viernes, 13 de enero de 2012

Etapa 55 (115). Vila Praia de Âncora-Caminha

Etapa 55 (115). 23 de julio de 2007, lunes (2ª feira). Vila Praia de Âncora-Moledo-Caminha.

Nada más despertarme, me pongo a escribir lo último de ayer. El jersey, extendido en la otra cama, aún no ha eliminado la humedad de la chaparrada nocturna. El reloj da las 7,45h. He cagado, lavado, afeitado y dejo de escribir. Busco y rebusco el boli que me dio Paolo (ahora que lo escribo me viene a la mente la idea de que, todo el juego Paola-Paolo, puede ser un simple error mío, al tomar o interpretar mal mis anotaciones), pero el boli no aparece, así que, casi es seguro, lo perdí ayer. Saco foto con sol y nubes, la praia, la fortaleza y vuelvo a la pensión a coger la mochila y dejar la llave. Orino y me voy.









Saco varias fotos: la playa, el puerto, una roca bastante plana que está en la misma playa y otra del río entrando en la playa bajo un puente. Un francés, de la zona de París, fuma con ansia un cigarrillo en la escalera; está de vacaciones y es probable que su ansiedad provenga de que se le acaban.





El restaurante donde cené se anuncia en su remolque.

Salgo a la estrada principal y sigo con nuevo juego de matrículas, que ya no persigue construir palabras, como con las tres consonantes de las matrículas hispanas, sino de descubrir cuál se acerca a la más reciente de las últimas matriculaciones. Ya finalizando el periplo portugués, lo único  que he llegado a saber es que, cuando inician con número de dos cifras y número de dos cifras y acaba en dos letras, éstas ya han terminado con todas las posibles de la ZZ (hoy veo una con ZX); y las que son número, letras, número, las que estoy viendo, y creo que son de las últimas, veo nºnº-EA-nºnº. Pero dejemos este juego, ya que tiene poca gracia.

Subiendo la carretera por detrás, saco foto de la torre de la iglesia, a lo lejos, desde un jardín con árboles y un olivo en primer término.



 Luego veo una estrada con menor circulación, paralela a la vía del convoy y, por un camino todavía mojado de la lluvia de anoche y quitándome el jersey que ya va perdiendo su humedad, salgo a la nueva estrada. Hoy es el tercer día que voy con las sandalias de agua. El firme es bueno y, aunque no tiene arcén, la circulación es escasa.

Santa Trega más cerca
Enfilando una recta, veré al fondo el triángulo de Santa Trega y, empiezan de nuevo las emociones encontradas: la ilusión y el deseo de llegar y la pena porque el viaje se termina. Cuando lo escriba luego, la emoción llegará a lágrimas, mocos y suspiros. Antes de llegar a Moledo veré 00-EB-00 (00 hay que sustituir por el número que corresponde, que me da igual, lo nuevo son las dos letras que han pasado de EA a EB que, en terminos políticos sería: Ezker Batua gana a Eusko Alkartasuna, por seguir jugando). Ya entrando en el pueblo pregunto a una chica que me responde: “cafetaria há”.


Veo salir de paso bajo vía, procedente de paseo de la playa, a un hombre que se incorpora a la estrada. Le pregunto qué sitio me recomienda para desayunar; y me dice: “cafetaria a fin da rua, e também té padaria”; creo que al final me meto en otra O Moliceiro, donde desayuno por 1,70€ descafeinado con leite, que me lo sacan en vaso con soporte metálico (para no quemarme) y un hojaldre con un poco de merengue y chocolate, que no resulta nada empalagoso.

Moledo, hacia la desembocadura del Minho
Son las 10:00h cuando voy hacia la playa. ¡A ver cómo se presenta el nudismo en esta! Me ha parecido ver como una fortaleza en el mar. Ya en la orilla, veo que la fortaleza está sobre un islote: Forte de Ínsua. Me dirán luego que, en las mareas bajas extremas, se puede ir caminando por la arena. Suelen organizar excursiones en barco y, dicen, que es muy bonita, que merece la pena hacerla. Pero, en mi plan, a mi me va mal ir. Busco Turismo, pero no encuentro oficina. Llamo a Sara y se pone Lander; le hablo de cómo van sus progresos para quitar el paquete. Mi hija me dice que ya está mejor de la gastroenteritis. Se acaba la tarjeta, “pipipi”, cuando estaba contando a Sara las emociones del final de viaje.

Los de Turismo atienden en el bar
Llego a Turismo, aunque no hay ningún indicador. Hay carteles sobre cómo conservar el medio ambiente. No hay nadie. Entro en el bar de al lado y me dicen que los de turismo son las dos personas que están allí tomando café. Hay un chico y una chica, pero la responsable es la joven. Al preguntar sobre el acceso a la fortaleza, me dicen: “se podrá ir dentro de cincuenta años”. “¿Espero?”, les respondo. Se ríen. Me río. Él me dice que tengo posibilidad de dormir en un convento, que pregunte en Turismo de Caminha y que, enfrente, tengo un lugar económico para comer. Él es João y ella Lurdes (no Lourdes). Gracias por su información. Bajo a la playa y, como ya veo su estructura, ni me molesto en preguntar al nadador-salvador dónde puedo hacer nudismo. Veo que la parte norteña está poco poblada y parece sitio idóneo para ello. El día no es brillante, pero sigue con nubes y claros.

Carolina y Duarte
Van por delante paseando Carolina y Duarte Pais y, al llegar a su altura les empiezo a hablar, les sigo hablando el 80% del tiempo, aunque trato de que sea una conversación interactiva; tengo la sensación de haber sido para la pareja una fuente   de conocimientos impensada e inesperada. Es lo que expresan al despedirse, y eso que no les he enseñado mis desenhos (es la primera vez que lo escribo así, mirando al diccionario) y me parecen sinceros.


Carolina es pequeñita. Les digo que tengo intención de bañarme desnudo y lo reciben con naturalidad, sin mostrar asombro. Llegamos a la altura de la fortaleza marítima y les pido que me saquen foto (es probable que sea mi última del viaje de este año en tierras portuguesas) y yo les saco a ellos, de lembrança. Nos despedimos y regresan hacia Moledo por la orilla. Me desnudo y me doy un baño a la altura de la isla fortaleza, en el mar que ya es un poco río Miño. Se nota el agua más fría que más al sur; nado poco, sin olas rompientes, con mal en calma. Veo que vienen de lejos por la orilla un mayor y un joven que, antes de llegar a mi zona, se vuelven hacia Caminha, cuando me estoy secando al aire por la orilla; Duarte y Carolina ya están lejos, aunque se han vuelto para verme cuando me metía al agua; será el complemento de la experiencia de conocerme.

Caminhando hacia Caminha
Cuando me seco, me visto y sigo por la orilla hacia la desembocadura del Minho. Nada más dar la curva hacia Caminha, veré nítido el monte de Santa Trega y a un hombre que se ha desnudado y coloca su sombrilla.



Siento que no hayamos coincidido antes y me acuerdo de Rui, el angoleño de Afife; pero si quiero hacer la gestión del convento y comer, no me interesa quedarme allí más tiempo; y como ya me he dado el bañito, no tengo deseos de más. No hago ningún amago de acercamiento.

Como son las 11:30h, sólo le digo al pasar que quiero llegar a Caminha para las 12:00h (algo imposible debido a la distancia). Sigo hasta llegar a la dársena, y a la parte de la playa que ya es totalmente fluvial.



Aquí el Miño se ve anchísimo, será la máxima distancia entre Camposancos (A Guarda) y Caminha. ¡Qué mal recuerdo de la noche que dormí allí el año pasado! Fue la del 21-22 de julio y hoy es 23 de julio; casi hasta coincide con el mismo día del año.

Todavía me acuerdo de aquellos conductores de coche, haciendo trompos, que apenas me dejaron dormir; y el polvo que levantaban en la carretera sin asfaltar y que llegaba hasta el puesto de vigilancia donde, arriba, dormía. Saco foto panorámica del Minho que viene por Santa Trega hacia la desembocadura. No estoy seguro si todavía se ve algo de la fortaleza Forte da Ínsua.



Luego otra foto en que ya se ve Caminha.



Bordeando la playa fluvial, encuentro a una pareja jóven y digo en voz alta: “¡Caminha!” Una excusa más para poder hablar de mi caminada que, mañana, finaliza (cuando estoy escribiendo esto, no paro de llorar, ayudado del vinho verde y el aguardente, Ponte Barca, tras la comida).

Llego al final de la playa fluvial de arena, cuando ya empieza a ser río río, y hay al fondo un camping, y subo un murete que, por camino, me llevará por la vera del río a la estrada. Allí encuentro vigilante para que no pasen carros, pero, a pe, se puede.




Algo más adelante, llegaré a lugar conocido del año pasado, una doble rampa, una Minho acima y otra Minho abaixo. Estoy siguiendo el indicador de Cámara Municipal, ya que quiero que me echen el carimbo de Caminha (fín portugués de mi caminada) y he fotografiado al pasar, de lejos, la muralla de defensa de la ciudad que, ahora, la veo más evidente. Si saqué alguna foto similar, habrá que comparar con las del año pasado.

Buscando Cámara, carimbo, Convento (en  orden alfabético)
Pregunto a viandantes y me dicen, unos, que voy bien y, otros, concretan: “pasando el arco de la torre del reloj, la Cámara Municipal está enfrente” (algunos dicen: “por cima”). Llego a información y lo planteo así: “Hoje es um día especial para mí; hace 55 días empecé a caminar en Vilarreal do Santo António y hoje chego a Caminha, objeto final do meu viajem” (vuelvo a llorar cuando lo escribo). En ese momento pasa una mujer y la de recepción le llama. Le da una explicación mínima y, a todas luces, insuficiente para el caminante. No es que quiera que me firme la credencial el Presidente de la Cámara (ella es su secretaria), pero es que el carimbinho es tan mínimo: C.M. CAMINHA (Es todo lo que pone); el mas corto y exiguo de todo el trayecto costero entre Francia y Andalucía. Por ello, quizás, tenga esa gracia de la sencillez. Pero, el caminante ha sufrido y gozado en el camino y se cree suficientemente premiado por haberlo podido culminar. Es un símbolo del fin de un sueño y vuelta a la realidad. Me vendrá bien para bajar la euforia y como ejercicio para el animal adaptativo que soy.

Comento en la Cámara la información que me han dado en Moledo de la posibilidad de un convento para pernoctar y, uno que está tras el mostrador, me dice: “vete al convento de Santo António”. (De nuevo, Vila Real, Cerejo, la peli de Moyá, los escutas de Porto y un montón más de Antónios del camino). Me hago a la idea que es de frades y subo con esperanza y dudas. La secretaria del presidente de la Cámara me dirá que pregunte en cualquier tienda de la plaza y que me indicarán por dónde subir al Convento.

Al Convento de Santo António
La cajera de un pequeño supermercado, me dará toda clase de explicaciones; que serán insuficientes, porque me equivocaré, pasaré por cima del puente sobre el ferrocarril y otra mujer me hará retroceder para reconducirme hacia otra cuesta. Arriba está el convento.

Saco las últimas fotos y pongo el último rollo, el nº 30. La última del convento con una almena cercana, que no sé si quiere decir que el convento estaba dentro del recinto amurallado o fuera. Y entro pensando que encontraré frailes pero, en la entrada está la irmã Conceiçao, lo que me asegura que no es convento de frades sino de freiras. La hermana Concepción me dice que no tienen camas para acoger a nadie pero que, si quiero me dan comida y descanso, una ducha y reposo diurno.

Yo se lo he planteado desde la forma en que hago mi viaje, lo que me han dicho en Moledo y en la Cámara Municipal. A pesar de que no me resuelve el problema de dormir, hablo muy a gusto con ella. A la misma hora, ayer estaba con Rui en la playa de Afife y me daba comida, me ofrecía ducha y cama para dormir. El estar haciendo un viaje tan personal e ir tan receptivo, hace que la oferta dadivosa que me hacen sea tan generosa. Le cuento alguna de las anécdotas del camino y se ríe con una risa abierta y divertida que hace aflorar la mujer que hay en la religiosa. De vez en cuando se siente culpable y pesarosa de no poder darme cama.









Le enseño los diseños y me da dos estampas. Me habla de Santo António que, para ella, era más intelectual que São Francisco de Assis (ahora entiendo algo más de la película que vi en Aveiro, pues todos estaban espectantes cuando António les habla desde el púlpito y temen que su discurso sea pobre; y eso que era doctor). Me invita a pasar a la iglesia des siglo XVI con el altar mayor en progresión escalar hasta el sagrario.

Le cuento lo de los escutas de Porto, del tema Padua-Lisboa, que coincide con lo que ella también defiende ante los visitantes. Se vuelve a reír. Le agrada que acepte lo de la altura intelectual del santo. Veo el coro y me gusta. Me explica el significado del niño que lleva en el brazo, es, me dice, “como muestra de su amor a Dios”, que está representado en Jesús-niño. Me despido dándole dos veces la mano. El Convento es de las Irmãs Franciscanas Hospitaleras de la Inmaculada Conceiçao. De nuevo doy la mano a la monja, a la mujer. Le he contado lo de Casa do Gaiato de Arrábida y cómo me desquité en la de Azurara. Hemos hablado de bacalhau.










Subo al cementerio y saco foto  con monte Aloia al fondo ¡Qué recuerdos!








Bajo a la ciudad y me doy cuenta de la diferencia con la Caminha que vi el pasado año, tan desconocida, a ésta que, ahora,  me resulta ya tan familiar, tras 55 días de convivencia con los portugueses. Aunque llevo la idea de comer bacalhau, y no se me ocurrirá repetir donde el año pasado, veo un menú del día que me atrae en Café de Grau, consistente en: sopa de vainas y dourada, café y chupito de hierbas. La sopa es floja, pero la dorada es de las mejores. Me sirve para contar mi viaje al camarero ¿o dueño? Y para hablarle del gusto que he cogido al café portugués y que no encuentran los portugueses en España. Me cobraban el pan que no he comido y la cuenta ascendía a algo más de once euros; me lo deja en 10€, que pago en efectivo. Me permite escribir, con las lloreras incluidas, pues el caminante esta hoy especialmente sensible y necesita desahogos. Son las 15:40h cuando termino el diario. Pido ayuda para poder expresar la pequeñez del carimbo y me dicen: “carimbinho está bien” ¡Chao! Bajo la rua hasta el largo y sigo a Correios. No tienen el tipo de postais de Lisboa, pero tienen dos modelos más pequeños y con el mismo precio, así que compro diez (7,50€).

Mil vueltas hasta llamar por teléfono. Objetivo: agotar la tarjeta
Luego comienzo la tarjeta telefónica que aún estaba entera y me dice que la retire porque está agotada. En Correios hay dos teléfonos de sobremesa en los que no puedo introducir tarjeta, pero uno de los empleados me dirá que raspe y entre con el código; me resisto, porque nunca lo he hecho así, pero salgo al teléfono público que está en la calle y no puedo, sigue diciéndome lo mismo y, un chico que está informando a una extranjera, se me ofrece para ayudarme; le digo que no, vuelvo a correios, me arrepiento, vuelvo al teléfono y el chico ya no está. Con tanta indecisión, y tanta vuelta, tan extraño en mí, en Correios raspo el nº clave y, aunque hay que marcar muchos (demasiados) números, la conexión que consigo es perfecta. Si lo hubiera hecho el mes pasado, me habría evitado muchos problemas, aunque habría tenido otros, ya que casi todos los teléfonos públicos tienen los números medio borrados. Hablo con Vera; Sagrario no me coge, en ninguno de los dos teléfonos; con Luisa de Barcelona, mi prima Lourdes tampoco me coge en Santurtzi. Llamo a Alex, que está desconectado del Foro Ciudadano Irunés porque acaba de volver de vacaciones; con Luisma: todo va bien salvo alguna rectificación del carpintero; le digo que lleven la mesa de Amuebladora de Gros, que ya dejé pagada parcialmente y que pagaré el resto al regreso. La chica que ha hecho la limpieza es de confianza y ya le pagaré. El suelo ya está lijado y barnizado; se puede vivir en la casa, pero si lo alargo, mejor. Decido acabar la tarjeta llamando a Virginia Pérez. Me confirma la proyección en Bilbao en el local de los Amigos del Camino de Santiago, de las diapositivas del pasado año: Francia-Portugal. Le cuento anécdotas de éste y conclusiones. Me pide el teléfono de Lourdes para llamarle, que ella es especialista en el tema.


Escribo las últimas postales y hago el último diseño en Portugal
Acabada la tarjeta, voy al largo (la plaza) y me siento en la terraza del Café Central, buscando una mesa que me permita escribir todas las postales que quiero mandar hoy de aquí como colofón de mi periplo portugués y, a la vez, dibujar la torre del reloj, que también será mi último dibujo en Portugal, mi número 39 (los dos restantes los dibujaré en Ferrol y Ponzos). Ya que estoy en el largo, os cuento lo que dice Saramago: Entre visitar la casa quinientista de los Pitas y la parroquial, compuesto de baluarte militar y templo donde “…el gótico se prolonga en el manuelino y llega ya al renacimiento.” El escritor visita “…la Torre del Reloj, resto de la antigua muralla…” También habla del surtidor de la villa de João Lopes, que yo no vi, ni nadie me dijo que lo viera. Escribo las 10 postales que compré. La cerveza (1,50€) se está volviendo caldo, pero empiezo a dibujar la Torre del Reloj, aunque el edificio de la izquierda lo dejo apuntado y sin terminar; un español que me ve el dibujo le dice que le gusta y cuando le cuento el viaje alucina en colores.

Última cena en Portugal
Son las 20:00h ya pasadas cuando recojo todo, voy a echar las postales a Correios y decido volver a cenar al Café de Grau. No tomo sopa, porque es la misma de la mañana y pido bife con arroz, huevo y patatas fritas. El bife es un gran filete, poco hecho (sangrante, le había pedido) y así me lo sacan, pero no sangra. Pregunto a Manuel si, en Portugal, matan el ganado de distinta forma que en España (quizá como los árabes) y me responde que cree que matan igual que nosotros. Estoy solo en el café y, al final, lograré que Manuel entre algo en mi tema, enseñándole el dibujo que acabo de hacer en el largo, con la Torre del Reloj, así se interesa por mis anteriores y por el viaje. Pago (8,80), agradezco y me voy: “coge la estrada y sal por camino lateral que rodea el camping”, me dirá Manuel.

Deporte en la Televisão portuguesa
En 2004, como ya conté, estuve invitado por Visa tres días en Atenas, en las Olimpiadas. Allí vi fútbol Argentina-Australia (Argentina fue la selección vencedora del partido y logró la medalla de oro olímpica), también femenino (Alemania-México); Balón-volea femenino: vi a la República Dominicana derrotar a EEUU y cómo todas y el entrenador lloraban de alegría ¡Haber vencido a la superpotencia mundial!. Water-polo y la prueba mejor fue la de Gimnasia Artística donde, Martínez hizo un buen papel, aunque no se llevara medalla. El pasado año, 2006 vi, con mi amigo Philippe Delas, el lyonés, varios partidos en la televisión y, estando en Cariño, cómo la selección española caía vencida por la francesa. Este año de 2007, se vería qué selecciones se clasificaban para el campeonato de 2008. En Ilha Tavira, sin mucho interés, vi cómo Portugal ganaba a Bélgica (si no recuerdo mal). También vi algo de partido en una de las pousadas, donde Portugal ganó por goleada (4-0 creo recordar) y, terminado mi camino, supe que tanto la selección portuguesa como la española se habían clasificado para jugar el campeonato en 2008. En 2008, en Andalucía, me tocará sufrir las consecuencias de la victoria en la semifinal y librarme de problemas cuando, en la final, venció a Alemania (pero esa historia ya os la contaré).

Última dormida en la praia en Portugal
Está oscureciendo y se ve poco, no tanto por la hora, sino por las nubes que, aunque no son amenazantes, no dejan ver al sol en sus postrimerías. Confío en que la última noche de dormir en la playa no sea acompañado de lluvia. Salgo de la estrada por la pequeña y bordeante que, esta mañana, estaba interceptada para carros, y hago lo que me ha recomendado Manuel y bordeo el camping. Con esta oscuridad, no debiera haberlo hecho, pero salgo a la playa sin problemas.


Encuentro unas pasarelas con cuerdas y las sigo y, sin alejarme, avanzo algo hacia la praia de Moledo. Una pareja pasea por la parte vigilada de la playa, aunque a estas horas ya nadie vigila.



 Pronto decido el lugar con duna donde quedarme, junto a unas cañas tipo carrizo o espadaña y a la vista del faro del Forte da Ínsua.


He hecho una almohada demasiado gruesa, que me resultará incómoda y sacaré una manga del jersey. Como un poco de semente de abóbora (todavía dura la de Caparica) y, para las diez, ya estoy acostado. Durante la noche, me levantaré una sola vez a orinar, avanzando dos pasos y sin salir del saco; y compruebo que el cielo ha quedado totalmente despejado ¡Qué tranquilidad! La Osa Mayor descarga su carro sobre Santa Trega y el Minho.

El día de hoy ha sido un día muy especial, puesto que mañana ya me voy de Portugal y será el día 56 de mi periplo. Día de lloreras, hípos, mocos y congojas, que encontraron poco eco en el entorno y que, quizás, enlazaron más con la parte divertida y de jolgorio de la experiencia, hablando con la Irmã Conceição.

No hay comentarios:

Publicar un comentario