miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 3 (63). Isla Cristina-Manta Rota

Etapa 3 (63). 1 de junio, viernes. Isla Cristina-Ayamonte-Vila Real do Santo António- Manta Rota.
Despertar en Isla Cristina
A las 6:30 empiezo a oír un motor y compruebo que se trata del producido por  los barcos que faenan próximos a la orilla. Para evitar el frío de anoche, hoy he dormido con el calzoncillo y la camiseta de manga larga y, en algún momento de la noche, he sentido exceso de calor. A las 6:40h me levanto, me desnudo y doy un baño rápido en la playa; cojo jabón y me ducho y me seco con la toalla, en contra de mi costumbre de secarme al aire libre. Recojo todo; hoy más rápido y mejor que ayer, puesto que a la colchoneta le he sacado todo el aire y, al enrollarla, ocupa menos sitio dentro de la mochila. Me visto y, como todavía no hace suficiente temperatura, me pongo sobre la camiseta, mi otra camiseta de manga larga que, aunque fina, cumple las funciones de jersey de verano. Pongo el cuentakilómetros a cero y me lo coloco en la cintura. Estoy como loco de contento, pues confío en que hoy llegaré a Portugal.

Buscando la Vía Verde recomendada ayer
A las 7:15h estoy en marcha, pero, en vez de continuar por la playa, salgo por la pineda a un camino muy majo que ya conocí ayer. Enfilo hacia el puerto, que es por donde anduve por la tarde, pero debía haber preguntado porque de esa forma hubiera salido más directamente al puente, evitando tanto rodeo; pero como el paseo es bonito y prisa no tengo… Un chico sale de su casa y va por delante de mí, intenta colocar la capucha de su prenda de abrigo de forma que quede un triángulo perfecto en la espalda, un nuevo intento, y otro y de nuevo; finalmente consigue su objetivo. A eso llamo perseverancia. Hacia las 8:00h llego al puente; lo paso, luego las salinas, que dan la sensación de no estar en funcionamiento. Casi todo el rato voy por camino, al otro lado de la valla protectora de la carretera, especie de quitamiedos; valla que se acabará unos 300 m. antes de llegar a la gasolinera de referencia.

Disfrutando de la marisma por la Vía Verde
Llego a la gasolinera y enseguida veo el camino deseado: 6,7km hasta Ayamonte; catalogado dentro del conjunto de Vías Verdes, veré los indicadores de 42, 43 y 45 km, que me sirven para comprobar mi contador, y veo que para dos kilómetros, él me indica 1,32 y eso que hoy no he caminado por arena, ni dunas, así que corroboro en la poca fiabilidad del medidor. Disfruto de la marisma, un paraje natural preparado para cultivos marítimos de crustáceos (quizás también moluscos), con vegetación propia marismeña, matorral florido y, tanto en el inicio, como al final, con profusión de chumberas y tamarindos. Algunos peces saltan a mi paso, en las pequeñas lagunas que llegan a la orilla del camino y, entre las aves que vuelan, se me destaca como singular, una de pecho blanco, alas negras, patas largas y pico alargado, que, ya en el Algarve, en Ría Formosa, me dirán unos portugueses que ellos la llaman pataslargas y nosotros la llamamos cigüeñuela.
Ayamonte, último pueblo andaluz
Entrando en Ayamonte, pregunto en la Guardia Civil por el transbordador para pasar a Vila Real do Santo António; me lo indican y sigo adelante. Dos chicas me recomendarán, para desayunar, la Casa Dulce, pero llego y está cerrada, así que se lo agradezco igual y me dicen que lo sienten, en el momento que llega la compañera a la que estaban esperando y que viene cargada con dos grandes paquetones de libros. Les dejo; ¡bastante tienen con lo suyo! Otra mujer joven, con niño en cochecito, me orienta hacia la Casa de Indias, donde desayunaré definitivamente y me sellarán la credencial (M.Guillén y Familia net, S.L. Avda.Andalucía, 115 A 959470776 2…0 Ayamonte). Lo han hecho en el cuarto nicho de la 1ª columna, puesto que el 3º lo he dejado en blanco a la espera de Terraza Miramar del año que viene, como ya he explicado. Pido permiso para afeitarme, pero no hay enchufe en el baño. A lo largo del camino, comprobaré primero si hay enchufe y luego pediré permiso, aunque una vez cogida confianza, pasando los días, ya ni lo pediré. Cago y llenan mi botella plástica con agua fresquita. He desayunado descafeinado con leche y un pastel (keke) que me recalientan y me cobran por servicio de mesa 0,45€ (3,45€). Van a dar las 12:00h, así que me pongo en marcha hacia el transbordador.
Se llamaba Charly
Todo el paseo por la marisma, he ido con una musiquilla, de esas que no sabes por qué se te incorporan y apropian, y no las puedes dejar… luego llega el esfuerzo por recordar la letra… te viene la palabra Candi y, después de tararearla varias veces, te llega la verdadera palabra clave: Charly. Luego: “Se llamaba Charly”; y más tarde vienen surgiendo algunas estrofas: “Tuviste suerte de cruzarte en mi camino. Te libraré de tu destino. ¡Oh, Charly!”. Lo cierto es que el contenido de esta frase algo tiene que ver con lo que estoy haciendo. Luego van surgiendo dudas de si la palabra cruzarte es correcta; ¿y no sería “encontrarte”? y rizando el rizo, ¿por qué no, “encontrarme en tu camino”? En los primeros casos, el que va caminando soy yo, y la que se encuentra conmigo es ella y, como yo soy la “rehostia” y no tengo abuela, la que tiene suerte de encontrarme es ella. La reflexión a la que me lleva es que en un encuentro placentero, tienen suerte los dos que se encuentran, así que, aunque no rime, la frase la dejaría así: “Tuvimos suerte de encontrarnos en el camino” (ni tuyo ni mío), puesto que los dos estamos haciendo el nuestro y yo estoy feliz de encontrarte y tú feliz porque me has encontrado. Esta disquisición viene más a cuento de lo que parece, pues, de forma inconsciente la mente va tejiendo mi filosofía del viaje; disfruto de la naturaleza, de los paisajes, de las cosas que aprecio como bellas, pero, sobre todo, lo mejor serán los encuentros; tantos encuentros y tan enriquecedores que, ahora al escribirlo, se me llenan los ojos de lágrimas. Unos serán breves, otros tendrán continuación y serán muy significativos, otros serán puntuales, pero todos condicionarán mi andadura; las informaciones que reciba en cada encuentro, me llevarán a hacer el camino que hago, unas serán correctas, otras menos, y otras hasta erróneas, pero es el riesgo que corro al fiarme de lo que la gente me dice. En algunos casos podré corroborar el error o el acierto, en otros quedará la duda: “si hubiese ido por allá, en vez de por acá, ¿qué habría ocurrido?” Pero el camino se irá configurando con las informaciones que me van dando. Cuando recibo información contradictoria, seré yo quien decida el camino a seguir, teniendo en cuenta otras variables, y pensando cual de ellas me resulte más fiable. En aquel momento, al escribir en el diario, no entendí el significado de mi canción, al menos, como lo entiendo ahora, y escribí en él: “Bueno, un rollo patatero, pero en algo se tiene que entretener el pensamiento”. Creo que fue más que un entretenimiento ¿supuso una revelación? Hoy miro en Internet y veo que el grupo Santa Bárbara es el que compuso la canción; él título es el que he escrito: “Se llamaba Charly”; pero la estrofa clave, no coincide exactamente: “Tuviste suerte al cruzarte en mi camino; yo te salvé de tu destino” lo que no altera para nada mi reflexión anterior; pero leyendo el resto de la letra, se comprueba que la tal Charly había sido muy mal tratada por la vida, tirada en la calle, enferma, llorosa, sola y vencida y, tuvo suerte, porque “te presté cuidados, poco a poco viviste y curaste, siempre a mi lado (…) más tus ansias de vuelo te llevaron a volar libre hacia el cielo”, por lo que “vivo esperando que regrese algún día”. Se ve que fue un encuentro desigual en el que él ganó algo pero ella más, aunque finalmente muriera.
Pasando el Guadiana hacia Portugal
De la Casa de Indias, llego con facilidad a la estación “Transporte Fluvial del Guadiana”. Me han dicho que hay transbordador cada media hora, pero lo que yo creía a las medias y a las enteras, resulta que será a menos diez y a y veinte ¡genial! Llega puntual el de las 12:20h. Dos alemanes van en bicicleta y no conseguimos entendernos; así que hablo con una señora portuguesa que hace la travesía muy a menudo y me da alguna información y me desea buen viaje. Cuando arranca el barco, recibo la impresión de que se levanta mucho aire, y me cobijo en la cabina, luego, cuando salgo, comprobaré que era menos frío de lo que me pareció al inicio. Los dos pueblos no se encuentran a la misma altura del paralelo, así que como Ayamonte está más al norte, el transbordador va bajando por el Guadiana hacia el mar, aunque no llegará y se parará antes en Vila Real do Santo António.
Recuerdos de una visita anterior
No es la primera vez que lo visito, recuerdo mi segundo año viajando con la Hermandad de Trabajadores de Sevilla (que más tarde la transformarían los catalanes en OVAC –Ocio Vacaciones y Cultura), una organización que venía del Sindicato Vertical, y que nos permitía a familias poco pudientes, hacer unas vacaciones familiares en agosto de 15 días, en lugares muy variados de la península y Baleares; aprovechaba instalaciones que durante el verano quedaban sin uso que, con un equipo de cocina propio o foráneo, permitía abaratar los precios. En esta primera ocasión, estábamos en el Seminario de Huelva (quizás sería en 1978), ¡casi treinta años ya! Recuerdo que años más tarde estuvimos, ya con Ovac, en Matalascañas y el cambio que había dado, esta playa virgen, que habíamos conocido aquel año de 1978, era de 360º. Irreconocible. Ya no estaban las casetas en que familias onuvenses se pasaban todo el verano en el fondo de la larguísima playa, algunas incluso, alquilaban sus viviendas en la capital, durante la temporada. Ahora todo aquello había desaparecido y se había convertido en un amasijo de casas y hoteles, bastante destartalado y lo único que ordenaba algo esta playa de Almonte era el paseo marítimo, que tampoco es para echar cohetes. Pero dejemos esta disquisición y entremos en

P  O  R  T  U  G  A  L


Buscando menú. El Lusitano lo precintarían días después
La señora portuguesa tiene prisa y sale rápida del transbordador y yo me dedico a buscar un lugar para comer. En las ofertas de los primeros restaurantes no encuentro ningún “menú del día”, que es lo que busco, pero no sé si dejo pasar alguna oferta de “plato del día” que es la fórmula que ellos emplean, y más adelante comprobaré, y que consiste en el elemento principal, de carne o de pescado, con un complemento de patata o verdura que, en realidad, convierten dos platos en uno; si luego quieres postre, éste  y la bebida van aparte. Yo suelo preferir el “menú del día” porque en él se incluye el postre, la bebida y, a veces, el café. En los primeros comercios que veo, me vuelven a la retina otros viajes anteriores a Portugal, con profusión de oferta de sábanas, toallas y mantelerías bordadas, además de sus cerámicas y el típico gallo que parece que canta (en Italia leí Portogallo). Tras meterme por manzanas interiores, llego a El Lusitano, donde tienen una oferta exacta: 10 sardinas 6€. Me siento y las pido. El Lusitano está en la 9ª cuadra a partir de la 1ª, que es la rua 5 de Outubro, pero no lo busquéis, puesto que, después de darme de comer, tendría los días contados; poco tiempo después le obligaron al dueño a cerrarlo, por razónes espúreas, según me diría al año siguiente, aunque tendréis que esperar otro año para que os lo cuente. Me sacan aceitunas, mantequilla y una especie de mermelada; me quedo con las aceitunas y lo otro pido que me lo retiren (en algunos sitios, lo sacan y no lo cobran, pero en otros, todo va aparte). Mientras espero las sardinas, como las aceitunas con pan y bebo cerveza (que finalmente serían dos cañas); me traen una ensalada de lechuga, tomate y cebolla, la aliño, y llegan las sardinas; luego me traen patatas cocidas y calientes, apenas hay sitio en la mesa, así que las pelo, troceo y las incorporo a la ensalada, convirtiéndola en una ensalada templada, que está buenísima. Diez son demasiadas sardinas pero, después de la caminada matutina, me las trapiño todas, no sin dificultad ¡ya las quemaré esta tarde! Me hacen la cuenta en el mantel: 6+1+2 por las cañas; supongo que la ensalada y las patatas cocidas estarían incluidas en los 6€ de las sardinas y el € será el precio de las aceitunas, que comí, aunque es probable que también estuviera incluida la mantequilla y la mermelada, que no comí. Excelente relación calidad-precio y atención buena y variopinta: lo primero me lo trae el camarero, la ensalada y los elementos de aliño, una niña de la casa y el resto, el dueño, quien será el que me haga también la cuenta y un hijo o yerno, que posiblemente sea el padre de la niña; en fin, una atención muy familiar. Pago los 9€ y me voy más que satisfecho, rebosante.

Cambio de hora
Aunque tengo intención de bajar el Guadiana hasta la desembocadura, por si acaso me da otra idea mejor, pregunto al dueño de El Lusitano cuál es el mejor camino para salir a la costa; él me confirma el que yo pensaba: bajar hasta el mar por el paseo fluvial del Guadiana. Cuando salgo al paseo embaldosado y, en su primera parte, ajardinado también, al hacer una pregunta, me remiten a la hora; y es cuando descubro que he comido muy temprano pues en Portugal tendré, a partir de ahora, que retroceder una hora las agujas de mi reloj. Hecho lo cual y admirando el paseo y lo que la vista alcanza, sigo hacia la playa de Vila Real de Santo António. Ha sido un ciclista quien me ha preguntado y aprovecho para que me saque una foto, la primera del país luso, con el paseo marítimo, el Guadiana con su desembocadura y España, al fondo. Al otro lado del Guadiana, se empiezan a ver playas que tienen buen aspecto, pero no sé cómo se acederá a ellas, puesto que por allí va la zona de marismas que he pasado esta mañana. El año próximo, 2008, tendré ocasión de visitar Isla Canela, con un resultado bastante negativo para mí, como tendréis ocasión de saber.
Primer paseo y baños por playas del Algarve
Llego a la playa y pasaré toda la tarde caminando por la arena. La playa es muy tranquila, con poca gente y, cuando dejo de ver gente cerca, me desnudo y me doy el primer baño portugués; espero que sean muchos. Me seco al aire, que es una constante en el sur de los dos países, y menos mal, pues si no el calor se volvería insoportable. La siguiente población en llegar será Monte Gordo que, sin pasar mucho tiempo, temo se convertirá en otro Benidorm. Los hoteles se han metido en la duna e, incluso, para dar acceso a la playa a los clientes, hasta se la han cargado sin ningún cargo de conciencia ¡y en otros sitios, protegiendo las dunas del capitalismo depredador! Indican Praia Verde que supongo será por las algas del tipo “lechuga de mar”, pero no acabo de localizar el lugar donde esta playa se ubica. En la playa hay un socorrista, que está frente a un espigón pequeño, construido para retener la arena y que no se la lleve el mar que, hasta ayer, estuvo encargado de la organización de un encuentro de niños, que terminó la víspera y me dice que, en tres días, estarán listas las instalaciones y él se encargará de la vigilancia. Me dice que en Portugal hay muy pocas playas nudistas y desconoce qué relación guardan con las españolas. A él no le crea problemas, puesto que en la zona donde vigila no hay nudistas. Me despido del socorrista, y sigo adelante. No se ve ningún nudista pero, al llegar algo más adelante, veo que de la duna se levanta uno, me acerco, pero lo que él quiere es una mamada, no sabré si lo que quiere es hacerla o que se la hagan, o ambas; así que me quedaré con la duda y, como ve que la oportunidad se le va, me pide que le deje el campo libre. Me baño, y como hay un merodeador (candidato a mamante o mamador) por la zona, me marcho sin siquiera vestirme. Luego me pondré a la altura de otro nudista, que me parece que no está a lo mismo que el anterior (aunque nunca se sabe a ciencia cierta); hablaremos un rato; se baja a bañar, pero, llega a la orilla y le parece que está fría todavía y no se anima; lo intentará por segunda vez. Luego se pondrá a hablar con un amigo y pronto se irán los dos, cada uno en dirección contraria. Yo voy hacia Altura, pero  la paso sin enterarme. Sólo lo sabré porque una pareja que vive allí me lo dice; tampoco me enteraré de cual es Alagoa pero, al final, saco la conclusión de que son topónimos de lugar que corresponden a la misma y única playa.
Manta Rota
Poco antes de llegar a la zona textil de Manta Rota (que tiene el mismo significado que en castellano), veo a un extranjero (ni luso, ni español) desnudo en la orilla, tras darse un baño; su mujer está en el agua pero, cuando salga, veré que con braga, aunque fuera se la quitará y pondrá un pareo. Yo también me animo a darme un baño entre algas verdes y me seco al aire por el interior de la arena seca, pues veo que, cuando llega gente, el extranjero se medio tapa con el pareo ¡Estos primeros días me exigirán mucho ejercicio de observación! Pasada la zona textil, sigo hacia el otro lado y hablo con otro extranjero; pero no puedo hacerme entender la diferencia entre nudismo autorizado y tolerado; enseguida de llegar yo, él se tiene que ir. Todavía quedan algunos más, pero todos acabarán marchándose.
Primera llamada telefónica marcando el 0034
Teniendo en cuenta el cambio de hora, todavía tendré que hacer tiempo para llamar a mis hijas. Dejo la playa y me introduzco en Manta Rota y pregunto por teléfono público; al principio me cuesta entender a la portuguesa, pero cuando por fin me entiende y me orienta bien, me dirá que es búlgara ¡así que su portugués me sonaba raro! Llamo con la tarjeta que me dio mi hija Vera y, como en la pastelaria cercana me han asegurado que el prefijo es el 0034, llamo sin problemas, pero hoy tampoco daré con mi hija y agoto los 1,47€ que me quedaban de saldo y dejo enganchada la tarjeta.
Un pastelito de cena y pipas de calabaza
Todo va conforme a lo previsto. Después, entro en la pastelería, compro, pago el pastel y orino; también me llenan la botella de agua y me pongo a escribir el diario. Mato una mosquita de wc, de esas que tienen forma de triángulo, o de corazón, en la terraza, ya que he tenido que salir porque la zona de interior la están limpiando y organizando para cerrar. El matrimonio de la pastelería tiene un niño que todavía no anda, pero que intenta interactuar con una niña extranjera de aproximadamente 2 años, que se muestra bastante “pasota”; los que sí se comunican bien en inglés son el padre de la niña y el del niño.
Primera dormida en el Algarve
A las 20:30 vuelvo hacia la playa que he dejado, con intención de buscar sitio adecuado para dormir mi tercera noche playera. Me da la sensación de que no tendré ducha para asearme por la mañana. El regreso hacia la playa, lo hago por camino distinto al de la venida, para evitarme la zona en construcción con la que me he topado antes; están haciendo una gran infraestructura playera con grandes baldosas y espacios amplios, pero se han cargado, también aquí, la duna; solamente en los accesos, se han preocupado de preservarla, haciéndolos elevados. Bien por ello, pero mal por lo otro, pues ha quedado con demasiado cemento. Para completar al pastel y como ya no voy a cenar más, puesto que las sardinas están siendo digeridas, voy comiendo las pipas de calabaza que traje, para colaborar con la próstata, y voy echando las cáscaras a las bolsas de basura colocadas con profusión en la playa; cuando éstas se terminen, acabaran en la arena, al fin de cuentas, son naturaleza. Cuando llego a una zona que me parece adecuada, donde ya no veo merodeadores, me acerco a la duna y en una pequeña hondonada, que me protege del aire, venga de donde venga, me instalo a las 21:15h. (que serían las 22:15h de ayer). Miro el marcador y me dice que he andado 20,82km, pero tengo la certeza de que he andado más. Al hinchar la colchoneta, no recibo buenas sensaciones, pues me da la sensación de que soplo en balde, dependiendo de la posición de la válvula de entrada; poco a poco le iré cogiendo el truco. Duermo sin quitarme la camiseta gris, ni el calzoncillo, aunque éste acabará, finalmente, en el fondo del saco ¡fuera apreturas!


¿Qué he aprendido hoy? A prestar atención a algunos nudistas que pretenden algo más que hacer nudismo. A no pensar que toda persona que no sea española, alemana, francesa o inglesa, debe ser, forzosamente, portuguesa. Que en todas partes cuecen habas y, el deaguisado de Monte Gordo no sólo ocurre en las costas mediterráneas. Que la sensibilidad de convertir una vía férrea en vía verde, como se hizo con el “tren txikito” entre Irun y Elizondo, en el del Plazaola y tantos otros, y hoy he visto entre Isla Cristina y Ayamonte, es un ejemplo a seguir e indica gran sensibilidad en los municipios que lo llevan a cabo; lo mismo cuando recuperan caminos perdidos o construyen nuevos, como el que veré más adelante en Gaia, de madera y elevado sobre duna, para protegerla, camino de Porto.

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