miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 13 (73). Sagres-Cordoama

Etapa 13 (73). 11 de junio de 2007, lunes. Sagres-Beliche-Cabo de San Vicente-Telheiro-Ponta Ruiva-Castelejo-Cordoama.


Hacia praia Beliche
En el Oceanus se duerme muy bien; me despierto y levanto a orinar a las 6:30h, pero me vuelvo a meter en la cama y no me levanto hasta las 7:20h. Me pongo a escribir el diario para hacer tiempo a que abran la tienda para el carimbo en la credencial y quiero aguantar hasta las 9:00h. A las 8:30h me ducho y cierro las mochilas. La tienda todavía está fechada; llega una chica y entra, luego la chica de ayer me dice que no encontró el carimbo y que vaya a Turismo, que abren a las 9:00h. Echo la felicitación a mi sobrino Mikel, que vive en Londres. Cuando llego a la oficina de Turismo, los jardines están siendo regados por los aspersores de agua y, en la puerta, hay un letrero que dice: fechado domingo y 2ª feira (lunes). Pregunto, y me dicen que el concello está en Vila do Bispo y que aquí sólo hay Junta de Freguesía. Me dirijo hacia donde me dicen que está y, como no aparece, vuelvo a preguntar y, por la forma de indicarme, me da la impresión de que está muy lejos y, la realidad, es que está casi allí mismo; si me descuido me la paso de largo. Tanto el jardinero, al que he preguntado primero, como el último señor, han sido muy amables. La chica que me atiende en la freguesía, no encuentra mapa de Sagres y el que me quiere dar es un plano parcial y grande que no me soluciona nada; si por lo menos tuviera detalle de la costa hasta el cabo S.Vicente… El carimbo lleva el escudo de la Vila de Sagres encabezado por Junta de Freguesía; será el 2º redondo después del sello del albergue de Sevilla; luego vendrán más. Entro a desayunar en la cafetaria pastelaria Vila Mareta: una pinca de crema y chocolate y un descafeinado largo de leite en vaso (1,80€).

Saludo, me desean buen viaje y me voy en dirección a plaza de la República y en un cruce, dejo la Fortaleza a la izquierda y ya me dirijo hacia el cabo S.Vicente. Una vez pasada la praia Tonel que, desde que me dijeron los municipales el nombre, no lo había visto escrito, compruebo que no es Túnel, me voy bordeando la falésia, que sigue siendo de las mismas características que la de la península en que está la Fortaleza. Establecimiento de venta de cerámica muy ilustrada.




















Zona militar
Hasta que una zona militar me obligue a salir a la estrada. Un cartel pone Área militar y el recinto está vallado, pero hay hombres dentro que, o son trabajadores o pescadores que se saltan a la torera la prohibición. El área militar ocupa menos de un kilómetro y vuelvo a recuperar el paseo por el borde del acantilado.















Después de un rato admirando la rompiente y los entrantes y salientes que ha producido el mar, como al ir pisando roca muy irregular, el camino se hace lento y quiero llegar con tiempo para disfrutar de nudismo en Beliche, decido volver a salir a la carretera, aunque esta vez ninguna prohibición me obligue a hacerlo. Yendo por la carretera me encontraré con otra zona militar, pero ésta, que abarca una construcción, es más reducida y ya no vuelvo a la falésia.

Praia Beliche
Llegando a praia Beliche me viene a la mente el nombre de El Puntal, el lugar de donde tengo previsto partir el próximo año, y no veo la razón por la que la mente juguetona me trae este pensamiento a colación. Ahora, cuando lo escribo, pienso que puede ser para remarcar el tramo sur recorrido, que hoy se acaba.  Por fin, llego a Beliche. Bajo por un camino extraño hasta una escalera y, luego, por otra escalera incómoda, pues tiene los peldaños excesivamente altos, se llega a un chiringuito en construcción (o reconstrucción), que podría considerarlo como premonición de lo que luego me pasará, que, en ninguna de las playas siguientes, tendré restaurante y no me va a quedar más remedio que hacer dieta hasta el nochecer. Ya en la playa de Beliche, compruebo que se trata de una playa familiar, aunque aún haya poca gente, que no está en mi lista registrada, ni siquiera como de nudismo tolerado y, como me dijeron ayer los municipales, me oriento hacia la parte derecha que, según ellos, es donde se practica nudismo. Como la marea no está muy alta, puedo pasar por la arena, pero, cuando sube, el acceso es preciso hacerlo por las cuevas horadadas en las rocas, que son las que hacen una división, como si fueran dos playas. Estaré un rato solo, me daré un par de baños, estaré muy a gusto y, cuando decido marcharme, es cuando veo a una pareja que desde el otro lado de la playa, por la orilla, se dirige hacia la parte nudista; pienso que son practicantes, pero no lo sabré hasta que vuelvo a coger el acantilado, paso por arriba y les veo ya desnudos, confirmando mi primera impresión. Me habría quedado más tiempo en esa playa, pues estaba disfrutando, pero mi objetivo hoy es avanzar un poco más que lo que vengo haciendo los dos últimos días. Después de un rato por la falésia, vuelvo a salir a la estrada y enfilo hacia el cabo San Vicente.

Hacia el Cabo San Vicente
Iré sacando fotos de aproximación al faro.









Por la estrada se ven muchas matrículas españolas, pero luego dudo que todos sean españoles; lo compruebo cuando me dirijo a dos mujeres, que de españolas no tienen ninguna pinta, y que ni se enteran de lo que les digo. Definitivamente: no son españoles los que montan coches de mi tierra.








El Farol fechado
Cuando llego al faro, están cerrando la verja de acceso. Pido que me eche el carimbo en la credencial, al que ha cerrado la puerta, y me dice que, si quiero, me lo firma; pero le insisto y me coge la credencial y se la lleva. Mientras espero, charlo con unos que están en la verja probando un candado y luego llegará otro empleado que me devuelve la credencial ya con el sello puesto; el sello es alargado y ocupará parte del espacio de otro carimbo; pone: Farol do cabo de S. Vicente. Si, además, me lo hubiera firmado el farero, habría sido mejor, pero no me voy a quejar.

Retrocedo toda la fila de tenderetes y de coches, me asomo al acantilado y veo lo que se aproxima ya en la costa occidental.



Una polaca y un alemán
Ya en la falésia, encuentro un coche que se ha metido por el camino, apartándose de la estrada, y a una pareja: Klaus y Dominika. Les alabo el gusto por haberse apartado de la carretera para comer más tranquilos y les hablo de mi viaje y de mi itinerario por Polonia de hace un porrón de años, le hablo de mis amigas: Grazena, Margotza, Ibona en Varsovia, de la experiencia de ver allí, en el palacio de la ópera: La Traviata, con todo lujo y a precio baratísimo; de Krakovia y, cuando digo Katovice, Dominika frunce el morro, y le añado: zona industrial; y de Solidarnosk ¡qué tiempos! Yo estuve allí cuando se estaba gestando Solidaridad. Todo el tiempo me he dirigido a ella que, siendo polaca, es la que entiende castellano; luego Dominika trasladará lo hablado al alemán, Klaus. Una foto para el recuerdo ¡Adiós Dominika, adiós Klaus! Hasta que la vida nos vuelva a encontrar.


Praia Telheira
Sigo andando por la falésia y, a lo lejos, diviso una playa. Cuando bajo no hay nadie y siguiendo lo mismo que he hecho en Beliche, me voy hacia la derecha, ahora ir a la derecha ya será ir hacia el norte; allí me desnudo y me doy un baño. Al rato llega una pareja y, como quiero saber el nombre de la playa, me pongo el calzoncillo y me voy a preguntar; me dicen que es Telheira, que la tenía deslocalizada, y que aparece en mi lista como de nudismo tolerado: Praia do Telheiro. Si telha es teja, Thelheiro… no quiero ni nombrarlo para no evocar aquél nefasto 23F, aquella burda intentona de golpe de estado que, al no tener éxito, sirvió, al menos, para reforzar nuestra incipiente democracia; y aunque, para algunos, es una mierda de democracia, y echan la culpa de todo a sus partidarios y se excluyen, yo creo que la democracia la construimos entre todos.
Telheiro es una buena playa porque la estrada está lejos y el acceso, para los que vienen en coche, resulta complicado. A falta de otra comida, me embucho dos tubos de sésamo y miel, para no perder energías.  La pareja a la que pregunto, desconoce cómo seguir por la falésia hasta la siguinte playa, así que no me pueden ayudar; llegará otra gente que se irá hacia el lado sur y, finalmente, otra pareja se pondrá más cerca de mí. Sólo se desnudará el chico y no me acercaré a preguntar hasta la hora de irme. Resulta que son extranjeros y tampoco saben decirme nada. Así que tras 4 o 5 baños, y varios paseos por la playa, salgo hacia la falésia del norte. Saco fotos de recuerdo de la playa y desde la cima veo el faro de San Vicente que, por lo andado, pensaba que debiera estar más alejado y veré, también, la Fortaleza de Sagres. Parece que avanzo poco.

Estoy cansado de ir por la falésia sin que aparezcan playas; veré una pequeña, pero la entrada al mar está llena de rocas, así que ni me preocupo de bajar. Por fin llego a nueva playa por un camino amplio pero polvoriento; al bajar, veo que es una playa amplia y en su parte superior hay una tienda de campaña montada y una furgoneta que se vende o alquila y algunos coches más. Un chico ha subido a coger algo del capó y le cuento mi paseo ¡Alucina! Él baja a la orilla y yo continúo mi camino por la derecha, dirección norte; surfistas surfean en las olas, otros juegan en la arena, y otros toman el sol o leen, la mayoría son chicas. Se repite el esquema de mujeres menos activas y hombres más deportistas.

Más arriba, en la arena seca, dos surferos miran el agua y opinan que no está para hacer surf, así que para no estar sin hacer nada, fuman sus porros. Mientras hablo con uno de mi caminada, al otro le entra la risa floja. Sigo hablando con el más sobrio, quizás porque ya el porro no le hace el efecto que le hacía cuando empezó a fumarlos; me dice que tiene calor, pero no se baña. Le digo que la ventaja de estar en la playa es la de que, cuando tienes calor, un bañito te refresca; asiente, pero no va al agua. Yo creo que es la ley del mínimo esfuerzo; ir al agua lo exige; nadie te lleva. Me dice que caminar es muy duro y yo le contesto que tan duro o más es surfear; está de acuerdo. En definitiva, y creo que no es un contrasentido, a muchos de estos jóvenes les funciona la ley del mínimo esfuerzo para hacer cosas para las que no están suficientemente motivados, pero cuando se trata de hacer algo que les fascina, son capaces de estar horas y horas practicándolo. Me despido, y subo de nuevo a la falésia; luego sabré que la playa de los surfistas es la de Ponta Ruiva, también de nudismo tolerado, que para acceder a ella desde Vila do Bispo es necesario coger un camino de tierra.

Empujado hacia Vila do Bispo
Bispo es obispo en portugués. Cuando era pequeño y me preguntaban “¿qué vas a ser de mayor?” Yo respondía: “obispo”; quería ser directamente obispo, sin pasar por cura ni dar los pasos previos de seminarista; era un niño; por lo visto me habría impresionado, más que el color púrpura o un capelo, alguna tiara que asomó por Alsasua por aquella época, años 50, puesto que televisión no había. Empiezan a aparecer de nuevo las que yo llamaba insectívoras, que ya sé que no lo son; ya las detecto por el olor, pero ahora ya aparecen con alguna de sus flores blancas características. Ya en la falésia, salgo al camino principal; pero de un sendero de la costa viene un pescador, que está esperando a algún otro que no acaba de llegar y retrocede hacia donde yo vengo. Me dice que al fondo viene un acantilado por el que no puedo bajar a la siguiente playa y que, hacia el interior también tendré dificultades y que lo mejor que puedo hacer es ir hacia Vila do Bispo. Yo me resisto, pues anteayer estuve a muy poca distancia de allí y, con la vuelta Sagres-San Vicente, pareciera que el avance ha sido mínimo. El pescador se va y yo continúo por el camino de tierra por el que iba y, a lo lejos, veo un coche que viene a cámara lenta ¡bien, pues así no levanta polvo! Vienen un chico y una chica y, cuando llegan a mi altura, les paro y pregunto. De primeras, me mandan también a Vila do Bispo, pero como él ve que no me hace ninguna gracia, pues me supone retroceder bastante, busca alternativas pero sin encontrarlas; finalmente me explica que hay una carretera que une Vila do Bispo con la praia de Castelejo, que está a unos tres kilómetros y tiene restaurante, pero el problema está en que, para acceder a esa estrada, no lo puedo hacer por este lado, puesto que va por la otra vaguada. ¿No me podré librar del Obispo? Al niño que fui entonces le habría atraído, pero al niño que soy ahora, en mi madura niñez, y que me resisto a perder, no le atrae en absoluto. Agradezco a la pareja sus desvelos y sigo camino adelante. Ellos son los que me han informado que la playa anterior era la de Ponta Ruiva.


El camino de tierra va muy recto y culmina en una casa deshabitada y, desde allí, al borde de la falésia, veo la playa de Castelejo, abajo, y las que le siguen: Cordoama y Barriga, ya a lo lejos; también veo el restaurante y saco foto de conjunto. Para bajar desde la casa, compruebo que el acantilado es abrupto y, aunque se ven senderos, muy arriesgado para quien no conoce el lugar; por tanto, decido retroceder el último tramo que me ha llevado a la casa, un km aproximadamente, y en el cruce, coger el camino de la izquierda (de haberlo cogido antes, habría sido a la derecha). Como veo que este camino se va escorando hacia el pueblo al que no quiero ir, y que hay una posibilidad de bajar a la vaguada por terreno que va volviéndose menos abrupto, decido intentarlo. Tiene jaras, pero creo que podré vadearlas sin riesgo.
Magullado por las jaras
Hasta ahora las jaras que había visto me parecían plantas amables, tiernas, con olor penetrante y lo menos grato era que, al rozarlas, impregnaban mis brazos y piernas de su resina pegajosa; incluso, en algunos terrenos muy azotados por el viento marino, se volvían rastreras, como creciendo en horizontal, a la defensiva; pero aquí, en esta vaguada, las condiciones climáticas son otras, las jaras han crecido con profusión y cada planta se enseñorea de su espacio. Mientras son jóvenes y sus tallos están tiernos, todas las características que he señalado antes, son hasta gratas; pero cuando sus ramas se vuelven más arbóreas que arbustivas, cogen rigidez y se convierten en madera punzante. Como ya sabéis que sólo llevo pantalón corto, en la bajada, me fui arañando todas las piernas, llegando al fondo de la vaguada muy magullado, así que por escapar del Obispo, sufrí un Calvario con derramamiento de sangre. Acabaré odiando a estas plantas que, pronto, conoceré como Cistos Ladanifer y, aún tardaré dos años en saber que son nuestras jaras. Tuve problema similar en el norte con la argoma y tendré nuevos problemas en el sur andaluz con la aulaga (o aliaga). Pero las heridas, se irían curando con la acción del yodo y la sal de los siguientes días en el mar.
Noche en Castelejo y Cordoama
A duras penas he llegado a la playa de Castelejo por su extremo más sur. La casa deshabitada está dominando la cima del acantilado. Me doy un baño. A media playa hay dos chicos con perros; se visten y se van. Me seco, me visto y voy hacia el restaurante. Baja una pareja que ha llegado en coche, pero ella retrocede para coger ropa de abrigo; él, mientras, me dice que la siguiente playa, Cordoama, es más ancha y, posiblemente, más cómoda para dormir. Lo tendré en cuenta.

Entro en el restaurante y encargo lo que quiero para cenar; me dicen que puedo pagar con Visa y, entre espera en la terraza y cena en comedor interior, me meto tres cervezas al coleto. La sopa de pescado está buena, pero lleva una hierba que no entra en mi registro gustativo ¿puede ser cilantro?; las costeletas de porco también están buenas con gran cantidad de patatas y, cuando como todo, me preparo la ensalada, que será mi postre. Así me he resarcido de no haber comido a mediodía. Los empleados hablan un portugués tan rápido, que me cuesta discernir una palabra, así que desisto de querer entender y me limito a disfrutar de la música de su falar, de los sonidos de su lenguaje. Veo que sacan unos calamares rellenos y cerrados con palillo y como este año he hecho un curso de cocina con el programa Hobetuz y al hacer los chipirones rellenos, para evitar los palillos, lo que hacíamos era: 1º sacar la cabeza con sus tentáculos y las tripas; 2º quitar la piel exterior; 3º sacar la pluma; 4º sin quitar las aletas, invertir el exterior en interior y limpiar bien el exterior que antes era interior y ya sin tripas ni pluma; 5º de la cabeza y tentáculos, sacar la tinta y dejarla aparte (mejor en un almirez o majador); 6º cortar la parte de los ojos y quitar lo coriáceo y la boca en forma de bola; 7º aprovechar la zona romboidea (dependiendo del tamaño quitando lo coriáceo) y separando la parte tubular con sus dos protuberancias; 8º quitar las ventosas a los tentáculos. 9º con los elementos 7 y 8, hacer un sofrito de cebolla (ajo, al gusto) y huevo duro y con este sofrito rellenar el calamar del punto 4. 10º ponerlos a hervir y para la salsa utilizar tomate y las tintas que hemos separado (es conveniente tener tinta en sobre de repuesto). Si se quiere, 11º la pluma se puede freír en aceite muy caliente y, aunque no tiene sabor, o lo tiene escaso, puede cumplir también una función decorativa. Bueno, parece que este diario se está volviendo guía de plantas y recetario de cocina. Volvamos al punto que me importa, que es el 4º, y que es el que les explico a los del restaurante de praia Castelejo; debido a las características de la parte más carnosa del calamar, al volver interior y convertirlo en exterior, al cocer, la piel interna se comprime y cierra, haciendo innecesario el palillo que, no sólo encarece el producto, sino que resulta incómodo para comer, pues hay que quitarlo previamente y te puedes manchar los dedos con la tinta y, aunque estamos en un mundo de despilfarro, lo principal es: ¡que el palillo no hace falta! ¿Habrá servido de algo mi información? Si alguno ha ido al Restaurante Castelejo y sigue el mismo cocinero o cocinera de 2007 y ha pedido calamares en su tinta ¿le sacaron con palillo, o no? Pago con Visa (16€) y me pongo a escribir. Como me han dado su tarjeta, voy a hacerles propaganda: Restaurante-Bar Castelejo. Manuela Barata y José Ernesto. Peixe Fresco, Mariscos vivos, Arroz de peixe, Cataplanas. Praia do Castelejo 8650 Vila do Bispo 282639777. Y la foto del castillito en la roca. Van a dar las diez cuando voy a orinar, asearme, coger agua para la noche y arrancar mañana, y me voy hacia la playa. Aunque la he visto antes, no me he preocupado de localizar el sitio más idóneo; y ahora la noche está ya oscura. Doblo por el final de la playa Castelejo y por unas pocas rocas, fáciles de atravesar, paso a la de Cordoama (nombre que no sabré hasta mañana), atendiendo la recomendación del chico de la friolera y sigo un poco adelante. Al avanzar por la playa, se ven cosas negras que me parecen algas y me dan idea de hasta donde sube la marea. Avanzo hasta una roca que me quitaría el viento, pero me parece que está algo baja y que probablemente la subida de la marea la anegue. Retrocedo y me instalo más arriba. Hoy vestido y la almohada sólo será mi toalla. La Osa Mayor me vigila y cuida a mi derecha. ¡A dormir!
¿Qué aprendizajes he hecho hoy? Que, al igual que hacía mi madre, aquí también ponen palillo a los chipirones rellenos. Que posiblemente en Vila do Bispo también podría haber visto algo bonito y tenido algún encuentro interesante, pero, en mi camino, siempre quedará algo por conocer. Que, aún sin quererlo, me puedo meter en un berengenal y salir magullado ¿es puro masoquismo? Me volverá a pasar entre Tarifa y Algeciras en 2008 y subiendo a la ermita de Betlem, cerca de Artà, en 2011.

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