miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 43 (103). Aveiro-Torrao do Lameiro

Etapa 43 (103). 11 de julio de 2007, miércoles (4ª feira). Aveiro-Gafanha da Nazaré- São Jacinto-Torreira-praia a la altura de Torrão do Lameiro.

Último desayuno en Aveiro
He dormido bien y sólo me he levantado una vez a orinar. Cuando vuelve Renato de lavarse, le saludo y voy a afeitarme; cago, me ducho, relleno de jabón mi botecito y escribo las últimas postales. Desayuno dos panecillos, zumo de polvos (que no pulpos), café y leche, mantequilla, mermelada, loncha de queso y yogur. Recojo sábanas, hago equipaje, escribo un poco más y son las 9:30h cuando salgo en dirección al barco que cogeré en Gafanha de Nazaré. Tendré que esperar un poco para salir, pues la puerta está fechada con un cartel: “enseguida vengo” y me entran ganas de cagar y esta vez lo hago, más ligero, pero sin apariencia de diarrea. ¿Es la forma en que mi cuerpo reacciona a la falta de caminar?, o ¿son los extras de marisco y ovos-moles? Parece que lo que he comido no lo justifica, ni tampoco he pasado frío. De todas formas, me preocupa porque ésta ya ha sido la tercera cagada de la mañana. Vuelvo a entrar en la habitación, ya lo había hecho antes para recoger el equipaje, y el que dormía, ya está incorporado en la cama y cómodo en calzones. Le pregunto por donde salir hacia el barco y me recomienda que lo haga por donde vine, que pase por debajo de autopista, vaya por carretera paralela y pase al otro lado; a pesar de sus indicaciones, altero el recorrido, puesto que quiero echar las postales al correo y porque en Correios quiero comprar otro juego de 6 postales, para mandar una a Arantza y Martín.

Buscando salida al mar
Cuando paso por la Igreja das Carmelitas, la puerta está fechada, pero una mujer está esperando a que la abran. Saco foto de la fachada (será el fin del rollo 19) y, en vez de esperar, me voy hacia Correios. Echo postales y compro otro juego de postales + sellos (4,37€). Cuando vuelvo a las Carmelitas, la señora ya no está; seguramente le habrán abierto y no quiero esperar en vano. Bajo al canal por otro camino y me oriento mal; por suerte, dos chicos de la construcción, me reorientan. Si no es por ellos, me habría ido hacia el lado contrario. ¡Qué ganas tengo de llegar a la playa, tras un día sin baño! Después de mucho andar, pregunto a una señora y por toda respuesta me dice: “¡que vaya en carro!”, pregunto a otra: “¡que vaya en taxi!” Por fin, entro en una cafetaria pastelaria y un chico, con agujeros en las rodillas del pantalón, se brindará a llevarme en su carro porque va en esa dirección. Le agradezco, le digo que no voy, y le explico por qué no…, tras escucharlo me dice que siga todas las rotondas al frente hasta el final.


Cuando llego a la Junta de freguesía, pido carimbo: Junta de Freguesia de Gafanha da Nazaré. Ilhavo y, en el centro, dentro de una guirnalda de flores, un velero bergantín. Un recuerdo de un lugar que, tanto a la ida como a la vuelta, tantos problemas me ha causado. La persona que me lo pone se equivoca y, en vez de 11.07.2007, me pone 10. ¡Que todos los errores sean como éste! Al salir, veo una iglesia relativamente reciente pero con una escalinata y puerta de acceso que me parecen desproporcionadas. No acabo de llegar al puerto para embarcar y, tras nuevas preguntas, llego al lugar de salida del barco, pero éste, todavía no ha llegado. Llega a las 11:45 y saldrá a las 12:10h. Estoy yo solo; el billete me cuesta 1,20€; luego llegarán dos hombres, otra mujer que esperaba en parada de autobús; pero, finalmente, llegarán turistas y una excursión de chavalería, con sus responsables, no sé si monitoras de tiempo libre o maestras.

Vamos en el Dunas de S.Jacinto y me pongo con la proa al frente. Rui se sentará conmigo y va con su ahijado. Habla castellano puesto que vive en Venezuela y tiene el corazón dividido: allí viven su mujer y sus dos hijos y aquí sus padres. La sua mãe no deja de trabajar en el campo que, aunque no le saca proveito económico, al menos, la entretiene.  Rui les visita de vez en cuando pero, cuando viene, cada vez se queda más tiempo. Su mujer y los hijos, también vienen de vez en cuando. Él quiere hacerse una casa en Portugal. Es el problema de siempre. “Te vas porque aquí no tienes porvenir y estás siempre deseando volver”, me dice. Rui tiene una voz cadenciosa propia de lugares próximos al ecuador. “Vivo en Guayamar, en la zona de Ciudad Bolivar”, me continúa; tuvo un negocio, pero lo tuvo que vender, por la inseguridad que hay en Venezuela. Me dirá: “Malo es que te quiten todo, pero peor es que te maten”. Llegamos, ya he salido de la ría de Aveiro, ya estoy en el otro lado, en São Jacinto, a poquita distancia de Barra y ya han pasado dos días de cuando estuve en el farol.
Primero Rui, luego António Dias, después Alice, António, Raquel y Adriana
En el lugar que atraca el Dunas de S. Jacinto, me despido de Rui y de su ahijado. Les esperan familiares. Acabará quedándose en Portugal, ¿y los hijos y la mujer? Deseo que supere esa esquizofrenia que le parte en dos, cuerpo y alma, y me voy a buscar un sitio para comer. Voy a Peixaria con idea de comer temprano y despreocuparme y tener toda la tarde para disfrutar en la inmensa playa que me espera. Ofrecen menú turístico: ½ dose de bacalhau a Lagareiro, que consiste en bacalhau asado, con patatas asadas, cebolla cruda, hoja de lechuga y media rodaja de tomate. El menú turístico incluye el pan, las aceitunas, ½ de vino y un postre sencillo: nata, chocolate y polvo de galleta. El bacalhau asado está bueno y con las aceitunas sobrantes y el resto de ingredientes, me aliño una ensalada riquísima. Lo peor es que, como estaba todo lleno, lo tengo que comer en el mostrador.  Entra un matrimonio, Alice y António, con dos niñas y se sientan en una mesa, que ya se ha librado, para comer; las dos niñas me dan pie a intervenir: “yo también tengo dos hijas”; pero resulta que una es hija, Raquel y la otra, Adriana, es sobrina. Pero se ve que se llevan bien. Me sacan lo pedido y me vuelvo al mostrador. Cuando mi vecino de mostrador, António Días, ve la ensalada que me preparo, me dice “haces bien”, y estas dos únicas palabras, ya son suficientes para entrar en conversación. Era corredor de atletismo pero, un accidente de moto, le obligó a dejarlo; luego, al no hacer deporte, empezó a engordar y, aunque yo considero que está más fuerte que gordo, él se ve con sobrepeso y le preocupa. Ahora dirige una pequeña empresa. Repasamos mi viaje y me menciona Olhos de Agua (el segundo que, como João llegando a Catalazate-Oeiras, me lo dice tarde), pero que me animará a buscarlo cuando en febrero de 2011 esté en Albufeira con el Imserso. António me dice que para apreciarlo bien tiene que ser con marea baja (en 2011 no tuve suerte tampoco). Le enseño mis dibujos, le gustan, me desea buen viaje y nos despedimos, puesto que se tiene que ir para atender su negocio. Pago con Visa-Lector 10 los 14€ previstos del menú y voy hacia la playa. Pero al salir, el matrimonio me pregunta de dónde soy y, al decirle que de Irun, António dice que ya lo conoce, por la frontera, pues estuvo trabajando de caminonero en Miranda de Ebro, en una empresa de transportes y me habla de la zona. Me preguntan y les hablo de mi viaje por la costa portuguesa; decir que vienes andando desde Andalucía, cuando ya estás acercándote a la desembocadura del Douro, empiezan a ser ya palabras mayores. Raquel y Adriana alucinan, no se lo pueden creer. Alice hace de traductora y capta muy bien los matices y el valor que yo doy a la experiencia. Me desean buen viaje, me despido y me voy. Me doy cuenta de que en al desayuno no me han pedido el ticket y ahora me lo encuentro en el bolsillo, sin entregar; espero que no haya tenido nadie problemas por este fallo.

Suspirando por salir al mar
Todavía en zona urbana de São Jacinto, después de comer y buscando la playa, una señora me orienta para salir directo a ella. Encuentro una iglesia moderna muy luminosa.


Me alejo un poco de la zona vigilada, donde veo al nadador-salvador con su pantalón laranja bordado en amarelho; paso los últimos paravientos en que todos son textiles y decido desnudarme protegido del viento por una duna. Aunque se puede estar, porque el viento no levanta arena, no estoy muy a gusto; en parte, porque el estar en la duna, me aleja mucho de la orilla. Me doy un baño y, al volver, observo que a 20m hay otro paravientos y sombrilla ocultos que, en ese momento pliega. Es un hombre con visera roja que se levanta y se tumba repetitivamente, pero en ningún momento sale fuera de sus hierbas protectoras. En mi lista de playas nudistas, también ésta de São Jacinto figura como de nudismo tolerado: “Extensa playa de arenas blandas y dunas, rodeada de vegetación de matorrales y respaldada por la ría de Aveiro, sin edificaciones cercanas, no cuenta con servicios de ningún tipo, situada en la Reserva Natural Dunas de São Jacinto, al Norte de Aveiro.”

No tengo ganas, ni motivo que me atraiga para dibujar, así que, a la hora y media de estar allí, decido marcharme.



Ya vestido y caminando hacia el norte por la parte central de la playa, pues el aire que me da de cara por la orilla me parece fresco, cuando veo que el hombre de la visera roja sale desnudo de su escondrijo y se va a bañar. Concluyo que estaba esperando a que yo me fuera para bañarse. ¡Cuánto temor!, ¿qué cosa tan importante, qué misterio, tendría que ocultar?
Torreira Municipio en Festa
Bueno, ya estoy camino de Torreira y, a distancia, ofrece el mismo esquema que Costa de Lavos, Leirosa y demás: playa, malecón de contención al mar, arena que rebasa de la playa anterior empujada por el viento y que, el malecón, contiene o retiene; y detrás, el pueblo. Poco antes de entrar en Torreira, el chico que va con su pareja, me da alguna información que me puede ser útil en la zona. Como le digo el camino que estoy haciendo y que suelo dormir en la playa, me hace la siguiente recomendación: “A partir de Foradouro, procura no quedarte a dormir en la playa, ya que no hay buena gente: drogadictos y prostitución.” No me mete el miedo en el cuerpo, pero hace replantearme las paradas próximas. Miro mi lista de pousadas y veo que hay una en Ovar, así que intentaré dormir allí mañana, aunque haga pocos kilómetros. Hoy me quedaré a dormir en playa antes de Foradouro.

Llego a Torreira a una plaza en que pone O Municipio em Festa. Doy una vuelta, pero son las 17:30h, muy temprano para cenar y sobre todo hoy en que he comido muy bien y no sé si cenaré. En un restaurante ofrecen enguias en caldeirada ½ dose por 15€ y fritas ½ también, 12,50€. Con razón me dijeron en Zoco que era plato caro ¡y si, encima, no me gusta! El recuerdo que tengo de las anguilas que pescaba mi padre en el río no es muy bueno (quizás de niño influyera más el aspecto formal de culebra que el sabor) y cuando las pruebe en Rte. Vascos, en el Delta del Ebro, tampoco serán plato de mi devoción. Además, si tenemos en cuenta que están en fiestas, hay otra razón  para no quedarme. Un pueblo en fiestas, puede ser mortal de necesidad para el silencio nocturno, tan necesario para dormir. Vuelvo al paseo vera mar y, cuando empiezan las primeras dunas, sujetas por traviesas, como las del ferrocarril, de madera tratada, vuelvo a salir a la playa.
A dormir hacia Torrão do Lameiro
Torrão do Lameiro es un municipio de interior y me temo que, cuando llegue, ni me voy a enterar que he llegado. Una chica en bikini se pasea por la orilla, dos chavalillos juegan en la arena y arriba, protegidos por la duna y paravientos, otra chica en bikini y un chico desnudo, su pareja, que sube, baja y no se oculta. Ya llegando a la altura de Torrão, mañana me lo confirmará Dulcinia, empiezo a buscar sitio para dormir y decido quedarme en una vaguada protegida por duna, en la que me reconvierto en constructor de plataformas; trato de poner el suelo lo más horizontal que sé y puedo. La arena más profunda y, a la vez, más oscura, está más caliente que la fina de la superficie. Acomodo la esterilla y me meto en el saco hasta el gorro, esperando que un sol redondo y rojo empiece a ocultarse en el horizonte ¡qué espectáculo! Esto no ocurre durmiendo en cama. Saco foto. Miro, pero no lograré ver el rayo verde. Veo dos hormigas y ninguna más. La noche se presenta bastante fría. Como semente de abóbora. La almohada que me hago hoy es más potente que la de otros días. Voy aprendiendo.


Nunca se deja de aprender y de mejorar. Sigo estando feliz con los encuentros: los camioneros, el negociante exatleta, el portugués venezolano, la familia de las niñas que alucinan con mi viaje…

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