lunes, 9 de enero de 2012

Etapa 47 (107) Porto

Etapa 47 (107). 15 de julio de 2007, domingo. Cumpleaños de mi madre. Porto.


Dibujando el Cristo regalo de Enrique VIII de la Capela da Ajuda
No tenía intención de quedarme, pero ha amanecido con lluvia y así no quiero salir hacia Lavra. Lo peor es que ayer dije a Sergio que llegaría a Lavra sobre las once, y no va a poder ser. Me levanto hacia las 7:15h; cago, me afeito y ducho. El chico, que ahora sé que es francés, está preparado con la mochila en el pasillo, ya que tiene autobús a las 9:00h, lejos, por la ribera del Douro, a unos 3km. Demora su marcha.

Aunque llovizna, cojo la mochilita Visa para ir a dibujar a la Capela de Senhor y Senhora da Ajuda. Salgo con idea de dibujarla desde el exterior protegido de algo que no encuentro, así que decido dibujar otra cosa desde el pórtico pero, como la puerta está abierta, entro y dibujo el cristo crucificado, que fue traído de Inglaterra, regalo de Enrique VIII. El hombre que está dentro, no sé si padre o sacristão, me da toda clase de facilidades y me enciende las luces para que lo vea bien, a pesar de que la misa tardará en comenzar. Quizás me haya salido algo paticorto. Primero ha iluminado el Cristo, luego una lamparilla de cera, sobre mi cabeza y, termina iluminando todo el altar, para que vea bien el moleskine sobre el que dibujo. Es algo para agradecer, y lo hago. Empiezan a llegar mujeres (7 cuando salgo y en el pórtico, arribando con guarda-chuva, la 8ª). Un chico también ha entrado, pero saldrá detrás de mí; me pregunta a qué hora es la misa y le digo que a las 9:00h. Como me ha visto dibujando, me dice que le enseñe los que he hecho y le cuento mi camino, al que ya no le faltan ni diez días para finalizar.
Hora de desayunar y de planificar el día
A pesar de que sigue lloviendo, voy corriendo a la pousada, pues es la hora de iniciarse los desayunos, las 8:30h; el pantalón azul, en seguida se me empapa. Dejo las cosas en la habitación y bajo a desayunar. Cojo todo menos el pan, que todavía no ha llegado. Tomo el zumo de polvos, una raja de sandía, abro el yogur y, entonces, llega el pan. Mientras, hablo con tres chicas belgas que están en su último día; llevan varios haciendo trecking por la zona norte y mañana regresan a su país. Una de ellas es católica, pero hoy pasa de ir a misa. Como el fiambre con el pan y preparo mis dos rebanadas de mantequilla y confitura. Les hablo de mi viaje y de la cita que tengo hoy a las 11:00h que es lo que me preocupa, si no, estaría tranquilo, bien protegido de la lluvia en la pousada. ¡Por qué se me ocurrió llamar ayer a Sergio! Con todo, he tenido suerte de que la lluvia no me ha cogido durmiendo en la playa. Después de desayunar, me voy al bar a escribir el diario. Son las 10:00h y dibujaré otro poco, esta vez será un paisaje brumoso del puerto y el Douro en su desembocadura. Me debato entre pedir favor a alguien para llamar por teléfono a Sergio.
Tres jóvenes madrileños y solidarios
Vienen a despedirse: Antonio, el más interesado en ver mis dibujos; Carlos, serio pero asertivo y José Miguél, que se quemó nariz y algo más, que asume su ignorancia sobre Saramago y su obra, y sobre Victor Erice, pero que reconoce a Antonio López (tema que ha surgido con mis dibujos, por la playa de San Lorenzo, y los cambios en las sombras por el paso del tiempo); le gusta más el gótico y le hablo del templo votivo del Mar, en Panxón, que lo considero neogótico, pero que tampoco conoce y hablamos de Gaudí, que ya es otra historia. Tres chavales madrileños muy majos que se brindan a llevarme a Lavra en su coche, aunque ellos van en dirección Coimbra y aún quieren ver algo más de Porto, aunque sea desde el coche; una ciudad que les ha parecido hermosa. A mí también me lo parece. Nos despedimos y nos deseamos suerte en el viaje y en la vida.
Último intento de localizar a Sergio
Son las 10:45h y voy a llamar a Sergio. Con la tarjeta obsoleta, me dice una voz que con el saldo que me queda no puedo hacer una llamada tan lejana (y estamos cerca) y, por si acaso, la sigo guardando. Llamo con la que tengo en uso y me sale el contestador. Dejo mensaje y el teléfono de la posada, pero cometo el error de dar el del teléfono público que nada tiene que ver con el oficial.

Como sigue lloviendo, me posiciono en el bar para continuar el dibujo iniciado de la bocana del Douro. El reto está en sacar las grúas a lo lejos, diluídas en la neblina, en un día gris y lluvioso. Con los medios de que dispongo, y mi poca experiencia, no me quedaré insatisfecho. He deformado el paisaje de árboles y la anchura del arenal entre espigones y falésia. Me pongo a hablar con un turista de Bretaña, de la zona de Saint Maló y Saint Michael; le comento el viaje que hice por allí en bus-litera y algo del de ahora. Acaba de llegar a Porto, recién iniciado el viaje.
Cuando vuelvo a mi sitio, veo a cuatro chicas próximas a la barra, que juegan al mus y me digo “estas tienen que ser vascas” y, efectivamente, de Vitoria-Gasteiz. Dejan de jugar y nos ponemos a hablar de todo, aunque no en euskera, ya que el viajero no tiene nivel para una conversación mínima, imprescindible para la comunicación. Ellas inician viaje en inter-rail y les comento las cosas que me han gustado. Según estoy hablando con ellas, me doy cuenta de que me conviene quedarme otra noche en la pousada, pues sigue lloviendo, así que me acerco a recepción para reservar cama por otra noche. No hay problemas para hacer la nueva reserva, pero sí con la de ayer, ya que, aunque pagué con Visa, la chica no metió los datos en el ordenador; se corrige el entuerto, la chica me da la misma habitación, pero ya han sido retiradas las sábanas de la cama. Pago 14€ con Visa-Laboral, aunque ayer lo hice con Visa-Lector 10. Esta noche no dormiré con el mismo compañero. Las vitorianas se van a preparar su comida y yo a escribir, llamaré a mi hermana Sagrario y me iré a comer hacia las 14:00h. Ayer por la noche, al volver de la fiesta de la Franzesinha, sobre el supermercado que no tenía semente de abóbora, vi un restaurante que ponía “Cocinha portuguesa”. Sagrario me dice que ha vuelto de la procesión-romería a la ermita de la virgen de Erkuden (Erkudengo ama), que se celebra todos los años y en cuyo atrio, el municipio también obsequia con tinto gratis que, al igual que en la romería de San Pedro, se bebe en tacica de plata. Mi pueblo, Altsasu, es muy generoso. Ahora, cuando le llamo, está descansando del paseo. Me cuenta que ayer, mi hermana Luchy, la que vive en Londres, le encargó que pusiera flores en la tumba de nuestra madre pues, de haber vivido, hoy cumpliría 91 años; como era tarde, ya no pudo ser y su amiga Txaro, amiga y quinta mía también, le ha puesto flores en un tiesto, que el viento se ha encargado de tirar; ella lo ha estado enderezando y llenando de agua, para que coja peso y no lo vuelva a tirar.
Cocinha portuguesa
Cuelgo y subo al restaurante, pero en el primero no hay sitio, o está reservado, y me pasan al otro comedor a través de la cocina y la despensa. En este lado hay más opciones para una mesa individual y admiten carta Visa. El Restaurante es Varanda da Barra y pago 16,10€ con Visa-Laboral. Pido que me retiren el petisco y pido cabrito (10,50) y vinho verda Abeleda (4,50). Comienzo con un cuenquito de arroz con guisantes y presunto que, sin ser nada del otro mundo, me llena como un primer plato. El cabrito está asado, pero pareciera que lleva un tratamiento previo de maceración, está tiernísimo y tiene más hueso que carne; quizás sea eso lo que le hace estar tan tierno y jugoso. Me lo presentan en cuatro trozos centrales, 4 patatas cocidas a un lado y, al otro, grelos, que están muy tiesos y que, a veces, recuerdan a espinacas congeladas; ¿es tiempo de grelos? Los grelos son las hojitas tiernas de los nabos y nabizas ¿también de las remolachas? Al final me los comeré, con las patatas, pidiendo a un chico muy activo y con buena presencia, aceite, vinagre y sal; con lo que me preparo una exquisita ensalada. Todo el servicio, en general, es muy activo. Tienen el comedor lleno y, cuando yo salgo, sobre las 15:00h, dos hombres esperan turno y, aunque tarde, les van a poner mesa, pues ya están quedando algunas libres. Veo el otro comedor, que parecía más selecto, pero tenía alguna mesa grande y libre (tanto como nuestra España del franquismo). Al salir, les pregunto si tanta gente es habitual y me contestan que, a menudo, suelen tener gente haciendo cola. Así se justifica la celeridad de los camareros. Felicito a la chica que me ha orientado en la elección del plato. Lo más caro ha sido el descafeinado (1,10€). “¡Qué jeta tienes Javier!”, pensará alguno, ¿caro, después de que te has trincado tú solito una botella de vinho verde?

Dibujando la capela de Senhor y Senhora de Ajuda s. XVI y XVII
Al salir, ya ha levantado el día y me pongo a dibujar la fachada de la capela de Ajuda de los siglos XVI y XVII y, salvo alguna desproporción del murete de entrada y fallo final en las escalinatas, quedo bastante satisfecho. Reduzco el arbolado de detrás, para que los pináculos y las cruces del tejado no se pierdan en el marasmo y que, en otra reproducción a color, se habrían podido destacar por medio de diversas tonalidades, y con el verde de las hojas. El tiempo está raro, cuando sale el sol, hace calor y me quito el jersey, pero cuando se mete entre las nubes, hace frío y tengo que volvérmelo a poner. Creo que me he enfriado y amenaza dolor de cabeza. Les había dicho a las gasteiztarras que aún no había tomado ni Fortasec, ni Aspirina, pero me da la impresión de que hoy no me libraré de algún ácido (acetil salicílico, claro).
Velatorio con cuerpo presente
Según estoy terminando el dibujo, veo que se va acumulando gente en la puerta de abajo. Ha fallecido alguien y se ve que, en el edificio de la derecha, están organizando el velatorio del cadáver. Sin visitar al muerto o muerta, que no lo sabré, ni dar el pésame a los familiares, me voy hacia el centro de la ciudad. Cuando vuelva a las 21:30h todavía habrá gente.

Un paseo vespertino por Porto
Saramago hizo un recorrido por la ciudad, para nada coincidente con el mío. Entre las cosas que visitó y yo no: las Escadas das Verdades, el arco de la Travessa dos Canastreiros (“buena sombra para el verano”), la Rua Escura (“un pedazo de arco iris”), el Museo Etnográfico (en el palacio San João Novo, de los primeros que el arquitecto Nasoni construyó en la ciudad.), la sala de arte religioso del Museo Soares dos Reis (el autor espera que se haga un “…estudio de la imaginería sacra popular.”), destaca de esta imaginería: La Virgen de la Leche. Los tejados de Barredo, la Fuente del Pelícano y la iglesia de Santa Clara (“…con su portal donde el Renacimiento aflora…”). Como yo no vi ninguna de estas cosas, no podré confirmar, ni discrepar de la opinión de Saramago; me limito a constatar lo que él dice. Sí vi, cuando estuve en marzo, además de San Francisco, revisitado ayer, y de la que él destaca el altar de los Santos Mártires de Marruecos y el Árbol de Jessé, otras obras de arte que él visitó: la Sé (la catedral) y los Clérigos (el viajero “…entra en los Clérigos, los mira de fuera, piensa en lo que deben Porto y el norte a Nicolau Nasoni, y entiende que es mezquina paga el haber puesto su nombre en una esquina de una calle que tan pronto empieza como acaba.”). Además de visitar la iglesia, en marzo, subí las escaleras de la torre y me asomé para disfrutar de una imprescindible visión de Porto algo que, a quien tenga buenas piernas, recomiendo.

Veo una señal de Información, que me manda hacia arriba y a la izquierda y, aunque es domingo, trataré de coger mapa de la parte que me queda, puesto que el que tengo, mañana se me acaba en Lavra. Logro llegar a información de la ciudad; me atiende y escucha, prestando interés a lo que le cuento, una joven; pero me remite a otro puesto de información nacional, que no está lejos, pero es que ella sólo me puede dar planos de la ciudad de Porto. Como hay tres personas atendiendo, no se produce atasco y me lo explica bien. Me pone el carimbo en la credencial: Câmara Municipal do Porto. División Turismo y un escudo, supongo que de la ciudad, con una leyenda que, en su diminutez de letra, no consigo entender. Andaré más de lo debido, porque me encuentro en lugar conocido y me lío yo solito a dar vueltas por una ciudad en la que disfruto pateando. Me acerco a la Livraria Chardron que creo es la que visité en marzo y donde compré As Pequenas Memórias de Saramago, aunque en el ticket de compra que tengo pone Prologo Livreiros y me lleva a confusión; quien me vendió el libro fue el señor Antero Braga y quizás alguien me podrá aclarar si cometo error y qué es lo correcto. El recuerdo que guardo de aquella librería es que tenía algo de gótico (más de la novela gótica que del estilo arquitectónico); con unos curiosos sofás y rizadas escaleras hacia el piso superior. Una visita que recomiendo.  Aparecen unos franceses por la librería y les hablo de las escaleras interiores y les señalo las dos iglesias barrocas, la de los ricos y la de los pobres. Hay que adivinar. Como no retuve el nombre de estas dos iglesias, ni el recuerdo de su fachada, no sé si Saramago se refiere a ellas cuando compara el Carmen y los Carmelitas. Por si fuera lo mismo, recojo parte del texto: Habla de las estatuas de la fachada del Carmen y dice: “bella armonía”. “Sin estas estatuas, la fachada del Carmen perdería buena parte de su magnificencia.” Y de los Carmelitas: “Es una iglesia que hace todo lo que puede por la fe…” Un autóctono me califica la librería de neogótica; luego me lo volveré a encontrar; la plaza de la Libertad, la Torre de los Clérigos y su rua, el Teatro de Sá da Bandeira: que sólo hace sesiones de baile y, para el 28, anuncia un festival con artistas de, me parece, mediano renombre. Da la impresión de ser un local que ha venido a menos. En otro cercano, están poniendo la “moderna” superproducción Jesucristo Superstar. Total que, cuando llego a información nacional, está cerrada: abrió sábado y domingo de manhá.


Subo hacia la Seo (Sé) y, desde allí, dibujo la Torre de los Clérigos y una parte reducida de las casas de su zona. Estoy muy contento con cómo he iniciado la torre, todo a base de rayas verticales, a las que voy dando forma. Es un dibujo que me interesa más en su proceso que en su realización final y que lo termino, sin terminar, porque tampoco se trata de pasarme aquí toda la tarde. También el inicio de la verticalidad de las casas de enfrente me ha gustado pero, al dar verismo a las cercanas, el dibujo va perdiendo gracia y espontaneidad. Tendré que repetir esta forma de dibujar con rayas verticales en otro dibujo que haga y cuyo tema me lo demande.
En la estación también hay oferta de libros, como en Gaia, pero aquí lo único que veo interesante es algo de Eça de Queiroz y, sólo entro a orinar; como en otras muchas estaciones, unos hombres vamos a orinar, otros a tratar de ver más de lo que otros quieren enseñar y otros a ligar, si ha lugar y el día es propicio; mucho trasiego; todos los urinarios ocupados, algunos sin tiempo o con dilatación en el tiempo. Tras conseguir espacio para expulsar de mí el último Abeleda, me voy encaminando hacia el Douro. Mientras dibujaba desde la Seo, hablo con una pareja holandesa; él con un aceptable castellano, me dice que están haciendo un viaje muy bonito alternando pueblos y ciudades de España y Portugal. Les ha gustado mi dibujo. Desciendo al Douro, algo más al oeste que el puente que lo une a Vila Nova de Gaia; ahora paso por la cornisa que ayer no pasé y veo Mal Cozinhado, aunque casi me paso la rua do Outeirinho sin verla. Si ayer no vine a ver los fados, hoy me parece que menos.
Una zapateira galega por 10€
Voy hacia Alfândega y entro, pero me remiten al patio exterior. Se celebra la fiesta del marisco. Pregunto a una mujer cómo se llama el centollo y me responde: “centolla”; le digo “igual que en castellano” y me responde que sí. Luego busco la explicación. Hoy les toca ofertar y vender el marisco a los de O Grove y el precio de la santola, que es así como en portugués se dice centollo, es de 20€ y como la zapateira (buey o txangurro) es a 10€ la pieza, me conformo con esta opción. Ya me lo veía venir; no estoy bien; la empiezo a comer sin ganas; tras comer ¾ del interior, algo del caparazón y una pata, me levanto para ver si echo pedos al Duero, pero me salen escasos. Tengo frío y me meto hacia el interior; como un poco más y guardo el resto en la bolsa donde tengo navaja y abrelatas; tiro caparazón y restos coriáceos y plato de plástico al cubo de desperdicios; me despido de la señora de O Grove, le digo que el año pasado pasé andando por la playa de la Lanzada y le deseo éxito de ventas, tanto a ella como al chico encargado de la caja. Me he lavado las manos y el señor de delante se ha llevado la última servilleta para secarse y orino en un artefacto con un sistema peculiar. El cagadero muestra todo lo anterior, pero tiene un urinario conectado, que no uso porque me doy cuenta tarde. Al salir del servicio, hablo con un matrimonio con hijo que se disponen a coger el coche (que no carro), pues son españoles.
Antes de acostarme, me doy un garbeo por lo que queda de la Franzesinha
Voy haciendo el mismo recorrido que hice ayer cuando llegué a la pousada, paralelo al Douro, me acerco al recinto donde ayer se celebraba la fiesta y, a esta hora, ya se nota menos gente; hay que tener en cuenta que, aunque muchos estén de vacaciones, otros tendrán que trabajar mañana. Hoy canta el mismo de la coleta. El paseo de regreso me ha venido bien, y me siento mejor, cago y esa será mi salvación; me animo a comer algo más de la zapateira y dejo las patas pequeñas para mañana. Me despido de las vascas que, todavía en su habitación, están preparándose para salir. Han pasado el día en la ciudad.
Un caminante de mucho peso
En los lavabos me encuentro a Luis, que mañana sale solo en dirección a Santiago, Fisterra y Roma. Lleva 12kg de peso en la mochila, con tienda y comida (me supongo que el de la comida será un peso variable); está más fuerte que yo; otra vez que hizo algo similar perdió 20 kilos. A pesar de todo, sigo considerando ese peso excesivo. Lleva infiernillo; para mí sería un infierno. Reconozco que es otra forma de viajar distinta a la mía, y para la que yo no estoy preparado; si alguien considera mi caminada como una azaña, se queda pequeña comparando con la de Luis. Como yo, se queja del precio de los albergues; a él le gustan los de “la voluntad”; ¿será porque en esos no paga? Mejor no hacer juicios temerarios. Me voy a la cama y duermo bien; hoy solo. Me levanto a las 2:00h a orinar. Sólo una vez.

Hoy me he ido sintiendo mejor en el momento en que ya he tomado una decisión, quedarme en Porto. Es el día que más he dibujado, lo cual también puede ser una consecuencia de que estoy bien. El paseo por la ciudad me ha resultado grato; el hecho de conocerla ya, me da mucha tranquilidad; he disfrutado al perderme por sus calles y al recuperar espacios y edificios. Si me he sentido mal físicamente, es porque me he enfriado; creo que ha sido debido al tiempo que he estado con el dibujo de la capela, motivado por los cambios de temperatura, al salir y meterse el sol; meno mal que, al finalizar el día, todo ha vuelto a su cauce.

No hay comentarios:

Publicar un comentario