lunes, 9 de enero de 2012

Etapa 52 (112) Fao-Amorosa

Etapa 52 (112). 20 de julio de 2007, viernes (6ª feira). Fão-Castro de São Lourenço (Vila Chã)-Marinhas-São Bartolomeu do Mar-Belinho-Antas-Castelo do Neiva-Amorosa praia.

Desayuno con diamantes
He dormido muy bien. Me he levantado una vez y ahora, a las 7:00h, de nuevo, a orinar. Me afeito, cago y ducho. He coincidido en el baño con un trabajador mudo, o que aún no se ha despertado, y sólo le entiendo un “bon dia” susurrado para su coleto.




Ya en mi cuarto, escribo lo que me faltaba de las reflexiones sobre el albergue y lo último de ayer y me voy a vestir para llamar a Luisma, ya que tengo teléfono público en la misma pousada; me sale el contestador y dejo mensaje: “Todo va bien, ya se que no habéis tenido que molestar para nada a Sara y Vera. Regreso la próxima semana”. Luisma es un decorador tolosarra y amigo, que me está haciendo algún arreglillo en la casa y así le informo para que vayan terminando.


Doy una vuelta por la zona, que ayer vi ya de noche y hoy se ve muy distinto y me paro en un kiosko a dibujar una iglesia y los bolos del jardín de hortensias. Un dibujo nacido con voluntad de inacabado.

A las 8:30h vuelvo a desayunar, y ya está Rui en el comedor con ocho chavales; irán apareciendo más. Pregunto a Rui sobre el ratio y me dice que, más o menos, seis por monitor y que, después de comer, ya terminan la actividad, se llevan a los chavales en autobús a su lugar de procedencia y él se va de ferias. Rui es de Braga; quizá por ello lo conocí en bolas. Me río yo solo de la tontería. Envidia mi situación, una envidia sana.
Pido permiso para una foto de lembrança; lo consulta con una señora que parece tiene más responsabilidad en el grupo, y me da el visto bueno. Foto para sumar al conjunto y, en particular, a la de la pousada de Almograve; aunque aquí no bailé. Recojo la bandeja con los restos del desyuno y ¡Chao! Como estaba ocupado observando a la chavalería, no recuerdo ni lo que desayuné.
Hacia el castro de São Lourenço de Vila Chã
Salgo de la pousada y voy sacando alguna foto:

















el puente y el Cávado hacia su desembocadura



y el río hacia su nacimiento y, tras pasar el puente, Esposende me irá quedando a un lado y no lo visitaré. Voy a la derecha, hacia la montaña, en base a lo que mis preguntas y la gente me va respondiendo. Un mecánico del automóvil me dará toda clase de explicaciones,  mencionando sólo el nombre de Vila Chã, al igual que me las ha dado la recepcionista de la pousada.

Las dificultades me las va creando el camino, ya que la estrada está siendo renovada y el firme unas veces es asfaltado y, otras, menos firme y sólo empedrado, pero a base de preguntas, avanzo y retrocedo. Llego a un lugar que, por lo que me han ido diciendo, debe ser el cruzamento (cruce), pero no aparece ningún indicador ni de Vila Chã, ni de São Lourenço. Pone desvío, porque están echando piedra y arena nuevas y pasando alisadora y apisonadora, que ahora está parada. Como el aviso del desvío es para los coches, yo me aventuro a seguir por lo que será nuevo firme de futura estrada; la estreno antes de que esté terminada. Uno de los operarios que rellena y alisa los espacios manualmente, me confirma que por allí se llega a los castros de Vila Chã. Ya me empiezo a creer que voy bien y sigo ascendiendo la que será nueva estrada, llegaré al antiguo asfalto y encontraré un cartel que, con Benvindos y estrellas de Europa con fondo azul; se supone que las obras pretende acercar la cultura e historia de los ancestros celtas portugueses con ayuda de dinero europeo. Ya arriba, voy un rato casi paralelo a la autopista. El tractor, con el chico que abajo estaba parado y otro que conduce un tanque de agua, sube y me pasa. El primero me dice que el castro está más arriba y, tal como me lo dice, me parece que ya está cercano.


Castro de Vila Chã
Al poco rato, veré la entrada y a dos chicas que barren la estrada, dejándola limpia de púas de pino y hojas de eucalipto. Pregunto a una y no tiene ni idea; se ve que la han llevado allí en carro, le han dicho: “¡limpia esto!”, y ella no necesita saber nada más. La otra chica me dirá que sí.












Veo a un grupo que está trabajando en la recuperación de un muro de defensa de la ciudad. En realidad son varios muros de distintas épocas que, luego, me los explicará Paola Almeida, arqueóloga responsable de la recuperación. Saco foto y continúo. 

Llego a los primeros habitáculos reconstruidos. Tal como hablé ayer con el profesor Flores, en Terroso, esta reconstrucción será polémica, ya que hay partidarios de no reconstruir nada sobre lo auténtico y, si se hace, por razones didácticas, hacerlo fuera del entorno, en un centro de interpretación. Vuelvo a recordar que en Santa Trega, en A Guarda, también hay dos o tres reconstruidos y no parece que dañen al resto, sino que revalorizan el conjunto y dan una idea al visitante de cómo podría ser el poblado haciendo un ejercicio mental individual.

Subiendo por allí, llego a la capela de São Lourenço y, al ver el sitio en que está ubicada, en la cima, me hace suponer que, para construirla, destruirían una parte de los castros (nadie me lo confirma).





Sentados en la escalinata, me encuentro a dos bretones: Claude et Sylvie (ayer con Sylvia, hoy con Sylvie), con los que pasaré un gran rato charlando; de su viaje y del mío. Les encantan mis dibujos. Nos despedimos, bajo, pero vuelvo a subir para sacar una foto panorámica y tener otro referente de la distancia del castro al mar. Aquí, como en Terroso, también habría delante una planicie y ésta sería la primera cota en altura. Dominaban el mar, pero ponían tierra por medio.

Bajo por otro lado, pero vuelvo al lugar inicial. Paola Almeida está hablando con el grupo, es la responsable de este yacimiento, y por lo que me dice, pienso que también arqueóloga. Sabe de Terroso y de José Flores y se ofrece a explicarme. Como estamos allí, primero me habla de los tres muros: el primitivo, que indican hasta dónde encontraron (con listones pequeños de mármol blanco) y que rehabilitaron hasta la altura máxima que hallaron; el medieval, que es en el que ahora están trabajando; y el romano, del que todavía les queda mucho por descubrir.

Digo a Paola que mi interés no es de profesional, sino de viajero interesado por conocer, y me acompaña donde está trabajando con el otro grupo. Están descubriendo, me dice Almeida, un ámbito difícil, puesto que no tienen certezas (se parece a mi viaje) y se crea un amplio margen para la interpretación. “Más abajo, reconstruyeron en otro tiempo, pero lo hicieron mal”, me dice, “aunque creyendo que hacían bien”. Todos somos hijos de nuestro tiempo y actuamos según el saber del momento y somos proclives a seguir o no las modas; siempre a habido seguidistas y críticos y lo seguirá habiendo. Saco alguna foto con el grupo trabajando, agradezco a la profesora Almeida su rato de dedicación a darme explicaciones y me voy. Por el sitio donde voy a bajar, Paola me advierte: “¡cuidado!” y me recomienda que vuelva por la estrada. Nos cruzamos con los bretones; sigo hablando con Paola que, hablando ha vuelto hacia el grupo que redescubre el muro medieval y nos despedimos. A ella le queda tarea y yo ya he visto lo que quería ver y, como en Terroso, con guía de excepción. Y me llevo algunas fotos que servirán para ilustrar mi caminada.

Bajando del castro al mar, un cruceiro con sostén
Saliendo del castro de Vila Chã, llego a un cruceiro y, cuando lo estoy fotografiando, salen de su voiture Sylvie et Claude. Última despedida y observo cómo un coche que va en mi misma dirección, en el siguiente cruce, ha tirado hacia la izquierda; al llegar allí, yo le imito, ya que por estrada descendente, siguiendo un riachuelo, iré bajando hacia Marinhas, donde llegaré hacia las 12:00h.





La estrada es estrecha y sin arcén, pero como la circulación es escasa, no corro peligro.




Una cantera para obtener piedras para  construcción.









Llegando a Marinhas fotografiaré la capela, medio tapada por un árbol, y un sostén o sujetador de mujer, sujeto al pilar del cruceiro. ¡Como si la piedra no fuera lo suficientemente fuerte para soportar la cruz y tuviera necesidad de sostén adicional! Me supongo que alguien lo encontró, quizás arrancado por el viento de algún tendedero de ropa, y lo puso allí, en sitio bien visible para que, quien lo hubiera extraviado, lo encontrase con más facilidad. Gracias a quien lo hizo, porque así da juego a la imaginación del caminante que, con estas pequeñas cosas entretiene el camino.







Primer baño de avispas
Salgo a la costa y bajo a la playa; busco zona para hacer nudismo subiendo hacia el norte. La zona que tiene mejor acceso al agua, está ocupada y encuentro un lugar en que me debía haber quedado, con mezcla de arena y rocas, pero sigo adelante con la esperanza de encontrar algún sitio mejor. Las rocas siguen en la orilla, pero la arena a pasado a ser cantos rodados. Finalmente, llegaré por un camino por detrás a una alta duna, donde me desnudaré, alejado del agua y con rocas en el mar, el menos idóneo para el baño por el que suspiraba. Para colmo veo que donde pongo la toalla para tumbarme, en la mezcla de arena y tierra, pues se trata de una duna consolidada, hay unos agujeritos por los que entran y salen unos insector: ¡Un avisperto! Me servirán para mi ejercicio de observación: Llega una avispa, se posiciona delante de un agujero (o inicia la creación de uno nuevo) y empieza a expulsar arena con sus patas, hasta que se mete dentro. A veces veo salir a alguna y emprender vuelo. No se el objetivo de las que entran; si sólo es hacer el agujero; si, cuando entra, se encuentra con que ya hay otra dentro… En cualquier caso no me incomodan y me entretienen. En la siguiente vaguada hay una mujer en bikini y niño en calzón y un pescador anda por las rocas, junto al mar. Luego, llegarán un chico y una chica, que se acercarán al pescador y, más tarde, un padre con dos hijas pequeñas, que se quitará la camisa y arremangará los pantalones. Esta mañana he tenido una deposión algo ligera, que me ha preocupado; ahora, detrás de la duna, ya la haré con más consistencia. Me voy nomalizando. Cuando me decido a marchar, pues ya va llegando la hora de comer, y me estoy vistiendo, el hombre me verá desde las rocas. Salgo por el camino, un perro de belgas me ladra y la dueña le coge de la correa. Finalmente me he quedado sin baño y en compañía de avispas. “Baño de avispas”, pienso para mí.
Buscando pienso y acabamos hablando de ETA
Veo banderas altas desde lejos, así que intuyo bar o restaurante. Cuando llego, veo que no dan comidas, sólo petisco y no me apetece. Cuando pregunto por restaurante, la mujer me dirá: “muito longe” pero, a pocos metros (200-300) encuentro el Café Maranhão; andando y andando he llegado a São Bartolomeu do Mar y me viene a la memoria el amigo de Baltasar y Blimunda, aunque más que de Mar era de Aire, por sus ansias de volar, del Memorial del Covento de Saramago y homenage del autor a Bartolomeu Lourenço de Gusmão, nacido en Santos (Brasil) y perseguido por la Santa Inquisición por su visión del mundo y sus ansias de volar. Saramago, tan generoso, le deja volar en la novela. Bueno, dejémonos de novelas y vayamos a la manduca, que ya tengo hambre. En Maranhão me ofrecen Franzesinha (que no me apetece), Burguer (que me apetece menos) y Prego que, cuando me lo explican, es lo que más me apetece. Consiste en bife, ovo, batata frita y ensalada; además como un pastel, bebo una jarra de vinho y tomo café, todo por 7,60€, que pago en efectivo. He comido bien. El filete estaba bueno, el huevo, en el plato, era cuadrado y también me como todas las patatas fritas. El problema surge con la ensalada, ya que no tienen ni aceiteras ni vinagreras, así que me traen un litro de aceite y abren una de vinagre, para cuatro gotas. La jarra de vino me la traen sin vaso y el pastel riquísimo de hojaldre, crema y nata. Todo muy bueno. Lo más curioso será la cuenta:                                               IVA             
                                        Tabaco      21%            6,95
                                         Diversos   12%            0,65
                                                                              -----
                                                                              7,60
Se les había olvidado meter el pastel; lo digo, lo incorporan y pago. Cuando acabo, voy a charlar con uno de los que están en la barra, que vende bebidas a unas niñas, para ellas y para llevar a sus pais; además atiende la zona de venta y alquiler de videos y otros artículos de regalo. Con la llegada de las niñas, interrumpimos la charla. Mientras espero a que se libere, veo en la tele que Txurruka del equipo de Euskadi, va escapado en la etapa con un italiano y faltando 50km. para la meta, llevan una ventaja de 5 minutos sobre sus seguidores. Ahora hablo con el médico Manuel José Cepa, quien me dice que hay que tener mucho cuidado con hablar mal del Gobierno; otro chico escucha y sonríe, pero no interviene. Hablamos de ciclismo, de mi viaje y acaba confesando que él es partidario de ETA. Tiene una idea romántica de la organización armada, la idea del justiciero bondadoso, que actúa por el bien de su patria; no sabe distinguir entre lo que suponía la banda en tiempos del franquismo, cuando los vascos nos veíamos acogotados para el ejercicio de nuestras libertades y, los que sabían euskera, perseguidos por hablar en su idioma ancestral. Con la realidad de España tras la llegada de la democracia; una democracia pacata, pero que la debemos construir entre todos y sin salirnos de la legalidad; con leyes que deben ir evolucionando para que sean éticas y no coharten más libertades, no tiene sentido ETA. Estamos en esa especie de discurso e intercambio de opiniones, cuando el doctor Cepa se tiene que marchar para atender su consulta. No sé si le habré convencido de algo. Me quedo un rato escribiendo el diario, cojo agua, meo y me voy. Salgo a las 16:30h ¡Adiós São Bartolomeu do Mar!




















¿Dónde demonios está la Casa de Belinho?
Cuando llego a Belinho, veo canteros (¿labradores?), labrando el granito y una muestra de objetos labrados, casetas de perro, chimeneas, columnas…;








una mujer muy bigotuda; unas rosas rojas en un jardín, que también me llaman la atención; una leyenda en una casa, buena receptora para el hombre de bien… pero, el que no lo sea, que se quede en la calle. Parece que ya me voy marchando del pueblo, pero un chico de una gasolinera me dirá que todavía no he salido de Belinho.
Sigo adelante y cuando llego a un cruce en que ya indica que estoy en Antas, veo una flecha que, a direita, que me llevará a la Casa de Belinho  buscada. Pregunto a un señor, y me dice que es una casa antigua que está a un kilómetro.


Con este dato, me animo a ir hasta allí, aunque estoy andando en dirección contraria, esto es, retrocediendo, pero mi intuición me lleva hacia donde deseo. Llego a un alto muro que no deja ver nada de lo que hay detrás, a mi derecha.




Pregunto a un señor por la entrada y me dice: “está perto”, pero sigo y no encuentro ninguna posibilidad de entrar, todo está cerrado a cal y canto. Como no quiero paseo sin premio, visito el otro lado, una capela bastante ruinosa: Nª Sª del Rosario, me dirá luego Maria de la Conceiçao, la guardesa de la Casa. Se acaba el muro y me paso. Una mujer escondida tras una ventana me dirá que llame, que son las puertas verdes. Le respondo: “están fechadas” y, ella: “que no”.



Retrocedo y, efectivamente, compruebo que las puertas están cerradas pero, cuando ya estoy desistiendo e iniciando la retirada, veo que se abre el portón para dejar paso a un coche que se dispone a salir. Al hombre que lo conduce, le pregunto: “¿es la Casa de Belinho?” y me responde afirmativamente, baja del carro, y llama a Maria de la Conceição para que me la enseñe, mientras él se va.

Se trata de una casa señorial que perteneció al poeta António Correia d’Oliveira y, después, a su hijo, fallecido recientemente, razón por la que el escudo de la puerta está tapado con un crespón negro. Maria de la Conceição me va acompañando por las dependencias y dándome explicaciones; me permite sacar fotografías. Vemos la sala de estar, con la pesantez de los sofás y el acomodo de la época,



parte de la porcelana de la cocina,






salimos al exterior, unas estelas funerarias



y entramos en el gran salón de ceremonias, en otro edificio aislado, donde se celebraban bodas y banquetes para mucho personal.



Todo es moderno aquí, a excepción de una mesa enorme.




El que quiera ampliar información puede acceder a http://www.casabelinho.com/ Junto a la Capela de Nossa Senhora do Rosário; la casa está situada en São Paio de Antas. El poeta nos dice:

“À sua porta o vento sussurra na ramagem dos pinheiros e as ondas
Fazem-se ouvir debaixo das suas janelas. Debruçada sobre o mar,
Encostada ao seu Monte da Cividade, raízes fundas terra dentro,
A Casa de Belinho é a Casa de uma Família. É uma casa com história,
É uma casa com Alma. A idade que tem é segredo que guarda só para si.”

Después de la visita, me despido de tan excepcional guía y me voy agradecido de lo que he visto. ¡Lastima que mi interés por la poesía sea menor, y más con la dificultad que supone cuando los sentimientos intentan ser transmitidos desde idioma ajeno, aunque, cada vez más mío!

Primer objetivo: atravesar el río Neiva
Reconfortado con la visita a la casa del poeta, vuelvo al cruce y, llegando a una curva, me encuentro en Antas.









Allí está la Quinta Malafaia, donde se celebran casamentos y demás festejos.
Será lo único que vea, aunque Saramago, cuando pasó en su viaje por Portugal, destacó “…la belleza sobria y purísima de la iglesia de Antas…” Paso el Neiva por el puente y pronto tiraré a esquerda, hacia Castelo de Neiva, con intención, si no hay que subir mucho, de visitar el castillo. Pronto me enteraré que no tiene castelo; sólo ruinas enterradas y, aunque veo indicación de capelas hacia el sur, yo tomo dirección al norte, hacia Viana do Castelo que, espero, sí tenga castelo.


Mi segundo carimbo más preciado. Avó e neto
Ya que estoy en Castelo de Neiva, entro en la Junta de Freguesia para que me echen el carimbo y ¡oh gran acierto!, obtendré mi primer carimbo grabado a troquel, precioso, pero con mucha dificultad para leer lo que en él pone; ¡no se puede tener todo! Éste y el de Rates se solapan y no está lejos el complicado de obtener de Matosinhos.





Unas mujeres me dicen que Viana do Castelo está lejos, pero no me dicen cuánto. Un carro tirado por vacas viene repleto y, en la parte de atrás, sentados, con las piernas colgando: avó e neto. La abuela lleva un gran manojo de flores ¡Qué bella estampa!




Buscando una amorosa noche
Pronto encuentro un cruce y la indicación de praia Amorosa. Ha vuelto a levantar y ha quedado un buen día de verano, así que hacia la playa me dirijo pero, al salir a la costa veo que también ha arreciado el viento.












Me asomo, pero las dunas protegen poco. Busco pensión, y me piden entre 40 y 45€ que, mi economía no se puede permitir. Sigo buscando.





Al final del paseo de la playa, llego a una duna móvil, en su lento proceso de ser desplazada por el viento; tiene una arena finísima ideal si mañana quiero amanecer rebozado. La fotografío con la visión de Viana do Castelo, al fondo. Voy a un bar y como caracois, una copa de vinho y sopa y pago 4,60€. Es el Snack bar Manus. Escribo y voy a llamar a Vera. Son las 21:15h. Como no me cogen, intento llamar a Sara pero, aunque antes me daba llamada, ahora me dice “tarjeta mal insertada” y, tras varios intentos sin éxito, desisto.
Allanamiento de morada
Salgo a paseo marítimo veramar mirando las casas del otro lado de la carretera, eligiendo cual está deshabitada y con visos de que nadie llegue a dormir esta noche, pues es inicio de fin de semana. Casi todas tienen un murete suficiente como para protegerme del viento, que es lo que pretendo pero, al estar junto a la acera, no me atrae mucho. Elijo la casa, junto a otra en construcción y, por tanto, nadie que me pueda ver y denunciarme. Cuando no hay moros por la costa, paso las dos mochilas al otro lado del muro y, cuando me cercioro de que no hay personas mirando y no viene ningún coche por la carretera, salto la puerta baja y me voy con las mochilas a la parte de detrás de la casa. Allí tienen la salida hacia la piscina, un pequeño porche, que no recuerdo si estaba cubierto o no, para el caso de que lloviera, y será el sitio en que me instalo. Un coche llega, aparca cerca, pero nadie se baja (no oigo ruidos de puertas) y parece que los que van dentro se han quedado sin salir. Las micciones nocturnas las haré sobre el cesped ¡ya lo siento!, una a media noche y otra a las 5:45h. Tengo suerte, porque nadie de la casa llegará a dormir esta noche. Otra casa que había seleccionado es de estructura férrica oxidada, pero con suelo de cantos rodados y hierba, pero quedaba la hierba muy a la vista. Teniendo el temor de la proximidad a la estrada, duermo mejor que lo previsto y, para ser fin de semana, no ha sido especialmente ruidoso. Voy localizando algunos sonidos: el viento al pegar en el toldo que oculta la casa en costrucción, la tapa metálica que pisan con sus ruedas los coches al pasar por la estrada, algún mosquito que zumba durante la noche pero, como estaré tapado por el saco hasta la cabeza, no correré peligro. Sólo, al principio, la mayor preocupación ha sido el temor a que llegaran los dueños de madrugada y la consiguiente condena y castigo: “Por allanamiento de morada”.

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