miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 21 (81). Sines-Melides praia

Etapa 21 (81). 19 de junio de 2007, martes (3ª feira). Cumpleaños de mi sobrino Mikel. Sines-Vila Nova de Santo André-Melides-Melides praia.











A media noche me he levantado a orinar y relleno de arena la parte alta de la colchoneta para que corrija el fallo de la almohada; tras hacer esta operación, el resto de la noche dormiré mejor. He soñado con Isabel que daba a luz un niño miniatura; lo lleva en un capazo que se lo va dejando en los bordes más peligrosos de los sitios por los que va pasando. Me dice de lejos que grite fuerte: ¡Narciso! Para darle celos a Gerardo, como dando a entender que Narciso es el padre de la criatura y no el oficial. No me limito a escribir el sueño, sino que busco mi interpretación; ¡ahí va!: Soy bastante narcisista al narrar mi “aventura” portuguesa y, como el niño, estoy arriesgando bastante, siempre al límite, cuando voy por rocas y acantilados. Ahora que lo escribo, puedo constatar que tendré momentos peores, al pasar el estrecho de Gibraltar, en la costa gaditana, entre Tarifa y Algeciras; cuando me rompa el peroné en Sant Antoni de Calonge; y camino de la ermita de Betlem en Mallorca, donde estuve hora y cuarto sin poder salir de unas zarzas.
Nuevo día con amenaza de lluvia. Las raposas de dos pies
Me he despertado a las seis pero, como a esa hora es cuando mejor estoy, no me levanto hasta las 7:05h y en 15 minutos ya estoy en marcha. Otro pescador distinto del de anoche está con dos o tres cañas y el oleaje está igual de fuerte que ayer; me acerco para saludarle y me dirá: “¿no tes medo?” y yo, teniendo en cuenta lo que el de ayer noche me dijo, le pregunto: “¿de las raposas?”. “No”, me responderá, “de las raposas de dois pes”. Me río y me desea buen viaje. Las nubes dejan paso al sol, pero se acercan otras más. Paso junto a otro pescador con una caña, pero no hace pesca estática, sino que lanza y recoge, lanza y recoge. El tercero que encuentro me dirá: “¿Ves aquella casa blanca?” y, aunque yo no veo ninguna, hago como que sí; “pues, cuando llegues allí, tiras a direita”. Con la referencia de esa casa que voy a ver cuando llegue, voy más tranquilo. Espero que no me la pase. Por la arena, voy tratando de ir por donde ésta resulte más dura, adecuando mi pisada condicionada por el grosor de la arena y, dependiendo del lugar, unas veces mi pie se hunde más o menos; voy con sandalias de agua y avanzo más cuando piso duro que cuando no. Veo unas rodadas de coche en forma de herradura, como si un coche, al llegar allí, hubiera dado la vuelta y, también, una especie de hoyo en la arena, como si fuera una barca, con dos travesaños de madera; parece un lugar adecuado para que los pescadores cenen, unos frente a otros, charlen y no pierdan de vista la vibración de sus cañas. Sigo adelante y no acaba de aparecer la casa anunciada ¿me la habré dejado pasar? Subo a la duna y no hay ninguna traza de casa. Empiezo a ver caminos a lo lejos, pero no la gran estrada que me ha dicho el tercer pescador. Finalmente llego a la conclusión de que el pescador no me ha hablado de casa branca, sino de cosa branca, que es la duna de arena fina más blanquecina y, una vez hecha esta consideración, voy en busca del camino ancho, lo que él me había dicho: gran estrada.

Por interior hacia Santo André
Iré entre grandes bosques de pinos, que están bien roturados con caminos a izquierda y derecha, adelante y atrás. Me recuerdan a mi Monte Cerrado de Alsasua, pero a lo bestia. Como no sé hacia dónde está el pueblo, iré muy inseguro. Finalmente llegaré a un cruce con indicador de dirección: Vila Nova do Santo André y el firme se afirma.

Recogen resina de pino en recipientes, que fotografío, y compruebo que los recipientes contienen resina y agua de las últimas lluvias caídas y, cuando lo estoy haciendo, aparecen las primeras casas del pueblo. Enseguida se ponen a ladrar los perros; algunos están sueltos. Un kioskero me dice dónde hay una cafetería, primero hacia atrás, luego hacia delante. En Celeiro Doce Dom Vasco, me tomo un descafeinado en vaso largo, un croissant y un caracol (2,55€). Pago, escribo, cago, meo y me lavo. Hablo con un chico y con la camarera y me voy hacia la Junta de Freguesía a las 11:45h. Mientras estaba en Dom Vasco, ha caído un buen chaparrón. Buscando la Junta, paso por un teléfono pero, temiendo que me pudieran cerrar a las 12:00h, prefiero dejar la llamada para luego. Dos chicos que están esperando al autobús, me dicen en qué casas bajas está la Junta de Freguesía; son las que tienen las ventanas con el contorno en azul. Hasta llegar allí, me había orientado una señora con niño. Un empleado se asoma a una ventana para decirme por dónde debo entrar. Me atiende una señora que se muestra algo reticente, pero va en busca del carimbo y me lo pone en la credencial: Santo André-Santiago do Cacem, es lo que figura con dos árboles caídos en aspa y dos olas marinas y como corona una especie de muralla de castillo con tres torres almenadas; un sellito pequeño, pero coquetón. Le digo que voy a Galicia y me desea buen viaje. Bajo al teléfono. Llamo a Sara y no me responde. Llamo a MªLuisa y responde el contestador (antes no ocurría eso) y dejo mensaje de felicitación a Mikel. Según dónde esté, trataré de llamarle por la noche a Alsasua. Un señor me informa que coja la tercera a la derecha para ir hacia Melides. Otro me dice que coja la que veo pasar por arriba y que, a dos kilómetros, se estrechará y que la siga hasta Melides. Encuentro letrero de 16 km. Ya en la carretera estrecha, encuentro indicador de Praia das Carretas, que creo es la que corresponde a Santo André. Sigo adelante con mucho cuidado, puesto que no tiene nada de arcén; cuando veo que se acerca un coche por delante, coincidiendo con otro por detrás, dependiendo del lugar de encuentro, me meto entre hierbas. Se me va aclarando el sistema de matriculación portugués, pero como no hay más de dos letras, el juego de palabras es más bien bastante soso. Llego a Drescos: en la primera no hay comida; en la segunda sólo sándwiches, pero me dicen que a un kilómetro encontraré restaurante. Llegaré al Charrua; como no hay prato del dia, pido costeletas pero, como tardarán en prepararlo, me ofrecen lomo y lo acepto, aunque resultará bastante seco y el arroz que lo acompaña no ayuda; como me ofrecen sangría por 4,50€ (la media dose me pedían 3,50) me animo, puesto que casi nunca baja de 8€; añadiendo las aceitunas, pago 11,75€ Las patatas fritas estaban riquísimas y dejo sin comer tres lonchas de lomo y algo de arroz. Adiós Drescos y a las 15:05h salgo hacia Melides.

Siguiendo por interior hacia Melides
Voy bien por la estrada, pero pronto empezará a llover, primero suavemente y resulta muy agradable, después se irá animando. Me pongo la visera y algo me protege; menos mal que pronto parará de llover. Me saluda un ciclista al pasar; después será un negrito al que oigo que va hablando solo, pero no puedo asegurar que no llevara móvil con auriculares; iba sin manos en manillar y hacía una figura muy esbelta. Compruebo que el alcornoque también tiene bellotas, así que completo tres Quercus belloteros: alcornoque, encina y roble; ¿habrá más? A las 15:30h salgo del término de Santo André. Llego a un lugar que indica: praia de Melides y Campismo y no sé hacia dónde tirar. Tres hombres mayores juegan a las cartas y uno mira; pregunto al que no juega y me dice que la playa está a 4 km. Voy primero a la zona de población para ver si hay Junta de Freguesia donde me puedan orientar para dormida barata, pues el día está inseguro, pero está fechada; una chica me dirá que sólo abren por las mañanas; pregunta a unos chicos que están parados con su furgoneta, llena de cachivaches, donde ella va a montar y, tras dudar un poco, deciden hacerme sitio en la furgoneta y retiran algunos de sus trastos; agradezco y declino la invitación, con el argumento ya habitual; me dicen que para cuartos que mejor me acerque a la zona de playa y, cuando llego, se confirma lo que me decían. Cuando vuelvo a pasar por donde los jugadores de cartas (no son los de Cezanne), han parado a mirar y hecho comentarios entre sí.

Buscando posada
De camino a la praia, he visto un árbol de mimosas y olido el penetrante aroma de sus flores amarillas; también unas campánulas grandes muy olorosas. En la primera casa que pregunto, me enseñan una fachada con puerta destartalada que, para entrar al cuarto que se alquila, me obliga a  sortear unos cuantos obstáculos; al principio me piden 25 y me rebajan a 20€, pero me sigue pareciendo caro para las características de lo que me ofrecen, así que sigo hacia otra casa cercana, donde la señora que me atiende me pide 20€ y, sin regateo, acepto la habitación que me ofrece. El cuarto está en un jardín, tiene un hall de entrada con sofá, donde estenderé la toalla para que se termine de secar. No consigo que la ducha salga caliente; el gel que me doy parece más una crema para después del baño, pero luego se irá fácilmente con el agua; me visto y voy donde la dueña para que me preste aguja, hilo y tijera; así mismo le pido alcohol para limpiarme la marca que me han ido dejando las tiritas en los pies, pues parece como si siempre los llevara sucios. Aprovecho que tengo tijera, para cortarme las uñas de los pies y me doy alcohol en la parte baja rajada del pie derecho, correspondiente al anular; coso el fondillo del pantalón azul y los bolsillos del gris; lavo las tres prendas que me he quitado y la visera, que ya va cogiendo pátina del tiempo, y devuelvo a la señora todo lo prestado, menos los algodones. La casa se llama Sesmarias da Casinha y la dueña tiene un hermano al que le gusta mucho caminar; está deseando estar reformado para poder hacer largas caminhadas; vive en Lisboa; hizo dos semanas andando por las Canarias. Le digo a la señora que me he duchado con agua fría y le dejo la llave para que mire si se ha acabado el gas.

Un paseo hacia la playa
Voy hacia la playa en paralelo a un lago y voy acercándome a su confluencia con el mar; pero, cuando llego a la playa, veo que la propia arena interfiere la salida del lago al mar (luego, desde la casa lo dibujaré); hay una franja ancha de arena, por donde pasaré mañana. Podría haberme quedado allí a cenar, pero ni me gusta lo que ofrecen, ni el lugar, ni la gente que veo por allí; pareciera una comuna de extranjeros de otra época. No debiera hacer una valoración tan negativa sin conocerles, pero es la primera impresión y no daré ocasión para contrastarla. Posiblemente estén allí, en el grupo, los que se brindaron a traerme en su furgona. Hablo con dos chicos que están dentro de un coche y me informan de que la costa que veo a lo lejos es la correspondiente al cabo Espichel, hacia donde iré después de cruzar a Setúbal y pasar la serra d’Arrábida, que también se ve. También me dicen que el faro que ayer vi al ponerse el sol, está en medio del Atlántico; ¿será el que veré a la salida del Tejo, saliendo de Lisboa? (Lo del medio del Atlántico, no deja de ser una exageración). Les agradezco su información y me desean buen viaje. Vuelvo a casa y cojo la llave; al abrir el grifo de la cocina se enciende el gas, así que no hay problema de combustible (aunque no sé si la señora habrá cambiado o no la bombona).

Dibujo mi casa en Melides

Salgo al jardín y dibujo el lago, que no llega a salir al mar, la costa y las casitas de alquiler; la mía es la nº 2: casa, lago, arena, duna y mar. Me abstengo de dibujar la ropa tendida. El cielo continúa nublado, pero ya va despejando. Dibujando, se me ha hecho un poco tarde. Subo al camping y pregunto por el teléfono; hay tres, y los tres están libres. Primero llamo a Sagrario a casa y no me coge; llamo al móvil y no me oye; cambio de teléfono y consigo hablar; están volviendo de Donostia hacia Alsasua y le digo que felicite a Mikel de mi parte, que ya no volveré a llamar.
Primera cena muy acompañado
Voy a cenar con pocas ganas y me ofertan menú especial de campista, aunque no esté acampado. Veo que a un señor le han sacado grâo de bico (garbanzos) y hacen un apaño para meterlos en mi plato; para podérmelo comer le quitaré casi todo el cilantro y la cebollita, que están muy fuertes. Las costeletas de cerdo están muy secas y ni con dos copas de vino conseguiré pasarlas; dejo la aceituna negra para el premio final. El puding de postre es lo más rico, pero resulta escaso. Pago 5,85€, por ese dinero no se puede exigir mucho.

Me pongo a escribir y le hago una pregunta a la encargada. En la televisión anuncian nubes y claros para mañana y temperatura agradable. Pido que me sellen la credencial, pero tenía que haberlo hecho antes de que cerraran la oficina del camping, cuando pregunté si había techo disponible para pernoctar, antes de alquilar la habitación. En ese momento, me doy cuenta de que he perdido la credencial, así que, dejo todo y salgo corriendo hacia el teléfono pero, cuando llego, allí no está; ya de regreso, veo un papel blanco que destaca en la noche, en el suelo y, efectivamente, será mi credencial. Aunque no es fundamental para este viaje, me alegra recuperarla. Como en el bar no tienen carimbo, hoy me quedaré sin sello. Al ir a hacer otra pregunta, me acerco a una mesa donde está un hombre con una baraja (un ilusionista de cartas) y, al no saber portugués, ni él castellano, no puedo interaccionar con él.





 Más tarde se sentará a cenar a mi lado Hugo, un chico de Setúbal; Conceição tomará una infusión con pan untado en aceite y se sentará frente a mí y Rubén que se sentará enfrente de Hugo. Charlaremos un rato; me dirán que praia Galé está antes que Carvalhal y praia Comporta, después y que, entre Melides y Carvalhal está Aberta Nova, que es la praia de Grandola y que no supo ubicármela bien en su papel el profesor Pinto. A Hugo le parece correcto el precio que pago por el cuarto, pero lo compara con lo que paga él en Setúbal, que es la capital de la zona y este lugar no deja de ser un pueblucho, aunque costero, sin por eso quererle quitar nada; también le parece bien lo que cobran en las pousadas de juventude. Se maravillan de mis diseños (y eso que sólo he hecho 8 dibujos y soy principiante). Conceição me regala una estampa de Jacinta con medalla de Fátima; en el dorso viene la Oração do Anjo. Una de las frases dice: “Peço-Vos perdão para os que não crêem…”. Aunque no hemos hablado sobre el particular, Conceição intuye que soy un no creyente, que yendo solo, “¿sozinho?”, por la vida, estoy en peligro: “¿no tes medo?”, es el tema que se repite y necesito una imagen protectora; no sabe ella que antes me protegía Paulo de Rogil, y ahora es ella misma, Conceição, quien vela por mí.


Una foto de recuerdo y agradezco a los cuatro la atención prestada; “¡Bon viajem!”, me desean y me voy. Yendo para casa me encontraré con muchos mosquitos que, en el bar, no molestaban pues eran enormes y se dejaban fácilmente aplastar. La gente los cazaba a palmadas. Escribo y a las 22:45h me acuesto.
¿Qué he aprendido en este día? Que cuando alguien me regala algo, lo debo aceptar pues, desde la perspectiva del donante, es algo que cree que me hace falta. Otra cosa es que en el diálogo podamos discrepar e incluso, si se muestra poco o nada respetuoso con mis ideas, defenderlas encarecidamente. Para mí, Conceição es una mujer muy primigenia, tan influida por la iglesia como yo, crédula, que todavía no ha reflexionado lo suficiente. Y le agradezco de corazón su regalo, y lo conservo. Que la pérdida de la credencial quiere decir algo y yo creo que significa: que me olvide del camino de Santiago y que haga mi propio camino; sin embargo, la intuición, que me ha llevado a reencontrarla, y mi voluntad, harán que llegue a puerto y, por eso, os puedo dar pormenores de ella.

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