miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 45 (105). Ovar-Vila Nova de Gaia

Etapa 45 (105). 13 de julio de 2007, viernes (6ª feira). Ovar (pousada de juventude)-Furadouro-Esmoriz-Páramos-Espinho-Arcozelo-Gulpilhares-praia da Sãozinha (Gaia).

Desayuno y salida hacia el mar
He dormido bien; una sola vez me levanto a orinar. Arriba a las ocho, orino, afeito y me ducho con jabón de manos de la pousada. La ducha es potente y a las 8:30h bajo a desayunar. Dos orientales desayunan en mesa larga y opto por ponerme en una redonda, frente a un chico que ayer me pareció gilipollas, cuando en el bar, pidió a la recepcionista servilletas, bebida enlatada y algo más. Cuando llego  a la mesa con mis cosas para desayunar, el muchacho se ha marchado, así que cojo mi llave y me coloco en el extremo opuesto en la mesa de las orientales y frente al ventanal que da al pinhal. Desayuno vaso y ½ de zumo-polvo de naranja, que me bebo con el bocadillo de jamón de york y queso, luego yogur y como final café con leche y el otro panecillo con mantequilla y mermelada. El refrán dice: “después de leche, na l’eches”. En recepción me dan la factura. Algunos se dejaban el carnet de alberguista; a mi ya me devolvieron la credencial. Me dice que el orvalho levantará, así que, aunque chispea, a las 9:00h salgo por la carretera hacia Furadouro.

Acercamiento a zona de prostitución anunciada
Cuando ya estoy llegando, cojo el desvío hacia el norte, hacia las playas de São Pedro de Maceda y Cortegaça. La estrada está relativamente tranquila y me encuentro a un hombre que me dice: “se irá el orvalho si levanta o vento”. La verdad es que no sé lo que prefiero; mejor ni lluvia, ni viento. Según sigo adelante, se va asentando el día, aunque no acaba de romper el sol. Veo una chica en la carretera con falda por debajo de las rodillas; no tiene ningún aspecto de prostituta pero, como ya me lo advirtieron, ahora todas las que vea me parecerán. Más adelante hay otra, dentro de un carro, leyendo una revista; si fuera prostituta, ¿estaría más atenta a los posibles clientes que pasan, no? Ninguna de las dos me ha hecho proposición ni honesta, ni deshonesta. Me he encontrado una revista y la he ido ojeando. Recorto foto de José Sócrates “Primeiro-ministro descansou no Algarve” ¡como yo! Y recuerdo a José António Cerejo. Tiro la revista para que otro caminante pueda leerla. Desde ayer, me sigue molestando el ojo izquierdo; me duele y me hace llorar, ¿se me metería alguna arenilla? He terminado el 20 y he puesto el rollo 21; me durará hasta entrar en Porto.

Zona desbastada por tierra quemada y surfistas neoprénicos
Llego a São Pedro de Maceda y decido salir hacia la playa. Toda la floresta del fondo aparece calcinada por algún incendio potente, que no sé cuando habrá ocurrido. El sol ya empieza a calentar; una familia monta su paravientos ¡pero si no hace viento!




Cuando estoy llegando al final de la praia, sale del agua João, un surfista cansado de ejercitar brazos y piernas, sin olas compensatorias de su esfuerzo; pescadores, pescan en el pretil, mientras otros miran. Me desnudo, doy un baño y, mientras me seco en la orilla, sale otro surfer, Igor, amigo de João. Hablamos y les cuento sobre mi viaje. A pesar de que la playa de São Pedro está en su parte más profunda, llena de árboles quemados, conformando un paisaje intranquilizante, y bajo ellos, troncos y ramas también calcinados; este paisaje desangelado, no interfiere para que el baño me sepa a gloria. Enseño a João e Igor mis dibujos y hacen el comentario que ya va resultándome habitual: “espectacular” (pareciera palabra de uso propia de la zona). Éste ha sido un encuentro de los habituales, pero lo más notorio es que, proyectando esta diapositiva en el bar Patxi de Irun, el bar de portugueses, donde Dino me ayudó en el diseño del itinerario por su tierra, uno de sus clientes y amigo, que trabaja en Urrugne (País Vasco Francés), Filipe, al verlos, los reconoce. Me pidió una copia de la foto para llevársela en el siguiente viaje que hiciera a Cortegaça, de donde, creo recordar, me dijo Filipe que era. Pero continuemos mi viaje. Igor y João retornan a las olas y yo me visto y me voy hacia Cortegaça, que será una playa similar.

Hacia Esmoriz y Espinho, follones y diseño
En la praia de Cortegaça, el nadador-salvador me dice que en hora y media estaré en Esmoriz.


He sacado una foto de un palheiro, similar a los de Palheiros da Tocha, pero con más clara sujeción en soportes de madera, que también resultará ser de un amigo de Filipe, el de Urrugne. Llego a Esmoriz por malos caminos; estas playas artificiales no funcionan como en otros sitios.


Entro en el pueblo y saco foto de la iglesia. Hay movida, con gente en la calle. Está la televisión. Parece que ha habido un derrumbe dentro de una casa pequeña. No sé si ha habido víctimas. La zona exterior está precintada con cintas municipales.





Había pensado en comer allí, pero sigo adelante por malos caminos que, algún día serán buenos, cuando los asfalten.



Llego a otra playa que me parece ya cercana a Espinho, pero que luego comprobaré que no lo está tanto. Se trata de praia de Paramos.


Pensaba quedarme en la playa anterior, pero hay una pareja que parece que tiene ganas e intención de follar, como veré luego, ya desde la praia Paramos, cuando ella se coloca encima del muchacho. Me olvido de ellos, me doy un baño en bolas, me seco al sol y me tumbo.

Dibujo olas, con poco éxito y escasa inspiración. Suena una sirena que interpreto sea de barco, pero probablemente fuera de fábrica, por dos personas o tres que se asoman al pretil que, parece, han salido de trabajar. Cuando termino el dibujo, me doy el segundo baño, me paseo por la zona dunar interior con especie de agua lacustre y, cuando me seco, me visto y me voy.


Entrando en Espinho, veo una barriada tercermundista, con ropa tendida en la vía pública y gente en la calle vociferante; pareciera un campamento de gitanos pero sin chabolas, con casas muy elementales. Como en Barra, un altavoz emite anuncios y música. Había pensado entrar al pueblo pero, una vez visto, me abstengo, ¿sería por esto por lo que me habían advertido que no durmiera en esta zona de playas? Nunca lo sabré. Sigo por un paseo marítimo bastante elemental que, poco a poco, se irá reconvirtiendo en otro de mejor mobiliario urbano, entro al restaurante Onda Mar y como el mejor bacalhau de todo el viaje; en calidad y cantidad, y no puedo terminar las patatas, cebolla y ajos crudos; el acompañamiento de col también es espectacular (uno se contagia de sus expresiones); el postre es algo escaso, tomo descafeinado y pago con Visa-Lector 10 (17,45€). Van a dar las 16:00h y salgo hacia Porto, que ya no está tan lejos, pero a donde no llegaré hasta mañana. Guardo el mapa que, en Esmoriz, ya se me había acabado y cojo el nuevo que termina en Lavra con la esperanza de que allí me reencontraré con Sergio Nunes.

Gran cambio de imagen en el mismo pueblo
En el paseo marítimo, sobre la playa de Espinho, compro un bombón helado (1€), que voy comiendo y, cuando lo termino bajo a la playa.





Hay anunciado un casino y, cuando llego, se percibe una imagen más de opulencia, “Gran Casino”, que la que prometía el inicio. Cuando den la media de la renta per cápita de Espinho, no se detectará esta gran diferencia de clases sociales: los del norte, ricos; y los del sur, pobres. O, a lo mejor, los signos de opulencia no coinciden con la realidad y entre los pobres, ¿hay alguno enriquecido por el tráfico de droga de que hablaron? O, los que trafican ¿son los del norte? Todas estas preguntas que me hago, allí podrían haber tenido alguna respuesta; pero ya es un poco tarde para averiguarlo.
Las playas siguientes empiezan a tener mucha arena y dunas protegidas, por detrás, pero en la entrada al mar, muchísimas rocas y piedras, que hacen incómodo el baño. Hay un momento en que es tal la cantidad de rocas, que queda poco espacio de arena para la gente que acude a la playa. Una línea de ferrocarril transita en paralelo a la costa. El ojo izquierdo me molesta cada vez más, en especial cuando miro a la izquierda sin virar la cabeza.
Menudo trajín se traen mis vecinos
Siguiendo por la playa, llego a un lugar que la arena forma como una vaguada, con un hombre desnudo en el inicio y otro con quitavientos al otro lado. Este último se la toquetea sin resultado aparente, en vista de lo cual me coloco en el medio, pero más cerca del primero; me desnudo y me doy un baño, me seco al aire, paseando por la orilla y me tumbo. Mi vecino más cercano, también estará activo pues, cada vez que se acerca alguien paseando por la orilla, se echará el bañador por encima, pero sin ponérselo y, cuando el paseante se aleja, se lo quitará; el otro, seguirá toqueteándosela. Me doy otro baño y me seco, pero esta vez subido a la duna y observando el camino que va por detrás. Llevo un buen rato viendo pasar trenes en ambas direcciones; lo hacen muy a menudo. Llega un chico con coleta, que después de vernos a los tres nudistas, y mucho pensarlo, al fin, decide quedarse; se va desnudando y, sin quitarse la camisa, se quita el calzoncillo y se pone el bañador. Después estará gran rato colocándoselo en el lugar adecuado: se lo sube de cintura, se lo ajusta de nalgas, baja la pernera, una y otra vez, así hasta el infinito. ¡Qué pesado! El vecino trata de empalmarse y se levanta y, cuando yo me voy a dar el último baño, se acerca a hablar con el joven. Me seco, me visto y me voy. Ya ha sido suficiente por hoy la observación de formas de ligue en Portugal. Un amigo mío, David, también nudista, como yo, con el que suelo coincidir los veranos en la playa de la Zurriola de Donostia, me suele decir que hay cuatro clases de activos sexuales: los hetero y los homosexuales, los bisexuales y los bicuriosos.

Hasta Gaia, 15 km. de paseo elevado de madera para proteger la duna
Llego a la playa de Arcozelo donde, en un espacio de la piscina, hay venta de libros. La oferta es “10 livros 5€” ¡Qué pena no poder cogerme los de Saramago! Están todos o casi todos sus libros. Se lo digo al chaval encargado de venderlos. “Ya lo siento”, me dice. Luego llegaré a praia Aguda, artificial, pues está formada por espigón y arena acumulada. Ya llevamos un rato en freguesías de Vila Nova de Gaia, y se anuncia con rimbombancia los 15km de playa. Para mí, lo peor, son las rocas y piedras en la entrada al mar y, lo mejor, estos 15km de paseo de madera flotante que va por encima de la duna, preservándola. En algunos tramos en que no hay duna, el paso elevado se sustituye por las traviesas de madera clásicas del ferrocarril, bien asentadas sobre la arena.
Es un paseo muy interesante, ya que mucha gente, deportistas, parejas, personas solas, se proponen y hacen muchos kilómetros al día. Es muy difícil evaluar el beneficio que este paseo proporciona a la población, medido en términos de salud. Habría que comparar el antes con el después de la obra. Dice mucho a favor del Gobierno Municipal de Gaia y pregunto el color político del presidente del Concello. Me dicen que no depende tanto del partido de pertenencia, como de la calidad de la persona que gobierna el municipio.










Tampoco sé quien gobierna las Cámaras municipales de Setúbal, Peniche y Aveiro y fueron tres municipios que me gustaron. A lo mejor algún día sabré quienes los gobernaban en 2007. A lo largo de estos kilómetros, las playas van recibiendo el nombre de los pequeños pueblecitos que están algo hacia el interior, pero otras reciben el nombre del chiringuito (o los chiringuitos reciben el nombre del lugar; cada poco despacio hay uno).

 Las últimas que paso son: praia de Mar e Sol, Gulpilhares (con su capela en las rocas) y de Sãozinha. ¡Qué pasada la capela do Senhor da Pedra! Me atrae tanto que, después de pasarla, allí me quedo. Me pongo en zona media de playa, un poco hacia delante y equidistante de una pareja que está detrás pero que con la inclinación de la arena no me verá nada y de otra gente que está a mi derecha mirando al mar y que, con la doble vaguada, también me tapará la arena. Sólo me pueden ver desnudo los que pasan por la orilla, pero, como me pongo a dibujar la capela, casi ni me ven. Termino el dibujo y, hacia las 20:00h el sol ya ha bajado y la gente ha desaparecido.


No me quiero quedar en medio de la playa a dormir, pues se trata de un lugar demasiado visible desde el paseo flotante, así que me acerco a una duna que, aunque está más cerca del paseo, la propia arena y las hierbas, me ocultan de la vista. También la gente del paseo va reduciéndose, pero todavía hay caminantes. Hago mi cama en la arena, aprovechándome de una pala amarelha de niño semienterrada, tratando de hacer una meseta plana que, en un principio, había pensado en una dirección pero que, al tumbarme, veo que está algo inclinada hacia el lado contrario; invierto la posición, colocando mochilas al sur y el cabezal y la almohada. El saco está bastante húmedo; debiera haber tenido la precaución de sacarlo y ponerlo a secar en alguna de las playas anteriores, cuando todavía el sol tenía fuerza. Pero ya no vale lamentarse. He comido pipas de calabaza (es la semente de abóbora de Caparica, que todavía me queda) y, en cuanto el sol se acuesta, yo también. He sacado foto de ocaso, hoy también sin rayo verde, con nubes rojizas. ¡A ver qué sale! Se oye hablar a alguien que pasa por el camino, aunque no se distingue la conversación, pero se presenta buena noche. Al acostarme, un montón de abejorros ¿o zánganos?, pasan por encima de mi cadáver. No hay hormigas ¡sólo he visto dos! Durante la noche, veré dos veces y en posición similar a la Osa Mayor. Hace días que no veo la luna, entre otras razones, porque llevo las tres últimas durmiendo en albergue.


Hoy he observado algo del comportamiento de las personas respecto al cortejo, deseo y práctica del sexo y, no ha habido ocasión, o la he evitado, de observación participante. Normalmente, en los animales, el cortejo suele finalizar en el apareamiento; no podría asegurar si mis vecinos acabarían llegando a puerto. El paseo ha sido variado y me ha gustado la ubicación de la Capela do Senhor da Pedra en la cima de las rocas al mar. Mañana retrocederé para volverla a dibujar de más cerca. Será mi felicitación del año 2011.

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