miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 22 (82). Melides praia-Comporta

Etapa 22 (82). 20 de junio de 2007, miércoles (4ª feira) Melides praia-Aberta Nova (Grândola)-Praia Galé-Pego-Carvalhal-Comporta.
Sueño y ejercicio de libertad
Duermo muy bien. Las ventajas de dormir a la intemperie en la playa, son muchas: admirar las estrellas y las constelaciones, la luna, cuando la hay; disfrutar del amanecer y del ocaso; escuchar el canto del mar con su rompiente ola arrulladora; los pájaros al despertar, etc., pero otra de las ventajas es el gusto con que se vuelve a coger una cama con sábanas limpias, en el silencio de la habitación y la ausencia de otros ruidos molestos. Me he levantado a orinar una sola vez, a media noite y para las 6:15h ya estoy de pie. Cago, me afeito y no me ducho, porque, aunque prende la llama del calentador, el agua lleva tan poca presión que no pone en marcha el mecanismo de calentamiento y ahora, tan temprano, no me apetece la ducha fría. Por si no lo sabe, le dejo una nota a la dueña.

Para las 6:45h ya estoy en la calle. Un camión cargado de troncos de pino. No hay un alma; sólo encontraré un hombre en la parte final del camino y bajaré con las sandalias de agua, por la pasarela, a la praia. Hoy también haré un viaje variado; primero con las sandalias de agua, caminando sobre la arena por media playa, por la altura de donde llegó la última marea alta; resulta algo monótono y será algo cansado.


Cuando llego a praia Aberta Nova (Grândola), me baño y me seco al aire libre. Recuerdo la canción de la revolución de los claveles: Grândola Vila Morena y eso me lleva a no olvidar que si nosotros tuvimos un dictador que machacó nuestras libertades, los portugueses tuvieron otro parecido, Salazar. Franco y él vienen muy a cuento ahora que estoy haciendo un ejercicio de libertad. Es como si dijera: “no habéis podido conmigo”. También pienso que el sistema capitalista, la sociedad de consumo, los neoliberales,  la democracia pacata que hemos sido capaces de generar, también tiene sus lacras y mucha injusticia social y yo, inmerso en mi sociedad, estos días de mi viaje, sueño con que soy libre; soy consciente de que también soñar es libre. Mi viaje es mi sueño, pero también es mi ejercicio de libertad.

¿Podré desayunar hoy? Me contentaré con una rebanada de pan de ayer
Llego a un lugar donde veo un restaurante; subo a él, pero está fechado. Un belga está en su caravana: hablando en francés, le cuento el camino que estoy haciendo y él saca su mapa de Portugal para que yo pueda ver mejor lo que sigue. El belga no puede hacer grandes caminadas, puesto que tiene varias operaciones en las piernas; tiene una cicatriz cerca de la rodilla. Me despido del belga y, como estoy en la parte alta de la playa, continúo el camino por la duna consolidada; ¡me estoy volviendo un experto andarín por dunas! A veces, más que veo, intuyo el camino y, cuando lo pierdo, me oriento bien en la búsqueda del ramal que me lleve al principal, generalmente más hacia el interior; algo bastante elemental y fácil de comprender para cualquier caminante experimentado.

Un gato montés sordo
Sigo andando con las sandalias de agua, por la duna. Veo un gato montés sordo o, al menos, eso parece; o es que está ensimismado con la caza y ni se entera de que llego. Cuando estoy a dos pasos de él, vuelve la cabeza y se pega un susto de muerte y echa a correr despavorido dando enormes saltos. Hoy no he visto ningún conejo.  El día se va poniendo expléndido y decido bajar de la duna a la playa y darme un baño y me lanzo en picado desde la cima a la base de la praia.

De la duna a la playa
Saco una foto para que quede constancia de la bajada que he hecho al galope (rememoro el juego con mis dos nietos, Julen y Lander: al paso, al paso, al paso; al trote, al trote, al trote; al galope, al galope, al galope...).














Como las ropas que tendí ayer no se secaron, las llevo colgando de la mochila y el calzoncillo encajado en la cabeza; así que ahora es un buen momento para tenderlas a secar; hay un árbol seco y pelado con algunas ramas, varado en medio de la playa, que me va a servir muy bien de tendedero.
 Como el calzoncillo ya se ha secado, lo guardo y me pongo la visera en la cabeza, para que también se seque. Tiendo el resto de ropas en el árbol varado y me doy un buen baño. Me seco paseando y comiendo la rebanada de pan que tuve el acierto de guardarme de la cena de ayer. Una vez seco, recojo las ropas tendidas y las guardo dentro de la mochila y me voy, en bolas y descalzo, playa adelante.



Me mancho la planta de un pie y los tres dedos pequeños de galipot; así llamábamos de pequeños al alquitrán de las carreteras y al que llegaba a las playas desprendido de los barcos. Cuando llegó el accidente del Prestige, que benefició a algunos acaudalados gallegos y que fue gestionado pésimamente por el PP de Aznar y de la Xunta, se le empezó a llamar chapapote, palabra totalmente ajena a nuestro vocabulario hasta entonces. Bueno, pues mi trabajo de los próximos minutos será tratar de quitarme la brea del pie. ¡Me costará quitarla!

Cuando me marchaba del lugar, llega un matrimonio con niño, que no parece sean  nudistas. Un poco más adelante, veo entrar en la playa a otra pareja, que vienen con dos perros; veo que los perros sí son nudistas, pero la pareja no tendré ocasión de comprobarlo, pues sigo a delante, ahora, por la praia de Galé. Aunque cada zona va recibiendo un nombre distinto, desde Sines, no deja de ser una sola  playa.



Llego a un lugar en el que aparecen unas cabañas que dan la sensación de estar deshabitadas. Delante de ellas, una chica, con un bikini mínimo negro, toma el sol y, muy simpática, me dirá que para llegar a Carvalhal todavía me quedan 5 km, pero que, un kilómetro antes, llegaré a la praia de Pego. Me dice también que, la playa en que estamos ahora, se llama Pinheiro de Cruz.



En cualquier caso, sea ésta o la anterior, veamos lo que de Praia Galé pone en mi lista: “Nudismo tolerado. Inmensa playa de arena fina con zonas completamente vírgenes situada en la Península de Tróia, alejada de poblaciones, respaldada de dunas y vegetación baja, con algún tipo de sercivios sólo en la zona norte, próxima a Tróia, el nudismo se practica en la zona Sur de la playa, acceso por la carretera EN-253 de Comporta a Tróia.” Leído todo lo anterior, me doy cuenta que lo que me dijeron que era playa Galé no coincide geográficamente con ésta, puesto que la península de Tróia está más arriba. En un mapa leo, al sur de Sol de Tróia, Costa da Galé, así que la praia de nudismo tolerado sería la que va desde el norte de Comporta hasta el sur de Costa da Galé.



La comida más cara de Portugal y no por ello la mejor
Cuando estoy llegando a Pego y, antes de vestirme, me doy el último baño de la mañana y entro a comer al restaurante Aquí Há Peixe, caro y sin calidad material: unos carabineros con sabor muy raro y unas lulas (calamares) con muy poco sabor; lo mejor de la comida es la ensalada que me hago con los complementos de los dos platos: brócoli, patata y zanahoria. He pedido también una ración de pimientos rojos y verdes entreverados, que solo ella, ya costaba 8€, así que la comida será a ese nivel y pagaré con Visa-Laboral 51,81€. No recuerdo qué bebí. Mientras estoy comiendo, entra un cacereño prepotente, que con voz fuerte y en castellano pide lo que quiere para comer; está con una guapa jovencita. Me acerco y me dice que nació en Donostia y que está planeando hacer el camino por la costa a caballo. Por la Vía de la Plata, ya lo hizo. Hasta luego. Me incorporo a mi mesa y el camarero ya me ha advertido de que los carabineros son caros (ya lo he visto en el precio por kilo); la chica que me atiende es moldava. Dejó allí a su niña de dos años con su madre, abuela de la niña, hace 6 meses, y las echa mucho en falta. ¡Pobre! ¡El drama de la emigración! ¡Es alto el coste que hay que pagar para tratar de mejorar de vida! Y, todavía, si lo consigues… Cuando me voy a marchar, me despido del cacereño-donostiarra, que con tanta seguridad ha entrado al local y me da su tarjeta, que dice bastante: Promotora J.R.J. 15, SL Se trata de Antonio Camacho Martínez Vara de Rey. Aunque su tarjeta es de Badajoz, me escribe su número de teléfono en Donostia, un 943. Adiós. Será muy improbable que le llame. No será un encuentro que considere de los bonitos y que trate de mantener.

Desde la ventana del restaurante, he estado dibujando la parte de playa y duna que veía y al frente el mar. Hay también un puesto del socorrista que también dibujo y al que, luego, bajaré.







Charlando con el nadador-salvador y sus amigos
Me despido de la moldava y le deseo que pronto pueda volver a recuperar a su hija y bajo a la playa, al puesto de seguridad. Allí me encuentro con André, Fabio y Marcos, que se irá en busca de su chica, a la que ha dejado sozinha. Hablamos de mi viaje y les enseño mis pies negros por el combustible entre los dedos y, el de la coleta, va al almacén en busca de material para podérmelos limpiar, y vuelve con alcohol y papel; cuando me lo trae intento limpiarme yo solo, pero para la planta del pie pido colaboración a André, que es el titular nadador-salvador, lo que nosotros llamamos socorrista, como indica el bañador bordado en amarillo sobre tejido naranja (que es el nuevo atuendo que acaban de estrenar). En todas estas últimas playas, y también en las próximas de Comporta y Troia, las bolsas azules de recogida de basura, con el nombre de Costa Azul, llevan el nombre de Grândola. Me despido del socorrista y de sus amigos y camino hacia la praia de Carvalhal; voy con idea de entrar en el pueblo para sellar la credencial.
Nudismo en compañía
A mitad de camino me encuentro con el único nudista del día, Henrique, y nos ponemos a charlar. Me baño y me seco de pie. Cuando me tumbo a tomar el sol, ya seco, para que no se moje la toalla, un tronco nos separa, lo que no impide la comunicación. Me dice que en Portugal el SMI es de 400 €/mes; que a los reformados que perciben poco más de 300 €, el Estado les permite hacer algunos pequeños trabajos remunerados; así él, que está en esa situación, trabaja dos o tres días por semana en un hotel. Mirando mi mapa, Carvalhal aparece a pie de playa y Comporta en interior, pero Henrique me explica que es a la inversa; que para llegar a Carvalhal hay que andar 2.800m y a Comporta, desde la playa, hay entre 300 y 400m (luego comprobaré que hay algunos más). Asi que, como se está tan bien en la playa y la Junta de Freguesia de Carvalhal cierra a las 18:00h, desisto de ir. Estaremos hasta las 18:15h y me daré algún baño más. Luego nos iremos juntos hacia la praia de Carvalhal, ya que me he quedado antes de llegar a la zona oficial y nos despediremos. Él se queda y yo sigo hacia Comporta.

Jugando con las pisadas de los demás
Veré a dos o tres pescadores y trataré de adivinar si las pisadas de ida y vuelta que estoy viendo, son Comporta-Carvalhal-Comporta o Carvalhal-Comporta-Carvalhal; resulta un juego bastante difícil de descifrar, ¿cuál es la última pisada, la que va o la que vuelve? El juego ofrece pocas oportunidades de éxito, pero entretiene; además lo complico más pues trato de adivinar si es caminante o caminanta y como, a veces van por el medio de la playa y otras se acercan a la orilla, hay momentos en que las pisadas desaparecen porque la ola de la orilla las ha borrado.

Una tortuga putrefacta y apestosa
Tras dejar atrás al último pescador de Carvalhal, veo que en la orilla se agita algo vivo, pero al acercarme veo que lo que le hace parecer vivo son las propias olas de la orilla que lo balancean, pero que, en realidad, es algún animal muerto; pareciera un delfín o un tiburón, por el movimiento de lo que me parecen las aletas; en seguida me llega un tufarada apestífera y algo dulzona y yo, que dudo si alguna vez he probado la sopa de tortuga, intuyo que pueda ser ese su olor. Tapándome las narices me acerco un poco más, y compruebo que es una tortuga enorme, sin cabeza; lo que me habían parecido aletas, eran sus patas, que les sirven para andar en tierra y para nadar, como si fueran aletas. Tras comprobar que es una tortuga, corro para que la siguiente inspiración la haga ya fuera del área de aire infecto. No recuerdo si lo conseguí o no pero, como saqué la foto, no creo que me diera tiempo a todo; no soy experto en hacer records en apnea. Dentro de mi registro de malos olores, me vienen a la mente los de la curtiduría del barrio de la estación, de Alsasua, y de otras que en la última década conocí en Marruecos; pero, para mí, el más nauseabundo, lo he experimentado este verano de 2011 en Mallorca, paseando por un acantilado, al encontrarme con una cabra en reciente estado de putrefacción. Ya os lo contaré, pero para cuando lo haga, tal vez en Internet también transiten, por las ondas o la fibra óptica, los olores. Algún día, al ver la fotografía, el olor me viene a la mente y me entran ganas de vomitar. ¡Y no exagero!

Rumanos que aprecian el país de acogida


Aún me costará bastante en llegar a Comporta. Cuando ya lo he hecho y voy por la pasarela de salida, cercana al restaurante Ilha de arroz, veo que por delante va una pareja a la que, cuando los alcance, preguntaré; él lleva una caña de pescar, pero sin más parafernalia, ni caja con aparejos, ni cubo con isca, en fin un pescador atípico. Cuando ya les estoy alcanzando, veo un teléfono; me acerco para ver si funciona y resulta que es de monedas (hacía tiempo que sólo veía para llamar con tarjeta y creía que ya los de monedas los habían suprimido todos); sólo quería saber si funcionaba para llamar a la vuelta de la población. Entre tanto, la parejita se ha metido por un atajo, con indicación de prohibido el paso, y yo no me atrevo a hacer lo mismo. ¿Por qué? Ni yo mismo lo sé. Seguiré por la carretera y me los vuelvo a encontrar, ya que por el atajo han adelantado poco. Les pregunto desde mi lado de la carretera, pero opto por cruzar, para entendernos mejor. Alucinan de mi viaje. Me hablan muy bien de Comporta y de que tiene cosas interesantes para ver: Museo del Arroz, Museo de maquinaria agrícola y grandes extensiones de arrozales. “El agua que se ve es dulce”, me dicen y la proporciona el río Sado que, más que río parece un gran lago, al sur de Setúbal. Lo que más me ha gustado de este encuentro es el valor que dan al pueblo y, sobre todo cuando, al preguntarles el nombre, me dicen que son rumanos (yo estaba convencido que eran gentes del lugar con un hablar algo raro). Llevan en Portugal desde 2004 y se llaman Ana Maria y Ionut (equivalente a Juan o João). Se ve que son pareja, pero ¿novios, matrimonio?, quizás demasiado jóvenes para ser matrimonio. Uno de ellos, o los dos, trabajan en Ilha de arroz, pero hoy es el día que libran en el restaurante, razón por la que se han ido a pescar, con poco éxito. Ionut, además, me dará alguna información para mañana en Tróia. Les saco foto y me despido de ellos al llegar a una cabina telefónica.
Dificultades para la comunicación
El teléfono público me admite todavía la tarjeta vieja, pero, al equivocarme en un número, se lo piensa mejor y me dice que está agotada. Pongo la nueva y también me dirá que está agotada, pero yo sé que está completa, pues no la he usado. Me indican otro teléfono pero, al llegar a él, veré que también es de monedas, como el de la playa. Pregunto a dos chicos y se me quedan mirando algo alelados (pareciera que son de “los míos”). Vuelvo a la primera cabina y consigo que coja mi hermana Sagrario y así puedo hablar con mi otra hermana Luchy, la que ha venido a España y vive en Londres. Cuando le digo que estoy llegando a Setúbal, me dice: “¿por dónde cae eso?” En este tema, mis dos hermanas son iguales. “Pues, si tienes interés en saber dónde está, luego lo buscas en el mapa. Y, si no, no preguntes”, le digo. Le digo que le pregunte a Jon, su marido, que como buen inglés, seguro que sabe dónde está Setúbal. “Si Lisboa está en la naríz, Setúbal está en la boca, de la cara de Portugal”. El martes se volverán a Londres, después de haber pasado unos días de vacaciones por España.

Los mosquitos no pican, las que pican son las mosquitas
Es lo que algunos aseguran. De regreso a la playa, fotografiaré juncos y arrozales con Setúbal al fondo, muy a lo lejos. Sin pasar por la pasarela de la venida, me meteré a la derecha, por el aparcamiento de carros y me quedaré entre dunas, así la primera me protegerá del viento marino, pero ¿quién me protege de los mosquitos?

Para ese menester Jacinta y la virgen de Fátima tienen muy poco o ningún poder; y la pulsera repelente también tiene sus límites. Ceno barrita de sésamo y pipas de calabaza que, todavía, duran. No hace demasiado frío y me hago mejor almohada que la última vez, con el jersey y el pantalón rodeado de toalla y metidos en la funda de la esterilla. Para evitar los mosquitos que ya zumban a las 21:15h me tapo hasta arriba desde el principio, para no darles opción a que me coman.

¿Qué he aprendido hoy? Que hay extranjeros que pueden ser mejores que los autóctonos al apreciar el país de acogida. Que siendo previsor, te puedes defender bien de los insectos volanderos picones. Que estoy más a gusto en playa desnudo si tengo a otro desnudo al lado, con temas a compartir. Que ante un olor penetrante, la mejor opción para evitarlo es la huída.

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