miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 41 (101). Praia de Mira-Aveiro


Etapa 41 (101). 09 de julio de 2007, lunes (2ª feira). Praia de Mira-Barra de Mira-Vagueira-Costa Nova-Barra-Gafanha da Nazaré-Aveiro.



Pescadores que me despiertan 
A las 5:00h aparecen tres pescadores; me incorporo sin salir del saco y les pregunto “¿qué, de pesca?” y me responde uno: “No, está mala la mar. Dorme, dorme”. A las 6:00h vuelven a aparecer y, al poco, me levanto. No saldré hasta las 6:30h, pues tengo que retornar a su sitio el material alterado, aunque la puerta la dejo apoyada en la valla y no la traslado hasta la casa.

Saludo a los pescadores y salgo al pueblo y las primeras personas con las que me cruzo no tienen cara de buenos amigos, todavía llevan en su rostro los rastros del sueño de Morfeo. Veo un campanario curioso y no pregunto hasta que, pasando un puente, encuentro a un hombre muy simpático, pero con poca ropa para el frío que hace; Paúl me orienta muy bien; en posición más propicia otro, que baja de furgoneta, me orientará mejor y mostrando simpatía también. Con tan buenos guías, salgo a la carretera que me llevará a Barra de Mira, donde desayunaré. Cuando el viento me deja, oigo croar las ranas a mi paso. Yo creía que era Gafanha de Areão y el viento me hace creer que el río va en dirección contraria a su desembocadura en Barra; en realidad viene del lagoa de Mira y va hacia el norte; los distintos saltos de agua por los que voy pasando, me darán la verdadera dirección. Para llegar a Aveiro, lo lógico sería ir por el otro lado del río y por pequeñas carreteras de interior; pero mi viaje, siempre que pueda, será por la costa.
El viento y el día poco despejado no me dejarán hacer nudismo por la mañana
Antes de entrar en Barra de Mira, oigo al carrillón de un reloj dar las 7:00h con la música de “El trece de mayo a cova de Iria, bajó de los cielos la virgen María”. En el pueblo huele a madreselvas, pues hay una concentración de ellas en un lugar por el que paso. El desayuno en Estrela do Mar me cuesta 1,50€. Saliendo de Barra de Mira, hay un indicador dirección Vagueira, que es el que tomaré si quiero ir a la playa nudista Costa Nova.

Al pasar por Gafanha de Areão ya he entrado en la región de Aveiro y llego a un cruce, paso el río por un puente y, hacia la izquierda, sale un camino ancho ascendente que va a la praia de Areão. Dudo si subir la duna para verla pero, al no estar el día muy brillante, desisto y continúo por la carretera. Cuando intento sacar foto desde el puente, sobre el riachuelo que viene del lagoa de Mira, la pila de la máquina me dice que “se agotó”; menos mal que había sido previsor y llevo otra y así no tendré el problema de Urdaibai, que no pude resolver hasta llegar a Gernika, donde tuve que recurrir a un bazar chino, puesto que me coincidió en domingo y los establecimientos especializados en fotografía estaban cerrados. Los chinos no tienen que cumplir el mandato de no trabajar los domingos ni fiestas de guardar; su Dios se lo permite; aunque algún chinito bautizado por mi nacimiento con el nombre de José Javier, allá en 1945, tendría que cumplirlo, salvo que esté ya "jubileta" como yo. Con la nueva pila, regreso al puentecillo y saco la foto que deseaba con el puente que pasa de Barra a Aveiro, al fondo. Ahora me encamino hacia Vagueira. La estrada me va enseñando el valle y marismas de Aveiro por la derecha pero, por la izquierda, las dunas no me dejan ver el mar; a veces estoy tentado de ascender por alguna para verlo pero, unas veces por ser el acceso dificultoso o porque me he alejado de la costa, el caso es que no lo haré. Empiezo a ver una población importante y pienso que puede ser Aveiro pero, por situación, es imposible que sea. Un cartel me ha indicado que he llegado a Vagos, pero esta población de interior no puede estar aquí, así que entiendo que la indicación se refiere al área de Vagos, no al pueblo (posiblemente Vagueira pertenezca a Vagos). Ahora, en este espacio con referente Vagos, hay casas a derecha e izquierda; en un lado van por números cuatrocientos y pico y, por el otro, seiscientos y pico; el nº 666 me lo paso sin ver: seguramente pertenecería a solar sin construir o ¿será que estos de Vagos son muy supersticioso? Con tanto lío, empiezo a dudar de que la playa que no he visto fuera Vagueira y no Areão; pero la duda se disipa, cuando la población importante a la que llego es Vagueira. Pregunto y me orientan. Llego a una señal confusa que logro resolver y continúo; siempre las dunas a la izquierda, pero ahora, por la derecha, ya salgo a ría grande con pequeñas playitas donde la gente intenta instalarse con paravientos y parasoles, con un viento que las tira. Otros pescan peixes, “¿de río o de mar?”, me pregunto. Vista de lejos, la arena de las dunas parece muy fina.

“Se necesitan recolectores”
Hacia la izquierda empiezan a aparecer tierras cultivadas. Un grupo de gente recoge agachado algo que no adivino qué puede ser, pero pronto veré un tractor cargado de gente y de cajitas de fresas; ¡así que son recolectores de fresas! El anuncio que he visto “Se necesitan recolectores” ahora ya sé para qué producto los pedían; aunque el oficio de recolector no requiera mucha especialización, pero este de la fresa requiere bueno riñones (yo, con mi antigua propensión a ataques de lumbago, no sé si podría aguantar mucho). La carretera continúa sin arcén y, ahora, como ha aumentado la circulación, debo poner mayor cuidado. El puente que veo al fondo, me va dando idea que será el que me servirá para cruzar la marisma y llegar a Aveiro, ¿hoy, mañana? No sabría calcular la distancia. En la estrada veo el segundo erizo aplastado ¡un puercoespín menos!; del primero no hice constancia (pasó hace 2 o 3 semanas) y recuerdo los muchos que vi aplastados el año pasado. (Alguien me dirá que no hay que confundir el erizo de tierra con el puercoespín)


Costa Nova. Casas típicas de la zona de Aveiro
Entro en un pueblo que no se ve nombrado por estrada, pero que, por el nombre del camping, intuyo sea Costa Nova. Pregunto a un señor, que me lo confirma, que me indica un camino por el que se va a la playa y me dice que hay restaurantes; otro hombre me indicará cómo llegar a uno. En el primero no hay precios; el segundo no presenta menú fuera y ofrece frango para llevar; dudo pero por fin elijo otro que me arrepiento pronto, pero ya no tiene remedio: Restaurante Katekero. Las sardinas saldrán tarde, ya que las asan fuera (ni siquiera tengo certeza de que las asen ellos); me como las cinco (8,50), ensalada (2,50), vinho verde (3,50) y descafeinado (0,60), al que me voy aficionando. ¡No me extraña que los portugueses echen en falta su café cuando salen fuera! He pagado 15,10€ en metálico.





















Son las 14:00h, saco fotos de casas típicas de la región de Aveiro, muchas de ellas con sus líneas características verticales, algunas azul y blanca, como si fueran las cabinas de la playa de Zarautz; también sorprende la cantidad de postes y cables de alguna de las calles, y enfilo hacia la playa.
Nudismo difícil en praia da Costa Nova
Hace un viento infernal, aunque la arena, al ser tan fina, no hace daño, resulta muy molesta. De la parte de playa donde estoy, voy hacia el malecón de piedra, con la esperanza de que al otro lado esté protegido y no haya gente. En ese momento una familia de Salamanca está saliendo de la playa; ayudo a plegar el palo de la sombrilla y la familia de Juan Manuel se va. Cuando llego al malecón, veo que tiene continuidad hacia la playa siguiente, la de Barra. Si en el lado en que azotaba el viento, había paravientos, en el otro, hay sombrillas con textiles; en vista de lo cual, me animo a ir al siguiente malecón, pero el resultado es idéntico; así que busco duna que me quite el aire, aunque los granitos de arena que transporta serán inevitables. Me desnudo y me doy un único baño, pues la distancia al agua es grande, y regresaré al lugar protegido elegido. Aguantaré hora y media, aproximadamente. Otro hombre nudista se ha puesto en la duna anterior con paravientos y le visita otro que, sin desnudarse, se quedará un rato de charla con él; ambos se irán antes que yo. Observo cómo entran y salen hombres de la espesura del bosque; ejercicio que me vendrá bien ver para cuando tenga que volver a la estrada. Todos se asoman con intención de playa, pero al ver el panorama que ofrece el viento, la mayoría se vuelve y retorna a zona más protegida. Finalmente, sacudo la arena, me visto y me voy yo también. En mi lista aparece como de nudismo tolerado: “Enorme playa de aspecto casi virgen, rodeada de zonas de dunas, sin apenas edificación alrededor salvo urbanizaciones de vacaciones, situada entre Vagueira y Costa Nova, la práctica del Nudismo se localiza al Sur de la playa principal junto a la duna artificial, no cuenta con ningún tipo de servicios, el acceso se realiza por la carretera N-109-7 a lo largo de la costa.” Hay buen camino entre arbustos amables y, ya próximo a la estrada, encuentro entre ellos a un hombre con bañador; allí el viento no le molesta, protegido como está, y puede tomar el sol igual sin que le pegue la arena y le entre a los ojos; le aplaudo la elección del lugar y me voy.


De nuevo, entrando en Costa Nova
Al haber retrocedido por la playa hacia el sur y ahora por el camino, resulta que salgo a la estrada antes del camping Costa Nova, por donde ya había pasado hace unas horas. Ahora voy por Costa Nova por la parte que mira a la ría de Aveiro.





He visto una plaza con un circuito de gokar para niños y fotografío con casas típicas; otras casetas cuyo primer grupo está alabeado, ¿por el viento?


Luego iré por el puerto pesquero, donde un barquito tendrá que esperar la subida de la marea para poder salir a navegar; luego el puerto deportivo. Desde al cais do Pescadores, se ven más casas a rayas.

Una vez terminado  el paseo marítimo-fluvial, me paso al otro lado de la carretera y voy por una estrecha acera que, pronto finalizará. Un chico viene en bici por el arcén (que no hay), llevando otra que no puede dominar y obligando a los coches a salirse al vial contrario por temor a atropellarlo; su amigo, herido, va detrás; sangra de la mano y está pálido. Le digo que trate de llevar él la bici, que es un peligro para ellos y para los conductores, y me dice “mi amigo está confuso” y yo dudo de si el muchacho está confuso por la caída o si se ha caído por que ya estaba confuso (no me pongo a adivinar todas las razones que hayan podido producirle confusión). Una cosa que he observado, y no sólo aquí, sino también en otros lugares de Portugal, es que las aceras de los paseos se construyen si hay casa en la parcela correspondiente. Así te puedes encontrar una acera multiinterrumpida: acera, tierra, acera, arena, etc. que coincide con casa, solar vacío, casa, casa derruida, etc. respectivamente; da la impresión de que la acera no se construye si no hay parcela construida que lo obligue y no sé si el coste corre a cuenta del propietario o del municipio. Sea como fuere, el caso es que, estos cambios de firme, resultan muy incómodos para el caminante. Hay veces que vas caminando por el arcén o la acera de la izquierda y ambos se interrumpen; decides pasar a la derecha porque hay acera, pero pronto también se interrumpe; vuelves a la izquierda porque para ir desprotegido por allí es mejor ir con los coches de frente y, con este frenesí de cambios, lo único que consigues es correr más riesgos cruzando la carretera ad infinitum. Desde aquí pido más sensibilidad en los municipios para resolver este problema y, a las naciones, más carreteras con amplio arcén o con caminos alternativos bien señalizados.

Hacia el farol de Barra
Ya me voy acercando al puente que me llevará a Aveiro, pero la única señal que veo es la de autopista A-12. Voy al otro lado de la rotonda y pregunto a un joven, que hace gran esfuerzo por tratar de entenderme y hacerse entender. Lo que saco en claro: “la autopista está en obras y hay carril para poder ir andando”. Ya con este dato y resueltas mis dudas, me decido a ir al faro de Barra, que ya no está muy lejos. Habría sido una pena que, estando tan cerca, dejara de visitarlo. Primero me asomo a la praia de Barra, donde el viento sigue arreciando. Salgo al largo (la plaza que está delante del faro) y saco foto del farol, colocándome en la sombra, y haciendo coincidir por detrás al sol, de tal forma que sólo se ve el haz luminoso de los rayos solares.









Lo mismo intento con otros monumentos fálicos que hay en la misma plaza, ¡veremos con qué resultado! Aunque me entero que para subir a la linterna hay que pedir con tiempo cita (quedaría alguna hora para mañana), intento subir sin éxito. Por lo menos consigo el carimbo: Capitania do Porto de Aveiro. Marinha. Farol de Aveiro y escudo muy vegetal. Hablo con unos franceses de Toulousse, que están de vacaciones y se sorprenden de mi viaje; les veré de nuevo al fotografiar la bocana y lo que se vislumbra de praia y dunas de São Jacinto.










Unos extranjeros cogen hora para subir mañana. Antes había saludado a unos de Zaragoza y ahora vuelven a aparecer por allí. Una mujer también intenta coger hora. Yo me quedaré sin ver la vista desde arriba: me habría gustado, pero qué se le va a hacer. Cuando regrese para São Jacinto, ya no pasaré por este lado de la bocana, sino por el lado norte. ¡Otra vez será! Un chico que está cerca de la punta central, donde yo estoy, me indica que, para ir a São Jacinto, debo coger barco en Gafanha de Nazaré y que tarda unos diez minutos en pasar al otro lado de la costa y que hay barco cada media hora. En pocos minutos me ha dado una información sustancial para mi regreso de Aveiro que, de momento, es el objetivo de hoy. Ya no pisaré la playa hasta São Jacinto, el día once.

Caminando por la autopista
Al volver por el paseo central de Barra, altavoces emiten música y anuncios comerciales ¡qué horror! Paso al otro lado y por la rotonda enfilo la autopista por el lado izquierdo; pronto pasará una bici a mi lado, que me dará seguridad de no estar infringiendo el código de circulación; a media altura, una hormigonera suministra materia prima para la reforma del puente, lo que obliga a cortar el tráfico con una cadencia marcada por el volumen de los vehículos en uno y otro sentido. Al pasar, saludo a algunos operarios que están inactivos en el momento. En la cima, el viento sopla con más fuerza. Cuando voy bajando hacia el otro lado, veo indicador de carril A-12 y trato de evitarlo, pero lo debo haber hecho muy mal, porque la realidad es que me encuentro metido de lleno en la autopista; pronto veré teléfonos de emergencia para conductores que los necesitan y que me confirman mi error y una valla lateral para que nadie entre a pie, pero que tampoco deja salir si alguien, como yo, he cometido el error de entrar.

Hasta que no llegue a una vía de acceso rodado, no tendré oportunidad de salir del embrollo y, ya fuera de la autopista, me doy cuenta de que debía haber cogido la salida en que ponía Gafanha de Nazaré. Supongo que si paso alguna otra vez en años posteriores, el paso a Aveiro tendrá otro camino, al menos en la parte que corresponde al puente.


Un pasaje infernal con mucho viento y camiones ruidosos
De todas formas, he salido de la autopista, pero estoy perdido. Pregunto a un señor que pasa en bicicleta y me orienta; luego me espera para darme la última y fundamental instrucción: “debo pasar por debajo de la autopista”, me dice, “y luego coger un camino paralelo a ella”, todo dentro de la estructura de autopista, pero bien diferenciada por valla de cemento y que compartiremos ciclistas y peatones. Después, dos chicos ya me lo confirman a la vista de la señal. El camino es infernal por varias razones: el viento que arrecia, pues no hay ningún freno lateral, y por el ruido y la sombra de los camiones que, para colmo, me vienen de atrás; con ese ruido, ni me entero cuando viene una bici o una moto por detrás; menos mal que pasarán pocas en ambos sentidos. Lo que voy viendo es el lado derecho y todo son marismas, con formato de salinas o quizás algunos sembrados de marisco, pero no puedo asegurar que lo sean, ni sé si están en explotación u obsoletas.









Buscando Albergue IPJ
Antes de finalizar el recorrido poco grato, repaso el plano de Aveiro, con el fin de entrar por donde más me conviene, teniendo en cuenta que busco el Albergue de juventude, el edificio IPJ, que está en rua das Pombas. Consigo situarme bien en el plano a partir de la indicación Aveiro Sul. Pregunto a una chica y me dice que voy bien y que coja carretera hacia arriba y, luego, un policía me dice que IPJ es Instituto Portugués de Juventude y que está detrás del hospital. Con este dato, doy vuelta al mapa, pues está a la inversa, y llego al hospital, dejando a derecha la Universidad y el Seminario. Ya bien orientado por Avda. da Universidade, encontraré la rua das Pompas, aunque al inicio por este lado, no hay cartel anunciador con el nombre de la calle. Una pareja me dirá: “es aquel edificio amarelo”. Entro en recepción y pido una cama y el recepcionista me dice que allí no es y que dé la vuelta al edificio. Ya al otro lado, una señora me dice que la persona que me debe atender está cenando (son más de las 20:00h) y espero en una salita en la que otro chico espera a su chica y, cuando ésta llega, se van. Voy al servicio a orinar y así ya sé dónde está para después. No tardará en aparecer un recepcionista correcto pero sin ángel, que pone pegas a mi credencial, pues me exige carnet de alberguista y, ¡menos mal que lo llevaba a mano!, le enseño el último recibo de Pousada de Juventude y me inscribe por dos noches (18€ con Visa-Lector 10); me da la llave y me indica la habitación. Ocupo la cama que no tiene litera arriba y sobre la litera dejo la ropa que me voy a poner limpia, la cartera y la documentación; me desnudo y voy con la ropa para lavar y a darme una ducha. Cuando estoy saliendo de los aseos, entra un chico, al que digo que apague la luz al salir, la que yo he encendido al entrar. Al volver de nuevo a la habitación, veo que la ropa y documentación, que había dejado sobre la litera, ha sido trasladada a la otra cama baja. Todo “entero”, no ha desaparecido nada. Seguramente que el chico que entraba en el baño cuando yo salía, va a ser mi compañero de cuarto. El de recepción, ahora más grato, me recomienda la parte vieja de la ciudad para cenar, y me la señala en el plano y yo me ideo un itinerario muy sencillo. Me pone el carimbo que, aquí sí, no aparece nada de IPJ, sino: Pousada de Juventude de Aveiro. Rua das Pombas. Apartado 96 3811-901 Aveiro y con la firma. Ya instalado, no pierdo más el tiempo, pues se me hará tarde para la cena.

Cena en Zoco
Intento hablar por teléfono con mi hermana Sagrario, pero el teléfono más próximo al albergue me dice que que las dos tarjetas están caducadas. La primera ya sé que sólo tiene para una llamada corta al interior de Portugal, a la segunda aún le queda para algo más y la tercera la tengo intacta pero, ya ni me molesto en probar. Salgo por donde he venido, pero ahora ya cojo referencias para el regreso: un paso elevado que en curva cruza la avda. da Universidade, será mi referente para no pasarme el IPJ; me gusta esa solución para cruzar avanzando. Dejo el Seminario a la izquierda, el Hospital a la derecha y sigo casi recto hasta la igreja de São Domingos; de allí tiro hacia abajo y llego a donde tengo que llegar, a la igreja de la Vera Cruz. Unas señoras me dan la última orientación, pero no acabo de encontrar lo que me dicen; llego a Zoco, dudo, sigo, vuelvo y al final quiero creer que es el lugar donde ellas me decían y decido entrar. Ya en Zoco, pregunto por enguias y caldeirada (como me había recomendado el matrimonio andarín del bidegorri previo a Samouco), pero no tienen; el jefe me dice que son pescados muy caros y que no a todo el mundo gustan. ¡Qué se le va a hacer!, ¡me quedaré sin probar! Pido un pescado que no sé qué será y cuando me lo sacan veo que se trata de un gallo troceado en tres, al que sacaré brillo a cada espina que rechupeteo. Me dicen que para cenar ½ dose es suficiente, y así ha sido. También la ensalada la comeré al final, pidiendo aceite, vinagre y sal. No recuerdo qué bebo, añado postre de nata y pago con Visa-Lector 10 (9,70€). Saludo de lejos al camarero que me ha orientado, quizás el dueño, que ahora está cenando y me voy. Ha refrescado y doy un paseo por zona más cobijada; me meto por la zona comercial donde están los cines Lusomundo ¡A ver qué echan! Ninguna española. Todas americanadas que si en mi tierra no voy a verlas, aquí menos, pero hay un título con tema Santo António que me llama más la atención; algo me intriga. Me intento enterar, pero con poco éxito; primero con dos clientes y luego con la vendedora de palomitas que, al menos, me da la sinopsis y cojo datos por si me va bien verla mañana. Es sobre Antonio de Padua (así lo escribí entonces, hoy pondría António de Lisboa), en italiano y con subtítulos en portugués; también esto me atrae ¿Será una peli similar a Francesco?
Una visita a José Saramago como homenaje al que se nos fue
Como cierran el centro comercial a las 23:00h me doy una vuelta por él: entro en la librería y veo Hugo Boss, Zara (en remodelación) y todo lo más "in". La librería me lleva a José Saramago que en la sección: literatura portuguesa, no lo veo como nombre destacado. Están Lobo Antunes, Eça de Queiroz y otros, pero no él. Pregunto la razón y me enseñan en novedades algunas editadas por editorial Caminho, y me llevan al lugar. Ojeo la más delgada: “Casi un objeto” y cuando estoy decidiendo si me la llevo o no, el chico me dice que tienen que cerrar. Mejor que no la compré pues todavía me quedan dos semanas de caminada y no me conviene coger peso y, además, ¿en qué condiciones llegaría el libro? Ya en marzo, en Prologo Livreiros, de rua das Carmelitas, de Porto, compré As Pequenas Memórias, también editada por Caminho y disfruté mucho leyéndola en paralelo con la versión española editada por Alfaguara, pues mi portugués es muy elemental; primero leía el capítulo en castellano y luego en portugués, así las palabras portuguesas ya se me iban haciendo familiares. En otras circunstancias, me hubiera gustado comprar Historia del cerco de Lisboa, o Manual de pintura y caligrafía, con sus dos preciosas historias de amor, tan bonitas como las andanzas de Blimunda y Baltasar en Memorial del convento. Después de Ensayo sobre la ceguera y La caverna, en un festival de cine de San Sebastián, pedí a José otra historia de amor similar a las mencionadas, bonita y que acabara bien y Pilar del Río me contestó: "eso es lo que siempre escribe, historias de amor"; aquel día Saramago había llegado muy cansado a Donostia y se apoyaba en Pilar; días después le veríamos más distendido. Ahora ya descansa de sus sueños con la tarea realizada. Me hizo reír y llorar. Para mí, Saramago será inmortal mientras me dure la vida, que una persona no muere mientras sus obras permanezcan en el recuerdo de los vivos; éstas son su legado a la humanidad, para esto vino al mundo; mientras eso siga ocurriendo el otro mundo prometido puede esperar. ¡Gracias José por tu regalo de amor!
Regreso al albergue: un reposo merecido
Cuando en Lusomundo el chico me dice que va a cerrar, dejo el libro Objecto Quase y me voy. Retorno a casa por lugares conocidos. Fijo en mi memoria el lugar en que está Correios, para mañana. Ya son las 23:30h cuando llego al Albergue. Entro con sigilo; en la otra cama baja (bajo la litera), duerme mi compañero de cuarto. La ropa lavada sigue húmeda; la había colgado de la bandeja donde el miércoles dejaré la ropa de cama usada; espero que esté seca para mañana. Me doy aloe-vera entre los dedos de los pies. De madrugada llegará el tercero, que subirá a la litera; me hago mi propia novela: un pescador que regresa de pescar. Pensar es libre y más en este viaje, que puedo pensar siempre lo que me da la real gana. Duermo bien y no siento necesidad de levantarme a orinar, posiblemente por lo tarde que me he acostado. Ha sido una buena noche.
Si no fuera por el viento habría sido un día más bonito; habría ido por la orilla del mar desde Mira hasta Barra, que habría sido el camino más natural, pero el excesivo viento me echó hacia la estrada. Si hubiera ido por la playa : no habría hablado con Paúl, no habría oído croar las ranas, no habría visto a los recolectores de fresas, ni el paisaje fluvio-marismal que, también, han merecido la pena. La metedura de pata al entrar en la autopista creo que ha sido más consecuencia de las obras e ignorancia que por imprudencia; un error que he podido corregir a tiempo. La entrada en Aveiro paralelo a la autopista, tampoco ha sido nada grata, pero, en el poco rato que llevo en esta Venecia portuguesa, las sensaciones son muy gratas. Me parece que, como Setúbal, esta ciudad me va a gustar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario