miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 17 (77). Odeceixe-Almograve


Etapa 17 (77). 15 de junio de 2007, viernes. Odeceixe-Azenha do Mar-Zambujeira do Mar-Almograve.


















Cambio de provincia y de mapa





Fin del Algarve y comienzo de la Costa Alentejana
A las 7:00h entra la claridad del día; me levanto y cago. Me ducho con agua caliente y acabo con fría y me seco con mi toalla azul. Guardo la almohada en el armario y recojo mis cosas. Cuando termino son las 7:45h y espero a que José António se levante, ojeando el periódico Público en la sala. Tiene buena pinta. Por la parte de atrás, subo a la terraza y veo que la marea está baja, buena para pasar al otro lado del Odeceixe. Empiezo a oír movimiento en la habitación de Cerejo y veo que éste sale con la toalla amarrada a la cintura para ducharse, así que, antes de que se meta en la ducha, me despido de él agradecido de su hospitalidad y me da su teléfono, por si lo necesito. Me indica un camino, pero yo opto por el que ya tengo pensado. Se mete en la ducha y, cuando abro la puerta, Max se escapa. Como ya me lo había advertido, le grito al amo desde la puerta: “Max se ha escapado, para darse el baño en el río”. El perro se queda jugando con otros perros, baja a la playa, me sigue al río, lo cruza conmigo, pero no se baña, como decía José António que solía hacer, y me sigue por el otro lado.

Con Max por el Baixo Alentexo
Había previsto cruzar el río por la zona de playa más próxima al mar, donde el río parecía menos profundo, pero como he visto que bajando directamente de las casas hay un camino al otro lado, decido cruzarlo por ahí. En el centro del río, he tenido que agarrarme mínimamente los bajos de los pantalones para que no se me mojaran. Ya en el camino, como veo que el perro me sigue, chasqueo la lengua para que se vaya, pero no lo consigo. Llego a un prado con vacas y compruebo que asustan a Max; recula y abrigo la esperanza de que se quede allí; pero en vano. Llego a una langa enganchada con una cuerda que deberé soltar; le vuelvo a amenazar para que se quede donde se ha sentado y no pase conmigo pero, al poco tiempo, compruebo que también ha pasado. Estoy negro. Por fin, hacia las 9:00h, dejaré de verlo. ¡Adiós Max! Aunque de pequeño, siempre tuvimos perro en casa, y siempre eran perros de caza, puesto que mi padre era un magnífico cazador y los adiestraba muy bien, nunca he querido saber nada con los perros. Creo que un perro en la ciudad no es donde mejor puede estar y menos en un piso; el perro necesita aire libre, esparcimiento, que corra por el monte, como lo hacían la Linda, la Bat, el Dic, que eran de raza puingter, setter y setter-cocker. El último se volvió agresivo y hubo que matarlo. Cuando viví en San Sebastián, teníamos al Foc, al que se le sacaba por la ciudad, pero que se puso muy gordo y murió de viejo; creo que esta última experiencia supuso mi definitivo rechazo a tener a estos animales en casa. Creo que este paseo con Max, además del de ayer noche en el coche y haber pasado la mañana con él en la sala, tendrá consecuencias que luego relataré.

La lluvia me trae recuerdos
El paseo es arenoso a ratos y llegando al primer pueblo empezará una especie de lluvia fina que me dará en la nuca y me recordará a nuestro xiri-miri o calabobos, como también lo llamamos; la chuva y los chuvascos (que no son sólo vascos). Mientras la lluvia permanece fina, todavía tengo tiempo y gusto de fijarme en las variedades botánicas, con infinidad de aromas: manzanilla, tomillo limonero… ¡Qué placer para los sentidos! Recuerdo a Saravi. Santiago Rámos Vicente, nos enseñó “in situ” plantas que nacen en las paredes, en los bordes de las carreteras y de los regatos, en un paseo urbano por Irun, de la mano de Otea, una asociación de amantes de la naturaleza, dirigida por Txema Sánchez y que desapareció hará casi quince años. Hicimos una visita a la reserva más grande de buitres del País Vasco, en la zona de Valderejo, en Álava; un paseo por la rasa intermareal en la zona de Loia, en Hendaia, de la mano de Iñaki Estonba y otro por la zona de Jaizkibel, hacia el puerto de donde los romanos recogían las losas de arenisca para la construcción de la ciudad de Oiasso; por el camino pudimos conocer la armedia euskadiensis, el ametz (roble autóctono) y otras especies vegetales, con Mikel Etxaniz, responsable actual del parque Natural de Plaiaundi. ¡Qué tiempos aquellos, que ahora rememoro! Bueno, volviendo al Alentexo, observo armedias y unas flores que desconozco, son lilas y con cuatro hojas lobuladas que, al principio me traían el recuerdo de las clavellinas, como las que recogía mi suegro para hacer ramilletes, al igual que lo hacía con las violetas, que solía regalar a las taquilleras de los cines Príncipe y Miramar, en Donostia. ¡No ha llovido nada desde entonces! Estas no pueden ser clavellinas, puesto que no tienen hojas dentadas y, además, les falta el aroma característico a clavel.

Cuando la lluvia arrecia, avisto el puerto de Azenha do Mar y saco dos fotos, una de lejos y otra de más cerca, donde se aprecia la parte que el puerto aprovecha la naturaleza rocosa del lugar.
Esperando a que escampe
Subo al pueblo y desayuno (1,80€) un descafeinado largo de leche y dos pasteles, uno de almendras y el otro parecido a los borrachos de Bergera, en Alsasua, pero a lo bestia (dos o tres veces más grande). En el interior del bar está bastante oscuro, pero consigo la luz justa cerca de la ventana como para poder escribir el diario. Pregunto a tres mujeres si Azenha tiene concello, pero me remiten a São Teotónio que, como está en interior, tendré que esperar a Zambujeira para obtener mapa; ahora no voy cómodo sin él. Son las 10:45h y parece que ha dejado de llover. ¡Por fin encienden la luz! Pregunto a un chico si hay camino por la falésia y me dibuja una carretera con desviación a la izquierda hacia Carvalhal. Encuentro unas tierras cultivadas muy geométricas: ¿lechugas?

Primer baño del día
Siguiendo el camino, encontraré a un hombre cogiendo caracoles y me dice que continúe hasta el cruce. Allí encuentro una señal de acampada y, al llegar al camping, veo que también se lee la palabra Turismo, así que entro y pregunto a un encargado del camping: “¿tiene mapa del sudoeste alentejano?” y, aunque me dice que no lo tiene, le parece estupendo lo que estoy haciendo. Me despido y bajo a la playa de Carvalhal. Aunque ya ha dejado de llover, el día continúa gris, pero hace calor, me desnudo y me doy un baño en playa vacía.

Como estoy solo, me canto mi propia música y bailo con gestos muy exagerados con el fin de que me vaya secando más rápidamente sin usar toalla. Veo que por la cuesta aparece un coche que se para y sigue, así que antes de que llegue me empiezo a vestir y cuando me voy dirigiendo hacia el acantilado, aparece un matrimonio joven, Bruno y Grazinda que, antes de salir hacia Odeceixe, pasean por la playa. Hablamos y les gusta el viaje que estoy haciendo. Nos despedimos y les fotografío, saludándome en la playa, desde la cima de la falésia. Ellos también me fotografían a mí. En la imagen, son miniatura.

Comida y recogida de documentación
Después veré a otra pareja que también está mirando la playa y 20’ antes de llegar a Zambujeira do Mar arreciará la lluvia, así que sin mirar mucho, entro al primer restaurante que se me presenta: Mar e Sol. Pido sopa del día, filetes de pescada y vino. Como no tengo mucho que escribir, puesto que ya lo he hecho en Azenha, pido la cuenta, pago 10,50€ y me voy. La chica que me ha atendido me dice que la oficina de Turismo está a la vuelta y la informante que me atiende, me echa el carimbo, donde leo: Junta de Freguesía de Zambujeira do Mar. Odemira. Así que tanto São Teotónio, como Odemira, a la que pertenecen, se encuentran en el interior; Odemira más al interior aún; así que no visitaré ninguna de las dos.







Me dan también un plano pequeño, pero que consideraré suficiente para dos o tres jornadas; pido tijeras y lo reduzco de tamaño allí mismo. También me había ofrecido otro plano que me pareció menos interesante y lo rechacé. Además me dará el librito de Pousadas de Juventude, que me será muy útil para elegir algunos lugares donde pernoctaré. Una vez estudiado, y como anuncian los dos días siguientes como lluviosos, es lo que me anima a buscar la próxima pousada en Almograve que, aunque no está cerca, tengo toda la tarde para llegar. Por la mañana, después de praia Carvalhal, he buscado carretera, puesto que el suelo por la falésia esta muy embarrado, así que la praia de Alteirinhos, que figura en mi lista como de nudismo tolerado, quedará para mejor ocasión.

Mordido por un perro
No hay mucha circulación por la carretera y, al entrar en Entrada de Barca, pregunto a un pescador y a un barman y me recomiendan que coja un camino a la izquierda antes de llegar a Touril. Creo que hacerles caso ha sido un error, porque me pierdo entre un grupo de casas semi-aisladas; pero también tiene su lado bueno, ya que al continuar lloviendo, me puedo cobijar bajo el porche de una de ellas. Es una casa alquilada por un matrimonio con niño; es su primer dia y todavía no conocen la zona y son los que me dicen que lloverá hasta segunda feira (lunes) ¡Resignación! El tiempo es cambiante, aunque nunca con sol, pero con lluvia y calor a ráfagas. Cuando el matrimonio se va, empieza a amainar y decido salir en dirección al farol de Cavaleiro. Con estas decisiones de ir a Touril primero, me pierdo la segunda playa de nudismo tolerado del día: praia do Esguincho; así que ni de ésta ni de Alteirinhos podré dar información. No serán las únicas que no veré en el viaje. Pasado Touril, por la carretera, voy caminando por carretera sin apenas arcén y en una recta muy larga con alguna casa aislada cada cierto espacio, y yendo por la izquierda como las normas recomiendan, tendré una mala experiencia. Al llegar a una de esas casas que se encuentra al otro lado, salen dos perros lobo enormes, los dos salen ladrando al caminante, uno de ellos se queda ladrando al otro lado, pero el otro cruza la carretera, se acerca a mí, me “muerde” en la córcova de una rodilla y se va. No ha sido una mordedura, sino que simplemente me ha apretado con sus dientes como diciendo: “observa que te puedo morder”, como si fuera un aviso. Grito varias veces, pero nadie sale de la casa para que se haga cargo de sus perros indebidamente sueltos y mal adiestrados, puesto que sólo debieran atacar en caso de que alguien penetrara en la propiedad que defienden. En la siguiente casa de la izquierda veo a un hombre que está quitando las malas hierbas de su jardín; le pido que me mire la zona mordida, ya que yo no me la veo bien, y me dice que no tengo ninguna señal de mordisco y me avisa de que en la siguiente casa hay perros pequeños. Espero que estén atados.


Ya se me ha pasado el susto y más sabiendo que podría haber tenido consecuencias peores. No entiendo cómo los perros pasaron al otro lado de la carretera. Al contar el caso, últimamente, un amigo me dijo que posiblemente habrían olido en mí a Max, el último perro que aquella mañana dejé saliendo de Odeceixe. Dejemos que lo averigüe el juez. En Vala fotografío pinar y campo de cereal.
Decisión de no ir al Faro Cavaleiro y seguir a Almograve
Veo una cigüeña paseando por un terreno y luego veré otra volando; distraido con ellas me iré olvidando del perro. Un cartel me indica que todavía estoy en la freguesía de São Teotónio y, llegando a un cruce, me indican que si voy al faro Cavaleiro, tendré que hacer tres kilómetros de ida y otros tantos de vuelta; mirando en el mapa parece que esto no es así, puesto que hay carretera hacia Almograve desde el faro, pero como me lo dicen con tanta seguridad, me lo creo. Aunque ya no llueve, tengo ganas de llegar a ver qué me dicen en la pousada, así que tomo la decisión de olvidarme del faro (el farol, como dicen ellos). Cuando cojo la carretera nueva, me para un señor que va en su motocarro, limpia de cosas el asiento del copiloto y me invita a montar. Agradezco el gesto, pero le explico que estoy haciendo caminata a pie; creo que se va sin entenderlo muy bien. Por fin, aparecerá Almograve. Con ayuda de dos chicos que me orientan y después de una rotonda (la redonda, será el equivalente; también algunos la llaman así en España), derecha e izquierda, aparece el albergue. Saludo a una pareja que acaba de aparcar el coche; como se ve que ya son residentes, les dejo pasar. En recepción, aunque no soy alberguista, me admiten presentando la credencial del caminante a Santiago y contrato dos noches, con desayuno de dos días y comida y cena de mañana (34€). Espero sean dos días tranquilos. El carimbo que me han puesto en la credencial pone: Pousada de Juventude. Almograve y representa un dibujo en el que distingo tres personajes y algo más que no está claro; parecen personas en vacaciones.
Un alicantino de Villena, deja muy mal el pabellón hispano
En la habitación que me han asignado hay otro ocupante, al que conoceré poco después. La primera impresión es bastante mala y pronto suspiraré para que mañana se vaya. ¡No caerá esa breva! Para que comprobéis la calaña del individuo, nada más conocernos, la primera pregunta que me hará será la siguiente: “¿También es usted de los que quieren separarse de España?”. ¡Mal comienzo! No tengo ninguna duda de que, si todos los españoles fueran como él, mi respuesta sería afirmativa; mi experiencia es que es minoritario el tipo de personas que, como él, el camino me ha deparado. Llamo por teléfono a Sara, pero está en las Landas, liberada de niños, y hablo con Josu; me da la buena noticia de que Lander ya está bien y que ha ido a la ikastola. Entro en un restaurante que ofrece chocos a la algarveña; pregunto al cocinero cómo son y me presenta una cazuela grande, como chipirones grandes, pero sin tinta; me añade si quiero patatas fritas y le digo que no. Sopa de verduras del día, aceitunas, media de vino y un cornete de helado de nata (11,40€), el lugar se llama Sabores e Mar. Cuando vuelvo al albergue, me meto en la cocina, donde cena el alicantino lo que se ha comprado en el super y me pongo a hablar con él ¡a ver si mejora mi primera impresión! Me muestro como soy, encantado con mi paseo por Portugal, poniendo énfasis a mi gusto por lo que estoy haciendo y atreviéndome a decirle cosas que pongan en evidencia y vanalicen su negativismo. En otra mesa, cenan la recepcionista y algunos otros empleados. Salimos del comedor y, en recepción, encuentro a la pareja que ha cenado en la mesa de al lado en el Sabores e Mar; son franceses, él de Bretaña, y empezamos a hablar de mi viaje. Son dos grandullones, muy receptivos a lo que les cuento. Se oye música y el alicantino quiere alargar el día y se va a la zona de ambiente de la pousada. Aparecen por recepción el matrimonio que con su mujer y su niño han cenado en otra mesa. Preguntan si todavía durará mucho la música, pues tienen un niño problemático para dormir, que le cuesta mucho coger el sueño. Cuando todo el mundo ha ido desapareciendo hablo con la recepcionista que está quejosa del alicantino, pues lo primero que ha dicho ha sido cosas negativas hacia los portugueses: “¡Para qué viene a Portugal!”, dirá. Intento, con mi conversación, equilibrar la balanza. Me voy a dormir, pues hoy ha sido un día ajetreado; quizás el día en que he hecho más kilómetros: entre 35 y 40. Ya había dejado hecha la cama: bajera, encimera y colcha ligera. Me ducho en ducha con lanzamiento potente de agua, empezando con caliente y terminando con fría, y a dormir; creo que cuando llega el de Villena ni me entero.
¿Qué aprendizaje ha sido el que me ha deparado el día? Que mucha gente me dice que llevar un palo, como bastón y como protección, me puede venir bien y hoy podría haber sido uno de esos días, con los perros de Touril pero, por otro lado, creo que por lo de hoy, y por el perro que me saltaba dando bocanadas a la entrada de Redondela, no quedaría justificado y sigo teniendo claro que me traería más problemas que beneficios; me resultaría un estorbo para bajar falésias y andar por rocas marinas. Que tener un compañero de habitación que me desagrada, no va a alterar mi gusto por el viaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario