miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 9 (69). Ferragudo-Figueira de Alvor

Etapa 9 (69). 7 de junio de 2007, jueves. Ferragudo-Portimão-Alvor-Figueira de Alvor.


Frío nocturno
No he dormido mal, pero he pasado frío, más que ayer, no tanto como la primera noche de Nueva Umbría (parece que han pasado meses desde entonces y sólo son nueve días); quizás el problema sea que me acuesto semivestido y el saco conserva mejor el calor corporal mediante la total desnudez; habrá que comprobarlo haciendo más pruebas. Por lo demás, voy perfeccionando los medios para que la cama sea más confortable: hincho mejor la esterilla (con el soplido final), mejoro la almohada (la cartera en el bolsillo del pantalón, la camiseta y el jersey enrollados en forma cilíndrica imperfecta y dentro de la bolsa de la esterilla y, en el exterior, rodeándolo todo, la toalla). Primero, intento dormir con la cabeza fuera, puesto que no se veían mosquitos pululando alrededor, pero luego, metiéndola bien dentro, para que el propio aliento me de más calor. Me levanto, recojo los bártulos y para las 6:05h ya estoy en marcha. Al salir de la playa, me coloco, con mucho cuidado, en las rozaduras del tendón de Aquiles (y del de Patroclo, su amante amigo), sendas tiritas que, cuando escribo en Portimão, me siguen aguantando. Los basureros recogen de forma selectiva las basuras. Un coche levanta polvo, antes de llegar al asador donde ayer tarde vi asar pescados.


Ferragudo matutino
Ayer saqué foto del Castillo de San João de Arade y hoy vuelvo a sacar otra del mismo recibiendo los primeros rayos matutinos. Desde el otro lado del cais (muelle), sacaré parte del pueblo y la igreja (iglesia) con los primeros rayos del sol. Sigo viendo jacarandás y ayer olí, aún muy suave, las primeras mimosas floridas.




Caminando hacia Portimão. Una cigüeña
 Sigo la carretera entre pabellones y llego a la N-125 que, enseguida, me llevará al ponte (puente) por el que pasaré a Portimão. Desde este puente, fotografiaré otro, casi paralelo, que parece ser del ferrocarril.

El puente por el que estoy pasando, tiene en su lado izquierdo como un añadido metálico, por el que voy con mucho cuidado, pues tiene uno resalte que no cuadra con la huella de mis sandalias y me hacen temer resbalar.





Pasado el puente, veo una alta chimenea con cigüeña en su nido en lo alto (foto para el recuerdo, lembrança). De vez en cuando, las sigo viendo, desde Andalucía. Me meto por el interior a partir de un letrero que pone: Mercado Municipal. Aunque es temprano, acaban de abrir la Pastelaria Diana y entro a desayunar. El contador me dice que llevo andado kilómetro y 300m; dato suficiente para confirmar que no me sirve para nada ¡Abrá que perderlo! Desayuno descafeinado con leche y un trozo de un pastel casero, menos esponjoso que un bizcocho, pero muy rico (2,20€). Pregunto por las dificultades que me puede crear la salida al mar de la ría de Alvor; un señor que está en el bar, no sabe decirme, pero otro que llega después, me dirá que lo intente, que los pescadores son muy amables y cree que, al verme, me pasarán. En el cielo, hay nubes oscuras amenazantes, pero me aseguran que hoy la chuva (lluvia) no caerá. Me quedo un buen rato escribiendo el diario y, cuando acabo, a las 9:45h las nubes se han vuelto blancas. Salgo mal orientado hacia el frente de la calle y tendré que tirar a direita (derecha). Por las ruas, pierdo la dirección del mercado municipal, que me dejaré sin ver y un señor me dará una nueva referencia, el estadio de fútbol y, por fin, llegaré a la praia da Rocha.



Un precioso paseo por las praias de Vau y Trés Irmãos
La primera parte es muy impersonal, es una playa larga sin ningún atractivo, pero llegando a la praia de Vau, todo se pone más interesante: islotes, cuevas, etc.

Ahora que las nubes no amenazan, es cuando empieza a chispear, pero es un chispeo casi imperceptible.



Ni siquiera bajo a la playa y, desde el paseo marítimo, fotografío la gran playa de Rocha (probablemente se vea hasta el lugar donde he dormido, a lo lejos) y, al lado occidental, la de Vau; después el paseo marítimo de baldosa y piedra, por camino de tierra y valla de madera, para la protección de algún despistado pero que, un poco más adelante, un tramo estará caído por desprendimientos.

Parece que tienen intención de arreglarlo. Acabada la playa de Vau, un chico me señala, en un plano fijo de la zona, el lugar en que nos encontramos y me dirá que, siguiendo el camino, se puede llegar hasta poco antes de Trés Irmãos (tres hermanos). El chico se llama Bruno y dice Alvore, como muchos otros. Me servirá para saber que cuando me digan Alvore o Alvor están hablando de lo mismo. La última parte del paseo, también es muy bonita, quizás más bonita porque es más salvaje, sin protección de vallas, con buracos (agujeros, hondonadas) impresionantes, más peligrosa. Me encuentro con dos chicos que no conocen Trés Irmãos. El camino se empieza a volver demasiado complejo y la playa de Trés Irmãos, aunque supongo que estará ya muy cerca (perto), quedará para mejor ocasión. Nada más salir a zona urbana, se presenta a lo lejos la praia de Alvor. Cuando he salido de entre los árboles, dos parejas de ingleses me preguntan por Rocha beach y les digo que, al inicio, el camino es un poco difícil, pero que es “beautifull”. Retrocedo con ellos para indicarles exactamente el lugar por el que yo he accedido del camino. He entrado en la urbanización, pero me costará salir de ella; tras dos preguntas, ensayo y error, consigo salir. Al llegar a Alvor, lo primero que hago es preguntar a dos taxistas por un lugar donde pueda comprar tarjeta telefónica. Uno me dice que es día feriado y que no encontraré nada abierto; pero el otro me indicará dónde lo puedo intentar. Compro una igual a la que tengo y pago los 10€ que cuesta, pero antes de ver la playa, busco un sitio para comer.
Bacalhau a todo con garbanzos
A la gente que pregunto le digo que quiero comer grão de bico (garbanzos) o lentilhas (lentejas), pero nadie sabe dónde. Pregunto a dos parejas jóvenes y me remiten a otro bar que ofrece otras cosas, pero el dueño me orienta hacia la carretera a Lagos, donde hay dos restaurantes al subir la cuesta y otros dos al bajarla. Como no quiero perder más tiempo, entro en el primero, A Foia. Allí tampoco tienen ni garbanzos, ni lentejas, en el menú, pero me ofrece la posibilidad de comer un bacalhau a todo, al que puede añadir medio frasco de garbanzos, o uno entero, si quiero. Me parece acertada la propuesta y me siento a esperar. El bacalao que me sacan está guisado o al vapor y llega  acompañado de patata cocida con zanahorias y vainas, y les acompaña un huevo casi duro, más el añadido de los garbanzos. Así que me como el bacalhau y los garbanzos y con el resto me preparo una ensalada tivia deliciosa. Con una cerveza en botella, que contiene más cantidad que la de presión a granel y cuesta menos, pago 9,60€ con la Visa y me echan carimbo en la credencial: A FOIA Restaurante Bar de José Agostinho Fernandes António. Rossio de S.Pedro Lote 2 8500 Alvor 282458192. El sello me lo ha echado cuando le he explicado en qué consistía mi caminada y mientras esperábamos a que saliera el bacalao de la cocina. Me despido del que tan bien me ha atendido, recojo las mochilas y me voy de regreso hasta el lugar donde me dieron la referencia de A Foia y, en agradecimiento, compro y como un pastel (0,90€).

En la praia de Alvor con Claudia y Claudio

Me dirijo a la playa con el fin de llegar al final y tratar de que me crucen la bocana de la ría de Alvor. En la caseta de Salvamento Marítimo, están Claudia y Claudio, dos amigos nadadores salvadores que me lo ponen crudo; consideran que es muy difícil que me pasen al otro lado de la ría; les parece increible mi aventura y me desean suerte. No la tendré. Les saco una foto para mi reportaje. Me despido de ellos y continúo por la pasarela que llega hasta el final de la zona de vigilancia y los servicios playeros, bajo y me acerco a la orilla. Me cruzo con António y Maria José, una pareja de portugueses, que me lo ponen más difícil todavía, puesto que hoy, al estar el día poco brillante, salen menos embarcaciones de recreo y, al estar marea baja, muchos pescadores que van con sus barquitos, apuran el tiempo hasta que suba la marea, y esto ocurrirá bastante tarde. Me dicen que, a pesar de todo, merece la pena que vaya hasta el empedrado del muro, al final, para ver la bocana de salida al mar del agua de la marisma. Llego, subo, veo y sigo el espigón hasta el final, donde está varado un  barco de recreo, pero ni intento preguntar (ahora no sé por qué, puesto que el no ya lo tenía). Vista de la praia de Alvor desde el espigón:


Luego veo a un pescador que limpia su cubo de restos inservibles, pero no podré ver si son coquinas, berberechos o almejas. La respuesta que da a mi pregunta, queda bastante incompleta: “cuando sube la marea los barcos van…” Me asomo a la parte interior de la ría y allí se ven barquitos y personas mariscando. Es muy probable que ellos, al terminar de mariscar, se vuelvan a Lagos, pero ¿a qué hora ocurrirá eso? Como no lo puedo prever y no tengo certeza de que me vayan a llevar, decido volver a la playa, acercarme a la orilla, me doy un baño desnudo, me seco y me voy de regreso a Alvor y como no vuelvo por la playa, no podré ver de nuevo a Claudia y Claudio.

A falta de las claudias, buenos son los albérchigos
António me ha dicho que puedo regresar por un camino que hay del otro lado de la duna, y por él volveré hasta la estrada. Entrando en Alvor encuentro a una avó (abuela) en el patio de su casa, que es particular, pues tiene unos árboles llenitos de albérchigos y está acompañada de perros. Me da seis (albérchigos, que no perros), aunque no sabe elegir los más maduros, a lo mejor no los había; aún asi, me como tres. En ese momento llega un nieto y, para el reportaje, le saco una foto a ella con la rama frutal.
Un camino hacia el interior, obligado por la ría de Alvor
Salgo a carretera general y veo señal de autopista y una indicación por la N-125 que indica Figueira, que yo no tengo en mi mapa, pero que parece que es la dirección en que yo quiero ir, puesto que tendré que salvar todas las ramificaciones de la marisma de Alvor. Aún así, parto con dudas y no las quitaré hasta que un chico me confirme que voy en dirección correcta que, poco más adelante, una nueva señal, me lo volverá a reafirmar. Faltando 14km. para Lagos un campesino fumiga lechugas. Poco después, paro a mear y como los tres albérchigos que me quedan. Al llegar a la señal de 11km. para Lagos, el chico que iba a mi par, pero por el otro arcén, me ha pasado cuando me he parado. Lo volveré a alcanzar y sobrepasar, a pesar de que voy ya un poco flojito de pies y piernas; entonces veo cómo le coge un coche; como todo el rato ha ido por detrás de mí, no le he visto que fuera haciendo auto-stop, pero seguramente esa era la razón por la que, en lugar de ir conmigo, en el arcén recomendado para el peatón, iba por el andén incorrecto, pero propicio para conseguir que alguien le pare y lleve.
Aquí las camas son Dormidas
Al poco rato aparece Figueira. Al entrar en el pueblo, cuando estoy cruzando en la señal de a 200m., me doy cuenta que en la curva por la que iba, hay un indicador de “camas”; así que retrocedo, entro, pero no hay nadie en el mostrador; me asomo a los servicios, a la cocina, al comedor… y tampoco. Dejo junto a una mesa las mochilas, la visera sobre la mesa, cojo las gafas y me pongo a ojear el periódico en la barra del bar. Entonces aparece Manuel y me pedirá 20€ por la habitación. Acepto y subimos, pero la que me va a dar, está sin hacer; hay otra de tres camas en la que duda y, por fin, me mete en una de dos camas. Me parece bien y le doy el carnet y le quiero pagar. Al ver que soy español, me dice que estaré mejor en el hotel (o eso le entiendo), pero me extraña que él mismo se eche piedras sobre su propio tejado; “pero será más caro”, le digo; y el me responderá: “no; el mismo precio” y volvemos a la habitación de tres camas (entonces comprendo mi error y lo que había entendido hotel, se refería a esta habitación); la razón para volver es que es la única que tiene televisión que coge canal español y como esta noche la habitación está libre, me puedo quedar en ella sin perjudicar a nadie. A pesar de que le digo que no se moleste, que no quiero saber nada de televisión, él insiste y consigue encontrar el canal buscado. Por fin me escucha, le digo que la apague y volvemos a la habitación inicial. Le pago los 20€ y, sin anotar el carnet, me pongo a la faena: aseo de pies en plato de ducha, con tratamiento cariñoso masajeante; ducha templada y acabada en fría; secado y masaje de pies con aloe-vera; me tumbo dos minutos y aligero la cama del sobrepeso de cubrecama y manta; lavo la ropa y la tiendo en una silla en el balcón; me visto y cambio de sandalias y salgo para llamar a Vera. Van a dar las 20:00h y me doy una vuelta por el pueblecito y compruebo que, como dice el posadero, Manuel, realmente no tiene ningún interés. Desde el exterior veo que el anuncio de las habitaciones que pone en el bar-restaurante es: Dormidas.
Buscando teléfono público
Subo por la calle principal y llego a un bar, pregunto a uno que está metiendo fruta en una furgoneta y me dice que el teléfono está cerrado y que pregunte en el otro bar. Efectivamente, allí está el teléfono público, pero es de monedas; echo una de cada (1€+50+20+10+5cm), hablo con Vera lo justo y se traga las monedas con rapidez (1,85€). Como mañana es el cumpleaños de mi hermana Sagrario, le llamaré a casa de Sara por la noche, que es donde está previsto que va a estar. Doy otra vuelta por el pueblo; la iglesia parece que quiere tirar la cruz, o que nos quiere dar con ella un cruzazo; ni siquiera es una iglesia sólida, de pueblo, más bien parece una de las nuevas que hacen en los barrios de las grandes ciudades. Aunque es pequeño, me dejo perder entre calles y llego a una sociedad popular Figueirense que, por un lado, indican que fue fundada en 1957 (el 6 de junio, el día de ayer, hizo 50 años) y por otra el 9 de junio de 2001 (o sea, pasado mañana será 6º aniversario). Uno del lugar me explica que primeramente estaba ubicada en un lugar y, de la constitución de la sociedad, ayer celebraron el 50º aniversario; que la sede cambio a este lugar y de ésta, será el 6º.

José Manuel, el guitarrista y compositor
Vuelvo a cenar a la pensión y un hombre que está sólo en una mesa me invita a que le acompañe en la suya; como yo prefiero cenar acompañado que solo, acepto. José Manuel sabe castellano; sabe tanto, que es de los que se ponen a hablar y no callan, con experiencias variopintas: jubilado por loco desde hace 10 años (ahora tiene 60), que tuvo mujer (aunque no se casó) durante 8 años, mastectomizada de un pecho, elegante (que no culta); José Manuel es creativo, pinta, canta, toca la guitarra, compone (tiene registrada en Portugal una canción: “El viento”). Me canta “El viento” y me gusta, con su parte pegadiza. Luego me cantará una de la película “Los chicos del coro” y otra de Joaquín Sabina: “Madrid”. Ha viajado bastante; también ha venido caminando desde Huelva por el puente de la autopista. No termina su filete, tampoco sé si paga, si tiene cuenta abierta, o si es un invitado perpetuo de la casa, debido a la pequeña pensión que tiene, que le obliga a hacer pequeñas actuaciones en establecimientos de la zona; como esta noche en que, después de cenar, deberá ir a un sitio a tocar la guitarra y cantar. Me ofrece su casa si quiero quedarme más días en Figueira (un pueblito que no aparece ni en mi mapa y que, una vez visto, no me inspira mucho interés); le agradezco, pero le digo que yo continúo mi camino. Tiene a su madre ingresada en una residencia. Su hermano de París y él quieren vender la casa. Dirigió un teatro de varietés en Madrid. Cuando sale por ahí, come en hogares del transeunte: Huelva, Vigo, etc. “Casi hablamos el mismo idioma que los gallegos”, me dirá. La cena ha sido una de las mejores desde que entré en Portugal: Sopa y dos chuletillas con patatas y ensalada. Cena que sólo me costará 8€ con el vino incluido. Nos levantamos de la mesa y nos sentamos en la barra, para que Manuel no esté tan solo. Yo no tomo nada, pero José Manuel pide café y copa (no sé quién pagará). Saco para el recuerdo una foto del guitarrista cantando y tocando su instrumento y, a las 22:30h decido despedirme y subir a mi cama.

Ha sido día ajetreado y, normalmente, para las nueve ya estoy acostado. El contador dice 23km (sin trampa, pero menos de los reales y hoy ha ido todo el tiempo en la cinturilla de mi pantalón). Le quedan dos días de vida. Recojo la ropa, ya seca, del balcón y cierro todo a cal y canto, para que no entren mosquitos, ni luz del exterior, ni ruidos, pues está próxima la carretera.
Aprendizajes del día: Que si hay posibilidad en el establecimiento, puedes hacerte tu propio menú, adaptando el existente. Que es bueno aceptar lo que te den y agradecerlo. Que hay que cuidar los pies, especialmente en los días que ande mucho por asfalto. Que cuando te ofrezca alguien compañía y la aceptas para tener un interlocutor, si no te deja hablar y sólo se escucha a sí mismo, no dejes que te amargue el día y ejerce tu libertad para marcharte a tiempo; cualquier razón es buena. De todas formas, José Manuel, tiene una personalidad interesante.

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