lunes, 9 de enero de 2012

Etapa 46 (106) Praia Saozinha-Porto

Etapa 46 (106). 14 de julio de 2007, sábado. Praia de Sãozinha (Gaia)-Vila Nova de Gaia-Porto.
Noche entre dos diseños
Mucha humedad ha dejado mi esterilla con muchas gotitas de agua. Sólo me he levantado una vez a orinar. Me despierto a las seis, pero no estaré en pie hasta las 7:00h Este año, apenas me estoy dando el baño matutino, sólo al principio, en el sur. A pesar de la hora de diferencia, suelo tener más frío por la mañana y bastantes veces me tengo que poner el jersey. Durante la noche me he restregado el ojo y me ha salido algún lagrimón ¿me habrá salido con él la arenilla que me molestaba? Lo cierto es que me he levantado sin molestias en el ojo.

¡Qué felicidad! Me preparo, recojo y retrocedo para dibujar de más cerca la Capela do Senhor da Pedra, en una segunda versión. Un grupo de personas está celebrando un ritual: subir y bajar las escaleras, tanto las que veo, como las de atrás, y pararse a orar delante del portón cubierto de tejas. Abajo, entre las rocas, han hecho una hoguera y arde con hermosa llamarada. Hacia las 8:00h termina ya la ceremonia, y yo tardaré un poco más en terminar mi dibujo. Luego, unos hombres, no sé si pertenecientes o no al grupo orante, irán todos a mear, por turno, entre las dunas ¡cómo estarán las pobres de ácido úrico! Las protegen para que no las destrocemos y las asfixian de química tóxica. Con este sistema, a lo mejor consiguen crear un especimen nuevo que llamarán los futuros Plantago Gulpilharensis, primo hermano del de Almograve. Pregunto a uno de los hombres y me dice que esa ceremonia la hacen todos los días y que hoy no es un día especial. Terminado el dibujo, recupero el camino retrocedido y me dirijo en dirección Vila Nova de Gaia.

Hacia Pedras amarelhas
El camino flotante de madera sobre duna sigue teniendo las mismas características que ayer. En un momento dado veo indicación doble de kilómetros 9,5 y 5,5 que quiere decir que los kilómetros que llevo andados de ese camino saludable entre ayer y hoy son cinco y medio y que todavía me faltan nueve y medio hasta que finalice.






Hacia las 8:30h ya hay gente posicionándose en la playa (hay que tener en cuenta la hora de retraso respecto a nosotros). A las 9:15h paro a desayunar tostadas y descafeinado en Vibrações (1,65€) y me pongo a escribir; estoy en terraza y con vistas a duna, playa, mar y rocas. Al salir, cago, cojo agua y salgo por el mismo camino, desistiendo de encontrar un lugar propicio al nudismo. Busco un teléfono para llamar a Sergio, puesto que ya estoy cerca de Porto. Encuentro un puesto de cabina, pero no tiene teléfono. Sigo buscándolo, hasta que llego a un lugar llamado Pedras Amarelhas y, realmente, amarillentas son las rocas que en esa zona dan al mar y más, en contraste con lo oscuro de la parte baja, debido quizás al chapapote que despiden los barcos, ¿de Porto, de Matosinhos? Enseguida encuentro cabina, que me dice que no tengo saldo suficiente. Cojo la que utilizo para llamar a la familia y me coge el propio Sergio, lo que facilita las explicaciones de quien es el que llama. Sergio en seguida recuerda y le digo que en cuanto llegue a Lavra le llamaré (sobre las 11 de la mañana de mañana). Tras colgar, las grandes rocas que he fotografiado, me dan buenas sensaciones. Bajo unos escalones y camino por las rocas redondeadas que tienen un buen pisar. Llego a un lugar en el que está Bernardino desnudo y, ¡cómo no!, yo también me desnudo. Luego vendrá otro hombre que se esconderá de mí y se colocará enfrente de Bernardino y se enseñarán sus chiflos. Los tres nos los estamos viendo, pero no es idéntica la intención. Bernardino opina que yo soy muy libre, que no me preocupa que me vean desnudo, mientras que a él sí; la diferencia entre él y yo la produce el lugar de encuentro; yo vengo de fuera, soy un desconocido, pero él es propio del lugar y allí todos se conocen. Este darme lo mismo me proporciona una tranquilidad, una despreocupación, que él envidia. Yo creo que lo mismo le pasaría a él en lugar extraño, fuera de su zona. Empezamos por vernos desnudos, en la distancia, añadimos gestos y los gestos acaban en palabras y acercamiento que culminan en una grata conversación. Es una maravilla cómo el estar desnudos facilita la comunicación.


He estado dibujando las rocas; sobre las de arriba hay una pareja; ella engarza el peine en su moño; no veo más que sus cabezas. No termino de dibujar las rocas, porque la marea que está subiendo me va haciendo subir con ella hasta Bernardino y el dibujo también ayuda. Le gusta. “Espectacular”, dice y como necesito saber, le pregunto: “¿eres de Gaia?, ¿conoces un lugar para comer, bueno y económico?” Y de ahí pasamos a la narración de mi viaje y me dice: “Tienes coraje, por hacerlo andando y un plus por dormir en playa sin miedo” y yo le respondo que no, que no es para tanto. Me indica un lugar para comer a unos 3km; que él me puede llevar en el coche y como le digo que no, que voy andando, me detalla: 3km carretera adelante, gasolinera (que él no recuerdo cómo la llama, posiblemente posto de gasolina), enfrente rotonda (que luego, otro chico me dirá que no la hay) y llegaré después del 2º semáforo a izquierda. Hemos llegado a su carro y Bernardino y yo nos hemos dado un beso de despedida. Me quiere dar teléfono por si lo necesito o por si vuelvo… pero, ¿volveré? Bernardino tenía otra posibilidad, la de quedarse a comer conmigo en el restaurante que me ha recomendado, pero yo no sé sus condicionantes familiares y profesionales que, posiblemente, son los que le han obligado a marcharse. Me ha dicho que O Alguidar tiene dos comedores, en los que da la misma comida: uno para ricos y otro para pobres (me recuerda a las dos iglesias próximas de Porto, una con mucho pan de ouro y otra con pouco).
Comida para pobres
Creo que he acertado con el comedor adecuado a mi condición económica, que es bastante menor que la espiritual. He comido sopa de legumbres que, básicamente, era de hortalizas, y frango con muchas patatas fritas y en la que he pedido sustituyeran el arroz por la ensalada y que ha resultado buenísima: lechuga verde, hoja de roble, cebolla, zanahoria, maíz, aceitunas negras, pepino y un tomate exquisito. Pago con Visa-Laboral (11,60€). Me ponen el carimbo en la credencial: O Alguidar. Restaurante Regional Lda. Rua 4 Caminhos 19 tel 7722925 4400 Canidelo-Gaia. Me lavo y salgo hacia el centro de la ciudad.

Las cavas de vinho do Porto están en Vila Nova de Gaia
Llego a un lugar en que se ve un poco del río Douro, nuestro Duero, y al frente la ciudad de Porto.


























La zona más próxima al río es la que acoge las cavas más importantes del preciado líquido porteño y, como alguna ya visité en mi viaje de marzo con degustación y compra incluida y, como ahora no puedo cargarme de peso y no pienso comprar nada, ni me molesto en entrar. Como compensación, elijo un texto de Saramago, de su Viaje a Portugal: “En esta ladera de Vilanova de Gaia desaguan los grandes afluentes de las uvas aplastadas y del mosto, aquí se filtran, decantan y duermen los espíritus sutiles del vino, cavernas donde los hombres vienen a guardar el sol.” Yo no lo podré contar tan poéticamente. He salido por la zona en que hay un estanque, que con sus azules claros, contrasta con el oscuro del Douro.

Un grupo canta y baila capoeira. Aunque no pensaba entrar, al llegar a Sandeman, entro con un grupo de ingleses y centroeuropeos; un poco por ver cómo los llevan como borregos y sentirme miembro de una borregada.


Flotando sobre el Douro, hay muchos barcos que transportaban los toneles del preciado vino y que ahora cumplen como atracción turística. En turismo me entretengo disfrutando de fotos curiosas de lugares en que ya he estado ¡me hace ilusión reconocerlos! Y me dan un mapa con la situación de la pousada.

Para hacer aprecio del lugar y probar el vinho de Porto, un poco antes del puente peatonal, como un trozo de tarta de queso y bebo una copa de 10 años (5€). La Taberninha de Manel está cerca de las caves de Cacem, que es donde visité las cubas y probé y compré el vinho en marzo. Cerca de mi mesa están dos moteros; Alex me saca la foto con la copa y Carlos está más pendiente de otras cosas, aunque ambos, al ver mis diseños, dicen: “espectacular”, como Bernardino.




Cuando me voy, me despido de Alex y Carlos y sacaré foto de sus motos, pero sin sus dueños, que están tan ufanos y orgullosos de tenerlas en propiedad.






Una vez cruzado el puente un paseo por Porto: Franciscanos y Mal Cozinhado
En el inicio del puente unos chavalillos están lanzándose de pie al río. 
Al pasar el puente, leo que sólo se circule por acera izquierda pero, tras sacar foto de ese lado, paso al lado prohibido para sacar foto del Duero que venía y se convirtió en Douro; nada más sacarla, me vuelvo al lugar correcto.




Saco fotos también desde el otro lado, con la estructura elevada.































Ya que estoy por la zona, pregunto por Mal Cozinhado (creo que José Luis y Raquel, de Santander, me lo recomendaron en Aveiro), pero no me saben dar razón.


Subo a la Igreja de São Francisco, pago 3€ y con esa entrada se visita la iglesia barroca, abarrotada de pan de oro; el museo, con tallas policromadas; y las catacumbas, en las que aparecen varias tumbas de mujeres con el apellido Barros y que contrasto con la cava de la versión inglesa: Warre’s.














De esta iglesia, aunque se queja de la talla barroca excesiva, Saramago dice: “En San Francisco terminan todas las puntadas de un inmenso zurcido de oro labrado (…), le aturde la magnificencia del espectáculo y cree que ésta es la mejor talla dorada que hay en el país.” Aunque a mí también me aplasta tanto oro y no me quede más remedio que compartir lo que el escritor dice, donde más disfruto es en la iglesia, pero por otros motivos. Coincido con un grupo de niños y niñas escutas; van con una monitora entrada en carnes, encantadora, que se enrolla muy bien con ellos; me divierten algunas de las preguntas que algunos niños hacen y de las respuestas que dan desde su lógica incipiente. Todos, grandes y niños, van uniformados con el atuendo ya clásico de los antiguos Boy Scouts, con su pañuelo rizado al cuello. La monitora sabe captar a los niños y despertarles interés por lo que están viendo.

Pregunto a la monitora y me dirá: “En Portugal, nunca oirás hablar de San Antonio de Padua, siempre escucharás Santo António de Lisboa. Aunque murió en Padua, y allí se hizo santo, ya lo era desde su nacimiento en Lisboa.”






Agradezco la información, para no meter nunca más la pata, al menos, mientras esté en Portugal. Si algún día llego a Padua, ya me lo replantearé. Ante un altar, hay una planta asociada a una imagen, pero no acabo de entender la explicación. Al salir de la iglesia, pido permiso a la monitora para sacar foto de lembrança a los escutas. Bajo la escalinata y vuelvo a buscar los fados de Mal Cozinhado.












He dado una gran vuelta por arriba, por entre calles de la ciudad; un chico me manda hacia otro local ¿tendría intereses?, pero una chica me dirá que baje de nuevo al Douro y vuelva a preguntar por allí.

Unos chicos que parecen bastante emporrados, me orientarán bien y luego les saludaré desde arriba.





Mal Cozinhado está en rua do Outeirinho, al final de un muro donde cambia la fisonomía de la calle para volver a hacerse ancha. Aunque todavía es la tarde y lejos de oscurecer, cuando entro les digo: “boas noites”, pues está tan oscuro que apenas veo nada. Me enseñan la carta: 20€ cuesta la ración de bacalhau y la bebida va aparte. En ese precio está incluido el espectáculo.

Una parada del tranvía.


El último puente hacia la desembocadura del Douro









Más tarde paso por un lugar en el que se celebra la fiesta del marisco y que abrirán a las siete. Según cómo llegue a la pousada, decidiré qué hago, marisco o fados. Todavía tardaré en llegar a la pousada y dadas las 19:00h entraré ya cansado.

Noite en la pousada de Porto y fiesta de la Franzesinha
Ningún problema en recepción, presentando la credencial: Pousada de Juventude do Porto. R.Paulo da Gama 551. 4150 Porto 6177257/86. Pago 14€ con Visa-Lector 10 y en el precio entra el desayuno. Me ducho. Lavo la camiseta, entre francés y alemán y, cuando voy a tenderla, entre tres chicos madrileños; ellos están haciendo un camino que combina interior y costa; han estado en Vila Real, la del norte, no la de Santo António, ahora en Porto y van para Coimbra (Mañana tendré oportunidad de charlar un rato con ellos). Finalmente, tiendo mi camiseta en barras de ventana de mi habitación, escribo y voy a llamar por teléfono a Vera. Debajo de la pousada, en un gran parque, hay fiesta de la freguesía y como el cansancio me dice que me quede y me olvide de fados y marisco, sólo bajaré a ver en qué consiste la fiesta. Encuentro un teléfono que no funciona y entro a un bar que tiene teléfono que funciona sólo con monedas; así que me voy, pero me lo pienso mejor y vuelvo, echo 1,20€ y hace bien la llamada, pero falta un cuarto para las diez de la noche y nadie me coge; recupero las monedas y me doy una vuelta para observar por la venta previo pago. Observo en qué consiste la Franzesinha: dos trozos de pan, que me parece tipo Bimbo, pero en rebanadas mucho más gruesas, a las que añaden presunto (jamón) y queso fundido, una salsa que lleva piri-piri y patatas fritas, con un precio medio de 7€ que me parece carísimo y, además, me resulta poco apetecible. Me voy al bar y picoteo algo que ni recuerdo, ni era digno de señalar, por 3,05€. Mientras tanto está cantando un chico al que casi nadie atiende y a quien sólo aplauden, y poco, al finalizar su actuación. A pesar del cansancio, bailaré con la música disco, que me resulta más fácil de seguir el ritmo. Los que actúan ahora, la primera canción suena bien pero, cuando le toca cantar a la chica, suben el volúmen y suena fatal. Tras alejarme, el solista canta: “Tengo la camisa negra… como negra tengo el alma…” y suena mejor y me quedaré a bailar un rato más. A dos parejas jóvenes, que están con una niña y un niño y, también a otros, les sorprende mi “marcha” (incluido un inglés meón); creo que más que mi marcha, les sorprende mi desinhibición (como decía Bernardino, mi libertad), que a tantos atenaza. La actuación ha comenzado a las 22:00h y, para entonces, ya me han invitado a cerveza, que no acepto pues, a estas horas, luego me paso la noche levantándome a mear, y para antes de las 22:30h ya me despido y voy a la pousada. Cuando llego a la habitación, tengo vecino con cartón pizza sobre la mesa, que llegará poco después de haberme acostado. No enciende la luz, y le digo que puede hacerlo, que todavía estoy despierto. La enciende, pero la apaga enseguida y se vuelve a ir. No he conseguido adivinar su nacionalidad. Tampoco me entero cuando regresa, pero será ya de madrugada. Cuando me despierto, le veo que duerme en camiseta y calzoncillo y no se echa la manta encima; sin ser un ronquido estridente, creo que ronca más que yo.

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