miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 12 (72). Figueira (Vila do Bispo)-Sagres

Etapa 12 (72). 10 de junio de 2007, domingo. Figueira-Zavial-Martinhal-Sagres.















Mensaje en la arena
He dormido bastante bien, aunque ha sido una noche muy húmeda, vestido y con jersey, no he pasado frío. Me levanto a las 6:15h, recojo saco y esterilla y voy a escribir un mensaje en la arena a mis amigos sevillanos, por algo que olvidé decirles ayer: “Lourdes e Ismael: que os vaya bien en la vida. Hacia Sagres otra playa similar y la siguiente, un puente doble de entrada y una cueva. La bajamar aprox. 9:30h”

Este es mi regalo de despedida, mi caricia. Lavo las dos ciruelas en el mar. Me pongo en marcha por distinto lado que ayer, menos pronunciado, más suave y con menos errores; me he colocado el contador de kilómetros, será la última vez que lo vea. Cuando he ascendido a cierta altura, saco foto de la tienda de campaña y de los rayos del primer sol de la mañana en el mar. Tiene gracia que quienes construyen edificios se cobijen en lugar tan precario, ¡contrasentidos de la vida!
Jara (Cistos Ladanifer)
Aunque las ciruelas eran rojas, estaban verdes, bueno, seguían estando rojas pero inmaduras. Por el camino seguiré viendo enebros y unas plantas con hoja pegajosa, como si tuvieran una resina, y que me creo que puedan ser insectívoras, esto es, que los insectos quedan atrapados en la resina y luego son absorbidos por la planta; ésta es una película que yo me hago y no seajusta ala realidad; estoy lejos de saber que es una planta que los portugueses llaman estera y de cuyo nombre científico me enteraré en Almograve, gracias al profesor Manuel João Pinto, de la Universidad de Lisboa: cistos ladanifer (o ladaniferus). Pero aún tardaré dos años más, en un tramo de camino a Santiago que, desde Huelva, confluye en la Vía de la Plata al llegar a Zafra, para enterarme de su nombre en castellano. Aquel camino lo hice con mi amiga Virginia Pérez y un grupo de Bilbao, de Amigos del Camino de Santiago, y estaba diseñado para 7 etapas, pero sólo disponíamos de 5 días, así que lo empezamos desordenadamente, en Trigueros, saltándonos la etapa Huelva-Trigueros; también nos saltamos otra al norte de Minas de Riotinto. A Zafra habíamos llegado el primer día, pero sólo un grupo en el que yo no estaba. Así que no vi Zafra (la conoceré en 2011 en viaje a balneario del Imserso). Bueno, a lo que íbamos: en la etapa que hicimos entre Aracena y Cañaveral de León, encontré la misma planta y le pregunté a un vaquero (pastor de vacas) el nombre de la planta que, en aquel momento no recordaba, pero que luego le vino a la mente y me lo dijo: “la jara”. La resina que produce, y que se te queda pegada a las manos si la tocas, es la que protege a la planta del calor del verano; despide un olor resinoso peculiar. Tiene cinco pétalos grandes que, en el lugar de enlace con el rosetón central, están manchados de negro, como si fuera un brochazo de un pintor cuidadoso, ya que los cinco brochazos son similares; también algún destello amarillo. En el bar donde comeré en Sagres me dicen que pueden ser zimbreras, pero el cocinero no me lo puede confirmar.

As Furnas reivindicada
Hecha esta digresión de saltos adelante y más adelante, volvamos a cuando me estoy comiendo las ciruelas verdes rojas que, a falta de algo mejor, me saben muy ricas. Cuando empiezo a llanear el paseo se vuelve más grato y, para que quede constancia, utilizo la planta ya mencionada como primer término de la foto.


Bajo a la playa de ayer, donde Uli me dijo que el pescador que no pescaba tiene su domicilio, es decir, que vive allí. Yo no veo allí a nadie, lo que me hace pensar que la información de Uli no es correcta; pero puede ser simplemente que hoy no estaba o que yo no le he visto. Inicio la ascensión por la falésia, para no repetir lo que ayer hice con Uli por las rocas y, en la distancia, se aprecia de otra forma, ni mejor, ni peor. Bajo por As Furnas, la praia reivindicada, y continúo hacia arriba, hacia el sureste, hacia Sagres; mientras que ayer, cuando salí de allí, tiré hacia el interior. Esta As Furnas está en Vila do Bispo, encontré otra, con el mismo nombre, en A Coruña, y todavía veré otra en Vila Nova de Milfontes.

Por fin pierdo el contador de kilómetros
El acantilado tiene bonitos senderos y los primeros me llevan a un túmulo, al que saco una foto, coloco una piedra (mi aportación al crecimiento del mismo) y vuelvo a fotografiar con el cambio producido. Cerca hay una motocicleta 1VBP1977 con casco ¿Estará abandonada o pertenecerá a algún pescador que no veo?


Llego a praia do Zavial que está en mi lista como de nudismo tolerado, con chiringuito de temporada. Al llegar, una pareja, sevillanos de nuevo, están recogiendo la tienda. Él se bañó ayer en bolas y le llamaron la atención, porque no es toda la playa nudista, sino a partir de las rocas, hacia el este.


Mientras recogen, yo me baño sin retroceder y, como no hay gente, nadie me llama la atención; yo me seco al aire, mientras terminan de recoger. Al principio piensan llevar todo en dos tandas, pero se dan cuenta de que pueden con casi todo en una y, como yo me ofrezco, hacen un esfuerzo y yo les cojo dos hamacas. Así que me visto y voy con ellos con la idea de desayunar juntos. Cuando estoy llegando, él retrocede y me coge una hamaca ¿y por qué no las dos, si yo voy cargado con lo mío? Como no queda para llegar casi nada, nada digo. Como el bar no lo abren hasta las diez, nos vamos todos; cada uno por su lado. Es aquí, en Zavial, donde me doy cuenta que he perdido el contador de kilómetros ¡qué pena y qué felicidad! Pena porque era regalo de mis amigos y felicidad porque no me informaba bien de nada; porque era imposible, aún regulándolo bien, que me diera información exacta; y era un elemento distorsionante, que había que poner a cero todas las noche o al arrancar por las mañanas y no me servía para nada cuando iba caminando en bolas. ¡Me alegro de que se me perdiera en los primeros días portugueses!
Acercamiento tranquilo a Sagres
Ya por la estrada, iré hacia praia Ingrima, y alli, me volveré a ver con los sevillanos de Zavial; él organizando el equipaje en el coche y ella en el agua, dándose un bañito.

El bar de esta playa, tampoco está abierto, así que el desayuno deberá esperar. ¡Chao! Subo de nuevo a la falésia, hacia el occidente sur de Sagres y saco la última foto del rollo (creo que es el 4º) y, al poco rato, pongo nuevo, pues veo una sima interesante, con aguas translúcidas.













Al sacar la foto, me doy cuenta de que alguien está en el borde de un acantilado, que da la sensación de tener dificultades; eso es lo que a mí me parece, pero en realidad, es un pescador que ha bajado unos metros del borde de la falésia, que sabe muy bien por dónde se anda y que acaba de lanzar su caña al agua, que está muy distante, y que requiere soltar mucha pita. ¿Será eficaz lanzar el aparejo, anzuelo, cebo y plomada, tan abajo? Supongo que si está allí, es porque algo pretende capturar y mi pregunta se contesta por sí sola con su acción. Aunque pesca desde tierra, yo digo que es un pescador de altura (no de bajura) por la altura que está sobre el nivel del mar.
Bajo a una playa que me recuerda a una de las de ayer, también con rulottes y, cuando llego a la última parte, salen dos perros en actitud atacante “¡guau!, ¡guau!”, ladran en portugués. Pero sale el dueño, y me quitará el temor; a pesar de ello, uno de ellos, me saltará a los pantalones. El dueño de los perros me dice que estamos en praia Barranco. Allí hace viento y uno trata de controlar, más que una cometa normal, una de tipo kite-surf. Me indica para seguir un camino de motos y, como yo le digo que prefiero uno para personas, me dice que también van por allí los humanos.





Subo de nuevo el acantilado, hasta volver a llanear y comienzo a disfrutar de nuevo del paisaje. Estoy disfrutando de un acercamiento tranquilo a Sagres.















Creo que es el tontorro (el último saliente que veo mirando hacia el mar) que me parece Sagres, pero áun habrá otro que el primero me tapa. Todavía tendré que pasar unas islas.






Llego a un segundo túmulo y vuelvo a actuar como con el anterior a Zavial; coloco otra piedra y un hueso de animal y saco la foto previa y la posterior.



Después bajo a praia Martinhal, un hombre me confirma el nombre, pertenece ya a Sagres y es de nudismo tolerado, con arena fina, en entorno sin población y con diversidad vegetal; sin embargo, lo que a mí más me ha llamado la atención es una roca con una filigrana producida por la acción erosiva del agua, del viento y del mar.

Desde arriba, he visto en la arena a un negro en bañador. Me acerco al nadador-salvador y le pregunto dónde hacer nudismo y me remite hacia el este de la playa, que es de donde vengo, así que retrocedo y me coloco entre una chica y dos hombres con sombrilla (más tarde llegará la mujer de uno de ellos). En el momento en que me pongo en el lugar en que me voy a quedar, el negro se levanta y se acerca a otros dos negritos que estaban allí, al otro lado; uno de ellos está dormido como un ceporro y, a juzgar por los pasos que dará luego, bastante bebido; consiguen despertarle y le obligan a que se de un baño y cae como un saco en la propia orilla "¡plof!" y salpica el agua. Luego recogerá sus ropas en una bolsa y se marchará andando como puede; sus dos compañeros van por delante.

Me doy otro baño y hablo con los hombres de la sombrilla, todavía no ha llegado la mujer, y me dicen que allí no se hace nudismo; les digo que me ha mandado allí el vigilante, pero ellos opinan que el nudismo se hace en el otro lado de la playa; yo opino que mejor si hay dos sitios tolerados. Aunque ellos están con bañador, no les incomoda que yo esté desnudo. Cuando me despido, me desearán buen viaje y la mujer también, ya han tenido tiempo de contarle mi pequeña aventura. Me han dicho por dónde subir a Sagres y un lugar para comer bien. Voy hacia al centro y veo un restaurante que también es albergue para pescadores; pero, cuando pregunto, me dirán que el restaurante está fechado (cerrado) y que para dormir me costará 45€. No estoy dispuesto a pagar tanto y sin estrellas, así que agradezco, ¡obrigado!, y me voy.


Busco pensión oceánica
Veo otros restaurantes y me parecen caros y llego a: “Oceanus, quartos” (Oceanus, Arte Regional, Apartamentos 282624558 Rua Comandante Matoso 8650 Sagres) Pregunto y como me piden 15€ por la habitación, acepto. Ya he andado suficiente por hoy y, aunque el cuarto está sin hacer, puedo dejar la mochila y me voy. Toman nota de mi DNI, pago los 15€ en efectivo y me despido hasta las 15:00h.

Comida en restaurante de Arsse
Me orientan para que vaya a comer a un lugar cercano, pero el primero que veo está fechado y me meto en el restaurante Estrella de Mar II. Sigo sin encontrar ni lentejas ni garbanzos que, ahora que sé sus nombres portugueses, lentilhas y grao do bico, aprovecho para ejercitar el idioma. Como caldo verde (sopa de verduras), ensalada de lechuga y demás, pulpo en ensalada, ½ de tinto, un quesito, un pastel y descafeinado con leite (14,50€). El marido de la que nos sirve, Arsse, está dando de comer la sopa a su niña; “hay que ayudarle porque si no se eterniza y no la come”, me dice; el segundo plato lo comerá ella sola; comen a bandazos; un cliente come a la par que yo, pero no hay comunicación; sólo se iniciará ésta más tarde, cuando intervenga yo en la conversación del grupo. Otro chico come caracoles y de segundo carne con patatas fritas. Hablamos del dinero que cobran allí los jubilados, de mi viaje, de plantas, etc. y pido permiso para sacar una foto del grupo. Sigo escribiendo mi diario y a las 16:30h me voy.

Arsse me ha dado un tríptico: “Sagres e as Maravilhas” con festejos que se celebran el 9 y 10 de junio, o sea, que hoy finalizan con lanzamiento de fuegos de artificio. Se trata de un programa que pretende que Sagres sea votado como una de las 7 Maravillas de Portugal; votación que se celebrará el día de San Fermín en Lisboa (pasaré por allí el 26 de junio) y el 7 de julio estaré en el entorno de Figueira da Foz (la tercera Figueira de mi periplo); pero nos estamos adelantando. Los fuegos artificiales aparecen en dicho programa como: Espectáculo Multimedia Piromusical, o sea, que es algo más que fuegos.

Voy a la pensión Oceanus que, en la tarjeta, está a punto de ser sumergido bajo una enorme ola, donde el encargado me da la llave, pero me tardan en traer la toalla y, ante la tardanza, insisto en que me gustaría ducharme antes de visitar la Fortaleza y acaba dándome una toalla rosa y blanca, que no es la que estaba prevista: “¿suficiente?”, me pregunta; “suficiente”, le respondo. La habitación me gusta, aunque le sobra una mesilla y le falta una mesita. Me ducho, afeito, quito manta y cubrecama, me tumbo: “¡muy bien, durita!”, pienso para mis adentros; lavo la ropa (el equipo gris) y lo tiendo en el balcón, donde está dando bien el sol. Bajo y no tienen sello para la credencial, tampoco tenían en el Estrela do Mar; así que acabaré poniéndo el carimbo mañana en la Junta de Freguesía, sello que lleva la imagen del escudo de la Villa de Sagres. En el exterior de la Fortaleza, hinchan globos aerostáticos con el anuncio del magnífico acontecimiento municipal (la 7ª Maravilla).

Un abrazo municipal en la Fortaleza
La praia de Baleeira está cerca de la pensión, y también el puerto. Los veré por la noche. Voy hacia la Fortaleza, pero por la praia de Mareta; el nadador-salvador está hablando con un niño y me dice que es una playa que da poco trabajo, ya que es tranquila, algo muy distinto de lo que ocurre en la que está a unos 500m, en el lado contrario del itsmo. Miro precios en el restaurante de la playa y me parecen caros; estoy mirando pensando en la cena. Salgo de la praia por la falésia y como no tengo una buena vista para fotografiar el cabo de San Vicente, que se ve a lo lejos, retrocedo para incorporarlo a la playa del Tonel (Tunel, me dirán los municipales) y Beliche (más al fondo), que veré y en la que me bañaré mañana. Entro por el portalón de la Fortaleza, y dejo para el final los chiringuitos de venta de comida, bebida y lembranças (recuerdos) y me voy por el camino central a una ermita que está cerrada y salgo por el lateral (dirección Brasil, por decir algo occidental-sureño). Allí me encuentro con dos policías municipales motorizados y, cuando me acerco al primero, el más joven, baja de su moto de cuatro ruedas, se acerca a mí y me da un abrazo. Le pregunto la razón y me dice: “tienes cara simpática”. Se lo agradezco. Creo que tiene razón, si la cara refleja la felicidad que estoy sintiendo, es natural que él lo haya detectado y obrado como le ha pedido el cuerpo, teniendo la certeza de que no lo iba a rechazar. Hablamos de mi viaje y me informan sobre las playas del Tonel y Beliche (a la que el otro suele ir a hacer nudismo). Me dicen que el viernes llovió copiosamente en Sagres; les digo que en la zona de Alvor hasta Burgau hizo buen día de sol y me bañé. En la conversación sale la palabra “reformado”, que luego sabré que significa jubilado. En el bar me han dicho que muchos reformados portugueses cobran entre 150 y 300€/mes. Me da vergüenza decirles lo que cobro; me supongo que otra gente tendrá pensiones más dignas. Saco foto a los policías municipales y sigo el camino.


Península azotada por el mar
Más adelante, dos alemanes me sacarán foto en la punta sur (quizás África esté al fondo) y, al poco rato, me doy cuenta que más al este ha sucedido algo, ya que ambulancias y municipales motorizados están acudiendo hacia allí. Me acerco y veré a una mujer tendida en el suelo y con heridas en las manos; también se ha acercado el policía mayor y le pregunto; me responde: “no tiene nada de importancia”, pero la mujer tenía a seis socorristas a su alrededor. "¡No se quejará de falta de atención!", pienso. Sigo el camino y, al poco, aparece el policía del abrazo en su moto todo terreno y le digo que lo ocurrido no tiene importancia; iba preocupado, se distiende, pero se acerca al lugar. Acabo de dar la vuelta a esta especie de península con un precioso acantilado, azotada por el mar por todas las vertientes, excepto por la norte.

Para mí es una maravilla de la naturaleza. No sé que puntuación conseguirá, en la votación de maravilla, Sagres. ¿Será la primera, la séptima o ni tan siquiera entrará entre las siete primeras? Habría que saber cuales eran las ciudades que entran en la votación. Por allí, la gente, no tiene mucho convencimiento de que vayan a ganar. Al volver a la entrada, veo que hacen pruebas de sonido en un escenario; hay un gran círculo vallado y el equipo de control de luz y sonido. La verdad es que queda muy poco espacio para los espectadores y el espectáculo “Sons da Fala” empezará a las 22:00h. Me acerco a los tenderetes y delante de la iglesia hay un grupo disfrazado de medievales, representando escenas de caballería. En una de ellas, el señor de la fortaleza mata a un súbdito y dos mujeres se echan sobre el cadáver, una parece la oficial y la otra la querida y se produce un simulacro de querella entre ellas, dejando que se quede la oficial junto al cadáver y el tonto del pueblo, aprovechando la situación, se lleva a la otra, se tumba encima y simula follar con ella. Es un espectáculo burdo, no apto para el niño que soy hoy, a punto de salir del sur y doblar hacia la costa occidental portuguesa, así que me doy una vuelta sin hacer mucho caso de la tragedia. Luego veré otra escena: Un adolescente gordito es nombrado caballero y, al ponerle la espada en el hombro, debe repetir las palabras que le dicta el caballero maestro de ceremonias. El señor le va dictando palabras graciosas y que tienen matices sexuales y, al repetirlas el joven, la gente se ríe. Me marcho de la representación. En el programa se lee: Apresentação de um conto; “Pelos Caminhos de S. Vicente” ¿Sería San Vicente el niño? Mañana iré yo pelos caminhos da Costa Vicentina. Paseo por los puestos de venta, pero no quiero probar nada de comida, pues ya he comido suficiente pero, como quiero colaborar con lo que ofrecen, tomo una caña de cerveza que, por supuesto, era Sagres ¡sólo faltaría que aquí…! Por un euro. En los tenderetes casi todos los objetos que se exiben, son africanos, con vendedores subsaharianos y a uno le compro unas pastas con sésamo (aunque ajonjolí es la palabra que más me gusta), para cuando se me acaben las pipas de calabaza, y como sustituto de barritas energéticas; me costarán 5€. Una mujer española está con velos, haciendo de mujer árabe; me dicen que estarán en julio en Óbidos y en agosto en Caminha. No la veré, porque por Óbidos pasaré a primeros y no entraré a las murallas y antes de que acabe el mes espero pasar por Caminha.

La Ginja de Nuno
Luego me acerco al puesto de bebidas espirituosas, donde Nuno ofrece moscatel y ginjinha; como ambas ya las conozco, pido de una tercera, para probar y me dice que no me la da porque no está fresca. Me ofrece otra, la ginja de Lisboa, que dice que es la mejor, aunque es más cara, pero me la dará por el mismo precio (1,50€). Así que entre cerveza, pastas y ginja me he gastado 7,50€. Nuno me dice que no me la puede servir como en Óbidos, en vasito de chocolate, porque al aire libre y con calor éste se derrite. Cuando estuve allí en primavera, probé la ginjinha así servida y es como si te tomas una bombón de licor a lo bestia; es un licor de cereza dulce y rico que se combina muy bien con el chocolate. Nuno me explica que las cubetas que exhibe y los vasitos de cerámica en los que sirve la ginja son hechos en Mafra; así que en poco tiempo enlazo pasado presente y futuro en una degustación. El pasado es Óbidos (que también será futuro porque volveré a pasar en este viaje por el exterior de sus famosas murallas), el presente es Sagres (donde saboreo la ginja en vasito cerámico, pero también pasado y futuro por ser ginja de Lisboa y futuro por ser cerámica de Mafra) y el futuro, porque volveré a pasar por Lisboa (aunque de refilón) y visitaré, por primera vez, esto es, sin pasado, Mafra, donde José Saramago recreó su Memorial del convento, que leí hace años (y releeré antes de finalizar este blog). Nuno me regala el vasito de cerámica y, como pesa y abulta poco, se lo acepto como lembrança. Me lo da, porque le he dicho que el único sitio de interior que quiero visitar es Mafra, puesto que en otros ya estuve en primavera: Alcobaça, Batalha, Fátima, Sintra. Estoy con él un gran rato, charlando, he sacado una foto de Nuno, atendiendo su puesto, una mujer le ayuda, llegan más clientes, me despido y me voy, sin esperar a que empiece el espectáculo.

Música nocturna
Un grupo multicultural, con 3 o 4 negros y el resto blancos, toca música y ensaya bailes; me dejo llevar por la música y, no sé, si con la ayuda de la cerveza y la ginja, me emociono y, a la vez que bailo, lloro; un lloro limpio, sin angustia, de felicidad… y no reprimo las lágrimas ¡que fluyan!
De nuevo en Estrela do Mar II
Salgo de la Fortaleza. Me encuentro con GNR (Guardia Nacional Republicana). Me acerco a Estrela do Mar y tienen el establecimiento a tope; consigo una mesa y pido camarón frito (serán langostinos) y ensaladilla rusa. Como Arsse me dice que tardará, me voy a buscar un teléfono público para llamar a Sara; pero tendré que esperar a que una mujer joven, que me recuerda a Sofía Loren, haga dos llamadas; su dicción me recuerda más al croata que al italiano. Me pide disculpas por la tardanza y se va. Mi hija me dice que todo va bien, que la Real empató en casa, y que Lander (mi 2º nieto) está con fiebre: ayer se enfrió en la playa; mañana, lunes, médico. Regreso con Arsse. Como una docena de langostinos muy ricos y también está muy buena la ensaladilla, pero resultará algo empalagosa y me costará terminar. En la fortaleza no he querido tomar chá (té, infusión) por miedo a que no me dejara dormir, así que aquí, tampoco. Pago la cuenta (8,50€) y me despido de los que tan bien me han tratado. He dudado si había pagado o no al mediodía y Arsse me ha confirmado que lo había hecho. Me doy una vuelta por el puerto. Compruebo que Baleeira es la playa por la que he pasado esta mañana viniendo de Martinhal. Doy las buenas noches a un pescador y regreso al hostal. Son las 22:00h y no oigo ningún ruido, ni de músicas, ni de fuegos artificiales, y dormiré sólo con la sábana encimera encima. Felices sueños, aunque sin luna ni estrellas.
¿Qué aprendí hoy? Que la geografía tiene su importancia y que, el haber llegado a un punto final, aunque no sea final de camino, produce una satisfacción que confirma que se está en la buena dirección. Esto me ha ocurrido hoy al concluir el Atlántico Sur. Mañana iniciaré el Atlántico Occidental, que será más largo y también tendrá sus momentos de inflexión. Que cuando se está bien, contagias bienestar y recibes respuestas acordes (el abrazo del municipal). Que te puedes seguir dando algún capricho culinario, sin gastar demasiado. Que si gana o no gana Sagres el premio al que opta, para mí ha sido un lugar grato y su Fortaleza y su entorno peninsular digno de premio. Que igual que hacen con la ginjinha (la ginja) y el chocolate, se podría hacer con el patxarán. ¡Habrá que probar!

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