miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 6 (66). Olhao-Quarteira

Etapa 6 (66). 04 de junio de 2007, lunes. Olhão-Faro-Ría Formosa-Quarteira.






Olhao
He dormido muy bien, aunque me he tenido que levantar dos veces a orinar (había que evacuar las dos cañas de cerveza); me he afeitado y la ducha será con agua fría; ayer noche olvidé masajear los pies con el aloe-vera, así que lo hago hoy por la mañana. Foto de las tejas añejas que veo desde mi habitación. Recojo mis mochilas, con la ropa que lavé y se secó ya ayer y, para las 7:10h ya estoy listo. A las 7:15h, tras escribir en el libro de visitas, ya estoy en marcha. Al final, he escrito: “Todos los caminos son diferentes pero, en realidad, cada uno de nosotros hacemos nuestro propio camino y, éste, es único. Moito obrigado por a sua atenção”

(Me envió una copia Jane en octubre de 2007). Lo que en realidad quise decir es que, aunque todos hagamos el mismo camino, siempre será distinto el camino para cada uno.

A por Faro
Visito por dentro la pescadería; muy limpia, pero todavía es tan temprano, que no tiene el género expuesto, que es como son más bonitas. Sigo hasta el final el mismo paseo, entre fluvial y marítimo, de ayer (en realidad el río Gilão ya salió al mar. Toda esta zona costera al  sur de Faro, que conforma el parque Natural da Ría Formosa, es un conglomerado de islotes que tienen más carácter marino que fluvial).


Temiendo que pueda tener dificultades añadidas por la configuración del espacio, procuraré no salirme de tierra firme y seguir por la N-125 hasta Faro y, de allí a Quarteira, me propongo hacerlo vía Almancil, que está hacia el interior. Este es el itinerario previsto, pero las carreteras y mis propios errores, me llevaran a elegir un camino más pintoresco. Al final del paseo marítimo, doblo hacia la derecha, hasta que llego a la N-125. Por el camino encuentro una naranja, más pequeña que la de ayer y con pepitas, pero mucho más jugosa, un previo al desayuno que merece agradecimiento. La estrada tiene buen arcén, pero muchos atascos para entrar en Faro. Nada más llegar a la capital del Algarve, veo el bar Pastelaria Maxim’s, entro y pido un descafeinado y croissant de crema con almendras y azucar glas, que está muy jugoso y rico. Como tiene crema  lo como sin untar y el café a sorbitos. Limpio la mesa y me pongo a escribir y, para las 11:00h ya estoy en marcha, tras orinar y coger agua. En Faro hay Pousada de Juventude y, aunque no me he hecho el carnet de alberguista, me aseguran que con la credencial del camino de Santiago no tendré ningún problema para pernoctar en ellas pero, siendo la hora de paso tan temprana, no me cuadra quedarme aquí.
Sellos más baratos para España que para Europa (I)
Primero busco Correios, para comprar sellos. Está un poco enrevesado pero, con las instrucciones del camarero y una pregunta a una señora, llegaré. Me dan sellos de 0,50 y de 0,02 (En marzo pagué a 0,60€, pero creo recordar que pedí sellos para Europa. Ahora he dicho para España. ¿Puede ser esa la diferencia?) En los 20 sellos, gasto 10,40€. Vuelvo al bar y le doy las gracias al camarero que me había informado sobre Correios.

Un coche de caballos entra por la autopista       
El camarero, también me ha informado de la carretera a seguir, y salgo de Faro mirando todas las señales, pero no veo la dirección Almancil. Sigo andando, y tampoco encuentro la referencia de Portimão. Estoy en la 125-10 y me doy cuenta que voy en dirección al Aeropuerto; y esta es una dirección en la que no quiero ir, puesto que me va a meter en la marisma y es de ella de donde quiero huír, pues no me da seguridad. Entonces, observo que por la carretera van, a cierta distancia, dos carromatos tirados por caballos y con personas montadas en ellos; también van tirando de algún caballo que va atado al carromato; me recuerdan a cuando venían al pueblo los comediantes y a algunos carros de gitanos. Desde lejos se oyen voces de los de atrás, y parece que les están gritando algo. Observo que los primeros se han metido por la vía que les llevará por la autopista y los de atrás no les secundan, y se meten por el indicador Praia de Faro. Aunque están lejos y pasan muchos coches por delante, saco foto para que quede constancia ¿Conseguirá salir el primer carromato del berenjenal en el que se ha metido? Yo seguiré por mi carretera y los perderé de vista.

El camino más bonito de todo el Algarve
Como voy siguiendo adelante y sigo sin encontrar señal de Almancil, decido preguntar. Un señor me dice que debo retroceder, pero es algo a lo que yo me resisto. El hombre consulta con una chica, pero no saco nada en claro. Al otro lado de la carretera va una estrada menor; les pregunto a donde se va por allí, y me dicen que no saben. Decido seguirla  y cuando estoy subiendo una pequeña cuesta, franqueada por casas bajas, veo que, de una de ellas, sale un chico y le explico que tenía intención de ir a Quarteira por Almancil, pero que me he perdido. Me dice que he tenido mucha suerte en perderme, porque así voy a tener ocasión de conocer una zona que, para él, es la más bonita del Algarve. Me dice que siguiendo el camino, que va cercano a la marisma, pasaré por las salinas y llegaré al golf y que, después, pregunte.


Las salinas
Nada más iniciar el camino, llega un camión levantando una gran polvareda, ¡menos mal que el viento empuja el polvo hacia el otro lado! También es verdad que, esas pequeñas variables van incorporándose incoscientemente en el caminante y hacen que me vaya colocando intuitivamente en el lado adecuado. Sigo adelante entre profusión de vegetación. Lo que más hay son pinos, aunque no puedo decir de qué variedad, eucalipos y grandes extensiones de cañaveral.

Llegando a un cruce, dudo cual de las direcciones coger; elijo la carretera de la izquierda y, enseguida aparecerá un coche; le hago seña de que pare, para salir de dudas sobre la dirección que he cogido, y José Antonio, de Madrid, me dará muy buenas explicaciones de lo que me viene; retengo lo que puedo, y me da la impresión de que Quarteira ya está a tiro de piedra. Esto me hace pensar que ya debo olvidarme totalmente de la dirección a la que pretendía llegar: Almancil.

José Antonio me lo reafirma y me dirá que siga hasta el golf, que sólo son dos hoyos. Cuando pase por allí podré comprobar que es un señor golf, nada de dos hoyos. También me dirá que luego tire por la izquierda, bordeando el río; pero primero me encontraré con las salinas. También me comenta algo sobre un puente, que no retengo; me ofrece agua, pero como todavía tengo la botella casi llena, agradezco y rechazo el ofrecimiento. Le encanta el paseo que estoy haciendo entre Andalucía y Galicia, por la costa portuguesa, y siente cierta envidia sana. Surgirán nuevas dudas cuando llego a un cartel que pone LUDO, entrada prohibida, pero como veo que un corredor que está entrenando pasa, yo también pasaré. Me he hecho una pequeña heridita por encima del talón derecho y me pongo una tirita para protegerla. Luego aparece una flecha azul en dirección hacia la derecha, pero un tractor-pala pasa, así que yo sigo detrás; luego veré que son los que remueven la sal de la montaña salina que véis en las fotos.


Los volátiles o volanderas
También saco una foto de casas que veo a lo lejos y que pienso puede ser Almancil, aunque luego comprobaré que pueden pertenecer a la urbanización próxima al golf. Volando sobre las salinas aparece el ave que vi en la vía verde sobre las marismas entre Isla Cristina-Ayamonte. Al poco rato sabré que se trata de una cigüeñuela (no confundirla con un avión que va a aterrizar a Faro), que los portugueses llaman “patas largas”. Me lo dirá uno de los profesores que, junto con un amplio grupo de alumnos, están realizando una excursión para el conocimiento de la naturaleza (flora y fauna avícola); ¡qué sitio mejor para ello que este
Parque Natural da Ria Formosa!




Un golf con más hoyos de los previstos
Tras sacar foto de la primera zona del golf con enormes y frondosos pinos piñoneros, sin querer, me meto en terreno privado, ya de marisma y con suelo más inestable; un perro me ladrará y su amo me reorientará diciéndome por dónde debo rodear.





Estudiosos de la Naturaleza
Enseguida encontraré al grupo de estudiantes del área de naturaleza y cuando se van, encontraré un observatorio sobre una de las charcas, con peces y aves; reconozco la focha y un somormujo.


Y aviones, muchos aviones
Un avión sale del aeropuerto de Faro. No confundirlo con la cigüeñuela


En el observatorio hay dos parejas de extranjeros (¿ingleses?) que dudan sobre el nombre de un ejemplar de la especie de ánades; les digo: “no swann”; y me responderán: “no swann” y nos reiremos los cinco.



Bajo las escaleras del observatorio y por el camino viene un coche a muy poca velocidad, así que aprovecho para preguntar cuando llegan donde estoy yo y me dirán que, para ir a Quarteira, no pase al otro lado del próximo puente de madera y que siga adelante.


Luego compruebo que se puede ir por los dos sitios, por la playa y por el camino.









Buscando la bolita
Esta zona del camino se aproxima al canal y, algunos de los golfistas, tienen que bajar a buscar la bolita a la que no han golpeado con habilidad y buena dirección; me agrada verles buscando la bolita perdida entre el matorral y el fango. No tienen ni su caddi, ni su coolí, para que se la vayan a buscar. ¡Pobretones!
Salida a la playa
Al llegar al puente, que me han dicho que no pase, una pareja fotografía algo entre el limo. Les pregunto a dónde lleva el puente, y me responderán que a la playa y que es más bonita que la de Quarteira. Yo sólo veo la duna y, parece, como un restaurante, en el punto de llegada del puente; así que, aunque tenga que deshacer el camino para ir a Quarteira, me animo a pasar para conocer la playa. El puente es de madera y con separaciones centrales descentradas (más ancha la derecha en el sentido de ida a la playa). Me asomo al restaurante, para ver lo que ofrece, y todo lo que veo en las mesas son exquisiteces: ensaladas de marisco, pescados a la parrilla con carabineros, muchos carabineros. Pregunto a uno de los cocineros que ha salido un momento al exterior, y me ofrece un pez por 30€. ¡Demasiado caro para mí! Salgo del restaurante y bajo a la playa. Tanto a derecha como a izquierda, hay muchas hamacas y sombrillas y anuncian alquiler de elementos para deporte acuático. Como hacia la derecha se ve que voy en dirección más urbana, tiro hacia la izquierda, retrocediendo, con la certeza de que vaya en una u otra dirección, siempre tendré que volver para deshacer el camino por el puente de madera que he pasado. Luego comprobaré que ha sido un error de apreciación, basado en la información incompleta que me ha dado el conductor del coche, puesto que siguiendo la playa, habría llegado perfectamente hasta Quarteira pero, si lo hubiera hecho, me habría perdido todo el sistema de exclusas y un bonito paseo interior, ni habría visto el cartel indicador y la información correspondiente, al Parque Natural de Ría Formosa; tampoco me habría enterado que el golf está en Quinta do Lago y la playa es Vale do Lobo. ¡Ya tendré suficiente playa para ver, a partir de hoy!

Las pipas de calabaza se pelan
Retrocediendo hacia la Ilha de Barreta, la más sur de Faro, llego a la praia de Faro, donde empiezo a ver algo de nudismo, primero a uno muy moreno y, después, a dos más blanquitos; me quedo en medio, me desnudo y me baño; cuando salgo del agua, me saludan y me acerco a hablar con ellos. Se trata de dos ingleses: Richard (con una forma de cara que me recuerda a mi cuñado, Jon, y que creo que era londinense) y David (de Cambridge). Les cuento el viaje que estoy haciendo y, sin sacarlos, les enseño mi saco y mi esterilla ocultos en la mochila. Yo me bañaré varias veces pero, a ellos, el agua les parece muy fría. Llega un chico que se queda en calzoncillos y se coloca más allá del moreno; luego se desnudará para meterse al agua, pero se arrepiente y no se baña, volviéndose de nuevo hacia Faro. Cuando Richard y David se van, pues tiene que estar para las 15:00h en el hotel (no las de hoy, pues ya son pasadas), les pido el agua, poca, que les queda y les ofrezco pipas de calabaza. David me acepta y, de las que coge, se apropia Richard de media docena, se las mete en la boca y dice: ¡good! Se las ha metido todas en la boca y las está masticando con cáscara y todo. Les digo que primero hay que pelarlas y se ríen. Aunque le cuesta, David se mostrará mas hábil pelando que su amigo; a Richard le doy una pelada y les digo que son buenas como prevención de la próstata; y lo entienden; debe ser parecido en inglés. Definitivamente, se van.

Aviones sobre mi cabeza
Todavía me quedaré un rato, puesto que se está muy bien, el día es caluroso y los baños muy apetecibles; no me hubiera importado quedarme allí toda la tarde, sin comer, y dormir allí mismo, pero el mayor inconveniente para ello son los aviones que me sobrevuelan, poco antes de aterrizar; parece que despegan menos en dirección al mar. Después, regresaré hasta la zona de los toldos, me daré allí el último baño y me vestiré. Cuando me estoy calzando en la duna, antes de coger la pasarela hacia el puente, y poniendo la tirita para evitar que me roce la tira de la sandalia en la ampolla sobre el talón, llegan unos hermanos adultos de Honduras y hacen un comentario sobre el precio alto de las bebidas; se ve que la hermana es la ahorradora y la que controla los gastos. Les cuento y me desean suerte en el viaje.

De nuevo el Parque Natural de Ría Formosa
Paso el puente; la zona de limo se va cubriendo de agua, se ve que está subiendo la marea y veo golfistas ¿los mismos, otros? Que siguen buscando pelotitas.




















Tras pasar la zona de exclusas, llegaré pronto a los carteles indicadores de lugar y rutas para conocer bien el parque. Yo he disfrutado mucho en él y no tengo intención de agotar el conocimiento del mismo. Suele ser conveniente dejar algo sin ver por si vuelvo algún día al lugar. Pregunto a un inglés si, finalizando ya la marisma y, por tanto, el parque, puedo volver a pasar a la playa; y su respuesta será afirmativa. En cuanto me asomo a la playa, me doy cuenta de que podía haber llegado hasta allí por la misma playa; pero no me arrepiento. Hasta aquí mi visita al Parque Natural de Ría Formosa.
Se aproximan las fiestas de los Santos Populares (13-24-29)
Sigo por la playa y por la orilla, donde pierdo la tirita. Llego a un lugar en que un chico desnudo me dirá que aquello es zona nudista, probablemente Vale do Lobo, pero no lo puedo asegurar, ya que tampoco se lo preguntaré a Otelo, más tarde. El chico con el que he hablado, aunque está solo, en realidad no lo está, puesto que un amigo merodea por entre los arbustos; me doy cuenta que es un lugar propicio para encuentros entre homosexuales, por el tipo de gente que se acerca al lugar y por mil detalles que lo confirman. Me doy varios baños, tomo el sol y, finalmente, volverá el amigo. Se ve que no le ha hecho gracia que me ponga tan cerca y, aunque está estudiando y yo no le molesto, recoge los papeles y se traslada de lugar; el recién llegado, que se acaba de quitar el bañador, se ve “obligado” a marcharse con él pero, ante la posibilidad de algún ligue, cada uno se va por lado distinto. El amigo rubito se para, se baña y se irá a otro sitio. Pareciera el juego-rito prenupcial de algunas especies de animales.

Otelo y los aborígenes australianos
Así como en esta zona se observan los juegos que he relatado, encima de la duna y muy a la vista, charlando con unos y con otros, está Otelo, un chico muy moreno que se ve pasa muchas horas al sol. Me visto y, cuando llego, Otelo también se ha vestido. Hablamos y le cuento mi viaje y mi intención de dormir por la zona; me desaconseja ésta, por el trasiego, y me recomienda la siguiente, que está al pie del camping y donde siempre hay alguno que otro campista al que le apetece dormir en la playa. Le digo que prefiero dormir solo, pero que no quiero que me molesten los homosexuales; entonces me alerta sobre la conveniencia de que, al menos, no vaya a dormir en la zona entre Quarteira y Vilamoura, pues en las playas intermedias me puedo llevar un buen susto. Así, con esta información, obraré en consecuencia.

Pero Otelo, además de informarme, presiente que mi viaje obedece a algo más, como si caminara buscando algo y, es probable que no le falte razón. Me cuenta que los aborígenes australianos, cuando tienen algún problema, se ponen a caminar y, la propia marcha, el cansancio, el camino, va dejando la mente en libertad, les va propiciando la forma de resolverlo; sin embargo, yo creo que, siendo importante la caminada en la resolución del conflicto, lo principal es que, una vez sabido lo que deben hacer, vuelven con la fuerza de voluntad suficiente como para resolverlo, haciendo lo que deben hacer. A lo mejor, antes ya lo intuían, pero no se atrevían, puesto que toda toma de decisión presupone una parte de dolor, de pérdida.


Otelo se va por su lado y yo sigo por la playa hacia Quarteira; voy mirando lugares por el camino, paso por una zona en que por la parte alta, a un plano superior a la altura del nivel del mar, hay un lago que da la sensación de aguas estancadas, así que decido que me conviene alejarme de él para buscar el mejor lugar para pasar la noche. Normalmente, estos humedales suelen conllevar acompañamiento de mosquitos en serie. También hay pequeños acantilados (falésias) con una filigrana increíble.
Un silbo dulce me libra del ataque de un perro
Avanzo por el área del lago, entre Vale do Lobo y Quarteira y, al llegar al final del lago, oigo detrás el pitido de un silbo con una tonalidad dulce; pero no le doy importancia y sigo adelante, pero, al volverlo a oír, me vuelvo hacia atrás y veo, muy cerca de mí, un perro que acaba de frenar en seco; creo que el dueño, al verlo ir lanzado hacia mí, le llama perentoriamente con el sonido que el animal reconoce. ¡Menos mal! ¿Me habría atacado? Un poco más adelante, encuentro un sitio que me parecerá bueno, y lo ficho para cuando vuelva de cenar de Quarteira; puesto que hoy no he comido más que pipas de calabaza, desde el desayuno en Faro.


Ya con la tranquilidad que da el saber dónde voy a dormir, sigo por la playa y llego a Quarteira. Nada más llegar, en una explanada, que a su vez es final del paseo marítimo, se está celebrando un ensayo de una especie de baile-desfile, que corresponde a las fiestas dos Santos Populares: San António, San Juan y San Pedro. La canción, con la que desfilan en grupo y en parejas, habla de San António, santo de Lisboa y de los enamorados, de San Juan, que no recuerdo en qué términos lo califican, y de San Pedro, patrón de los pescadores. Todos ellos son santos cuya festividad se celebra en junio (hoy estamos a día 4) y los denominan santos populares. Me ha parecido que la mayoría de las personas que ensayaban eran niñas o adolescentes femeninas.
Tarde-noche, una vez pasada la zona más sur del Algarve, que me preocupaba por sus marismas
Pregunto por el centro de la ciudad y me dicen que la encontraré siguiendo el paseo marítimo. Voy con las casas a la derecha y con el mar y la playa a la izquierda, pero esta playa no es una y seguida sino que, para que el mar no se lleve la arena, al ser playa muy abierta, han construido pequeños espigones, como diques, para contener la arena. Estos muretes de piedras, hacen que parezca una playa artificial. No sé si será el caso, pero estas cosas suelen ocurrir, cuando se ha ido comiendo espacio al mar, cuando la especulación del suelo es alta y se construye en terrenos a los que antes llegaba el mar; ¿habrán construido las casas y el paseo marítimo en terrenos que antes eran arena de playa? Pregunto, pero nadie me niega ni confirma.
Cena junto al mar. ¿Qué pesa más?
Me siento a cenar en una terraza cercana al paseo, creo recordar que se llamaba Pita (¿Pina?) y pido frango (pollo). Hay una cuadrilla de argentinos que están muy próximos a mí y, como hablan alto, y no tengo cosa mejor que hacer, mientras espero al pollo, me enzarzo en conversación con ellos; primero hablamos de microondas, y no recuerdo por qué motivo, ni lo que defiendo, ni lo que defienden. Ellos me preguntan: “¿qué pesa más un balde de arena seca o de mojada?" (Me hacen recordar: "¿qué pesa más, un kilo de hierro o un kilo de paja?", donde la trampa igualitaria está en la palabra "kilo"). En este caso, creo que pesará más el de arena mojada, puesto que todos los mínimos espacios que ocupa el aire entre los granitos, son ocupados por el agua, que creo pesa más; así que esta es la decisión que tomo y que les comunico. Cuando, uno de ellos, inicia la explicación para demostrarme que pesa más la seca, llega el frango, y todos mis sentidos se concentran en atender al mismo ¡lo que es la supervivencia! Se trata de una pechuga partida por la mitad y hecha a la plancha, con huevo frito y patatas fritas, una ensalada con salsita y cerveza. La pechuga es lo que menos me gusta del pollo; suelo preferir las alas y, después, los muslos, pero a consecuencia del hambre, me sabe todo riquísimo. No me he enterado casi ni de cuando se han ido los argentinos; creo que al unísono de llegar el pollo, puesto que, si no, no me explico que me haya perdido la explicación del peso del balde de arena seca. Me lo he comido todo y he rebañado con el pan, dejando reluciente el plato. Me quieren cobrar 9,50€ por los extras previos que ni he tocado, así que me limitaré a pagar los 8€, que es lo que sumaban frango y cerveza (7+1). Pregunto si puedo pagar con Visa y, aunque inicialmente me dicen que sí, luego será que no. Una vez pagado en metálico, me voy al baño; el pasillo está lleno de cajas de botellines; relleno la botella de agua, para pasar la noche y el arranque de mañana. Aunque recuerdo que también podré rellenar donde he visto fuente al venir, en el propio paseo marítimo, en una zona en la que hay aparatos para hacer ejercicios físicos que, además, he visto que eran utilizados por usuarios deportistas. Una bonita forma de invitar a que la población sea más saludable.

El segundo perro del día sólo me asusta
Recojo las mochilas y regreso de nuevo por el paseo; un señor me indica donde encontraré cabina de teléfono público, para lo cual tendré que andar un poco más hacia Quarteira, y hablo con mi hija Vera, por primera vez y le digo que todo me va bien; llego a la rotonda final, donde está el entramado de bombillas con el anuncio de los Santos Populares, y bajo a la playa. Paseo por la orilla y localizo el lugar que había elegido, aunque ahora dudo si era entre donde vi a Otelo y el lago salado, o entre éste y Quarteira. Los vigilantes de una caseta, me dicen que el lago es de aguas estancadas y que se renueva cada año con las mareas vivas de otoño-invierno. Me instalo en lugar próximo a acantilado de arenas rojizas, en círculo protegido, pero me costará dormir. Apenas pasa gente, y los que pasan, lo hacen por la orilla; pero cuando estoy adormilándome, un perro se aproximará y me ladrará, produciéndome un pequeño sobresalto; sus dueños ni se han enterado. Además, hasta bien avanzada la noche, seguirán despegando y aterrizando aviones en el aeropuerto de Faro. Desde la playa fotografié alguno esta mañana. Cuando me acuesto, he mirado el marcador de kilómetros, e indica 25,23km. A ellos deberé añadir los espacios en que he caminado desnudo por la playa y el error habitual de todos los días. Creo que habré andado más que ayer, aunque el camino ha sido mucho más variado en cuanto al piso; hoy muy poco asfalto.
¿Qué he aprendido hoy? Que el llevar un camino predeterminado y empeñarse en cumplirlo a rajatabla, no es conveniente, y evita las gratas sorpresas como la de hoy en el Parque Natural en Ría Formosa. Que pasar un día sin meter alimento a la hora de la comida, no es nada grave y se puede compensar con una cena suficiente. Que las fiestas de los pueblos portugueses no son tan diferentes que las de algunos nuestros, aunque tienen sus peculiaridades. Que el amor de los niños por la naturaleza y el interés de los enseñantes para que aprendan de ella, tampoco difieren mucho. Me han dado una bonita información, puesto que la cigüeñuela la volveré a ver el próximo año y ya será como de la familia. Que en Correios se hace un distingo en el precio entre sellos para Europa y sellos para España. El precio para los nuestros es menor. ¿Estaría en la línea de deseo de una Península unificada? Lástima que no se tenga en cuenta a la inversa, esto es, el precio de los de España para Portugal es el mismo que para Europa. ¡Atención a los perros! Hoy se me han colado dos en mi narración. ¿El tercero me morderá? Pues sí, pero habrá que pasar el Algarve y llegar a la Costa Alentejana (Baixo Alentexo).

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