viernes, 13 de enero de 2012

Etapa 54 (114). Viana do Castelo-Vila Praia de Âncora

Etapa 54 (114). 22 de julio de 2007, domingo. Viana do Castelo-Carreço-Arda-Afife-Vila Praia de Âncora.



En algunas ocasiones mis mapas se cortan, puesto que la primera parte del día la hago con uno, pero lo finalizo con otro.










Me levanto hacia las 7:00h, cago afeito y lavo. Preparo el equipaje y, cuando termino, Matheu también está preparado. Nos despedimos de Paolo Almeida y salimos a las 7:30 bien puntuales.














Foto de despedida, deseándonos lo mejor y Matt se va a buscar un carro, que le lleve al aeropuerto de Porto, de donde sale su vuelo hacia Gran Bretaña, y ¡a seguir meditando! Para darle ánimos, le digo: “seguramente esa no era la mujer de tu vida”. Un abrazo y ¡Chao!

Despedida de Viana do Castelo
Vi a Ana do Castelo: “Ana, una princesa medieval”, me cuenta el camarero en Carreço.



Paso por la fortaleza que, en realidad, tiene las dimensiones de un gran Castelo, pero que no está en la cima de la montaña (donde ya le ocupó su espacio Santa Luzia), sino a la orilla del mar, y saco un par de fotos. Salgo a estrada.



Saco foto de una escultura hípica, que me resistía a fotografiar. Voy por una pista de cemento, que va, durante varios kilómetros, paralela a la estrada y, entre el final de la praia do Norte y Poço negro, fotografío una igreja con verja de entrada, protegiéndome del sol con la otra mano.







¿Habré conseguido que no se me haya velado con la matutina potencia de sus rayos?




Una mujer camina por delante, inalcanzable. Unos maíces muy altos, en cuyas mazorcas, que ya empiezan a hincharse, están asomando los primeros filamentos de sus melenas castaño-rojizas.


Aparece una flecha amarelha, ¿será el camino de Santiago que va más pegado a la costa? Y salgo hacia  el mar  pero, un chico con dos chicas, me recomienda salir a estrada, de nuevo, si quiero desayunar. Desayuno en Carreço, en Casa Amaro, por 2,20€: descafeinado con leche, bomba y bolo de arroz. Me echan carimbo en el bar: Amaro de Oliveira Parreira Café e Mini Mercado 835759 Carreço. 4900 Viana do Castelo. Guardo en la mochila grande el tapete de recuerdo de A Adega do Padriño (lembrança de la cena con Matt) y voy a cagar, mientras el camarero mira mis diseños. Aquí, para variar, él dice dibujos. Como no puedo llenar la botellita de agua en el lavabo, el camarero me la llena en su grifo de la barra del mostrador. Me cuenta algo de la princesa que se asomó a una ventana o a una almena del castillo y que alguien la vió, me despido y agradecido por su gusto por ver mis dibujos, su agua, su información y su servicio, me voy hacia el norte.

Enfilando hacia Afife. Santa Trega: casi un triángulo perfecto
Sigo alternando estrada y pista de cemento, a izquierda y, cuando llego a la indicación de praia de Arda, voy hacia allí, pensando en que Arda estará comunicada con la praia de Afife, última con nudismo tolerado de mi lista, que dice así: “Amplia playa, 3.000 m. oleaje alto y de recorrido largo adecuado a la práctica del surf, rodeada de un parque natural protegido por ley, no hay construcciones alrededor, relativamente cercana a la población de Viana do Castelo, cuenta con un restaurante, chiringuito de temporada y aparcamiento, hay además un servicio de autobuses desde Viana do Castelo a las cercanías de la playa.” Voy a la playa Arda y ya, a lo lejos, tengo mi primera visión del monte de Santa Tegra; a pocos kilómetros ya está Galicia, fin de mi viaje. Santa Tegra, Trega o Tecla, será mi referente de estos tres últimos días. Es un referente fácil, casi un triángulo equilátero perfecto.

Prohibido nudismo
Me acerco a los nadadores-salvadores y quiero que me digan cuál es la zona nudista de Afife. Su respuesta es contundente: Afife no es nudista. Me quejo: “después de lo que nos cuesta conseguir que una playa se considere nudista, aunque sólo sea para nudismo tolerado, no estoy dispuesto a perder mi derecho”. Al final, me dirán que entre las dos playas pero, me advierten: “te pueden denunciar y la policía obligarte a vestirte”. Con esa información, ya me voy hacia Afife y, finalizando la duna alta, veo a alguien que parece estar desnudo. Subo a la duna y, efectivamente, hay un hombre desnudo; así que yo también me quito la ropa y, en cuanto veo que no hay caminantes por la orilla, voy allí y me baño; teniendo en cuenta lo que me ha dicho el socorrista, todas las precauciones son pocas: no hay que olvidarse de que ¡estamos en el norte! No hay rocas, doy varias brazadas, pero me salgo pronto porque el agua está más fría que lo habitual; salgo a la orilla, y tras una carrera, me vuelvo a tirar al agua. Salgo, me seco al aire y, como viene gente y ya estoy advertido, me voy a terminar de secar en la duna ¡Una de las cosas que más odio! Como ya dije, no me acaba de gustar tener que estar medio escondido para practicar nudismo; parece que estamos haciendo algo indecente y atentando a la moral pública.
Conociendo a Rui
Rui es el hombre al que he visto desnudo en la duna. Se le vuelve la sombrilla por dos veces y acabará sujetándola orientándola hacia el sur y enterrando sus alas en la arena. Hoy puedo experimentar uno de los pocos días en que el viento viene del Sur. Me da la impresión que a Rui le apetece más estar con alguien charlando que solo, le veo una actitud invitadora. Me acerco a hablar con él y le empiezo a contar mi viaje, que casí ya se acaba, y me invita a que recoja mis ropas y mochilas, de donde las he dejado, y me ponga a su lado. Lo hago, y asi seguimos la conversación. Es angoleño; volvió de allí con su familia tras la revolución, cuando tenía 18 años. Tiene ojos azules que, según dice, se le ponen verdes en invierno. Me parece algo afeminado, pero quizás  no sea  tanto por opción sexual, como por su profesión de peluquero. Su mujer y una hija se fueron ayer a Brasil con su cuñada; y él se ha quedado en su casa de Afife con su suegra y el niño adoptado (que nació con síndrome alcohólico, por ser hijo de madre alcohólica) y que tiene algún retraso mental; también tiene otra segunda hija. La mujer es profesora de Primaria y él peluquero, en Peluquería mixta de Viana do Castelo, de muchos empleados. Me informa de un sitio para comer, cruzando la estrada y pasando luego las vías. El tiene que comer con su suegra y dar de comer al niño. Él se da un baño antes de marcharse, pero a mí, con el aire que hace, no me apetece nada y no me lo doy. Nos vestimos y salimos hacia las vías, pues tenemos que ir por el mismo sitio, en dirección a Afife. Rui ha aparcado la moto y vamos por el camino que va sobre la duna. Salimos de la praia, llegamos a su moto, y me insiste para que monte. Yo me empeño en que no, que mi camino es a pie, y le llamo “demonio tentador”. Nos damos un abrazo y nos despedimos y, cuando cruzo la estrada y la vía, veo que me está esperando. Como estrada y vías eran la referencia para llegar al restaurante recomendado, pienso: “me está esperando para decirme cuál es el restaurante”. Pero la realidad será otra.
El mejor restaurante de Afife
Me dice Rui: “te voy a llevar a un restaurante mejor que el que te he recomendado”. Aparca la moto, y pienso: “va a comer conmigo en algún otro restaurante de más categoría” y me agrada, porque así comeré en compañía. Le pregunto: “¿has avisado a tu suegra para que no te espere a comer y dé la comida al niño?” No me responde, y me dice que le ha llamado su mujer, diciendo que llegaron bien a Brasil. Aparcada la moto, subimos una cuesta andando y charlando. Me pregunta por mi signo zodiacal. “Tauro”, le digo. “Como mi mujer”, me dice; “como mi ex”, continúo. Rui es carnero; “testarudo como el que más”, dirá. Nos encontramos con una señora y me la presenta; va con un chaval y comentan sobre un tema personal y de la comunidad de vecinos. Pasan cuatro extranjeras, probablemente alemanas, y Rui me dice: “como es zona de turismo rural, se ha encarecido mucho”. Y resultará que, el restaurante barato en zona encarecida, va a ser su propia casa.
Comiendo con Rui, su suegra y su hijo, Luis
Entramos en su casa, saludo a su suegra y concozco a Luis que, ya en su apariencia física, se le nota el retraso; tiene 12 años y está alto, pero su visión, a pesar de llevar gafas, es escasa; se acerca mucho a la pantalla para ver la televisión (fútbol-playa: Portugal 1-Brasil 2, ¿cómo acabará?); ponemos ciclismo y gana un español que se coloca 2º en la general. Rui me ha invitado a ducharme, pero prefiero estar con ellos. Él prepara la comida, ayudado por su suegra. Un tomate carnoso con orégano. Luis va a buscar limones donde una vecina, para aliñar la lechuga; traerá 6 hermosos limones (luego, desde la ventana veré el limonero). Un lujo poder exprimir limones recién cogidos del árbol; también tienen un manzano y un melocotonero, del que, por arte de magia, cuelga una calabaza. ¡Cosa más mágica es que el caminante vaya a comer en familia! No acierta a poner en marcha el horno y acabará pasando todo a otra fuente para que se caliente en lo que Rui llama un hornillo, y para mí tiene forma de micro-ondas (pero no lo es, ya que el micro-ondas lo tienen en otro sitio). Tienen una casa muy grande, de tres plantas. La piscina está inutilizada, por unos hierros que echaron para hacer un alpendre y donde suelen hacer reuniones con amigos, me supongo que tipo barbacoa. Como ya he dicho, Rui trabaja en Viana do Castelo, y allí tiene su vivienda habitual. A esta casa sólo vienen en ferias y fines de semana. Como muy bien y muy a gusto, un poco de arroz y el cordero, aunque está algo seco, se deja comer. Lo mejor el tomate, el vino y el helado, hecho por Rui con leche condensada, huevos y almendras ¡Está buenísimo! Y me dejan  repetir ¡Un lujo! No tienen descafeinado, así que, por si acaso, no tomo café. La cuenta 0€ no pago con Visa de ningún color. Les explico mi descubrimiento del café en Portugal y la dificultad de los portugueses para encontrar buen café cuando salen de su país. ¡Ahora lo entiendo! Tras la comida, Rui tiene que bajar para traer su moto, ya que no quiere que se quede mucho tiempo allí avandonada. Me disculpo por mi cerrazón a no quererme montar en ella. Mientras él vuelve, enseño a su suegra mis dibujos y luego se los enseñaré a él, a su regreso; les gustan. Rui me enseña la casa, mientras Luis juega con la play-station. Pensando que viene mal tiempo, al ir por la moto ha visto el panorama, me invita a quedarme a dormir. Agradezco, pero quiero avanzar. Esto se acaba.  Rui insiste para que coja un Toblerone (100g) y quiere darme fruta, pero no acepto, aunque agradezco la intención. Finalmente me llevaré la chocolatina. Me despido de su suegra y de Luis y nos damos un abrazo y un beso. ¡Qué bonito recuerdo me llevo de Rui, de su familia y de Afife!
La lluvia me obliga a refugiarme en Vila Praia
Bajo a la zona de vías y estrada y, cuando estoy saliendo de zona urbanizada, empezará a llover. Cubro mi cabeza con la visera, que algo me protege, y paro bajo un árbol, cerca de camping, con unos chavales (2 chicas y 4 chicos) que se ríen de mí, antes de decirles nada y, luego, me desearán que acabe bien el camino. Se muestran benévolos con la distancia, cuando me calculan 10km a Caminha, cuando habrá más de 15. Al llegar a Vila Praia de Âncora, veo anuncio de Albergaria y, como sigue la flecha amarelha, pienso que puede haber un albergue del Camino de San Tiago; tampoco hay pousada de juventude. En la Albergaria me piden entre 60 y 80€ y en el anuncio de alugase cuartos, el primero que me enseñan de dos camas por 17,50€ lo acepto sin regatear; las camitas son pequeñas y el baño fuera, pero contiguo. Una ventanuca da al pasillo y la cierro. Hay problema con  el picaporte del baño, pero hay alternativa, ir siempre con la toalla. La chica que me atiende es muy agradable y me recuerda un poco a Lolo, excompañera en tareas de limpieza en Gureak. Me ha cogido los datos del carnet de identidad y me permite que escriba en la mesa de una cocina aledaña a la sala, bastante desangelada, con fregadero sin puertas y frigorífico. Una mujer entra a coger un tetra-brik de leche y se disculpará. Ya a buen recaudo y resguardado de la lluvia, como el Toblerone que se ha empeñado en darme Rui que, a estas alturas estará pensando, “con esta lluvia, ¿dónde estará Javier?”
Tarde noche lluviosa en Vila Praia de Âncora
Son las 19:10h y, si no llueve, saldré a dar una vuelta por la villa; pero llueve, y me quedaré en los duros sofás de recepción. Hablo con la chica de la pensión y me da una clave para distinguir a São António de Lisboa: siempre lleva un neno en los brazos. Ha pasado una mujer profesora, de Ponferrada, que vino una vez de vacaciones, le gustó y lleva cinco años viniendo; antes, se hospedaba arriba, en la Albergaria, pero ahora lo hace aquí, que es más económico y, con la diferencia, disfruta dándose otros caprichos; está con su madre, que no está bien de entendederas, para el desespero de su hija. Además de profesora de Secundaria, es arqueóloga y hablamos de los castros de las formas de recuperar y restaurar y de la falta de educación familiar; los padres no educan y pretenden que esa disfunción la corrija la escuela. Hablo también con un hombre cincuentón operado de la columna (de una hernia) y que está con una mujer, que no sé si es su esposa o su madre. Me recomienda para cenar un restaurante económico, O Muinho, que no encontraré. Tras charlar de mi viaje, decido salir para cenar y llamar a Vera. Con una intensa lluvia, salgo a los teléfonos de veramar. Ninguno me admite la tarjeta; el primero vuelve con la cantilena de otras veces: “no tiene saldo suficiente”. Pero no lo puedo comprobar. El goteo arrecia. O Muinho, no aparece. Vengo de regreso y entro en un bar a preguntar, con el frontal empapado. La mochilita se me ha abierto sola (vuelve a fallar la cremallera) y voy perdiendo objetos. Pierdo el boli que me regaló Paolo Almeida, el guarda nocturno del Gil Eanes y de la pousada de Fão (y, entre los dos albergues, conocí a Paola Almeida). ¡Qué rabia! Escribía genial (sólo he podido escribir seis hojas de mi diario por las dos caras). Acabo en el Portinho, que está cerca de la pensión, contra veramar.
Un robalo riquísimo
Llego empapado y me dejan una toalla para secarme. Rechazo el petisco que me sacan encima de la mesa, cuando pregunto precios: aceitunas (3), polvo (6), mejillones vinagreta (0,50 unidad). Compenso pidiendo robalo (13,50) que con el pan y la bebida subirá a 17:25€ (0,25 menos que la pensión). El camarero, hijo de su madre, que está en la cocina, me asegura que el robalo es de anzuelo; parece que tiene razón, porque está riquísimo. Luego, con la lechuga, cebolla, patata cocida y zanahoria, también cocida, me haré una exquisita ensalada. Voy bien alimentado, aunque hoy no haya andado mucho. Pago con Visa-Lector 10. Y, aunque sigue lloviendo, regreso a la pensión.
A soñar con los angelitos
Cuando entro en la pensión, en la sala ven la tele el hombre y la mujer. Les digo que no he encontrado O Muinho, pero que he cenado muy bien en el Portinho. Están viendo un concurso de ganar dinero, tan aburrido como los hispanos, así que, visto el panorama, me voy a la cama. Entro en mi habitación y tapo la ventana con una chapa Okume, y el sonido molesto de la tele acaba porque la pareja la apaga y también se va a dormir. ¡Mucha suerte he tenido! Duermo muy bien. Sólo me levanto desnudo una vez al baño para orinar y, casi sin salir al pasillo, ya que doy un paso largo del peldaño de mi habitación al del baño; no tiro de la bomba para no molestar al personal, pues estoy casi seguro que sólo lo utilizo yo. No veo ducha ¿estará en otra puerta? Ni siquiera he preguntado. No me despertaré más hasta oír las siete campanadas.

Lo más destacado del día ha sido el encuentro con Rui y su invitación a comer a su casa. “¡Qué bueno eres Javier!”, me decía. Y el robalo de la cena ha sido delicioso. Lo peor e inevitable ha sido la lluvia, pero eso se olvida, el robalo también se perderá en el recuerdo y lo que permanecerá será Rui y su generosidad. Pero lo más raro de este encuentro ha sido: Ni fotos, ni correo electrónico, ni señas para mantener la relación. Son misterios de la naturaleza del comportamiento humano.

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