miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 38 (98). Praia de Samouco-Leirosa

Etapa 38 (98). 06 de julio de 2007, viernes (6ª feira). Praia de Samouco-Praia da Vieira-Pedrogão-Osso da Baleia-Leirosa.

Mañana por las samoucas del Pinhal de Leiria
Me levanto una vez a orinar, me despierto a las 5:30h pero alargo el tiempo y me vuelvo a dormir hasta las 6:25h. Me levanto, visto, recojo y parto; hace menos frío que ayer y el viento ha parado; el sol, todavía oculto, ilumina la falésia y las samoucas.






Camino por el sendero de la duna consolidada y, tras poner nuevo rollo (el nº 17) a la máquina, salgo a la playa a las 7:00h, extiendo el saco y la esterilla, que había guardado enrollados en la mochila, para que se oreen en la arena y, así, quitarles la humedad. Hasta ahora voy y seguiré descalzo. Como falta el viento, las pulgas de mar de la orilla ya saltan para donde quieren. Hay algunas huellas de pisadas de animal entre la duna y la orilla y pienso que puede ser la lontra (nutria) que, como en Almograve, lo mismo pesca peixes en el río que en el mar. En cuanto al ser humano, no hay ni alma. La bruma marina que se forma al romper las olas, no deja ver ni el faro de S.Pedro Moel, por el sur, ni Vieira, por el norte. Esa bruma marina me deja sin referentes, añadiendo misterio al momento mágico de la mañana, cuando sé en qué dirección voy (pues el mar me guía), pero no sé ni dónde desayunaré, ni si lo haré, si comeré o no, ni dónde dormiré.
Saco foto de olas. Con la agitación del mar se produce espuma en la superficie que, cada ola, va depositando en la arena, dejando ondas de color amarillento grisáceo, que dan sensación de suciedad. Más adelante, unas señoras me darán información en positivo y es que, lo que a mí me parecía sucio, ellas lo consideran lo mejor de estas costas, pues esa espuma amarillenta se forma por la cantidad de yodo que hay en el mar, y que ellas consideran lo mejor para el masaje que el mar les da en las piernas y que es por lo que ellas pasean por la orilla. En todo el tramo, unos 6 o 7 km. no veo ni una sola gaviota. Aparece un hombre a lo lejos; viene corriendo, como entrenando. Antes de que llegue a mi lado, abrevio la pregunta y elevo la voz: “¿praia da Vieira ta perto?”. Hace un gesto como de no entender, como si fuera imbécil; un extranjero más que no se ha contagiado de la amabilidad de los portugueses. Otro cruzará, pero le veo que va tan asfixiado que ni le pregunto. Saludo y… ni puede…decir nada. Pero ya veo el pueblo de Praia da Vieira. Es ahora donde encuentro a las dos señoras que me informan lo del yodo que he contado antes y me dicen dónde desayunar, cerca de la Capela, donde Correios y Turismo. Desayuno en Café o Cubana, descafeinado con leche, caracol y pinka (2,15€). He cagado, lavado, cogido agua, escribo y me voy. Saco foto de la capela, que tiene estructura de madera y que yo la denominaría más igreja que capela. Voy hacia Turismo y allí me dicen, ¡cosa inaudita!, que vaya por la estrada mejor que por la playa, pues hay un río. La verdad es que con marea baja habría pasado por la playa, pero ahora no sé si está baja o alta. De Turismo vuelvo al paseo marítimo y veo que Correios está fechado, estas dos semanas sólo abren por la tarde y las siguientes, por la mañana: ¡mala suerte Isabelita! Llegará la postal de felicitación con retraso.

En la playa del norte, de Praia da Vieira, un grupo de niños con sus monitores, bailan al ritmo del “Aserejé” ¡Qué horror!, ¡todo el pueblo escuchando con altavoces potentes el “Aserejé”! Miro a los niños, les imito, me muevo con ellos; pongo una mano en la cabeza y cambio “Un movimiento sexy”… “una mano en la cintura”… Algunos niños se ríen y yo con ellos de mis propias tonterías. Un segurata me asegura y confirma que con marea baja hubiera cruzado sin dificultad pero, como he visto el puente, retrocedo hasta la estrada.

Dos mujeres van por delante; son marsellesas, hablo con ellas, se maravillan de mi viaje, de mis 60 horas de francés para Camino de Santiago en 2006; seguimos hablando hasta que se incorpora otra pareja de franceses, en el puente. Ellas se sacan foto conmigo y yo saco foto bajo y sobre puente; el grupo galo se va alejando por otro camino y yo salgo a la playa hacia Pedrogão. En el siguiente tramo ya no habrá pinares de la variedad samouca, pues ya se ha acabado, al llegar a Praia da Vieira, el Pinhal de Leiria.
Hacia Pedrogão con viento
Adieu françaises, me quedé sin compañía. ¡Qué pena! Un hombre me orienta hacia la playa; cuando llego a la orilla, el viento empieza a arreciar y, ahora, es frontal, del norte. Para colmo, el sol se oculta entre las nubes; se estropeó el día. Una playa tan larga y solitaria y, por el frío, yo sin poder ir en bolas. Lo único positivo es que, el río que veía en el mapa, como posible problema, el río Liz, ya lo he pasado sin mayor contratiempo. Al agrisarse el día y con la bruma que levanta el viento en el mar, no se ve nítido el norte; vislumbro más que veo, como dos rocas grandes, que pienso puede ser Pedrogão. ¿Dos grandes piedras? Según me voy acercando, me doy cuenta del error: son dos grandes edificios, tipo hotel, ¡qué barbaridad! El viento arrecia. Nadie desnudo en la playa. No hay lugar para protegerse del aire entre la duna. ¿Quizás haya nudistas detrás? No voy a investigar y sigo adelante. ¡Lástima de día estropeado por la niebla que viene del mar! Pero sigo confiado en que todavía la tarde quede buena. Otro pequeño motivo de preocupación es que se me está acabando el mapa y, probablemente, hoy dormiré ya fuera de él (así ocurrirá); tengo que conseguir uno nuevo para la zona de Figueira da Foz. En Correios no tienen postales (sólo un día falta para el cumpleaños de mi prima) y me ponen el carimbo: BEC Praia do Pedrogão CTT 2007 07 06 1 2425 en la credencial.

¡Athletic! y Valencia, un comedor de aficionados al futebol
Entro en Pedrogão y encuentro un lugar de frango donde podré comer cuando sea hora, pero como todavía es pronto, me meto en el Central y pido un petisco de caracois (4) y un vinho (0,50). Un joven atiende el bar. No es familiar de los dueños pero, en férias, se saca unos euros con este trabajo. Le pregunto: “¿los caracois los has cogido tú?” y me responde que sí, pero dudo de que me haya entendido bien. Se llama André; es un chaval al que los ojos le sonríen y resulta grato; quizás sea esta la razón por la que me quedo en el Café Central, aunque la principal sea que veo salir de la cocina una sopa (2) humeante y una ternera a la jardinera (5) con muy buena pinta. Me da lo mismo que la ternera sea vaca. Pregunto a André si yo también puedo comer y, como lo afirma, termino mis caracois y pido un jarro ½ de vinho (1,50); tomo de postre Mousse de chocolate (1,50) y descafeinado (0,50) que harán, un total de 15€ que pagaré en metálico. Los comensales de diario han comido la sopa y la jardinera, al igual que yo, y eso me hace estar más integrado con ellos. Además es un ejercicio de adaptación, que me hace cuestionarme ese afán que tienen algunos de comer lo mismo que en su casa cuando viajan al extranjero. En ese sentido los árabes lo tienen más crudo por todas las orientaciones y obligaciones que provienen de sus libros sagrados o de los inventos que de ellos derivan. ¡Cuánta prohibición! André comenta mi viaje con el dueño y, junto con otro cliente, me ayudan a completar lo que falta de mi mapa hasta Figueira da Foz (sólo tengo información de un cachito posterior, entre Tocha y Mira). Me dicen que entre Osso da Baleia (la parte final de mi mapa) y Tocha, puedo ir por la playa; pero luego comprobaré que es una verdad a medias, ya que primero deberé cruzar el río Mondego para pasar a Figueira da Foz. Aunque la información recibida no sea muy correcta, me deja más tranquilo. Me despido de André, de su jefe y del otro que me ha ayudado y, tras pagar, “Chao”. Olvidaba decir que por las partes altas de las paredes hay bufandas de hinchas de distintos clubes de futebol y, entre ellas, distingo dos de equipos peninsulares: Valencia y Athletic.

Esconderse para hacer nudismo: un escayolado
El día ha mejorado y salgo hacia la playa con el convencimiento de que, en el momento en que desaparezca la civilización, me desnudaré, bañaré y tomaré el sol. Me encuentro con Ricardo Coelho (Conejo, en la traducción) y dice que mis diseños dan para un buen libro. No recuerdo más del encuentro; ¿será que ha elevado mi ego? En la playa, hablo con el socorrista motorizado que véis en la foto.  Desaparecida la civilización, me desnudo, me baño y tomo el sol apoyado en la duna. En la orilla hay un pescador y pasea un chico con el brazo escayolado. Al rato, el escayolado se va hacia el norte. Hoy no tengo ganas de dibujar olas, y no estoy motivado suficientemente como para dibujar las dunas, que son de escasa altura, así que me paseo por ellas; me encuentro con el de la escayola, ahora sí, desnudo. Me subleva, ¡que se tengan que esconder para hacer nudismo!, ¡con lo bonito que es estar desnudo con naturalidad!, ¡ni que tuviera escayolado el pito! Me daré varios paseos (resulta muy grato hacerlo cuando se está sin peso de mochilas) y dos o tres baños más. Un chico con bañador se ha sentado cerca de la orilla a leer.

Como casi estoy seguro de que hoy no cenaré, pues he comido muy bien, como unas pocas pipas de calabaza. He perfeccionado el sistema y sólo me como las que salen buenas. Después de un rato de tranquilidad salgo, tal cual, hacia Osso da Baleia.


Aunque voy desnudo y con las mochilas, no veo inconveniente en pararme con un pescador con total normalidad; él reacciona igual y me dice que viene de unos 4km al norte y que no ha tenido suerte con la pesca. Ya sólo me encontraré con otro pescador que está poniendo isca en su anzuelo; comento con él que no veo nunca a ningún pescador desnudo y me dice que él no tendría ningún inconveniente para hacerlo. He pasado Praia do Fausto sin enterarme; es que, en realidad, es todo una misma playa, desde Praia da Vieira hasta la desembocadura del Mondego.

En Osso da Baleia, móvil gratis
Llego a Osso da Baleia; ninguna señal pero me lo confirman dos mujeres. Busco al nadador-salvador, pero no lo veo; está al final de la playa, con un grupo de amigos. Me dice que hay teléfono público detrás del bar; subo, pero no lo encuentro por ningún lado. Un cliente, que está en la terraza, me dice que el teléfono público está dentro del bar. Entro y un chico desenchufa un móvil de la batería, me lo pone a punto para hacer mi llamada, marco el nº y hablo con Josu y me pasa a Sara que está dentro de la piscina en Berdún. Todo va bien. Como ellos estuvieron el año pasado en Figueira da Foz, me dicen que tiene interesante un palacio y el mercado. Vera no ha dado noticia de su embarazo todavía a la tía Sagrario. Pregunto el precio de la llamada y me dicen que es gratis. Bajo a la playa y agradezco la información al nadador-salvador y al decirle que me he sorprendido de que la llamada fuera gratis, me dice: “es que los portugueses somos guays”.

Sistema textil de sujección de dunas
Bajo a la orilla, salgo del área vigilada de Osso da Baleia y, un poco más adelante, me quito el calzoncillo y, por la orilla, continuaré hasta Leirosa, que pertenece al municipio de Marinha das Ondas. Antes de entrar al pueblo, se experimenta un sistema de sujección de la duna, para que no se la lleve ni el mar, ni el viento. Consiste en un sistema textil, que retiene panzuda la arena, bien amarrado con cuerdas gruesas. Por unas escaleras se asciende a la cima de la duna; subo, bajo y las vuelvo a subir y sigo el camino. En la parte final del mismo, a la altura de una gran fábrica con altas chimeneas, han aparecido las gaviotas que no había visto en todo el día. Algunos pueblos, como ocurre en éste, para que se formen playas, lanzan diques al mar; pero el mar suele ser muy caprichoso y, a veces, no actúa como los humanos pensamos y deseamos. Es muy probable que el peligro de la desaparición de la duna venga derivado de alguna actuación de este tipo. Al final, el mar recupera lo que es suyo.

Hay que estar borracho para desnudarse
Llegando al pueblo, estalla la música de Paquito el chocolatero y un grupo de chicos sigue el ritmo de gestos obscenos que tanto me desagrada. Me siento en el pretil para quitarme la arena de los pies y ponerme las sandalias y veo a un chico, pasada la treintena, que inicia un “striptis” que culminará en desnudo integral. Está subido en un bordillo, sobre el que pisa con inestabilidad, y lo peor que podría ocurrir, no pudiendo dominar el equilibrio de su cuerpo, es que se cayera para atrás, donde hay considerable altura, y en vez de que se desnude, se desnuque. Se ve que es del pueblo y algunos le jalean para que siga; nadie trata de evitarlo. Me da la impresión de que está borracho, por la inestabilidad que tiene su cuerpo, pero también podría ser alguien que no tiene bien sus facultades mentales. Sea así o esté borracho, me habría agradado más ver un gesto protector por parte de alguien. Como ven que tengo máquina de fotos, alguno me pide que le saque al desnudo, pero yo me niego a hacerlo y me voy de allí. Un poco más adelante, veo un grafitti curioso y lo fotografío; en el lateral estará el nudista improvisado en fase de ponerse la ropa. Ya es desgracia ¡Que haya que estar borracho para desnudarse!

Dormir en Leirosa
Pasado el pueblo, me voy a la playa, hacia el norte, y busco acomodo en la duna para dormir. Me costará encontrarlo y optaré por un sitio que, sin ser óptimo, al menos está al abrigo del viento. Hacia el interior se ve una fábrica en funcionamiento y que despide mucho humo. Al principio estaré desviando hormigas, para que por la noche no se me metan dentro del saco pero, son tantas, que acabaré haciendo una carnicería. ¡Yo tan sensible con las personas y tan asesino con los animales! ¡Pobres txingurris! La luna ya es algo menos de media en menguante y el cielo está estrellado. No veré la Osa Mayor ¿estará perdida tras el mar? Sólo me levanto una vez para orinar, pero es el primer día que lo hago sin salir del saco, sacando el pitilín por la bocana y procurando no mear el saco, ¡que ya está lo suficientemente guarro como para añadir mierda a la mierda! Cuando escriba esto se me acabará el segundo bloc de notas. Haciendo suma de los gastos, llevo 1.287,57€ pagados, de los cuales: con Visa-Lector 10 208,94€ y con Visa-Laboral 300,55€. A estos gastos habría que añadir los trayectos en tren Irun-Chamartín y Atocha-Sevilla. A pesar de dormir muchos días en la playa, y de que hay noches en que no ceno, el viaje no es barato.  
Me sigue repateando ver a nudistas escondidos. Me ha sorprendido ver el sistema de sujeción de dunas de Leirosa, aunque dudo de su eficacia; el mar se la acabará llevando. Me ha agradado comer todos lo mismo en el comedor del Café Central de Pedrogão.

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