miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 20 (80). Malhão-Sines

Etapa 20 (80). 18 de junio de 2007, lunes (2ª feira). Malhão-Porto Covo-Sines.


Deseando desayuno en Porto Côvo
Me despierto y me levanto a las 6:00h. No me he levantado para orinar en toda la noche; quizás esté motivado porque ha hecho poco frío, aunque sí hay humedad.


Me visto, pongo el jersey y para las 6:10h (record de velocidad), ya ando descalzo por la playa. Cuando llego a su final, asciendo a la falésia y veo las plantas (que en las dunas de Santa Pola, llamaban orquídeas) en flor (una especie de campánula blanca en posición copa). Un coche de GNR llega a la playa de Aivados y los guardias me confirman su nombre, que también figura, la última, en mi mapa de la Costa Alentejana.

Llegaré a la praia do Queimado que, posiblemente, pertenezca a la siguiente provincia de la Costa Azul de Setúbal.











Forte da Ilha de Pessegueiro
Luego llego a un castillo que, en realidad, será el Forte de la Ilha de Pessegueiro; entro en el fuerte y, tras fotografiarlo, bajo a la praia, también del mismo nombre y la iré recorriendo por la orilla hasta el final.

Luego, por la falésia, bajando y subiendo a playas, llego a una pequeñita y en los dos extremos, con pintura blanca, pone: nudismo.















Tras andar más de dos horas, llego al puerto de Porto Côvo y subo a desayunar. Como ayer no cené, ya va siendo hora. Desayuno dos descafeinados con leche, puesto que el primero ha sido absorbido por el bizcocho de café y al segundo le espera el bizcocho de cabello de ángel (0,75x4=3€). Cago, me afeito, cojo agua y a las 10:20h voy hacia la Junta de Freguesía, donde me echan el carimbo: Freguesia de Porto Côvo y un escudito similar al de Odeceixe. En la Junta había una chica con gafas de culo de vaso, que ni me mira. Otra, deja de atender a dos negros jóvenes, para atenderme a mí y me cabrea que me dé prioridad, creo que lo hace porque piensa que me va a atenderme rápido y el tema de los negritos es para largo; por esa razón, no me demoro. Me enfada, sobre todo, porque hay otros empleados que dan la sensación de no estar haciendo nada y que nos podían atender. Luego llamo a Sara para decirle que me voy acercando a los 60km. de playa con poca población costera. Quizás este fuera el mayor problema que vaticinara el profesor Pinto, la ausencia de infraestructura en esta costa tan larga.

Buscando São Torpes con torpeza
Tras el sellado, salgo hacia el faro y voy recorriendo playas. Todas pequeñitas, incluida la que llaman praia Grande: las playas van apareciendo en el siguiente orden: Do Banho, Grande, Cerca Nova, Do Salto (donde veré una pareja desnuda)… pero yo sigo buscando São Torpes. Luego me daré cuenta que São Torpes también recibe el nombre de Do Salto, así que, por mucho que la busque preguntando por ese nombre, ya me la dejé pasar cuando vi a la pareja desnuda en Do Salto. En mi lista figura con los dos nombres y como de nudismo tolerado: “Extensa playa de arena blanca y fina, situada a la salida de Sines que toma diversos nombres según tramos, tomando el del Salto en la zona nudista, está rodeada de huertas, relativamente cercana a la población de Sines, no cuenta con ningún tipo de servicio.”… Sorro da Agua,

Samouqueira, donde me encontraré cogiendo isca vivo (cebo: lombrices de mar) a José Tomás (que no el torero), quien me explicará lo que me falta para llegar a São Torpes y que 3km. antes de llegar a Peniche, hay una playa que llaman de la Consolação que tiene unas piedras para la salud (la de los mayores crédulos). Saliendo de Samouqueira, una pareja joven busca lugar adecuado para pescar. Luego vendrá praia Do Burrinho (una playa de rocas y piedras). Llego a un lugar donde acampan adultos que caminan por el monte y van acompañados de un niño desnudo; también hay un chico con bañador, tumbado sobre toalla, que parece ajeno al grupo, pero que no lo puedo asegurar, y un grupo de cuatro o cinco niños, algunos rubios, bañándose desnudos también; me da la sensación de que sean gitanos, pero tampoco tengo certezas en este sentido.






A continuación aparece Oliveirinha, que fotografío pensando en que será la previa a la que busco, con las chimeneas de Sines  al fondo; aún tendré que salir a la estrada para poder llegar a São Torpes. Toda esta playa va paralela a la estrada y no veo a nadie desnudo. En realidad, como va paralela a la estrada, no es una playa que se preste a nudismo, pues para eso se buscan playas aisladas, con difícil acceso y no tan visibles. Un hombre con bañador camina por la orilla y una pareja también con bañador, se da protección solar y no veré a nadie más hasta la parte final de la playa que, pienso, es la menos propicia para hacer nudismo y, cuando llego, se me confirma lo que intuía. Para colmo, en la parte final aparece una salida de río que me da pocas garantías de salubridad. Ha sido un fiasco la búsqueda de esta playa de São Torpes y en mi lista no tendré otra hasta Galé-Grândola-Comporta, en esa playa de más de 60 km. Tendré que estar pendiente de lo que me señaló el profesor Pinto en Santo André de Cacem y Aberta Nova, la praia de Grândola (vila morena). En São Torpes entro en restaurante Trinca Espinhas, para comer, y como una sopa que me recuerda a la crema de calabacín que suelo hacer (aunque está rica, me la sacan templada y requeriría algo más de temperatura o, si no, que estuviera fría); de segundo, lo más barato, era un filete con champiñones, al que, además, acompaña una salsa que lleva mostaza (que me resulta algo fuerte) y otra de espinacas con ajillo y una cremita, muy ricas. Pago con Visa Club-Lector-10 (11,70€). El Trinca Espinhas cierra quinta feira (jueves) y como hoy es lunes (2ª feira), no hay problemas. Pago, escribo y me voy a las 14:00h.

Caminando hacia Sines
Ahora me dirijo por la estrada hacia Sines y, aunque cojo algún camino paralelo, cada tramo ofrece charcos grandes que temo, en algún caso, que no me dejen pasar. Como la estrada tiene amplio arcén (aunque no todo el tiempo), voy cómodo. Todavía faltarán 9km. a Sines y me demoraré en llegar. Antes, hay una desviación a puerto comercial y, por encima de la carretera, pasarán unos tubos que, de lejos, parecerán los elementos que acoplan a los aviones para el paso de los clientes, pero que me supongo serán para cargar el combustible necesario para la navegación marina.

Llego a la indicación de praia Vasco de Gama, que tiene la peculiaridad de estar enmarcada en pequeño puerto con barcos de pesca y, a su vez, dentro del gran puerto mercante. Saco foto con playeros y diques y, a un señor que llega a la playa, le pregunto y me informa de dónde está Turismo; me dice que suba unas escaleras, hacia el fuerte y, luego, me recomienda que dé toda la vuelta por el paseo hasta que me encuentre con la visión de los 60km de playa, que me llevará hasta Tróia.

Hago lo que me dice y, cuando subo las escaleras, me encuentro que Turismo está incrustado en el propio fuerte; allí me enseñan un mapa que habría recortado si me lo hubieran dado pero, como me piden un euro por él, prefiero que se lo queden; con el mínimo que llevo, me resulta suficiente. No tienen carimbo, así que me dan un planito de la ciudad para que pueda encontrar la Cámara Municipal y un teléfono público para llamar a Sara. El primer teléfono no emite sonido y el segundo, junto a él, siempre me dice que he insertado mal la tarjeta. Pregunto por otro teléfono público y, tras dar alguna vuelta, doy con uno; está intentando hablar una mujer de melena rubia, muy impaciente y que marca un larguísimo número (son de esas tarjetas que no hace falta insertar, si das los datos de la clave). Intenta de nuevo, en vano; me da la sensación de que no espera, después de marcar los primeros números, a que el teléfono se lo diga, para seguir con los restantes y, por eso, no consigue hablar. Por fin consigue contactar, y habla durante más de diez minutos. Cuando termina, intenta una nueva llamada y no consigue comunicar. Le digo que tengo una llamada corta y me lo deja, diciendo que ella lo intentará más tarde. Como Sara no me coge el teléfono de casa al primer intento, le llamo al móvil, lo que no deja de sorprenderle y le cuento que me meto en 60 km de playa y no sé cuándo podré volver a llamar. Me dice que mi sobrino Mikel y sus aitas llegan mañana a Donostia ¡A ver de dónde llamo para felicitarle! Regreso hacia el castillo-fortaleza y entro en la Cámara municipal y me ponen el carimbo en información: Cámara Municipal de Sines. Previamente me había metido por la primera puerta abierta en una sola hoja y por la que no había espacio ni para una persona. Bajo de nuevo a Turismo y agradezco al señor que me informó, tomo una cerveja en el Vela d’Ouro (1€) y lleno la botella de agua.

Ya completo, con el agua que me da seguridad, voy bajando hacia el mar y me saco una foto con Vasco de Gama y hago un juego de palabras entre este descubridor de América y yo, que soy el que está descubriendo Portugal. Agradezco al chico que me ha sacado la foto y bajo las escaleras hacia el paseo de la playa.










Voy hacia el puerto pesquero y enfilo hacia el de barcos mercantes. Me encuentro a un señor y le pregunto: “¿qué es lo que se ve más al fondo?” y su respuesta será: “el farol”, pero no puede decirme más. Después otro me informará que lo que veo, mirando hacia atrás en la costa, es Vila Nova de Milfontes. Y que los días muy despejados, se llega a ver hasta el farol de Cavalheiro (el que no vi, después de que me mordiera el perro) y, excepcionalmente, hasta el cabo de San Vicente. Me desea buen viaje y que aproveche para pisar descalzo la arena gruesa de la orilla, que es un masaje fabuloso para los pies. Sólo será gruesa la arena de los primeros kilómetros, pero no andaré ni cinco, y acabaré hecho polvo. Agradezco su información y me voy hacia el norte.

60 kilómetros de playa me esperan
Salgo del recinto portuario y me meto en zona de duna y roca por caminos de falésia baja; ando incómodo por ser de arena demasiado suelta, pues la duna consolidada no es compacta. Me encuentro a un submarinista casi preparado para bajar al agua: me desea suerte en el camino. Unos pescadores en equilibrio inestable sobre las últimas rocas antes de la larguísima playa; serán las últimas rocas que tendré ocasión de fotear. Barcos esperan en lontananza para recibir autorización de entrada a puerto; calma hasta que llegue el práctico.

Bajo a praia por escaleras y hay gente con bañador en el agua y un perro; el último se acaba de meter controlando bien la fortísima ola que rompe abruptamente en la misma orilla; es necesario hacerlo con decisión, pues, si no, te machaca contra el fondo.




Alguna ola rompe ya fuera del límite, en el aire, sin agua debajo. Yo me iré más adelante, haré un simulacro de baño, pues no me la quiero jugar y, un joven que me ve de lejos, adelanta el lugar donde me estoy secando, se desnuda y tumba al sol; ¿será el último que veré en días? Una vez seco, cargo con las mochilas y me voy desnudo, andando como puedo por la arena gruesa, que se hunde con mi peso; de vez en cuando, el agua de la ola me da en los cataplines; paso bajo las pitas de las cañas de algunos pescadores, más atentos a poner el cebo en sus anzuelos y mirar la punta flexible de sus cañas, que al caminante que pasa por la orilla; pero dos chavales alucinan cuando me ven pasar desnudo y con las mochilas. Poco tardaré en dejar de ver pescadores. A media playa, una parejita juega a tirarse una pelota; nada más pasarles, se irán. Intento fotografiar una ola con intención de sacar la luz en su transparencia verde; dudo que lo consiga.
Noche en la duna del Parque Natural. Cuidado con las raposas
Encuentro un letrero que pone: “Benvindo a o Parque Natural das Lagoas do Santo André e Sancha”. Subo hacia la duna y me instalo. Saco el saco para que se seque de la humedad de la noche en Malhão y, también, la esterilla.
Me pongo a dibujar las plantas que, viniendo de la duna, crecen en la propia playa, un barco que espera a que le dejen entrar en el puerto de Sines y el reflejo del sol de atardecer en el mar. No me quedo muy insatisfecho del resultado. Llega un pescador que ha dejado el coche cerca del letrero y se coloca en la orilla con dos cañas que trata de controlar. Me acerco y, nada más echar la segunda caña, saca una caballa muy blanquita; le digo que nosotros lo llamamos verdel y el la valora menos que si hubiera pescado un carapaus (a nosotros nos pasa lo mismo, pues valoramos más el txitxarro que el verdel); le digo que yo me lo comería bien a gusto. “Este es buen sitio para pescar robalos”, me dice; y ya sé que es mejor pescar lubina que lo que ha pescado. Me advierte que, si llevo comida, tenga cuidado en ocultarla bien, sin que desprenda olor, pues se acercarían las raposas a comer pues, a veces, a ellos les han dejado sin comida. Los días en que vienen varios amigos a pescar, suelen hacer fuego en la arena y cenan lo que pescan. Al rato aparecerá un todoterreno verde que verá el panorama y se volverá por donde ha venido.
El sol está llegando al ocaso. Hincho la colchoneta y espero. Un mercante grande ha pasado, pero el dibujado, permanece. Una nube oculta medio sol, que reaparecerá en el mar, pero rodeado de dos islas (¿las Azores? Posiblemente sea un efecto óptico). Aunque pongo interés y deseo, no consigo ver el rayo verde. Me acuesto con mala inclinación de almohada. Durante la noche, aparecerán grandes insectos.
¿Qué he aprendido hoy? Que un motivo sencillo puede dar origen a un dibujo aceptable.
Que los portugueses son gente amable; si se les pregunta con educación, dan respuestas acordes.

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