: si pesca para sobrevivir (comer o vender), o si lo hace por divertimiento.

Sesión incompleta de Xávega
Sigo adelante y me encuentro un lugar en que están ejercitando la Xávega (luego me dirán el nombre), que es el arte de salir al mar con la barca típica de la zona, echar las redes en círculo y arrastrarlas a la orilla utilizando el método de tracción a motor, o sea, que el mayor esfuerzo lo realiza el tractor, aunque los pescadores, generalmente hombres, también tienen su cometido en la traída. Luego, en la selección, también participan mujeres, como vi hace unos días en Palheiros da Tocha.

Cuando llego al lugar, dos o tres hombres y en dos carros distantes que, poco a poco se van acercando, van recogiendo en la orilla, las cuerdas que soportan las redes y que va trayendo el tractor; uno, en cada carro, cumple la misión de que esa cuerda gruesa se vaya enrollando; otro vigila que la cuerda no se salga de los rodillos de arrastre (es especialmente difícil cuando llega un nudo).













Estaré un rato viendo cómo esa gruesa cuerda va viniendo y está siendo depositada en la orilla.


Al rato ya empiezan a aparecer los extremos de la red. Una persona en cada extremo de la red, se preocupa de ir quitando, en lo que la marcha de la recogida le permite, las algas que la red arrastra; algunas caen por sí solas y lo que intenta el encargado es quitar las más destacadas y grandes.



Las redes también se van apilando junto con la cuerda. Cada vez más cerca de la orilla, se empieza a ver el botín que la red trae.

Es el momento de hacer cábalas: ¿mucho?, ¿poco? Dependiendo de la necesidad, de la insaciabilidad, ¿qué es mucho y qué es poco? Y, finalmente, lo pescado ya sale del mar y se arrastra a la arena, para que el mar no recupere algo de lo que ha perdido.



Estaré como una hora viéndoles y disfrutando cómo lo hacen. Cuando sale la pesca, me parece que sale mucho, pero el resultado de la pesca es valorado como pobre por los participantes.


He sacado varias fotos del arrastrado de la red y de parte del proceso, hasta el inicio de la selección; la parte más bonita es ver la red saliendo del agua, palpitante, con los peces saltando y no parece que sea de contentos y, luego, verlos sobre la arena húmeda, todavía con vida.


Se van poniendo en cajas, por iguales, por tamaños, por disimetrías. El que no tienen valor comercial, se tira fuera; siempre hay alguien esperando a cogerlo para aprovecharlo.


Cada mirón, coge lo que puede. Yo trato de devolver al mar a los pequeñines que todavía colean. Las redes, que ya llegan con pocas algas, se van depositando en bandeja metálica; una vez recogida, otro grupo coge la bandeja con la red y la mete en el fondo del barco, para la próxima xávega. En uno de los remos de la barca cuelga atuendo de pesca, para secado. La barca de este conjunto se llama Pedro o Pescador. Al llegar y colocarme en sitio estratégico para ver toda la operación, está a mi lado Ana Maria, quien me irá dando toda clase de explicaciones y me irá indicando dónde me conviene más ponerme para ver mejor la operación de cada momento. Como estaremos un gran rato juntos, le cuento el paseo que estoy dando por la costa de su país y me dice: “conoces Portugal mejor que yo”. No sólo los pequeños, algún pez grande también lo dejan en la arena, por no tener valor para venda (venta). Acabada la operación, a las 9:30h, me despido de Ana Maria y sigo hacia Furadouro que, cuando me acerque, veré que ofrece el mismo esquema: playa, espigón, playa, pueblo (a veces, tras el espigón, hay un pequeño puerto).









Como es temprano, en la playa por la que vengo se ve poca gente y en la de entre los dos espigones está llena de chavalería, por grupos, distinguibles por el color de sus gorros: verde claro, verde oscuro, amarillo, rojo. Entro por interior del pueblo y en el paseo peatonal, tomo el desayuno en el Rte. Ondas, con torradas (1,80€) y me pongo a escribir; van a dar las doce cuando acabo. Ayer, en la praia de São Jacinto, hice una deposición diarréica, pero hoy en el Ondas de Furadouro, cago poco y consistente, ¡menos mal que no tomé forta-sec! Tras el desayuno, vuelvo a la playa que he dejado, hacia el sur; hoy hace poco aire y, luego volveré a comer a Furadouro. Si me meto ya hacia Ovar, sería otro día sin baño. Me posiciono cerca de la orilla, donde hay veces en que, al romperse la ola, me llega brisa marina con gotitas de agua, entre paravientos de pareja con niña y la familia más lejana que estaba sin paravientos cuando he pasado esta mañana y a la que me niego a revasar, por no irme tan lejos. En las cercanías hay una mujer tumbada tras su paravientos, un hombre de mediana edad y dos chicos y una chica que juegan con el balón. Al fondo, la duna está vacía y luego regresará la familia que estaba muy a la orilla y que ha tenido que retrasarse para que no le mojara la ola. También está un pescador y otro que, cuando venía, avanzaba por la playa remangándose el pantalón; quizás hubiera alguien más, pero ya basta de inventario. Tengo alguna arenilla, en el ojo izquierdo, que no acaba de salir. De primeras me baño en zona con golpe de ola, pero luego lo haré en donde rompe la ola con más suavidad (pero aún fuerte). Las dos veces he salido con arena por la espalda, culo y piernas. Me voy secando por la orilla, luego por la duna y hacia las 13:30h me visto y vuelvo a Furadouro para comer; vuelvo a entrar por el centro, no por la frontal del mar, como antes. El chico que estaba iniciando el encendido de carbón vegetal, cuando he llegado, está ahora dando vueltas a dos pollos. “¡Uno pa mi!”, digo al entrar, pero al ver el precio de 11€ me echo para atrás. Interviene la dueña y me ofrece ¼ (que luego será más) por 4,50€. De todas formas, la oferta tiene trampa, ya que la ensalada que, normalmente, suele estar incluida, me la cobran aparte; y también el pan que no he probado. Pero, como he comido muy a gusto, les hago saber el error y, en vez de 11,10 que me pedían, pago 10,90€ (encima doy propina). La chica consulta y le dicen que está bien “¡Obrigado!” La presentación del plato es perfecta: Más de ¼ de pollo, lechuga con dos rodajas de naranja (que es lo primero que como), peregil (¿o cilantro?, me resulta un sabor distinto al peregil, que no me agrada, especialmente cuando me lo sacan con grao do bico); las dos hojas de lechuga las separo y las troceo para añadir a la ensalada. Las patatas fritas están riquísimas y también el pollo con el piri-piri (salsa picante). He bebido una jarrita de vino y he tomado descafeinado ¡qué vicio! Una vez bien comido, salgo hacia Ovar. He visto un mapa, y sé dónde queda la estrada 327 ¡A ver si la localizo! El dueño de Solmar de Furadouro, que pertenece a Ovar; podríamos decir que Furadouro es la praia de Ovar, se llama Francisco Duarte y no sabía que la mujer de Perón, se apellidaba como él. También me da datos para llegar a la Pousada de Juventude y me hace un croquis muy detallado. Llegar a rotonda y seguir dirección Ovar y, cuando llegue a la siguiente, que coja dirección Porto y, en el siguiente cruce, está la pousada. Y tal como me ha indicado, sigo y llego. Es Francisco Duarte quien me ha dicho que el arte de pesca que he visto, es el que ellos llaman xávega y, cuando enseño mis dibujos, tanto Francisco, como Manuel, el que asa los frangos, dicen: “espectacular”.


La primera acera que encuentro camino de Ovar es de las que marean, pareciera que vas pisando olas; no recuerdo dónde vi otra igual o similar. Paralelo a la recta para los carros, va un camino peatonal y para bicis; si en el País Vasco lo llamamos bide-gorri, este bide es hiper-gorri gorri; de un rojo muy intenso.






Al rato, ya estoy en la pousada y el trámite será el más sencillo; en dos minutos, lo que tarda el aparato de la Visa en conectar y sacar el ticket, tengo la llave en mano: 1er piso M-10. El pago de 11€ lo he hecho con Visa-Lector 10. Orino, pero no me ducho, pues bajo a piscina. Me baño con el calzoncillo, pero luego, en un extremo, aprovechando la silla, que me ha dejado un gordito, que la coloco de forma que el asiento me sirve para apoyar la espalda, me quito el calzoncillo y lo pongo a secar en el suelo y medio me tapo con la toalla (cuando vuelvo a noite ya está casi seco). Mientras he estado en el agua he intentado ayudar a una niña a coger confianza, enseñándole a respirar en el agua y que se quite los manguitos pero, esto que es más fácil en el mar, pues en el agua salada se flota mejor, en piscina resulta más complicado y, para colmo, la hermana no la suelta, mostrando más miedo que la aprendiza. Lo dejo por imposible.

Ya estoy sentado y, como el otro día no me dieron oportunidad de dibujar el cuerpo humano, hoy no pregunto y hago distintos ejercicios con la juventud de la piscina. Alguno de los dibujados son repetidos y algún dibujo hasta me resulta gracioso. Cuando doy por terminada la tarea, subo a los baños, con espejos invitadores, me ducho, me visto y voy hacia el pueblo de Ovar, ya que el albergue está entre pinos muy a las afueras. El carimbo que me han echado en la credencial: Pousada de Juventude de Ovar. Av.D.Manuel I (EN 327) 3880-109 Ovar ovar@movijovem.pt  El agua también hizo de las suyas y el sello está medio borrado.

Ovar, o povo das capelas
Hay que andar más de tres kilómetros entre la pousada y el pueblo y entro en Continente para ver si compro semente de abóbora. La recepcionista hace gestiones y me dice que sólo hay de sésamo. Debiera haber entrado, ver el precio y decidir, pero no lo he hecho y ya no tiene remedio. Una pareja joven me ha acompañado para entrar en el hipermercado, pues la entrada era confusa. Primero estaban los aparcamientos y los servicios complementarios. Finalmente, hemos accedido por la Sala de Juegos. Salgo por la puerta principal, sin comprar nada, y cojo la otra carretera. Antes he visto anuncio de cine desde carro, con el precio de  picoteo y bebidas. Dice también algo de teatro y, cuando se lo pregunto a dos chicos, dicen que ya les gustaría que hubiera teatro pero, de momento, ya se contentan con el cine. La próxima sesión de cine al aire libre para ver desde el coche será a las 22:00h. Ni me entero del título.



Un chico se mete por un atajo, pero no va a Ovar (ni a desovar). Un señor me indicará por dónde se va al centro y me dará dos pistas sobre lugares para cenar. Doy una vuelta y localizo uno que ofrece corvina, y me decido a seguir.





En la iglesia parroquial están celebrando, así que me limito a dos fotos desde el exterior. Inicio la ruta de las capelas que, en realidad, son lugares donde se guardan los pasos que sacan en procesión en Semana Santa:






do Passo do Horto,





              do Passo do Encontro,







la más espectacular, como dice el texto de la primera es la del Calvario.















                                                    También veré la del Passo da Verónica



y la última, la Capela de Santo António, con el fervor que le estoy cogiendo, tras ver a Jordi Moyá y saberlo lisboeta. Hay más capelas que no veré.





He visto también una especie de castelo y, preguntando, consigo localizarlo. Por ahí, regreso de nuevo a la plaza y encuentro el restaurante de la corvina que, a la portre, resulta ser uno de esos pescados secos que nunca pido, aunque las vainas y las patatas cocidas están muy buenas como ensalada final y la sopa también; complemento con 0,375 l. de vinho tinto y andando. La cena en Paradise me ha costado 9,25€ y pago con Visa-Lector 10.
Tras cena paradisíaca, el regreso será más difícil al anochecer
Antes de salir, llamo a Vera por teléfono y me dice que ya recibió la postal, y que todo va bien. Un chico me orienta cómo seguir a la pousada y me lo confirman en la gasolinera. El regreso lo estoy haciendo por camino distinto de la venida y, oscureciendo, me siento confuso, hasta que llego a Continente. Hay un pinar que se lo está comiendo la duna. Me vienen recuerdos de cuando visité el parque natural de Doñana, en Huelva, donde muchos pinos acababan muriendo enterrados bajo la arena, sin respiradero posible; el único árbol que lograba salvarse era aquél de raíces poco profundas, que iba ascendiendo en la misma medida en que la duna ascendía, al que llamaban pino testigo, pero que, en realidad, era un enebro que, más que árbol, no pasa de ser un arbusto.


Paso por una rotonda muy totémica con una luz de atardecer muy bonita. Cuando estoy en estos pensamientos, oigo hablar por detrás y espero a que salgan de la oscuridad José y Ana Paula, a los que iré contando mis andanzas. No les veo muy despiertos, pues preguntan una y dos veces las mismas cosas. Dos veces me preguntan de dónde vengo. Ella no podría hacer mi viaje, tendría miedo. Cuando les cuento lo maravilloso que es y ven mis dibujos en la penumbra, me desean éxito final. Han disfrutado conmigo este último tramo de su habitual paseo nocturno. Adiós pareja. Cuando llego a la pousada, la chica de recepción me confirma lo que estoy viendo en el mapa, referido a Esposende y Viana do Castelo. Subo a la habitación, escribo y a las 23:15h a lo-ló. Dormiré solo en la habitación amplia y con dos escritorios con luz fluorescente entre dos armarios, tanto a un lado como al otro; y el baño lo tengo al frente ¡genial para mi meada nocturna! El mayor problema es que la cama no tiene colcha (o cubrecama) que, para mí, me suele ser suficiente, sin necesidad de recurrir a manta. Estoy achicharrado y, cuando me levanto a orinar, quito la manta, pero, sólo con sábana hace algo de frío. A pesar de todo, duermo bien.
Hoy ha sido día tranquilo y, por primera vez he hecho uso de la oferta de piscina y bañado con el calzoncillo. Me dieron bien de comer y me informaron bien. La posada de Ovar es eficaz. El sistema de las capelas de Ovar, me ha resultado curioso.

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