miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 28 (88). Catalazate-Praia Ursa

Etapa 28 (88). 26 de junio de 2007, martes (3ª feira).Catalazate (Oeiras) -Estoril-Cascais-Cabo Raso -Cabo da Roca-Praia Ursa.
Despertar en Catalazate
Habitación 104. Me levanto, cago, afeito, lavo y cojo boli para escribir el diario y hacer las sumas de los gastos; llevo gastados 763,70€ y voy equilibrando los pagos de las dos tarjetas Visa: Lector-10 (145,54€) y Caja Laboral (143,50€). La ropa de cama se queda puesta, y me dicen que ellos la retirarán. En recepción hay un grupo de chicas y chicos portugueses y hablamos de lugares por los que ya he pasado en mi recorrido; les enseño mis diseños y me pongo a escribir el diario. Otro grupo se enrolla con la alemana, que ya está sentada en su sillón; no tenemos ningún espíritu de competición, de saber quién tiene más capacidad de convocatoria. Como son las 8:00 y hasta las 8:30h no abren el comedor, me propongo poner las señas en las postales, decidiendo qué postal enviar a quién y, me gustaría, escribir y enviar al menos la de Bebevientos, contándoles mi experiencia con el grupo de teatro de Palmela. Baja a desayunar la familia de Badajoz y aún no he acabado de poner las señas, pero, cuando me incorporo al comedor, todavía tengo margen, algo justito, para ponerme en su mesa (cuelgo mi mochilita Visa en una silla). Con los niños, a la familia le cuesta más recolectar el desayuno; y yo tomo: zumo, bocata de york y queso, dos rebanadas de pan con mantequilla con un membrillo muy seco (no vi la mermelada, que había), yogur y café con leche. Creo que con este desayuno voy suficiente. Últimas anécdotas y despedida. “¡Escribiré!”, les digo.

Un nuevo mapa hasta S.Loureço, al norte de Ericeira
Voy a Turismo, que está muy cerca de la pousada, y del plano que me ofrecen, recorto un trocito que, al ser más grande, es más sensible a los avances; en poco trecho se avanzan muchos centímetros, pero no da buenos datos espaciales; así que me quedaré con el que llevaba. Salgo y echo la postal para Bebevientos, que he conseguido terminar, en un buzón del puerto; y ya estoy en marcha.

Voy por el paseo marítimo por el que ya caminé ayer y hablé con los de Maré Viva, donde hay muchos niños con sus monitores; se ve que ya han empezado las salidas veraniegas. Una señora mayor y una chica joven pasean a la par y les digo: “dicem que acabase o mondo”; me confirman, viendo tanto niño, que no y sigo camino adelante. Tanto en  la playa de la Fortaleza, como en la siguiente, los grupos de niñas y niños se diferencian por la camiseta o por el color de la visera. No hay peligro: ¡No se acaba el mundo! Se ve que, son excursiones de final de curso con sus profesores o grupos de actividades de verano con sus monitores. Esta ya será una constante en las playas siguientes en los próximos días y también con escolares mayores. Los de Maré Viva ya están paseando y organizando la jornada. Entre S.Pedro y S.João de Estoril, encuentro a un chico del Servicio de Inspección de la Calidad de las Aguas de la Costa, que va hablando por el móvil, a la vez que graba el contenido de la conversación y va haciendo un reportaje fotográfico; le cuento lo que estoy haciendo y me desea buen viaje. Después del inspector de aguas, veo un BBVA, cruzo la carretera, entro y me dicen que el cajero está al otro lado. Salgo y me da todo en billetes de 20 y de 5€ y vuelvo a entrar para que me cambiaran por 4 de 50€. La tarjeta Servired no me permitía sacar los 300€ que quería. La comisión que me cobran es del 4%, que es una bestialidad, pero entonces o no me di cuenta o ya lo tenía asumido que iba a ser a sí. Un regalo al banco de 8€, por disponer de un dinero que es propio, duele. Veo a los de Maré Viva de Estoril, un chico y una chica; me dicen que ellos no escriben nada, sólo lo comunican de palabra y son sus superiores quienes trasladan el contenido por escrito. Aunque no consigo ver el casino, reconozco la praia de Tamariz por el castillo, y así sé que estoy en Estoril. Hoy me parece la playa más pequeña que las otras veces que estuve aquí, y no creo que sea por la marea alta. Por ahora, casi todo el camino que estoy haciendo esta mañana, lo hago por la costa, poca estrada y paseos peatonales cercanos a la arena.
Regatistas en Cascais
Enseguida llegaré a Cascais donde, en unos días, se va a celebrar el Campeonato Mundial de Vela Olímpica, donde España se juega la participación en la próxima olimpiada. Hablo con Antón Paz, regatista de Vilagarcía de Arousa; le deseo suerte en la competición y él a mí buen camino; si estuviéramos en Galicia, me habría dicho “¡Ultreya!” Luego veré a Arnand Dessouger y le doy una palmada (ni sé de qué nacionalidad, ni tan siquiera estoy seguro de haber escrito bien su nombre). En el puerto se ve mucho movimiento de nautas y técnicos “¿habrá alguno de Santiagotarrak?”, me pregunto, y veo cómo algunos regatistas se entrenan también haciendo recorridos en bicicleta; se que son regatistas porque llevan una txartela bastante aparatosa. Antón Paz me ha dicho que hay alguno de Hondarribia que también va a competir. Me acerco a tres coches con matrícula española que parece pertenecen al comité organizador, pero están conducidos por portugueses.

Pataniscas para comer
Veo la Boca do Inferno y como está muy protegida por alambradas para que nadie se caiga, me costará sacar una foto decente. Poco después llego al restaurante Dom Grelhas enmarcado en un conjunto urbanizado que se llama Casa da Guia y que pertenece todavía a Cascais, aunque está a las afueras. Como una sopa rica, con espinafre y algún grao do bico (1,75) y pataniscas de camarón (8,50) + cerveja y café (12,75€) que pago con Visa-Lector 10. He comido en la terraza, con la gente paseando por camino próximo, aunque el recinto queda cerrado por esa parte. Las pataniscas se pueden olvidar, son como tortitas de bacalhau, parecidas a las que comí con Eduardo en Huelva, aunque esta vez tengan camarones. No creo que vuelva a pedirlas en lo que me queda de viaje.






Tras el café, haré un dibujo de la costa más próxima: un pequeño cabo y la de Caparica hasta el cabo Espichel, al fondo. Termino el dibujo y me voy.





Estamos cerca del Farol da Guia y me acerco; arrecia el viento que, a ratos, se pone muy desagradable y me obliga a quitarme la visera para que no me la vuele.

El viento me dificulta llegar al cabo da Roca, el más occidental del continente




Me acerco al cabo Raso, saco foto del farol y, al doblar, ya puedo ver a lo lejos el cabo da Roca, el más occidental del continente europeo (más que Fisterra y más que Touriñán). Unos trabajadores colocan un tendido de alambre al otro lado de la carretera; creo que sólo les queda por tender el alambre más bajo ¿el último?

Al dar la curva, se empiezan a ver alguna de las praias que están antes que el cabo da Roca: Cresmina y Guincho; para llegar a Abano me obliga a salir de la carretera que lleva a Malveira y sólo la podré ver desde arriba. Todo este tramo, hasta empezar la ascensión al cabo, no la podré disfrutar, ni me acercaré a ninguna de las tres playas; al pasar por Guincho el viento es tan fuerte que me hace recordar al chorro de granalla, donde se desbarbaban las piezas de hierro y acero fundido desmoldeadas en la fundición donde trabajé durante 24 años (algunos que me lean dirán: “pero si éste, en todo el tiempo que trabajó en Fundiciones del Estanda, no bajó de la oficina” y, casi, tendrán razón); a lo que iba; ese recuerdo del chorro de granalla, y creo que ningún trabajador de aquella empresa se metió en el chorro mientras estaba funcionando, es debido a que el viento, al chocar con la duna, que está a mayor altura que la carretera, desplaza las partículas de arena, me hace mucho daño en piernas y brazos y se me mete por el cuello, que también es desagradable; además la arena tapa media carretera, lo que hace que ni yo, ni los coches, vean bien su trazado, que queda oculto por ella; los carros tratan de evitar la arena y hacen maniobras difíciles que no controla el caminante, que bastante tiene con protegerse de viento, arena y coches.

Acaba Cascais y, pronto, empezará Sintra
Aquí se acaba Cascais y empieza Alqabdaq con su freguesía de Alcabideche en el interior, que no veré. Ambos nombres de claras reminiscencias árabes; el primero me trae a la mente a Alqaeda. Este término municipal acabará pronto y, en seguida, aparecerá Sintra y su sierra, todo enmarcado en el Parque Natural Sintra-Cascais, por el que pasaré hoy y casi todo el día de mañana. Los lugares más destacados estarán al interior; primero Sintra, con su Palacio Nacional, el Castelo dos Mouros y el Palacio da Pena, y más al norte Mafra con su famoso convento, que inmortalizó, en una historia de amor, los amores de Blimunda y Baltasar. José Saramago, en su Memorial del convento.








En la costa, lo más destacado será el Cabo da Roca, hacia el que estoy ascendiendo, y donde me pilláis, desequilibrado por el viento. El arbolado es magnífico pero, con tanto viento, impone. Cuando estoy subiendo hacia Malveira da Serra, aparece un autobús que pone Alza, el chófer me toca el cláxon y me saluda, dándome la sensación de que me conoce, pero yo no sé quien era; como no para, no puedo saber nada más ¡lástima! Llego a la desviación a Biscaia y una joven de color, que espera al autobús, no me sabrá decir cuántos kilómetros me faltan para llegar al cabo, ya que ella nunca ha ido. En Azóia, cojo agua de grifo municipal y un vecino me dice que a un kilómetro tengo la desviación hacia praia Ursa y a 2km el cabo.

Cuando llego al cruce, me doy cuenta que el letrero indicador está sólo para los que vienen del cabo, como si la voluntad del ordenador del territorio sea que, tanto carros como caminantes, visitemos primero lo importante del lugar, el finis-terrae del continente europeo, y luego vayan a solazarse a la playa con su impresionante osa (ursa). Primero subo al farol pero, aunque hay un carro a la puerta, todas las puertas están cerradas a cal y canto. Llamo a alguna, pero no obtengo respuesta. Había visto las playas que pasé bajo el chorro de arena y no saco foto pensando en que desde el faro las vería mejor; pero ocurre que desde aquí ni se ven; así que me quedaré sin foto de ellas. ¡Qué pena!

Primera visión de la gran roca: Ursa
Bajo al puesto de turismo, donde me sellarán la credencial, pero no será la del farol, como en el cabo San Vicente, sino la de Cámara Municipal de Sintra. En el carimbo viene el escudo y pone también Cabo da Roca. Me quieren dar información en papel, pero la rechazo, para evitarme peso. Subo de nuevo al farol, pero intento subir en vano. En vista que del lado sur no veo vista interesante, saco la visión del lado norte, donde vislumbro unas rocas que me hacen pensar que puede ser la praia Ursa.




Frederico desnudo
Retrocedo hasta el cruce y arranca  camino  suficientemente ancho como para pensar que va a ser fácil llegar a la playa. ¡Será un espejismo! Llego a una esplanada donde las autoridades de Sintra se curan en salud de lo que pueda pasarle al caminante si se arriesga, anunciando una playa peligrosa y no vigilada. Pensando en que el roquedal que se adivina allá abajo, no puede dar paso a una playa, intento coger caminos que me van llevando más al norte pero, está claro, que el camino se orienta cada vez más hacia las rocas. Se empieza a vislumbrar una playita y, cuando estoy llegando, al único que veo es a uno que ya está vestido y marchándose por otro camino; al menos me sirve para ver por donde asciende para imitarle mañana. ¡Lástima!, pues me quedo sin informador. Antes de llegar a la arena, paso un pequeño riachuelo que forma un salto de agua de unos 5-6m de altura y consigo bajar descolgándome entre rocas; nada más pisar la arena, encuentro a Frederico desnudo. ¡Me llevo un alegrón! Ya no estaré solo. Saludo, me desnudo y me doy el baño vespertino. Para secarme, me voy a los dos extremos de la playa de arena y saco fotos (me quedaré sin la última del rollo, Ursa con Frederico, como me viene pasando en casi todos los rollos de diapositivas). Parece que el muchacho quiere estar tranquilo, sin que nadie le moleste, tomando el sol. En esta playa estamos muy bien, protegidos del viento; disfruto del marco en que me encuentro, aislado del mundanal ruido, sin salteadores de caminos y con la enorme roca que da nombre a la playa y que conforma un paisaje que contrasta la horizontalidad del mar con la verticalidad de la ursa. En mi lista de playas nudistas de Portugal se lee: “Playa da Ursa. Sintra. Nudismo tolerado. Pequeña y semisalvaje playa aislada, respaldada por un alto acantilado y vegetación baja, alejada de poblaciones, situada en el Parque Natural de Sintra-Cascais, no cuenta con ningún tipo de servicios, el acceso se realiza por la carretera forestal 247-4 en dirección al cabo da Roca tomando un desvío a la derecha por un camino de tierra en mal estado dirección Playa da Ursa, finalmente hay que descender a pie por una pendiente fuerte y difícil.”  A pesar de que, una vez leído, la tentación de no arriesgar es alta y, más que invitadora, la leyenda parece que pretende ser disuasoria, yo estoy encantado de haber bajado, pues el lugar es precioso y muy a propósito para mi intención de pasar allí la noche.

Frederico una conversación y una ayuda
Sólo cuando Frederico da muestras de salir de su letargo, le pediré colaboración e informes de lo que él conoce y a mí me puede venir bien. Entre otras cosas, cuando le cuento que tengo intención de dormir allí, me ensañara un lugar, una especie de aprisco de piedras protectoras del posible viento marino, que me parece adecuado y donde montaré mi dormitorio; el suelo es de arena; al fondo hicieron fuego, trataron de quemar los restos de espinas de los peixes que comieron, pero no lo consiguieron en su totalidad y aún quedan restos; tampoco limpiaron una cacerola, así que hay algunas moscas revoloteando; también hay dos revistas de actualidad y cotilleo, tan deplorables en su contenido como las españolas y algún botellón de agua vacío. Agradezco a Frederico el lugar sugerido y también, para mañana, su indicación de que regrese a la estrada, no por donde he aparecido en la playa, sino por el camino en que he visto subir al chico que se iba cuando yo llegaba. Luego querré ver cómo marcha Frederico por él pero, a pesar de ser peor, prefiere salir por donde yo he venido. Una vez resueltos los temas de intendencia, le empiezo a contar mi viaje y la filosofía subyacente; él me contará que está de vacaciones y que vuelve a Lisboa en carro (el coche que vi aparcado arriba, en la esplanada, es el suyo). Es estudiante de Psicología y tiene intención de coger la especialidad de Psicología Forense. Le digo que yo estudié Pedagogía, en la que algunas asignaturas eran comunes con los estudiantes de Psicología, y terminé haciendo Criminología (soy de la 2ª promoción del IVAC –Instituto Vasco de Criminología del País Vasco). Había hecho Pedagogía Terapéutica y mi interés se orientaba hacia el inadaptado social, aunque luego mi trabajo acabaría siendo con personas con deficiencia mental en un taller protegido del grupo Gureak. Le cuento cómo en Criminología teníamos al director del IVAC, el profesor D. Antonio Beristain Ipiña, que nos  dejó el 29.12.2009, ya hace dos años cuando esto escribo, y que nos hacía muchas referencias a artistas vascos: Chillida, Oteiza, Nagel y que Medicina Legal nos la impartían dos médicos forenses; especial recuerdo a Paco Etxeberria que luego ha tenido un papel muy relevante en la recuperación de la memoria histórica, en la búsqueda de fosas de enterramientos de la guerra civil española. A Frederico le gustaría trabajar en la Policía Judicial, ¿lo habrá conseguido? Le acompaño, pues se va a quitar el salitre en el salto de agua dulce, se viste y nos despedimos. Nos deseamos éxito mutuamente: yo a él en sus estudios; él a mí en mi viaje; y se va por donde yo vine.

Dibujando la Osa

Ya solo, me pongo a dibujar la Ursa y las olitas que mueren en la orilla; tengo dificultades para encajar la gran roca en el papel y no me quedará más remedio que hacer algún apaño. Para próximos dibujos, deberé mejorar la estrategia de ubicación. También el movimiento del sol, me va haciendo cambios en las sombras iniciales y, aunque no soy tan exigente en la exactitud como Antonio López, también, como a él, me afecta el paso del tiempo; las tonalidades son cambiantes y cada vez hay menos contrastes entre zonas oscuras e iluminadas, debido a la caída del sol.

A dormir en el aprisco
Cuando termino de dibujar, voy hacia mi aprisco; hojeo y ojeo las revistas y preparo el catre. Como pipas de calabaza peladas que resultan ricas, pero que también se comen en menos tiempo y parece que alimentan menos que cuando hay que pelarlas; de nuevo variaciones con el tiempo; y contemplo otro indicador, el del sol dirigiéndose al ocaso, semioculto por las nubes. He cambiado el rollo y he sacado mi saco extendido y la última, el sol con las nubes ¡a ver si sale bonita! Me acuesto a las 21:15h y meto la cabeza dentro del saco. El ruido de la ruptura de las olas potentes del mar, al llegar a la playa, será la constante sonora de toda la noche, que funciona en mi mente como una música adormecedora, a pesar de la intensidad. Aunque tengo la protección de las piedras del aprisco, de vez en cuando, el viento mueve e hincha algo el saco de dormir, pero el frío no penetra y no lo notaré en toda la noche. Lo raro es que no me he levantado ni una vez a orinar.


Lo más destacado del día ha sido el último encuentro con Frederico, por la coincidencia de inquietudes y me acuesto con el deseo de que él consiga trabajar en lo que le gusta y que yo no pude conseguir. Me alegra no haberme dejado intimidar por la leyenda de Praia da Ursa. Haber experimentado el azote de viento y arena sobre la piel, también ha sido interesante, aunque no grato, y me ha traído recuerdos totalmente olvidados del chorro de granalla. Estar en el punto más occidental del continente europeo no me ha producido especial emoción. Esperaba un carimbo más farero.

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