miércoles, 4 de enero de 2012

Etapa 11 (71). Burgau-Figueira (Vila do Bispo)

Etapa 11 (71). 9 de junio de 2007, sábado. Burgau-Boca do Río-Salerna-Andorinha-As Furnas-Figueira de Vila do Bispo.

Me despierto a las 5:45h y aguanto hasta las 6:00h. He dormido relativamente bien y me he levantado a orinar a un ladrillo y he hecho el juego de ir dosificando la orina en los cuatro orificios del mismo; al volcarlo por la mañana, me doy cuenta que, a lo largo de la noche, la base de obra ha ido absorviendo la orina y filtrándola.




Demasiado polvo de cemento
Salgo y saco una foto para el recuerdo de la casa en construcción (era en el tercer piso) y subo hacia el lugar donde cené, para coger la carretera que vi ayer.


Yelmos de Mambrino
Al poco rato, veré tres tapacubos y los fotografiaré como si fueran tres yelmos de Mambrino que algún donquijote portugués perdiera; ha sido poco después de haber pasado una finca con dos puertas de verja, pero que permiten el acceso entre ellas; resulta curioso el contraste entre el deseo de protección y aislamiento, con lo que ocurre en la realidad, pues, a pesar de los medios puestos, ambas fincas son muy vulnerables.

Más praias y falésias
Un poquito más adelante, llegaré a un camino que parte de la izquierda y que se orienta hacia la falésia; por allí continuaré disfrutando de la vista de playas y acantilados hasta llegar a la praia de Cabanas Velhas (Almádena).




Como no ha salido el sol todavía, no bajo a bañarme. Continúo el camino hacia el pueblo, por donde iba un hombre con tres perrazos que  había avistado desde  arriba y enseguida encuentro un camino embaldosado, con gruesas baldosas exagonales y, en los arcenes, plantadas recientemente, adelfas rosas y rojas; pone: Casa Santa Catarina. Se ve que el camino lleva a propiedad privada, pero empiezo a subir hacia la casa, aún a riesgo de que luego tenga que retroceder; pero tendré suerte ya que, a la derecha, encuentro un camino que me permite seguir adelante.

Por el acantilado, llegaré a un castillo muy derruído, al que entraré y luego iniciaré el descenso hacia la praia de Boca do Río. Pronto las dudas sobre la dificultad que me pueda crear ese peligroso río se disiparán.





Tenían razón los chavales que en Burgau me dijeron que no había río, al menos no un río que no me dejara pasar, puesto que es algo pequeño y, aunque desemboca en el mar, se puede pasar por tres piedras colocadas estratégicamente; pero también lo podría haber pasado siguiendo hasta el final y por la arena.

Se aprecia un olor muy intenso a mar, como el que producen las algas almacendas antes de empezar a corromperse, o como el sabor de los erizos de mar; en el borde del bajo acantilado, hay roulotes y coches y en la playa alguien tiene montada una tienda de campaña, aunque en todas las playas del país hay indicaciones de que no se debe acampar. Esta prohibición suele crear confusión y mucha gente piensa que está prohibido dormir en la playa; yo les digo, que puedo dormir en todas las playas de la península, ¡hasta ahora nadie me ha prohibido hacerlo!, siempre que no monte tienda de campaña (algo que no puedo hacer, puesto que no la llevo). La prohibición es expresa a acampar con tienda de campaña; me supongo que será una exigencia de los servicios hoteleros y de los campings. Voy hacia el extremo opuesto al de las roulottes, me desnudo y doy un baño. Cuando me estoy secando al aire, llega al borde de la playa un coche; dos chicos se bajan, observan el horizonte, se vuelven a montar y se van. ¿Surfistas a mirar cómo está el mar para surfear? Aparece a lo lejos un hombre con dos mierdas de perros, de los que no abultan un palmo y, como ya estoy seco, me visto y voy a hablar con él. Se trata de Marc, de Fontaineblau, cerca de París, pero que lleva muchos años pasando vacaciones por esta zona; a pesar de ello, no conoce ni Salema, ni Figueira; antes viajaba a España, ya que su padre tenía una casa en Fuengirola. Marc no está para muchos trotes y no puede estar mucho tiempo caminando, pero sigue moviéndose por Europa en su roulotte.

Caminando hacia Salema
Empiezo a subir hacia Salema y veo cruzar un conejo; lo hace tan rápido que me hace dudar si no ha sido un espejismo; se siguen viendo abubillas. Me encuentro con un túmulo, parecido a los de Noruega, y una flecha marcada con piedras y, ¡de repente!, un terreno privado con cartel que dice que no se puede pasar, en inglés. Así que retrocedo a la flecha y el camino me llevará a la carretera, a una de las entradas al pueblo. Yo que quería bajar a la playa, me siento frustrado. Entro en un pueblo sin construcciones altas, con la gracia de los pueblos marineros de antes, calles muy limpias y casas pintadas con vivos colores; una señora alemana sale de casa con una niña y, al llegar a la plaza, el pescatero toca la bocina; la oferta de pescado es pobre y poco variada: un pez troceado, muxarras (que a saber si aquí no las llaman besugos), sardinhas y poco más. También baja la calle un chico que bajo un soportal se pone a mear sacando su picha hacia el exterior, sin ninguna muestra de pudor y sin que le preocupe que se la vean; cuando paso yo por allí, no hace nada por ocultarla.



Desayuno con portugueses de la Costa Azul
En un puesto están vendiendo fruta y pregunto por un sitio para desayunar; me remiten a Solmar. En la terraza está un hombre leyendo la prensa, al que saludo y su respuesta me hace intuir amabilidad. Entro y pido descafeinado con leche; que será más largo de leche de lo habitual, pues he tenido la suerte de que otro cliente está tomando uno así y yo pido otro como el suyo, y también, un trozo de pastel dulce y rico (2,10€). Saco todo a la terraza y, mientras desayuno, hablo con Carlos que está esperando a que su mujer, Isabel, baje, aunque al no hacer un día brillante para playa, se está haciendo la remolona. Cuando baje, cada uno me dará su número de teléfono, que no los pondré aquí, puesto que la invitación es sólo para mí, y no para todos los lectores de la narración de éste, mi viaje. Me dicen que si paso por Pegões, al noreste de Setubal, que estoy invitado a su casa. Tienen una hija que está estudiando Comunicación Social (equivalente a Periodismo), con idea de dedicarse al periodismo deportivo. El hijo trabaja, en alguna actividad menos intelectual, porque no quiso estudiar. Isabel trabaja en Montijo, enfrente de Lisboa, a este lado del Tajo (el Texo), como animadora cultural, con ancianos. Carlos dice que, como su mujer está tan contenta con su trabajo, no se quiere jubilar; esto nos sirve para hablar de lo magnífico que es tener un trabajo-hobby, un trabajo en el que uno disfrute y, encima, te paguen a fin de mes. El trabajo de Carlos no sale a colación. Les hablo de mi viaje, les enseño los dos dibujos que hice en Olhão y Ferragudo y les encantan tanto el viaje como mis diseños; les hablo de mi separación y de mi “trabajo de jubilado” en Irun y del poco interés que tiene la ciudadanía por participar; critican, pero nunca en el lugar adecuado, para mejorar lo que creen que está mal. “Como en Portugal”, dirá Carlos y terminamos hablando de Deco, Cristiano Ronaldo, Ronaldinho, etc. y del partido Bélgica-Portugal. El día se vuelve a solear y ellos se van a la praia. Termino de escribir el diario, cojo agua y para las 11:30h ya estoy en marcha. Estoy comprobando que la suela vibram de las otras sandalias se aferran muy bien al suelo, sobre todo, cuando bajo pendientes de cascajo.

Me paso praia Figueira sin enterarme
Salgo de Salema por una calle y tiro enseguida hacia la izquierda y, por caminos, salgo a la falésia; pronto llegaré a otro fuerte, más derruído que el anterior, y bajaré a la playa.  Pregunto a un inglés, que está en la playa tomando el sol, por la praia Figueira, y me dice que es la siguiente, pero que tengo que salir a la carretera. Como veo que esa playa finaliza en rocas, empiezo a subir la montaña-acantilado, que es por camino más vertical y complicado que las falésias anteriores y, cuando llego a media altura, observo que acaba de llegar una pareja, ha puesto sus sombrillas y se han desnudado; luego veo a otra paraje también desnuda y, si no me hubiera costado tanto la ascensión, me habría vuelto, aunque le molestase al inglés, que me ha dado una información disuasoria ¿para quedarse tranquilo? Nunca sabré si su información era por ignorancia o tenía esa finalidad. Hasta llegar a la playa siguiente no tendré la confirmación de que esa era la praia Figueira que yo buscaba.

En la playa con el alemán Uli, que trabaja en Mozambique
Cuando llego a la cima de la montaña, veo que en la siguiente playa hay un hombre desnudo que, cuando me estoy acercando, se viste y se va. Al menos sé que es un lugar en el que yo también me podré desnudar sin problemas. Me cruzo con él antes de que salga de la playa y me confirma que praia Figueira era la anterior; me lo reafirma otro nudista que está en la playa y al que no había visto; está muy delgado, se le marcan mucho las costillas; tiene caña para pescar pero no la echa al mar, se tumba a tomar el sol, se baña, pero no muestra ningún interés en mantener conversación conmigo; todas sus respuestas son muy escuetas. Me baño varias veces y, como es pronto y el día se presenta largo, decido darme crema protectora. Por la orilla, después de pasar las rocas que había visto desde praia Figueira, veo que viene un chico en bolas, don bolsas de ropa y material de playa; se trata del alemán Uli que está de vacaciones y trabaja con energías renovables en Mozambique. Le digo: “Antananaribo” (erróneamente, porque ésta es la capital de Madagascar) y él me corrige: “Maputo” (capital que, para Uli, no tiene ningún interés). Uli me dice que se pueden recorrer tres playas por el agua, en marea baja. Se queda charlando conmigo. Le pregunto sobre la energía solar y si es verdad que tiene sin resolver el problema del reciclaje cuando las instalaciones se vuelvan obsoletas; me lo confirma, puesto que los paneles que captan la energía del sol, tienen cantidad de componentes, como silicio, aluminio, etc., que harán muy costoso el reciclado. Además de en Mozambique y otros países, ha trabajado en Sudáfrica. Uli lleva gafas de sol, por lo que no puedo ver sus ojos hasta que nos bañamos: los tiene de color miel y, con las gafas, oculta su mayor atractivo. Muestra una larguísima cicatriz a lo largo del fémur que se le salió en un accidente de moto y casi le costó que le cortaran la pierna. Cojea algo, pero me dice que no es por el accidente, sino por caminar por rocas y herirse con ellas en los pies. También tiene una pequeña avería en el tobillo del mismo pie, el izquierdo. Hablamos de nuestros viajes. De Portugal, Uli pasará a España, donde piensa quedarse hasta finales de junio y, luego, irá un tiempo a Alemania, a su tierra, un pueblo por la zona del lago de Constanza. Después de un baño, nos decidimos a continuar a la siguiente playa. Debiéramos esperar a que bajara algo más la marea, pero, aunque salimos por la arena, las olas nos pegan algo fuerte en las piernas y nos decidimos a subir a las rocas. Al principio, le dejo la iniciativa, pero cuando compruebo que yo tengo mejor el sentido de por dónde ir, me adelanto. Llegamos a una pequeña playa de unos cien metros de larga, a la que hemos entrado bajo un arco, como un doble puente paralelo y que tiene también una cueva muy fresquita. Uli me saca una foto entrando por dicho arco, cargado con las mochilas. Como llevamos mucho tiempo al sol, nos tumbamos en la sombra y nos bañamos; dudamos si pasar o no a la otra playa, que está pasando unas pocas rocas, pero estamos bien allí y, tras ver la otra, regresamos. Tanto en la grande, como en esta pequeña, la gente está desnuda. Dudo si será Zavial, pero según mi mapa, me da la impresión que Zavial está más  hacia Sagres. Uli come los pequeños sandwiches que ha llevado y me ofrece uno, pero no le acepto y me limito a engañar el estómago con algunas pipas de calabaza. Uli está en el camping de Salema. Hemos hablado de mariscos y, para saber de cuáles hablábamos, los hemos dibujado en la arena. Él ha tratado de adivinar la hora fabricándose un reloj solar en la arena, pero se ha equivocado en dos horas; el error ha podido ser porque no se ha colocado exactamente en el sur; al marcharse lo volverá a intentar y el error será menor. Se ha reído también de mi mapa, pero le ha gustado porque indica muchas playas del Algarve (no sabe que tiene errores, imprecisiones y faltan muchas playas).

Con grupo naturista de Algarve, reivindicando Furnas para nudismo
A nuestra playa va pasando gente de la otra y, entre ellos, un grupo de naturistas (ellos lo diferencian de nudismo) de Vila do Bispo, que sacan fotos en grupo y que están tratando de conseguir que la praia de Furnas sea incluída en la lista de autorizadas (no está siquiera como de nudismo tolerado). Me ofrezco para salir en la foto reivindicativa y también les pido que me saquen una con mi máquina. La petición la harán al Gobierno y para que pueda seguir la pista, Emilia me escribe la dirección de su página: http://www.clubenaturistaalgarve.com/ y, luego, me presenta a Álvaro, que es el presidente y me trata de explicar la diferencia entre naturismo y nudismo. Le digo que el problema no es tanto de denominación como de actitud y que, para que una playa sea nudista, basta con que la gente se desnude y no se esconda (ni tras las dunas, ni tras las rocas), ya que eso da a entender que se está haciendo no sólo algo prohibido, sino algo incorrecto, algo malo. Tras ver la diferencia entre nudismo y naturismo, que parece que conlleva una filosofía más restrictiva (aunque sólo en la teoría), yo me reafirmo en que sólo soy nudista, que lo que me gusta es estar desnudo en la naturaleza. El grupo regresa a su playa, aunque luego volverá. Nos volveremos a ver, en Carrapateira, el día 12. También en la pequeña playa está un alemán jugando a pala con su chica; ella conoce Irun y, cuando Uli se va al agua, juego un poco a pala con el alemán. Uli decide que ya es hora de volver a su tienda en el camping de Salema y lo hará por el mismo camino por el que hemos llegado. Me dice que lleva más de 8 kilos de peso en la mochila y yo creo que más, puesto que me ha dicho que la tienda ya le pesa 5 kilos; hoy, sin tienda, va más ligero. Dice que con todo el peso hace pequeños recorridos, ya que para trasladarse entre pueblos hace uso de autobús. Nos abrazamos ¿quién sabe si nos veremos en Sagres o en Peniche? ¡Hasta que la vida nos vuelva a reunir!
Una cena tempranera en Figueira
Una vez que se ha marchado Uli, al que he acompañado hasta debajo del puente natural, agradezco la pala a los alemanes y, con las mochilas, paso a la otra playa. Del grupo de naturistas sólo veo a dos, los que sacaban las fotos y me voy andando hacia la carretera. Hasta que veo un coche que se dirige a la playa, no me vestiré. Llegando a una encrucijada, dudo cuál debo coger y, en ese momento, llega el coche que pasó, ahora de regreso; me dice el camino que debo coger y se ofrece a llevarme, pero le explico que lo estoy haciendo andando y me desea buen viaje. Después volverá otro coche de la playa, pero no me dará opción a preguntar nada. Al salir a carretera más principal, veo indicadores de dirección: Sagres, hacia el oeste y Vila do Bispo, hacia el norte. Pronto aparece un pueblo que me hace pensar en que pueda ser Figueira. Antes de entrar en el pueblo, un conductor me lo confirma y me dice qué carretera debo seguir para Sagres, pero mañana iré por el acantilado. Pregunto por jantar y dormidas y me dicen que no se alquilan camas en el pueblo. En el bar restaurante me confirman lo de dormir y que las cenas las empiezan a servir a partir de las 19:00h. Hablo por teléfono con Mikel y les digo que mañana no llamaré porque espero doblar el cabo San Vicente (aunque no pasaré de Sagres). Al regreso, me encuentro con dos chavales disfrazados: uno de franciscano y otro de soldado; parece como si celebraran alguna gesta heróica. “¿No tenéis calor?”, les pregunto, y no me responden nada; la chica que está con ellos, con algún año más, me da información de las playas y me dice que he pasado de Figueira a Andorinha (que supongo es la del doble puente), y luego a la nudista que es As Furnas; no sé por qué dice nudista, ya que ni aparece entre las nudistas autorizadas, ni en la lista de toleradas. “¿Sozinho?” (¿solo?), me pregunta, como tantos otros; y le afirmo. Se tienen que ir y se van. Encontraré, días más tarde, otra playa As Furnas al sur de Vila Nova de Milfontes. Yo voy al bar restaurante O Sapinho, hago el pedido de sopa y frango para las siete y espero escribiendo el diario; aún no he terminado de completar lo que llevo de día, ya que ha sido mucho lo acontecido en las últimas playas, cuando a las 18:55h me llama el dueño para cenar; sólo supone subir un escalón y le digo que enseguida voy, que quiero terminar, pero a renglón seguido me vuelve a llamar, pues la sopa la tengo servida y se me puede enfriar. Traslado las mochilas al suelo y en la mesa coloco las demás cosas. La sopa está muy rica y lleva algún grao do bico bailando. Se lo señalo y me pregunta “¿no te gusta?” y le respondo: “precisamente es lo que busco y me cuesta encontrar”. El frango está más rico todavía y lo acompaño con dos copas de vino; me animo a pedir una tarta de almendra (amêndoa) que me resulta muy empalagosa por exceso de miel. Pido la cuenta (10,80€) y no me cogen Visa. Me pongo a hablar de mi viaje con el dueño, que me informa que Figueira y Budens son fregresías de Vila do Bispo. No tiene carimbo para ponerme en la credencial; "ya me da pena", me dice, y a mí más. Escrito esto, me voy hacia la playa para dormir y, como ya sé el camino que puedo seguir mañana, ya decidiré si por las rocas o por la montaña, en función de cómo esté la marea.
Una noche con dos arquitectos (arquitecta y arquitecto) sevillanos
Salgo sin saber cómo se va a la playa; la primera intentona no da resultado, y debo retroceder al punto de partida. Cuando salgo, de nuevo, veo otra alternativa, pero continúo la carretera que he traído al venir, que acababa en un pequeño regato; lo que me hace pensar que desembocará en el mar o cerca de él, puesto que al pasar por la playa esta mañana no he visto ningún riachuelo que saliera al mar. Retrocedo y cojo el camino que he visto como alternativo, y acierto.

Al poco rato un ciruelo me ofrece dos de sus frutos; un perro me ha ladrado junto a O Sapinho; sigo el camino y me encuentro con un cabrero, dos perros y su rebaño de cabras, que aún le quedan 6 o 7 horas antes de que finalice su jornada. Llegando muy cerca de la playa oigo unas voces que me hacen pensar en gente que regresa de la playa, aunque hace mucho rato que la playa debe estar en sombra; seguiré oyendo voces sin cruzarme con nadie, lo que me hace pensar que serán algunos que van en mi misma dirección. Al pasar un recodo, veo a Lourdes muy cargada, me parece como si llevara el capazo de un bebé, pero ha debido ser una ilusión óptica; Ismaél va por delante; son de Sevilla y tienen intención de acampar en la playa con tienda de campaña. En el camino hemos visto dos indicaciones: Fonte de la Vera Cruz y Parque Natural. Me ofrezco a los sevillanos para llevarles algo y me dicen que deben acostumbrarse para los siguientes días. Llegamos a la playa y decidimos cómo y dónde acampar. Ellos se colocan junto a la pared del acantilado y allí montarán su tienda y yo elijo una especie de pequeño aprisco hecho con piedras, que me protegen algo del viento, situado a unos 20 metros de ellos.



En la misma playa, juntos, pero no revueltos. Tienen muy buen aspecto. Antes que oscurezca del todo, nos sacamos una foto e Ismael me dará sus señas en Sevilla para que se la mande cuando la revele. He aprovechado su trípode. El contador hoy me marca 9,46 y, aunque me sigue pareciendo poco, creo que hoy es el día que menos he avanzado. Instalo mis cosas en el aprisco, extiendo el saco, para evitar que luego tenga que hacerlo a oscuras y me vuelvo a charlar con ellos. Lourdes es arquitecta, me dirá, y me hace gracia porque, a pesar de que los dos son de la misma profesión, ella ha aprovechado esta oportunidad para utilizar el femenino; ¿tendrá algún significado? Por lo pronto, defensora de su género en el lenguaje. Ella trabaja con un equipo de gente dedicada a la construcción (todavía no se había afirmado la crisis) y él acaba de iniciar su andadura de independiente. Ismael no tiene carnet de conducir y ahora lo va a necesitar para hacer controles de obra; es consciente de esa necesidad. Cuando terminan de montar la tienda y de instalarse en ella, comienzan a cenar; me ofrecen pero rechazo, puesto que yo ya he cenado y bien, sólo me atrae el queso que está comiendo Lourdes, pero ni de eso pico. Acepto un vaso de vino y, a pesar del jersey, empiezo a sentir frío, pues ya ha anochecido. Charlamos de nuestros viajes, el suyo y el mío; ellos llevan cuatro días y me dicen que no me pierda Carrapateira. Ahora recuerdo que alguien me dijo que no pida información del Baixo Alentexo, en Odeceixe (el último pueblo de la costa algarveña), sino antes, en Aljezur. Hablamos de más cosas, pero yo ya tengo frío y, cuando ellos han terminado de cenar y, sin esperar al ron que me habían ofrecido, me voy a mi “habitación”. Ellos me mandarán su foto vía e-mail. Me hago una almohada muy potente y espero dormir bien. Aunque yo le escribiré mandándole la foto, Ismael no dará señales de vida hasta un año después, cuando ya esté viajando por Andalucía, y perdiendo una oportunidad de vernos en Sevilla en 2008, pues pensé que era una amistad que se había esfumado. Hoy, felizmente recuperada. Lourdes e Ismael siguen siendo amigos, pero ya no continúan como pareja. Ismael, en 2008, continuó un viaje similar al mío, que le descubrió algunas facetas, por él desconocidas, de su personalidad; también que hay que tener cuidado con la naturaleza, la subida de las mareas, etc.
¿Qué me ha deparado el día? Unos bonitos encuentros: el del matrimonio de Pegões en Salema y con Uli, el alemán mozambiqueño, y con los arquitectos sevillanos, en Figueira. El encuentro con los naturistas y la reivindicación de As Furnas para nudismo autorizado, ha sido curioso. La rica cena en O Sapinho, se sigue ajustando a presupuesto y, para variar, hoy no he comido. No está mal, siempre que un día no me quede sin comer y sin cenar (como las 24 horas sin probar bocado en Menorca en 2011, que ya contaré a su debido tiempo).

No hay comentarios:

Publicar un comentario