miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 31 (91). Ericeira-Praia Azul

Etapa 31 (91). 29 de junio de 2007, viernes (6ª feira), festividad de São Pedro. Ericeira-São Lourenço-Assenta (praias do Sul/ do Norte)-Praia Azul.















Afortunado por despertar en Fortunato
Hoy tendré un encuentro con otro portugués que tendrá continuidad en el tiempo. He dormido muy bien. Me levanto a orinar hacia la una de la madrugada (la cerveza negra, el descafeinado con leche), pero ya no lo vuelvo a hacer hasta las 7:40, hora en que me levanto y cago, quizás algo ligero; me temía diarrea, pero aguanto bien el día sin más deposiciones. Me vuelvo a acostar hasta las 8:00h, que todos los días no tendré cama. Me afeito, ducho y preparo las mochilas; esperando que den las 9:00, hora del desayuno, escribiendo. Como son las 8:30h y tengo tiempo, preparo el programa para el día. Primero Correios, para comprar postales ya selladas y, al menos, poner señas a las que me quedan por mandar; me gustaría comer por S.Lourenço, que es donde acaba mi mapa 5º y que tendré que sustituir por el 6º. Al Sr. Fortunato le gusta toda esa costa; combinaré paseo marítimo con playas. No tengo ya playas de nudismo tolerado hasta Nazaré pero, como en marzo ya estuve desnudo allí en una que no era nudista, no me crea ninguna preocupación; se hará lo que se pueda. Antes de salir, cojo las mochilas de la habitación y me quiero despedir del Sr. Fortunato. Hoy Armando tiene día de feira y sirve el desayuno una chica que lo es o se hace la sorda. El jefe me pregunta qué quiero para desayunar y le digo que me dé todo lo que permita el presupuesto; hoy toca andar. Como huevo pasado por agua (un Credo), pero se ha solidificado la yema (el Credo ha debido de ser algo lento), tres rebanadas de pan con mantequilla y mermelada, un bollo suizo embadurnado con los mismos ingredientes y dos cafés con leche. Cuando me despido, me pregunta a ver si voy a pagar y le digo que ya le pagué cuando contraté la habitación la primera noche y, previsor, le enseño el recibo que me entregó. Me desea buen viaje y le agradezco su atención y las informaciones que me ha ido dando en los tres días que he estado con ellos (27-28-29 de junio).

De Ericeira a São Lourenço, que también pertenece a Ericeira
Salgo por la calle peatonal hacia Correios; tienen más variación de postales que en Lisboa y una opción demasiado grande y cara, pero la mayoría son de Madeira y Azores. Sólo cojo diez (7,50€). En Correios están dos catalanes: él habla por teléfono; ella por móvil. Chao. Paso por la Biblioteca Municipal, la Casa de Cultura, la Oficina para la Búsqueda de Empleo, todas poco distantes, pero a esta hora están todas fechadas; ¿abrirán a las 10:00h? Saco foto de la calle y bajo a la carretera que, aquí, hace de paseo marítimo y hablo con David, el nadador-salvador, que está aburrido, sin trabajo, ya que no hay nadie en la playa todavía. "Cuando lleguen los bañistas, mejor que no tenga que intervenir", le digo. Le hablo de mi viaje y me dice que conoce Irun, porque estuvo en la estación de trenes; “o sea, que no conoces Irun”, le digo; y David asiente. En San Sebastián, al menos pasó un día y durmió en la playa de La Concha. Me despido de él, y en cuanto puedo, tras la praia de São Sebastião, me meto en la falésia, pues tiene un caminho muito bon. Estoy contento porque hoy, día de San Pedro, cumplo un mes de caminada. Me encuentro con un chico que me dice que en Coxos baje a la playa y luego vuelva a subir al acantilado, que de nuevo tiene buen camino. En un momento determinado, me descuido, y el camino me lleva hacia el interior y, al darme cuenta, atajo entre espigas de trigo y vuelvo a recuperar el camino perdido.



Llego a la siguiente praia, con acceso de madera y leyendas y un interesante itinerario pero que lleva hacia el sur; es Coxos, el lugar en que me han recomendado bajar a la playa. Bajo las escaleras de madera y tras pasar un tramo de playa, vuelvo al camino que, ya de lejos, se ve muy bien señalado y con muchas bifurcaciones que orientan hacia senda única por la falésia.





Enseguida me encuentro en las rocas a Manuel y Jose, amigos bien avenidos, que están cogiendo lapas para el petisco; se les ve disfrutando juntos con la tarea, mientras que, más lejos, a sus novias, que también cogen lapas, se las ve más dispersas, como si fueran menos amigas (es una aprecición sin mayor fundamento).




Me dicen que se las comerán con el arroz o al vapor, con limón. Les dejo en su tarea, y llego a una pequeña construcción, como un castillete en la cima de un acantilado, desde donde se ve la praia de São Lourenço.




Antes de bajar a ella por un bonito caminho, que luego dibujaré,  me paro a hablar con unos pescadores que están en esa loma marina: Fernando, Vasco, Bruno y Timoteo; éste último, dice que Bruno es pederasta. El que más habla es Timoteo y dice que tiene una jubilación de unos quinientos euros porque lleva 50 años trabajando. Bruno es el más joven. Hablamos de dónde está la frontera entre la amistad y el amor, si es que la hay. Me dicen que S.Lourenço pertenece a Ericeira; que allí no se practica el nudismo, así que buscaré otra playa más grande; pero, tal como se configura la playa, pienso que alguna posibilidad ofrece la parte más norteña.

Una kazajistaní y un holandés
Me despido de los pescadores, que apenas atienden a sus cañas y parece que están más a la charla que a la pesca, y bajo a la playa por buen camino que, en la parte final llega a la arena mezclada con el mar, y me dirijo hacia la zona norte, que está sin gente y se está mejor, más abrigado, pues las rocas quitan el aire que viene del mar. Llego, me desnudo y me doy el primer baño. Me seco al aire y estoy muy a gusto tomando el sol. Me pongo a dibujar el pequeño cabo sur, donde están la pequeña construcción y los pescadores y trato de dejar visible el camino de bajada y la ola que rompe al pie del acantilado. Cuando estoy en mi tarea, veo que se acerca una pareja que venía derecha hacia el lugar que ocupo; al verme, deciden quedarse un poco antes, en lugar más expuesto a las miradas de las personas que están en la playa, pero también protegidos por las rocas; se quedan en bañador. Bajo a bañarme y él que me ve, también se quita el bañador y se baña desnudo. Es suficiente como para entrar en conversación; el estar ambos desnudos ayuda a una conversación entre iguales. Le cuento y me cuenta que él es holandés, Hein, y ella es de Kazajistán, Nadia. Normalmente suelen estar allí desnudos y no les preocupa que les miren desde el mirador de arriba, que está bastante elevado; a mí también me da igual, ¡que lo disfruten! Hein me dice que es viudo, que su mujer murió por cáncer de mama y que Nadia es una amiga (más que amiga, diría yo); se vuelve con Nadia y yo continúo con mi dibujo; he tratado de seguir un orden, pero luego me lío; tampoco consigo que me salga bien la ruptura de la ola. Llegan las 14:00h y yo pensaba que era más tarde, así que decido buscar un sitio para comer; me despido de la pareja y asciendo por las escaleras que ascienden al mirador. Ha llegado otra pareja de textiles y se ha situado al otro lado de las rocas.
Otro polvo asado en Golfinho Azul
Me asomo a la balconada y compruebo que sólo nos han podido ver desnudos los que nos han querido ver pero, sin intención (buena o mala), el lugar elegido es muy discreto. Ya arriba, pregunto a unos de la zona y me orientan hacia el primero; les pregunto si es barato o caro, pero no saben. Cuando llego, veo que se trata del Golfinho Azul. Según me cuenta el que me atiende, ésta es una zona de aguas más templadas, por lo que, a menudo, se ven golfinhos (delfines). Yo no he visto ninguno, pero estaré más atento. Pregunto a una camarera sobre la posibilidad de sentarme en el exterior y me dice que sí y elijo una mesa frente a una pareja; ella come polvo asado, similar al que comí en Gula-Gula, en Vila Nova de Milfontes, y ya no tengo más que pensar en lo que voy a pedir (salvo precio). Mientras estoy esperando a que me atiendan, mi vecina del polvo tiene su pequeño rifi-rafe con su hombre, se levanta de la mesa con el plato y se sienta en otra más próxima a la mía (yo me había trasladado a la siguiente y me había puesto de espaldas a ellos), frente a donde ahora estoy. Desde allí, ella le dice: “pide disculpas”, pero él no está por la labor y se hace el desentendido, como que no va con él. Ella insiste y él impertérrito; así que me levanto y hago mención de sentarme con ella y le digo a él: “no pidas disculpas. Me quedo con ella”. Esa reacción mía, produce hilaridad en la pareja y ella se vuelve con su chico; supongo que ha valorado que perdía con el cambio. Cuando el camarero me enseña la carta y veo que el polvo cuesta 10,50€, lo pido. Rechazo el entremés y el pan, acertadamente, y me sacan un pulpo de cinco patas (menos mal, no hubiera podido con las tres restantes); lleva patata asada con ajillo y ni me molesto en quitar la piel a la patata, pues es lo que más sabor tiene, ya que está impregnada del aceite y el ajo. 7 u 8 aceitunas me ayudarán a terminarlo, favoreciendo el cambio de sabores. Cuando termino, le digo al camarero: “si te pido pan…” y, sin dejarme terminar, hace mención de ir a buscarlo, pero le paro y continúo: “si te pido pan no habría podido terminar el pulpo” y le digo que estaba riquísimo y que la razón de haberlo pedido es el buen recuerdo del que comí en Gula-Gula y el habérselo visto comer a mi vecina de mesa. El vino me costará 4€; es un vinho de Estremadura: Quinta da Espiga, cosecha de 2005. Pido la cuenta y pago los 14,50€ sin más recargo y en efectivo.

Antes de marcharme hablo con la camarera, que me pide que le enseñe el dibujo que he hecho y lo comparamos con su tarjeta en la que aparece una vista desde el restaurante, hecha al óleo, similar al dibujo que yo he hecho; se trata de un cuadro diseñado por su marido (¿su marido era el camarero?). En la tarjeta viene la siguiente leyenda: “Os olhos também comem…” que no sé de qué contexto se ha sacado, pero equivalente a nuestro dicho: “También se come con la vista” y se refiere al bonito paisaje que se ve desde el restaurante, otro aliciente, además de la comida, para comer allí. Tel. 261862945. Hablamos de mi camino, de sozinho, de mejor en bici… y le digo que, si hubiera ido en bici, no habría podido bajar a la praia de Ursa, por poner un ejemplo. Ella dice que ha viajado mucho en caravana y que nunca tuvo problemas. Ya pagada la cuenta, me despido.
Un masaje erótico en los pies
Mi intención es la de seguir hacia el norte, pero el día sigue expléndido, el dibujo ha quedado inacabado, me asomo al mirador y compruebo que Nadia y Hein se han trasladado a mi sitio, así que decido volver a bajar a la playa. Los textiles siguen al otro lado, donde inicialmente se pusieron Hein y Nadia. Vuelvo a saludar a la pareja, que hacen mención de moverse y dejar el sitio que yo ocupaba antes, pero les digo que están bien donde están y que yo voy a quedarme poco tiempo; me doy cuenta de que se me ha olvidado coger agua en el restaurante: luego volveré. Les cuento que he comido pulpo y dibujo uno en la arena, para que me entiendan, también dibujo un calamar o chipirón y una sepia, para diferenciar de otros cefalópodos. Me desnudo y me doy un baño y me seco al aire.
Ya seco, me tumbo en la toalla y luego continúo el dibujo; ahora el paisaje es otro, pues el sol ha hecho su camino celestial y mucha parte del acantilado se ha sombreado demasiado; intento adaptar el dibujo a la hora, pero será inútil y lo dejo como está. Me acuerdo de mi amiga pintora, Aurora Bengoechea, que falleció hace algunos años, y me pongo triste, es probable que afectado también por el Quinta da Espiga. Me doy el último baño con Hein; ahora que ha subido la marea, el baño es mejor, con menos peligro, ya que las rocas que sobresalían del fondo, ahora están a mayor profundidad y dejan más margen para nadar. Los dos acompañantes, se han estado dando masajes por todo el cuerpo y ahora lo están haciendo en los pies; ahora Hein se los está dando a Nadia; es un masaje a conciencia, que tiene que ser buenísimo para ella ¡Qué envidia! La experta es Nadia, pero ha enseñado la técnica a Hein y ahora él también los da muy bien. Le digo que resulta visualmente muy erótico y ella se ríe.

Un pescador submarinista
Me daré otro baño y, mientras me seco, me dicen que hay un submarinista en la zona, que ha llegado, con el neopreno y demás aperos, mientras yo estaba comiendo. Cuando me lo dicen, no entiendo bien y pienso que se refieren a barcos pesqueros que están al fondo; pero me daré cuenta cuando aparece en la orilla el hombre rana. Sale con buena cosecha piscícola ensartada a modo de collar con amuletos grandes. Tiene 3 polvos (uno hermoso y dos pequeños; el que he comido yo era de tamaño intermedio), un choco grande o sepia, un sargo, otro pez entre verde-gris-amarillento, cuyo nombre no le entiendo. Saco una foto a Rui con su pesca insertada y lavada, una vez que, previamente, ha ido matando a los pulpos y al choco que, cada vez que lo coge, parece que le diera pinchazos o pequeñas descargas eléctricas (esa es la sensación que percibo viendo sus gestos). Les hace un tajo con el cuchillo por la base de la cabeza, para que dejen de sufrir al sacarlos de su medio marino. Rui ha pasado la noche sin dormir, pues es discjokey de una discoteca de la zona; tras la pesca le llegará su tiempo de descanso.


De un día que no tenía visos de ser nada especial, está surgiendo un día extraordinario; celebro así  San Pedro, día en que en mi pueblo, Alsasua, estarán de romería y habrán almorzado bebiendo vino, obsequio del municipio a los participantes, en tacica de plata, yo aquí, tan lejos, con un día magnífico,con varios baños en el mar, con una gente tan dispar, con un pulpo tan magnífico, que me hacen estar feliz y no añorar lo que esté disfrutando mi familia. ¡No todos los días de San Pedro los podré disfrutar con un polvo! Y aún me falta el mejor encuentro del día.

Objetivo: llegar a Praia Azul (no do Sul)
Creo que ya va siendo hora de seguir camino y tratar de llegar a praia Azul. Me despido de Hein y Nadia y salgo escaleras arriba. Entro en el restaurante para coger agua, ninguno de los camareros de la mañana están, así que como no veo a nadie de los conocidos, entro y salgo sin mayor cuidado. Enseguida me meto en camino por la falésia, cuyo suelo es precioso, entre ocre y blanquecino en una gama variada y suave; hasta que me meto en un berenjenal de cañas de bambú; más cañaveral que berenjenal, del que me costará salir.

Vuelan muchas aves, ¿perdices?, o quizás otras especies de más envergadura, que levantan fuerte ruido al iniciar el vuelo, como si fueran avutardas; unas vuelan hacia el interior y otras caen hacia el acantilado. Como no puedo seguir, primero por las cañas y luego por la configuración del terreno, no me quedará más remedio que salir a estrada. Paso por praia Calada y, antes de entrar en Barril, pregunto por praias Assenta y Azul, que son las dos primeras que aparecen en el último mapa conseguido, y que califican como región Oeste (Assenta-Salir do Porto). Están en el entorno de Torres Vedras, el pueblo más importante del interior en esta región. Me dicen que coja carretera en dirección Torres Vedras y, al llegar a Assenta, que vuelva a preguntar.







Cuando llego a Barril, anuncian la Matança do porco los días 30 de junio y 1 de julio. Como voy con algún día de adelanto sobre lo previsto, dudo; pero, finalmente, decido continuar ¿Habré perdido la oportunidad de recuperar experiencias de mi niñez en Alsasua? Quizás haya influido que la matanza del cerdo no era un espectáculo que me agradara; aquél lloro angustiado y potente del pobre animal mientras era sacrificado, penetraba hasta las propias entrañas del niño que yo era, y que no quiero perder. Eso no quitaba nada al aprecio de la bondad de sus productos y tampoco ahora. Salgamos de Barril. Tras pasar por los molinos de viento, que siguen teniendo la característica de que, en las palas, van sujetas unas cántaras de cerámica de distintos tamaños y que producen sonidos diversos al ser empujados por el viento. Cuando llego a Assenta, encuentro una doble indicación: praia do Sul y praia do Norte; cuando pregunto por praia Azul, todos me mandan retroceder hacia do Sul; y yo insisto que no quiero ir al sur, sino a Azul que está más al norte; no hay forma de que entiendan la pregunta, hasta que lo ven escrito en mi mapa. Al final las respuestas coinciden aunque unos opinan que hay 3km y otros que 5. Pregunto si hay camino por la falésia, pero todos me mandan a la estrada. No quiero marcharme de Assenta sin ver, si no la praia del sur, al menos la praia del norte y, tras dos intentos, consigo llegar a esta playa por camino en construcción y que apenas tiene arena (me dicen que es mejor la do Sul). Un hombre con un joven, una niña y un niño, se van a marchar en el carro y se maravillan cuando les hablo de mi caminada; me dicen que, después de Cambelas, la estrada va a veramar y, tras darme esta información, se van. Yo no bajo a praia do Norte, tan en precario, y me limito a ver la vista desde arriba. Retrocedo y, más adelante, volveré a ver a los cuatro en un tractor, con el perrucho que, tumbado en medio del camino, me ladró al entrar. El niño les avisa que llego por detrás; saludan y saludo y, cuando voy por urbanización que sólo tiene construida la infraestructura de aceras y farolas, el joven me hace una seña para que vaya por un atajo. Le hago caso y me ahorro unos metros y saludo final, agradecido.

Sérgio Leal Nunes, un surfista enamorado
Siguiendo la estrada, llegaré a otro pueblo, ¿será Cambelas?, con gente muy amable, pero donde me siguen diciendo que para Praia Azul aún quedan 3-4km. Veo otra playa y un portugués y una sudamericana me dicen que siga todo recto, por carretera de grava amarilla ancha; esa carretera me llevará de nuevo al pueblo y, de allí, ya podré salir a veramar. Entro a camino y salgo a falésia. Un coche matrícila 79 BX 16 me pasa, pero lo veo pararse más adelante; el conductor se baja y se acerca a la falésia; está oteando el horizonte. Yo me alegro, puesto que tendré otra oportunidad de preguntar por mi ansiada praia Azul pero, cuando me las creo muy felices, veo que el hombre se vuelve a su coche, monta y arranca; yo, que ya estoy cerca, corro y le hago gestos de que no se vaya y Sérgio Nunes, para el motor y me espera. Llego algo ahogado por la carrera y le pregunto. No puede dar respuesta a mis preguntas, pues es la primera vez que aterriza por allí por este lado; no conoce praia Azul y tampoco me puede asegurar que la población que se ve en el interior, no muy lejana, sea Torres Vedras, pero muy probablemente lo sea. También le pregunto por Peniche e Ilha Berlenga y, aunque lo conoce, tampoco me da información. Cuando le cuento el paseo que estoy haciendo, se interesa mucho y como yo no tengo pocas historias del camino que contar, podríamos haber estado horas y horas, días y días, charlando; y eso que yo tenía prisa en llegar a destino. Sergio es de Cascais y profesor en la Universidad Politécnica de Tomar, imparte Economía Regional, que trata de poner las bases para cualquier proyecto económico a partir de los elementos que configuran las características del lugar en cuanto a idoneidad y la elección del modelo a desarrollar: industrias existentes, características geoquímicas del agro, ecología y otras características zonales; dentro del modelo de desarrollo sostenible. Como no vamos a pasarnos todo lo que queda del día, ya me ha conocido, le intereso, me interesa lo que me cuenta; ya se ha asomado al mar que, como aficionado al surfismo, es lo que le interesaba al llegar allí… decide darme el teléfono de su enamorada (que no os lo voy a poner aquí, para que no se la quitéis) y, cuando pase por Lavra (Matosiños), en julio, que él estará ya allí de vacaciones, en casa de Maria, que le llame. Me ha gustado la calificación de “enamorada”, parece que le quiero entender que allí hacen una distinción entre amigos, enamorados y novios; como la calificación de amigo ya es algo similar, veamos la diferencia entre enamorado y novio. Enamorados son aquellos que gustándose, queriéndose, amándose, pueden incluso tener relaciones sexuales, pero no hay un compromiso de formar una familia; no funcionan con visión de futuro, sino de presente, ¡a lo que dure! Los hijos, ni se lo plantean. En los novios ya existe este compromiso que mira al futuro, familia, hijos. Al menos eso es lo que entendí de lo que me explicaron. Al hablarme Sérgio (que se pronuncia Serchu) de su enamorada, me ha parecido muy bonito, pero luego recapacitaré: “su enamorada” eso no implica que él esté enamorado, pues la que está enamorada de él es ella; es muy bonito tener a alguien que esté enamorada de uno, pero si no hay correspondencia, es menos bonito. Lo bueno es estar enamorado y, si el amor es correspondido, mejor; lo difícil es que ese amor sea sentido entre los dos y con la misma intensidad y, entonces, ¿quién va a ser capaz de renunciar al él? En esta situación ya estaremos más cerca del noviazgo; por tanto la frontera entre amistad, enamoramiento y noviazgo se vuelve bastante sinuosa. Me despido de Sérgio con el convencimiento de que he hecho un amigo y me invita a subir al carro. Le digo lo que a todos: mi viaje es a pie; agradezco y no acepto. ¡Hasta Lavra! Sigo adelante y mi último saludo levantando la mano, cuando me pasa en el carro; él también va en dirección norte y abajo doblará hacia el interior ¿A Tomar, a Cascais? Sergio me ha parecido muy guapo.

Encuentro Praia Azul y busco teléfono lejos: João me informa.
Sigo bajando el ancho camino y veo abajo la playa. Me alegro de que la playa no tuviera fácil acceso pues, si lo hubiera tenido, no habría encontrado a Sérgio. Además, la praia combina arenas y rocas. Sigo bajando y me topo con un río; siento el temor de que no me deje pasar y tenga que vadear porrón de kilómetros, ¡qué miedo!, pero recuerdo que me han hablado de un puente, de esos detalles que se te quedan en la memoria subconsciente, aunque no lo has fijado en ella, pero, ¿dónde estará el puente?, ¿siguiendo por la estrada? Entonces veo que, saliéndome del camino, hay un puente de madera, que me pasará a la arena de la playa. Esta primera parte, que luego sabré que se llama praia da Foz, es muy abierta, con dunas y chiringuito en la parte superior; me parece mejor para dormir la parte norte, que esa sí será la Azul que buscaba, y que me parece más abrigada para dormir. Lo primero que hago es preguntar por cabina telefónica a un chaval que va en una bici pequeña. Pregunta a su madre que está en un contenedor con retrete (como una vivienda improvisada elemental cercana a la playa) y me remite a 4-5 km al sur. Voy al bar-restaurante de arriba, y me dirán lo mismo; no estoy dispuesto a retroceder y le pregunto a João en el minichiringuito de la playa; es quien me explica que, siendo la misma playa, la primera parte es da Foz y la segunda Azul; lo que más las diferencia es que a la da Foz se entra por aquí y la Azul tiene acceso por el otro lado; la divisoria estará por la mitad. Me dice que Ilha Berlenga no tiene nada de interés (sólo gaivotas), que no voy tan bien como creía, pues aún me falta más de la mitad (mirando el mapa, no me dejo engañar) y que duerma en el lado de Azul y que no siga adelante, pues Azul es mejor que Santa Cruz, la siguiente, que es muy urbana para dormir (será el único dato positivo que me da); también me dice que en Azul tendré pescadores por la noche; lo dice como algo positivo, como un dato protector. Y cuando llegue a Caldas da Rainha, que no me quedará más remedio que ir por allí, al ir hacia praia Foz de Arelho, que allí hay albergue, y me lo apunta en mi mapa, ya veremos lo que recordaré al llegar allí el día 3 de julio. Cuando visite la isla Berlenga mi opinión será muy diferente; ¡es muy recomendable! Entre lo bueno y lo malo que me ha dicho, creo que João ha resultado un buen informador. Me despido de él, paso el puente de madera que, desde que lo he visto, todavía no lo he pasado y voy hacia la orilla del mar. También João me ha dicho que, como hace frío, no hay mosquitos en el río.
Búsqueda de sitio idóneo para dormir
Son las 20:15h y en Praia da Foz sólo hay un bañista tardío. Voy subiendo hacia arena seca y duna. Un perro me ladra desde el área del chiringuito. Ya he pasado a Praia Azul y me voy alejando del chiringuito, donde hay carros y luz y, por la parte alta de la duna, va la carretera, así que busco un sitio adecuado en zona de nadie y lo encuentro entre vegetación en la zona dunar. Con esta tarea ya hecha, voy a tratar de buscar teléfono.
Un teléfono escondido
Subiendo hay un hotel, pero paso de llamar desde allí. Me meto por un pequeño núcleo de población que no tiene ninguna infraestructura de servicios. Un hombre con una furgoneta (cogí la matrícula al día siguiente: RQ 88 70) me dice que hay un teléfono a un kilómetro; dudo, pero sigo adelante; enfrente hay un gran espacio con un tinglado en el que no hay ni “cuatro gatos” pero con una música estridente; pretenderán efecto llamada, pero es para dejar sordo al más pintado. Sigo adelante y, al poco rato, me pasará en la furgoneta el mismo hombre, ahora con un niño; insiste en que suba, que me lleva y, como antes no lo había hecho, ahora le explico mi paseo por las costas portuguesas y cómo lo hago a pie y procuro no montarme en ningún vehículo. Se va el amable señor y al instante me arrepiento: primero, porque él sabe dónde está el teléfono y a mí me va a costar encontrarlo y, segundo, porque es un recorrido del que deberé regresar a Praia Azul y que repetiré mañana en la misma dirección que voy ahora, ¡pero ya es tarde para arrepentimientos! Debiera haber aceptado a la primera. Dos mujeres caminan por la estrada y me dirán que la cabina de teléfono está antes del “cruzamiento” con la otra carretera. El conductor de la furgoneta vuelve con el niño y alguien más y me indica que a la vuelta de una casa está el teléfono. Como sigo sin encontrarlo, pregunto a un chaval, al que acaban de dejar allí; le han traido en coche. Por fin doy con él y hablo con Mikel y le digo que estoy a dos días de Peniche. Llevo dos semanas sin lluvia. Todo va bien. Llegando al hotel, un deportivo rojo hace un trombo ¡qué horror, me viene el recuerdo de la noche de trombos en Camposancos! El niñato que ha hecho el trombo sale del coche y, con su chica, entra en el hotel. Cuando regrese a Praia Azul, ya no veré ni la puesta de sol, ni el rayo verde, pero llego con la suficiente claridad como para hacer adecuadamente el montaje de mi dormitorio en la duna. Saco foto de hierbas circundantes desde el saco y me acuesto, aunque previamente, quito colillas de cigarrillos de la arena; me hago una buena almohada y me apoyo en la mochila roja y azul de Eroski. Como pipas de calabaza; la luna está ya casi llena.
Hoy ha sido día de confirmación de mi capacidad de relación con los portugueses que el camino me ha deparado: Hein y Nadia, Golfinho Azul, Rui, Sergio. Un día que parecía iba a ser anodino, se ha convertido, con los encuentros, en difícil de olvidar. Me siento bien conmigo.

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