miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 10 (70). Figueira de Alvor-Burgau

Etapa 10 (70). 8 de junio de 2007, viernes. Cumpleaños de mi hermana Sagrario. Figueira de Portimão-Lagos-Porto de Mós-Luz-Burgau.


Figueira de Alvor o Figueira de Portimao
En el día de ayer pongo Figueira de Alvor, como lugar de llegada y hoy pongo como lugar de salida Figueira de Portimão; la razón es que no sé cual es la denominación correcta, ya que sería de Alvor, por estar al norte de la ría de Alvor, pero también podría decirse de la otra forma, por pertenecer a freguesía de Portimão. Si lo puedo aclarar antes o si me lo aclaráis los lectores que sabéis cual es la denominación correcta, lo corregiré. La palabra freguesía, es una de las que veré a menudo, y equivaldría a barrio o parroquia de la ciudad de pertenencia; en vez de Cámara Municipal, suelen tener una Junta de Freguesía.
Hoy cumpleaños de mi hermana Sagrario. Llamaré por la noche a casa de Sara.
He dormido muy bien, sólo con la sábana. Me he levantado a orinar a las 6:30h y me he vuelto a tumbar, pero, para las 7:00h ya me he duchado, con el jabón que ayer cogí del cuarto de las tres camas, y estoy escribiendo el diario. Cierro las mochilas y parto de Figueira con la intención de llegar a Figueira; aunque no llegaré. Esta segunda Figueira, razón por la que deseo tener bien definida la que dejo, pertenece a la freguesía de Vila do Bispo. Mi deseo de llegar a esta segunda Figueira, es debido a lo que me dijeron los madrileño-andaluces con los que crucé a Ilha de Tavira y ver si en el camping más próximo consigo ese listado de playas nudistas de Portugal; con la esperanza de que sean más de las que llevo en mi lista sacada de Internet.
Un lugar con restos arqueológicos no recomendados

A las 7:15h estoy saliendo bajo el cartel de Dormidas. El día ha amanecido gris, pero parece que va a levantar. Manuel me dijo que las ruinas romanas se reducen a unos pocos mosáicos, que es difícil verlas y que no hay un horario definido de visita. Como es temprano, a mí tampoco me cuadra esperar a que abran; ¿estará Manuel desengañado de este pueblo?, ¿valora correctamente lo que tienen? En cualquier caso, como no veo los mosáicos, tampoco tengo argumentos para contradecirlo o corroborarlo. Otra vez será. También voy reflexionando a cerca de José Manuel; ¿un fantasmón? Presume de haberse acostado con ciento cincuenta mujeres; tiene aires de grandeza por haber estado con la reina Sofía; también en la cárcel, castigado por seis años, que fueron reducidos a seis meses por Mario Soares; dice: “estuve en la cárcel como en un hotel”. Me preguntó si había pasado por el 7 de Figo cuando crucé el puerto de Vilamoura y mi respuesta fue: “si pasé, no me enteré”. Cuando paso por unas enormes tinajas, saco foto, pensando que puedan ser recuerdos cerámicos del paso de los romanos.
Una mochilita de mucho uso
Hace unos días, se me abrió la cremallera principal de la mochilita Visa que me regalaron en Atenas-2004 y que este año he traído porque a la que llevé el año pasado le ocurrió lo mismo, de tanto abrir y cerrar; aquella no me gustó en la práctica, porque sólo tenía un departamento y todo se confundía dentro; ésta tiene dos espacios y permite mantener mejor el orden de las cosas. Temí que se me hubiera roto, pero invertí el recorrido de las dos guías y ha vuelto a funcionar con normalidad ¡Menos mal! Esta tontería podría crearme problemas, ya que la estoy abriendo y cerrando de continuo: para beber agua, para escribir el diario y hacer una anotación puntual (aunque la “chuleta” la llevo en el bolsillo del pantalón) o el coste de cualquier gasto, para sacar una foto, para coger mi Moleskine y los rotuladores, una naranja que guardé, o las gafas para leer que corrigen mi presbicia.
Importancia de los pies
En este viaje, y en cualquiera que se realice andando, ¡qué importantes son los pies! Los míos, todavía se están adaptando a los cambios. Me han salido una especie de pliegues debajo del dedo pequeño del pie izquierdo y ampollas en el gordo del derecho; aunque, cuando inicio la marcha, duelen, en la marcha, el dolor es llevadero, cargándose al final del día. También se me ha ido poniendo morada (ya casi está negra) la uña del dedo, llamémosle “indice” del pie derecho. No tengo conciencia de que me lo haya golpeado y pienso que pueda ser debido a un defecto en la circulación de la sangre. Será algo que me volverá a ocurrir en los próximos años. Éste en el que escribo, 2011, me ha ocurrido lo mismo en los dos mismos dedos, ya se me han caído las uñas negras y aparecido las nuevas que les venían empujando. Pero volvamos al camino. Paso por Mexilhoeira. Al llegar a Odiáxere, encuentro unos jardines muy cuidados con plantas aromáticas: espliego, romero y ornamentales. Me parece bonito y que implica sensibilidad en el municipio. Hablo con una madre que acaba de dejar en la escuela a su hijo. El curso acabará entre el 22 y el 25 de junio. “¿En San Juan?”, le pregunto; pero no sabe cuando es San João. Veo letrero de Husqvarm, como tantos que vi en Galicia, y que corresponde a una empresa que se dedica a fabricación y venta de maquinaria y herramienta de corte.

Lagos, un pueblo con costa turística
Antes de entrar en Lagos, paso por el primer puente que veo; dudo si he hecho lo correcto cuando me doy cuenta de que me estoy alejando de la costa, pues observo que hay otro puente que está seguido de donde venía y que se orienta más hacia el mar. Una cosa era pasar la marisma de la ría de Alvor y su parque natural y otra, un río que sale al mar cerca de Lagos. Finalmente, doy por acertada la decisión, puesto que el puente que creí me alejaba, me ha llevado directo a la oficina de información, aunque son las 9:15 y no abren hasta las 9:30h. Así que voy a desayunar a Pastelaria Mildoces. Tan bueno está el caracol, muy afrutado, que me sirven, como el café con leite, aunque casi éste se me enfría hablando con el camarero, quien me recomienda que baje el río hasta la costa, directamente a la praia de Dona Ana (que no Doñana, que eso será el siguiente año) y que, luego, siga por playas y falésias (acantilados). Como ya llevo al día el diario, a las 10:00h salgo a información.

Me disuaden de que vaya por la falésia
La informadora está atendiendo a una pareja de españoles y otra de franceses espera a continuación. Cuando los españoles terminan me dicen: “si lo que has visto te  ha gustado, lo que viene te gustará más”. Cuando acaban los franceses, ejercito un poco el idioma y les hablo de mi punto de partida: Saint Palais-Saint Jean-Pied-de-Port (no les digo de Porc, como dicen algunos franceses, por si éstos se ofenden) y me dicen que ya lo conocen, deseándome feliz viaje. Así como el camarero me ha recomendado el paseo por la falésia, la chica de información no me lo recomienda, parece que tienen instrucción de que los turistas evitemos lugares con algo más de riesgo. Creo que haré más caso al camarero. Aunque Armindo, el dueño de la pastelaria Mildoces, ya me ha puesto el carimbo en la credencial: Armindo Oliveira Gonçalves. Pastelaria Mildoces. 8600 Lagos y me ha dicho: “para que me hagas propaganda cuando publiques el libro”; no sé de dónde ha sacado que vaya a publicar libro alguno; quizás haya sido deducción lógica al verme tomar apuntes, también me lo sellan en información. En el carimbo pone: turismo do algarve. Posto de Turismo de Lagos. Rua Vasco da Gama (S.João) 8600-722 Lagos. Hago caso a Armindo y bajo por el río.


Mucha oferta de barco a Ponte da Piedade
El paseo es muy bonito, pero asedian al turista con la oferta de viajes en barco por la costa. Parece que Ponte da Piedade es la atracción principal y de lo que muestran más fotografías para engatusar a la gente, con los barcos penetrando en cuevas y recovecos entre rocas. A uno que me ofrece uno de estos paseos, le digo que voy hacia allí andando por la falésia, y me dice: “no es lo mismo”.



Cuando llego al final del paseo, saco foto de la costa por la que no he pasado, pero que se ha quedado atrás, y veo a lo lejos la salida de la ría de Alvor que me obligó a retroceder. También veo, al otro lado del río, una playa a la que, posiblemente, me habría orientado si hubiera cogido el otro puente, a lo mejor una playa que, en su parte final, habría podido practicar nudismo, tal como está configurada la zona de población a este lado del río; pero ya es tarde para poderlo comprobar y prefiero seguir hacia Ponte da Piedade, donde me ofrecerán dinero. Al final del paseo, hay una playa con una pequeña fortaleza y comienzo a subir hacia la falésia.







Una limosnita por amor de Dios

Al principio, el camino está indefinido, pero pronto empezará a coger buen aspecto, y así, llego a la praia de Dona Ana y saco foto con sus islotes característicos del lugar.


Me escondo para hacer una deposición que, junto a los papeles, escondo pisándola con una piedra (igual que el pan a la piedra, esta podría definirse como mierda empedrada). Ya ha salido el sol.



Poco antes de llegar al faro de Lagos, me encuentro con el padre Ramiro, un cura que estudió en Valladolid, pregunta por el motivo de mi viaje y le respondo que es un viaje de placer (pracere de caminhar). Me ofrece ayuda y 20€ y del libro que ha llevado para leer, quizás un breviario, me saca una estampa de Nossa Senhora do Perpétuo Socorro y me la da. Acepto la estampa, de recuerdo, y rechazo el dinero, ya que no lo necesito, y agradezco su buena intención. La imagen de la virgen es de la iglesia de San Alfonso de Roma y, en el dorso, viene la oração pela Santa Missão. Secretariado Redentorista de Evangelização de Vila Nova de Gaia.




Ponte da Piedade
Después de llegar al faro, bajo por escaleras a lo que llaman Ponte da Piedade; el chico encargado del control de bajada, para que no se acumule demasiada gente abajo, está hablando con otro, pero me deja bajar. Voy hasta ras de agua y saco foto del circo interior marino rodeado de rocas, como si fuera un lago interior. Cuando subo, los dos amigos siguen en conversación y no dan pie a que se les haga preguntas. Otra pareja está haciendo fotos desde arriba, pero les invito a bajar, y lo hacen. Después del faro, el camino comienza a descender y acabaré llegando a una playa.

Un controlador aéreo alemán se ríe de mi mapa
Adelanto a una pareja para preguntarles por el nombre de la playa. Son dos madrileños, Marisol y Joaquín, que están de vacaciones; ella está operada de columna y, por prescripción facultativa, debe andar por la arena dura de la playa. Ella es la que decide hasta dónde continuar. En lugar de quedarme al inicio de la playa, donde les he visto, decido pasear con ellos charlando; llegamos hasta el extremo contrario de la playa, donde ya empieza a desaparecer la arena y a verse una roca plana que hace las veces de asfalto, aunque con zonas verdosas. Retrocedemos y, cuando la roca desaparece, me despido de ellos, se van y me doy un baño desnudo. Cerca, aunque algo más arriba, una mujer también disfruta del sol desnuda, aunque ha tomado toda clase de precauciones para que no la vean y ha puesto dos sombrillas delante y, más adelante, varias bolsas que tapan los huecos que dejan las sombrillas ¡Cuánto temor!, ¡cuánta precaución! El hombre que está con ella, lleva bañador pero, al verme a mí desnudo, se lo quita. ¡Ya somos tres! (¡ya sólo falta el alavés!, como decíamos cuando estaban en primera división Osasuna, Real Sociedad y Atletic, pero faltaba el 4º y, parece, que por muchos años). Me daré otro baño y me secaré al sol sentándome en unas piedras colocadas con cierta simetría, para no mojar más la humedecida toalla. Al rato me marcharé y seguiré retrocediendo hasta el restaurante de la playa que, para variar, se llama António (Será un nombre significativo en mi camino por Portugal). Tiene buen aspecto, con servicio esmerado, así que leo la carta y decido lo que me conviene para comer. Me colocan en mesa para dos en 2ª línea, a la par de otra pareja que está en 1ª pero que está terminando de comer. En cuanto se van, vuelven a vestir la mesa al completo para ver si atrae a nuevos clientes. A mí ya me han sacado la sopa de pescado y ahora la media docena de sardinas con patata cocida y lechuga. Algunas patatas me las comeré con las sardinas y otras, la mayor parte, troceadas, completarán la lechuga, con lo que me prepararé una rica ensalada, que será mi postre.

Cuando estoy comiendo las sardinas, llegan dos alemanas, Mariana y Hubertina, que se ve que son conocidas por encargado y camareros, pero que no quieren comer; sólo desean beber algo. Enseguida les deshacen la mesa, quitando los manteles y servilletas de tela, y se sientan en el mejor lugar de la terraza, con vistas a la playa y al mar. Cuando les sacan las cervezas ¡qué otra bebida podrían pedir siendo alemanas!, conversan y no dan pie a que yo intervenga, aunque nos separan unos pocos centímetros, pero pronto cambiará el panorama, al llegar Alfred Rösur, el marido de Mariana, quien, al no tener espacio para sentarse junto a ellas, le ofrezco el lado libre de mi mesa, tras habérmelo solicitado él. Alfred se va en busca de una silla, sin darse cuenta de que, en la mesa de atrás, había otra libre. Nos ponemos a hablar y ocurre que llevan muchos años viniendo a pasar sus vacaciones por esta zona y conoce muy bien los senderos, pues camina bastante por ellos. Como voy dirección Burgau, le digo que me oriente; y me explica cómo puedo seguir por sendero magnífico por el acantilado hasta Luz, pero que luego no me quedará más remedio que salir a la carretera si quiero llegar a Boca do Río. Para orientarme mejor, me pide que le enseñe el mapa y, cuando lo ve, soltará la carcajada y me dirá: “¿Con esta mierda de mapa viajas?” La razón para decir eso, es que Alfred es controlador aéreo y está acostumbrado a manejar mapas de gran precisión. Se vuelve a reír y no sabe qué hacer con mi mapa. Le digo la ventaja de viajar con mapas tan simples, ya que al ser tan poco explicativos, me obligan a preguntar a la gente con la que me topo y, a veces, a cometer errores no planificados que hacen del mío un viaje singular. Se nota que este alemán, ya veterano en estas tierras, se ha contagiado del espíritu del sur y, con esta buena disposición, me ayuda mucho. Hubertina (Tina, para los amigos) nos saca una foto al matrimonio y a mí. Cuando pido la cuenta, compruebo que la consumición de los alemanes me la han añadido a la mía, pero se la llevan para corregir. Me han cobrado 10,90€ y teniendo en cuenta el ½ litro de vinho verde, me parece ajustada y la pago con Visa. Recojo las mochilas, vuelvo a agradecer la información y me despido, en el momento en que llega el hijo de Mariana y Alfred con una chica, y me voy. Orino y cojo agua y, nada más salir aparece el camino ascendente que me llevará por el acantilado; aunque no me lo hubiera indicado Alfred, creo que me lo habría topado de igual manera.

Un escocés y una italiana
Ya, ascendiendo por la falesia, llego a la zona donde estaba la pareja desnuda que se protegía de las miradas por sombrillas; cuando yo me iba, empezaban a comer y, ahora, ya se han ido.




El paseo es precioso, sobre todo al llanear y también resulta curiosa la foto que saco de la playa con roca plana, pues no está ni horizontal ni vertical, pero es así como me gusta.





















Un poco más adelante, viene una pareja, pero en la bifurcación anterior, Douglas ha seguido la senda más interior y Angélica viene por la que voy yo y se acerca con ánimo de preguntar algo; no recuerdo qué, pero cuando le cuento de dónde vengo y mi proyecto de llegar al norte, no se lo puede creer; le parece una maravilla. Él es escocés y ella italiana, pero que lleva mucho tiempo viviendo en Madrid. Les saco foto y ella a mí con Douglas; me la mandarán por Internet (nunca la recibí). Nos despedimos.

Buscando a Maddy
Sigo bajando y pronto veré, cómo va asomando por el fondo del acantilado, la Montaña Negra que, viniendo, se verá más negra que por el otro lado (quizás dependa de la potencia de los rayos solares).


Bajaré hacia ese lado de la playa, me iré hasta el final y allí me bañaré desnudo a pesar de que la entrada está llena de algas. Me secaré sentado en la roca y, una vez seco, me tumbaré a tomar el sol en la toalla. Van apareciendo varias personas, pero todas van de paseo de ida y vuelta, ninguna con intención de quedarse.


Cuando decido marcharme, camino hasta el extremo opuesto de la playa y asciendo a una plataforma urbana que hace tope y es un paseo marítimo que no me permite continuar. Allí están dos parejas: Vitória y Vitor, por un lado, y Cándida y Francisco. Hablamos de mi viaje. Vitor me ofrece su casa en Lagos, que agradezco, pero no tengo intención de retroceder; tiene otra en Mafra (que no está en la costa) y otra más en lugar que no retengo. Vitória tiene muchos achaques de tipo artrosis, al igual que Vitor, que la tiene en el dedo gordo del pie y pensó que pudiera ser gota. Les saco foto, y luego aparecerá Eladio, quien también quiere que apunte su nombre. Vitor me dice dónde hay una fuente, aunque no me puede asegurar que tenga agua, ni si es buena o mala; me recomienda que compre en un supermercado o que pida en un bar. Me despido de ellos y me desean suerte. Entro en la fortaleza das Baia da Luz y le pregunto a un negrito si me puede dar agua. Me dice: “entra en el servicio y cógela”; así lo hago y se la voy a enseñar al cuarteto (ahora quinteto) y nuevos saludos de despedida.

La iglesia está abierta y lo más curioso es que están novios e invitados, de calle, ensayando la boda que se celebrará mañana. El cura de esta iglesia, algo sabía sobre la desaparición de Maddy; mucha gente la anda buscando, se ven fotos de la niña; yo no me la he encontrado al venir, y seguiré buscando en la zona de Luz, sin éxito. Esta semana pasada, venía en El Correo del 20.10.2011 “La vida sin Madeleine” noticia de los días que han pasado desde la desaparición en Portugal de Maddy, 1631, de cómo los padres, los McCann, han editado un libro, en el que cuentan su infierno, y publicado fotos virtuales de cómo sería ahora, después de más de cuatro años, Maddy; no pierden la esperanza de que aparezca con vida. Algún día se sabrá toda la verdad.

Hacia mi noche en la casa en construcción de Burgau
Continúo por un suave acantilado, con rocas ligeramente inclinadas hacia el mar, pero me canso de ir tanto tiempo escorado y decido salir al sendero. Me encontraré a un adulto con un joven, ambos ingleses, quienes me dirán que faltan 5km para llegar a Burgau. Como la mochilita Visa me la tapa, estoy cansado de mear sin verme la pilila; mientras esto ocurre en el campo, no hay problema, pero en aseos públicos, corro el riesgo de no apuntar bien o de mearme el pantalón, que es lo que le faltaba a mi precario aseo.
Después de varias ensenadas de rocas, que ya están en sombra a las cinco de la tarde, veré la playa de Burgau, con la parte más alejada ya en sombra. En el primer restaurante pegunto por el nombre del lugar y, a un señor que me saluda, dónde hay cabina telefónica.

Una vez que la localizo, bajo a la playa. Me parece que la parte más alejada se humedece con la subida de la marea y empiezo a barajar alternativas. Al subir de la playa, dos jóvenes me explican que Boca do Río no tiene río y que mañana, aunque la salida mejor es por la estrada, que luego coja el camino por la falésia. Toda esa información me da tranquilidad y me vendrá muy bien para utilizarla mañana. Veo una casa en construcción, que podría ser adecuada y la inspecciono paseando por sus alrededores, viendo la parte de la valla que mejor me dejará penetrar en ella, etc. Miro varias cartas y, finalmente, en el Café Rui, veo una que me conviene; encargo spaghetti bolognesa y ensalada; dejo la mochila grande y bajo con la tarjeta telefónica a llamar a Sara y a felicitar a Sagrario que, se supone, estará en su casa. Tras esperar a que un hombre acabe de hablar, finalmente me toca el turno; hablo con las dos, felicito a mi hermana, y todavía aguanta la primera tarjeta. Subo al Café Rui y como todo lo encargado, que está bueno, y con un vaso de vino de Burgau (9€). Un grupo de ingleses se lo pasan pipa; se me acerca uno de ellos, que ya ha bebido dos vasos de vino, y se interesa por mi viaje. Son ya las 22:00h y me voy a buscar cobijo y lo encuentro en la casa en construcción elegida; entro por detrás, empujando levemente la valla protectora y con las mochilas en la mano ya que puestas no había espacio para pasar y pongo especial atención a las piedras que dificultan más el paso. Creo que nadie me ha visto. Subo las escaleras y me coloco bajo el alfeizar de la ventana (la janela), por donde entra algo de claridad de la luz de la calle y procurando que no me vean de fuera. Lástima de no tener escoba para barrer polvo de cemento y piedrecillas. Todo ha ido normal, pero lo peor que hoy me ha salido ha sido la almohada. Aunque entra aire frontal del balcón que da al mar, no hace frío y dormiré con camiseta y sin cerrar la cremallera del saco. La música de la rompiente de las olas del mar acaba resultando adormecedora, similar a los días en que duermo en la playa. El contador de km marca 15,52 (sin comentarios).
Aprendizajes del día: Que algunos alemanes se han adaptado bien y se van contagiando de lo más positivo de los sureños, valoran lo positivo de otros países teóricamente inferiores, muestran interés por su cultura y por aprender su idioma y se comportan con amabilidad. Que los lugareños valoran al que pone interés en conocer su país. Que buscar a Maddy, para alguien que no es del lugar, es como buscar una aguja en un pajar. Que se puede comer y cenar adecuadamente y con no demasiado precio si se busca bien.

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